Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, sino a sus respectivos dueños. En este caso de Rumiko Takahashi.


Tardes pasteleras

Feliz cumpleaños, pastelito.


Así se llamaba la promoción de aquella cafetería, según con la compra de un té o café podías comer todos los pasteles que quisieras. El lugar era sencillo: sillas y mesas de madera cubiertas con terciopelo, cojines cómodos de color vino y se podía escuchar a lo lejos música instrumental. Era un buen lugar, muy popular por cierto, casi perfecto para festejar un cumpleaños.

—Eres tan estúpida, Kagome ¿Cómo sigues siendo tan ingenua? ¿Acaso crees que alguien se puede fijar en ti, si eres tan irritante como ahora?

O tal vez no.

La chica apretó sus puños, el hombre que estaba enfrente suyo se encogió de hombros sin darle importancia. Kagome era una mujer con una paciencia suprema, pero siempre había una excepción con el imbécil que le acompañaba ¿Por qué aceptó esa invitación?

Han pasado quince años y aun no aprendo nada.

El idiota era Inuyasha, su mejor amigo de infancia; inmaduro, atroz, con un semblante de ¡Muere o sufre! Pero a pesar de la estupidez que él podía tener había momentos que tal vez valían la pena…Como intentar festejar su cumpleaños en su cafetería favorita, sin embargo no funcionaba cuando hacía comentarios tan hirientes como ahora. Sí, su amigo tenía el cerebro del tamaño de un cacahuate.

—¿Enserio? Yo nunca había conocido a una persona tan testadura y arrogante en toda mi vida—escupió, levantándose dispuesta a marcharse. Si algo había aprendido es que jamás le daría lágrimas a ese mocoso, sobre todo cuando creía que él la amaba un poquito. Ah, que ingenua.

—Cariño, eso es ser un hombre de verdad…―rezongó el muchacho de cabellos negros, volteando su silla para ver como la mujer detenía su andar―. Bueno, a fin de cuenta soy el único que conoces, ya que todos los que te rodean son una multitud de niños mimados…

Unos meseros se detuvieron en la barra y se miraron entre sí. Podían ver como las facciones de la muchacha comenzaban a deformarse, haciendo un semblante serio casi feroz. Los colores le subieron a su rostro y sintieron el mundo temblar.

—Oye Takuma, ¿Crees que debamos llamar al gerente?—dijo el mesero, su compañero simplemente se encogió de hombros.

—No lo sé, solo sé que esto se pondrá bueno…—No pudo terminar la frase cuando un sonido los alertó a todos.

Paf.

Todos voltearon para ver de dónde provenía aquel ruido y por un segundo todo quedó en silencio.

Unas miradas curiosas observaron al hombre que quitaba los residuos de pastel en su cara; el chantillí había entrado a su nariz y le picaba horrible, además de que la boca le sabía a pastel de cerezas. Unos jóvenes por allí hicieron un sonido parecido a los lobos… Kagome respiraba fuertemente mientras se ponía derecha y lo miraba desafiante.

Inuyasha por su parte se acercó a una bandeja y tomó un pastel de limón.

—No, ¡Oh, no! Inuyasha—La mujer colocó una mano en su cadera, una arruga se formó en su frente—. Más vale que no…

Paf.

El golpe fue tan fuerte que la chica cayó de espaldas llevándose consigo a un pobre e inocente mesero que repartía limonada mojándolos a los dos. La chica abrió los ojos enfurecida, levantándose de un solo salto y cogiendo otro pastel de la barra.

—Eres… Un… ¡Imbécil!—Le arrojo dicho manjar y este le cayó en el estómago de él—. ¡Abusivo!, idiota ¡Cara de perro!—Conforme insultaba seguía tirando pasteles, panqueques y gelatinas, dejando a un Inuyasha totalmente cubierto de merengue y azúcar, más parecía un pastel ambulante.

—¡Y tú una gruñona, gritona, cara de… Pay!—dijo el aventándole lo que parecía ser panecitos pequeños en canastos. La chica se cubría con una bandeja que le había arrebatado a un mesero y este salió huyendo escondiéndose debajo de una mesa. Las personas salieron huyendo evitando ser atacados con proyectiles de crema batida. ¿Quién en su sano juicio querría comer en una cafetería que parecía más a una batalla?

—¡Les voy a pedir que se detengan!—Una voz autoritaria apareció. Un hombrecillo calvo con lentes surgió en medio, colocando sus manos a los lados, haciendo el papel de un árbitro ―. ¡Suficiente! ¡Llamaré a la policía!

—¡Cállese!—gritaron los dos, dejando sordo al pobre calvo que se hacía para atrás, mientras los chicos seguían cubriéndose de pastel y limonada.

—¡Eres un insensible y cretino!—berreó la mujer arrojándole la bandeja llena de crema y frutas— . No entiendo cómo acepte tu cita.

—¡Pues eso es lo que me gustaría saber!—gritó Inuyasha cubriéndose con sus manos—. Eres una mujer desquiciada. Nunca debí invitarte a nada.

Silencio.

—¿Con que soy una desquiciada?—Kagome lo fulminó con la mirada, mientras se limpiaba su mejilla de chocolate liquido—. Te enseñaré lo que es ser desquiciada—Los meseros abrieron los ojos a más no poder al ver como la muchacha sacaba una fuerza descomunal, aventando al pobre chico a un carrito lleno de manjares. Inuyasha no pudo contener su exclamación cuando fue proyectado con una mesa y cubierto de azúcar incluso en sus partes en donde no debía llegar el azúcar.

—Dudo mucho…—escupió un poco de crema. Sus ojos de color miel se volvieron oro líquido, la ira estaba en cada palabra—…Que sea lo mejor que tienes. —desafió el chico de ojos ámbares levantándose como si fuera un guerrero.

—Ya verás—contestó, tomando el ultimo pastel de la barra.

—¡Alto allí!—El gerente tomó el otro extremo de la bandeja y jaloneó—. No dejaré que esto siga…

—Suéltelo…—musitó la azabache jaloneando igual. Los meseros miraban al gerente y luego a Kagome—. ¡Suéltelo!—El hombre calvo miró hacia atrás y sonrió maliciosamente.

—Si usted lo dice…— soltó aquella bandeja dejando a la chica echarse hacia atrás, cayó brutalmente al suelo. Sin embargo no contaban que atrás de la mujer había una silla tirada, provocando que la pata sobresaliente le golpeara justo en el costado dejándola sin aire…Además la bandeja se estrelló de lleno en su rostro haciendo que su labio inferior se rompiera. Un hilo de sangre brotó de sus labios.

Los meseros aterrorizados se miraron entre sí y el gerente palideció. No era por Kagome quien se ponía así si no por aquel chico que caminaba ferozmente hacia a él y digamos amigos míos… Que no eran para buenas intenciones.

Oh, oh…

—¡Eres un hijo de…!


―Y eso fue lo que pasó oficial.

El juez se tocó la frente con pesar dando un suspiro de clemencia.

—Este desquiciado me arrojo pastel en la cara.

—¿Desquiciado? ¡¿Desquiciado yo?! ¡Tú fuiste la quien me arrojó al carrito de postres, además de arrojarme la bandeja de crema!

—¡¿Pero quien fue el idiota que me insultó?! ¡¿Eh?!

—Y tú…

—¡Cálmense los dos!—Un hombre los miró severamente, los dos chicos que estaban atrás de las rejas bufaron y se contuvieron, sabían que esa persona era la llave de su libertad—. Ahora…—suspiró Miroku, colocándose las gafas y observando un documento—. Sé que podemos llegar a un acuerdo juez. Como ve, solo fue una pequeña discusión de los chicos y no hubo víctimas.

—¿Victimas? ¿Y cómo señala esto, abogado?—El juez con la punta de su dedo señalo a un hombre con un ojo morado, un collarín y un brazo vendado mirando con rencor al pobre pastel ambulante de ojos dorados.

—¡Pero no fue mi culpa!—rezongó otra vez Inuyasha aferrándose a los barrotes—. Este imbécil empujó a Kagome, además es un debilucho, con un solo golpe se tropezó cayendo en la mesa.

―¡Salí por la ventana!

—¡Fue un accidente!—aseguró la chica quien se quitaba los residuos de crema en el cabello.

—Ustedes dos arruinaron mi trabajo—mencionó el calvo, pero retrocedió al ver la mirada de Inuyasha—. ¡Oh, juez! Exijo que se queden aquí y que cumplan una condena.

El juez miró su reloj y volvió a fijar su mirar en aquellos dos chicos que insultaban y protestaban contra el pobre gerente, mientras que el abogado se metía en la discusión haciéndolos callar pero era imposible. Sonrió al ver como el muchacho de cabellera negra cubierta de pastel agarraba a la mujer por la cintura apartándola del hombre calvo quien se acercaba a reclamar... Tras varias protestas, insultos y amenazas (por parte de Inuyasha) el juez acepto por liberarlos ¿Por qué? Vamos, eran más allá de las 12:00 y quería dormir. Además de que le recordaba a sus años de antaño cuando era un chaval y era arrestado por hacer cosas inesperadas en la vía pública.

Claro, después de una fianza doble por parte de Inuyasha y su intento de asesinato contra el pobre gerente (según palabras del agredido) y otra suma de dinero para pagar los daños del lugar, salieron libres. Claro, Inuyasha para eso tenía un cheque, el cheque mágico del padre.

—¡Eso no es justicia!—gritó el gerente, caminado hacia la puerta—. ¡Es corrupción! ¡Brutal corrupción!—palideció cuando Inuyasha hizo un ademán de acercarse a él, el pobre hombre salió despavorido de la estación de policía cojeando y reclamando que jamás volvería a trabajar en esa cafetería.

Todos se quedaron en silencio al ver como ese hombrecillo se perdía entre las calles de Tokio.

—Bueno… Creo que será mejor que llame a mamá—musitó Kagome, sacando su móvil todo lleno de chantillí y limpiando con el dorso de la mano.

―Miroku lleva su automóvil—Inuyasha señaló al hombre que esperaba afuera, fumando un cigarrillo y alzó la mano en modo de saludó—. Si quieres.

—No, dudo mucho—dijo la mujer rascándose la cabeza, el azúcar comenzaba a molestarle—. De hecho mi madre vendrá—dijo mostrando un mensaje de texto que no era nada delicado exigiendo la ubicación de la muchacha—. Y le debo una explicación.

—¡Feh! Se le pasara, tu madre es comprensiva—mencionó Inuyasha, se estremeció cuando movió sus brazos…Joder, se sentía tan pegajoso.

—Por cierto—La chica le sonrió de una forma adorable, mientras se pasaba una mano por detrás de su oreja quitando un mechón de su dulce y cremoso cabello—.Gracias por haberme defendido del gerente.

—Ese idiota no merecía tratarte así—dijo cruzándose de brazos y esbozando una sonrisa—. Sólo yo puedo hacerlo—miró el cielo nocturno y suspiró—. Yo no quería insultarte… Ni mucho menos arruinar tu cumpleaños.

—Está bien Inuyasha—se encogió de hombros la chica—. Me lo compensaras después—dijo dándose media vuelta. Inuyasha la tomó de la mano, la chica volteó y volvió a sonreír.

—Oye Kagome… Yo…—mordió sus labios al ver como la chica ladea el rostro, al verla con esa cara de curiosidad su cerebro dejó de funcionar—.Tú, yo…Me…—La chica abrió los ojos inmensamente cuando él hablaba despacio, sintiendo que no había nadie. Uno podía perderse en aquellos ojos.

Un sonido del claxon lo alertó volviendo la realidad y sonrojándose furiosamente, soltó la mano de la chica, ladeó el rostro aun con la respiración agitada ¿Qué coño iba hacer?

—Me das risa con esa crema en la cara—dijo sin pensar y esbozando una sonrisa fingida—. Será mejor que me vaya.

No termino de ver la expresión de su amiga, se metió al auto y miró a Miroku de una forma severa.

—Oh, vamos pastelito, yo quiero dormir—bromeó el abogado, poniendo en marcha el vehículo—. No es lindo que te despierten en medio de la noche para que saques a tu mejor amigo dn la estación de policía.

—Jodete.

—¿Ya te molestaste, pastelito?—dijo sin más mirando el retrovisor, una mujer estaba con Kagome mirando y negando con la cabeza—. ¿No se lo dijiste verdad?

El chico lo miró, sin embargo desvió su rostro hacia la ventanilla.

—Y…—dijo de repente Miroku—. ¿Qué tal las tardes pasteleras?

—Jodete, Miroku—musitó el hombre mientras miraba su cabello lleno de crema y pan.

Se recodaría que jamás volvería a llevar a Kagome a una de esas tardes.


Nota: Este pequeño escrito va dedicado a Adriadne. Aunque no nos hemos conocido ni convivido mucho quiero decirte que te deseo un feliz cumpleaños y que todos tus sueños se hagan realidad. Y como no pude comprarte un pastel a menos espero que te saque una sonrisa este pequeño escrito.

¡Y a todos ojala que les guste!