A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Esta es una serie de pequeños Omakes que sirven como precuela a "Alicui in Amore Respondere," próxima a su publicación. Las escenas aquí presentadas, suceden antes o durante el año de 1743, en forma previa a la Guerra contra Hades. Estén atentos a los cambios de locación; cualquier frase que aparezca de este modo ":frase:" indica una acción realizada durante los diálogos.

¡MUCHAS GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA POR SU AYUDA Y COMENTARIOS! A Sonomi y a Layla, por sus comentarios, tiempo y ánimos dados a la causa.

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.

ADVERTENCIA.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

"1743: Colección de Omakes."

(Precuela de "Alicui in Amore Respondere.")

Omake 1:

Así Fue Que Te Conocí.

Bosque del Santuario.

Verano del Año de Gracia de 1733.

El majestuoso Santuario de la diosa Athena, que por ese entonces se encontraba un tanto más lejos de la ciudad de Atenas, dado que ésta no era tan grande como lo es en la actualidad, se imponía con terca presencia y desafiaba al imperio Turco Otomano, que tenía por aquellos años, el control de Grecia casi en su totalidad, y que justo en esos momentos tenía tropas estacionadas no lejos de los límites del Santuario.

"… 90… 91… 92…"

La diosa Athena, una mujer ya próxima a cumplir los 50 años, llevaba las riendas de su Santuario con firmeza y habilidad. Aldonza era una mujer astuta, y conocía como la palma de su mano el manejo de la política interior y exterior, tanto divina como humana. Nadie mejor que ella manejaba a los turcos, que cada cierto tiempo intentaba irrumpir en sus recintos sagrados para así poder anexar dicho territorio a sus dominios.

"… 93… 94… 95…"

Justamente en esos momentos, Aldonza tenía a su consejo de guerra reunido en una junta de suma importancia, dado que las tropas que estaban próximas a los recintos tenían serias intenciones de tomar por asalto el Santuario. El patriarca Sergei, La orden dorada en su totalidad, los representantes más hábiles de la orden plateada y de bronce, estaban tratando tan altos asuntos en el Templo Principal y a puertas cerradas, para ver como manejar esta nueva intrusión y qué medidas diplomáticas deberían tomar.

"… 96… 97… 98…"

… Y el que los mayores estuvieran ocupados en asuntos de guerra que nada tenían que ver con ellos de momento, sólo podía significar que a todos los aprendices les hubieran dado el día libre, el primero de aquél año. Si bien algunos maestros protestaron contra la medida, sobre todo entre los dorados, Aldonza había optado por esta opción, por lo que las protestas se ahogaron en las gargantas y más de una lengua tuvo que contenerse.

Algunos aprendices decidieron utilizar este día para dormir, otros para adelantar algo de entrenamiento o terminar tareas atrasadas, algunos se dedicaron a leer y los más pequeños, a jugar como los niños que eran. 10 de los aprendices dorados, que no contaban con más de 8 años en esos momentos, se habían tomado el bosque por asalto y se divertían jugando a las escondidas. Un pequeño de 8 años de edad estaba de cara contra un viejo roble, contando sin mirar hacia atrás, mientras sus demás amigos buscaban algún escondite.

"… 99… ¡100! ¡LISTOS O NO, ALLÁ VOY!"

Exclamó el rapaz con alegría, girando sobre sus talones y, tras una rápida ojeada a sus alrededores, echó a correr hacia la derecha. Su profusa melena verde oscura y aquellos puntos que tenía sobre los ojos, en vez de cejas, le delataban como lemuriano. Se llamaba Shion, y era el hábil aprendiz del maestro Stoder de Aries, quien por cierto, también era lemuriano.

Los pequeños aprendices eran en general muy hábiles, por lo que para ellos, todo juego era lo mismo que un entrenamiento, con la salvedad que no se exponían a castigos de ningún tipo. Ninguno escatimaba recursos para ocultarse, ni para buscar, o dejarse atrapar. Momentos antes, cuando los 10 estaban reunidos, habían tenido que prometerse que no utilizarían ataques ni cambiarían de escondite, ni usarían sus cosmos para rastrearse… Shion se detuvo de golpe y puso un taimado mohín en la cara: los árboles estaban cambiando de color de blanco y negro.

"Hey, Aviso Para Lucas Y Alejandro: ¡NO SE VALE CREAR ILUSIONES!" Gritó fastidiado. Los aprendices de géminis habían prometido no atacar, pero nadie dijo nada acerca de las ilusiones, por lo que traviesamente las aumentaron. "¡DIJE QUE NO SE VALE!" Volvió a chistar Shion.

La ilusión se apagó y todo el bosque se sumió en silencio. Shion entrecerró los ojos y eligió el camino de la izquierda. No lejos había un buen escondite, muy amplio, bajo una Haya, y conociendo como conocía a los gemelos, seguro ambos habían decidido ocultarse allí. Lucas y Alejandro eran uña y mugre: los dos eran unos pequeños diablos traviesos que hacían todo juntos. Shion estaba seguro que los encontraría allí.

Pero Nada.

Los gemelos no estaban donde él había supuesto. Mejor seguía buscando y se armaba de paciencia: el bosque era grande, sus compañeros muchos y los escondites incontables.

Una rama se quebró a su izquierda y Shion aguzó el oído. No lejos percibió el delicado respirar de alguien oculto tras un arbusto, que no pretendía disimular. El pequeño giró la cabeza en esa dirección y adoptó una posición casi felina. Con pasos suaves y cuidadosos, comenzó a acercarse al arbusto. ¿Quién habría escogido un lugar tan malo para esconderse? Seguro o era Lynus, el más pequeño de los aprendices y que todavía no sabía ocultarse bien, postulante a la armadura de Escorpión; o Sven, el despistado aspirante a Piscis, que seguro se había quedado dormido esperando.

Sip. Era uno de los dos. Puso una traviesa sonrisa: hasta ahora su víctima no se había percatado de su presencia y seguía resoplando con cierto ritmo. Parecía un amargo sollozo… Shion ladeó la cabeza: no sabía que Sven roncaba, si es que era él. Mejor le saltaba encima.

"¡TE ATRAPÉ!"

"¡KYAAAAAAA!"

Y eso fue lo que hizo.

Saltó encima del que creía que sería su compañero, pero no. No era ni el pequeño Lynus, ni el distraído Sven. Un agudo grito de niña le avisó demasiado tarde de que ni siquiera se trataba de alguien que él conociera. Era una niña, lo supo por el grito. Una niña muy brava que gritó ni bien le vio abalanzarse encima suyo, pero que al segundo, le sujetó por el brazo y lo lanzó contra un árbol cercano en una ágil llave. Shion apenas pudo evadirla cuando la cría, que no parecía mayor de 7 años, comenzó a golpearlo con saña.

¿Él? ¿Golpeado por una nena? Imposible.

Rápidamente Shion se dispuso a dar sus propios golpes. Su maestro Stoder siempre le había dicho que a una mujer o niña no se la golpea, a menos que sea en defensa propia, y como éste era el caso, pues no le importó pasar por grosero, aunque a duras penas pudo tomar el ritmo y dar sus propios golpes. La petisa ésta daba golpes feos, certeros y dolorosos, que seguro dejarían marca. Tras un par de patadas y puñetazos, uno de ellos le alcanzó en un ojo, Shion, harto ya, saltó encima de la niña, dispuesto a darle su merecido, pero…

"¡Mi Máscara!"

Esto bastó para que Shion se alejase de la niña lo más posible y de espaldas a ella. Respiró agitado y contuvo la respiración. Era un niño, pero ya había escuchado que si osaba mirarle el rostro descubierto a una amazona, seguro le caían encima las 7 plagas. Obviamente, esta pequeña apenas era una aprendiza, pero no quiso arriesgarse. Atrás suyo, la pequeña buscó su máscara y se la calzó de inmediato en la cara.

"No viste mi rostro, ¿verdad?" Preguntó la niña con un dejo de fastidio y molestia. Shion negó enérgicamente.

"No alcancé. Palabra de aprendiz."

"Más te vale: no hubiera querido tener que matarte." Rezongó la niña, sacudiéndose su vestido de entrenamiento. Shion se dio vuelta enojado, con las manos apretadas.

"¡No Hubieras Sido Capaz! A Mi No Me Hubiera Matado Una Nena." Protestó enojado. Sin embargo se calló pronto al ver mejor a su contendora. Si bien ya sabía que era una niña… le pareció muy delgaducha… demasiado flaca como para haberle dado esos golpes tan duros. La niña sollozó molesta y se llevó la manga a la altura de nariz, como si quisiera limpiársela, pero sin poder lograrlo ¿Acaso había estado llorando? Imposible de saber con la máscara, pero no pudo sacarse esa impresión.

"¿QUÉ ME VES? ¿TENGO ALGO EN LA CARA?"

"¡Eres una Niña!"

"Claro Que Lo Soy. ¿Tienes Algún Problema Con Eso?" La pequeña puso las manos en sus caderas. Se veía algo divertida de ese modo. "¿Por Qué Me Atacaste? No Te Estaba Haciendo Nada."

"No Te Ataqué, Tú Me Pegaste Primero."

"Porque Tú Saltaste Encima Mío."

"¡No Salté Encima De Ti!" Exclamó Shion molesto. "Creí que eras otra persona."

"… Feh."

Shion se sentó en el suelo de piernas cruzadas. Nunca antes había visto a esta aprendiza. Bueno, no veía muchas niñas, dado que estas entrenaban con las amazonas, las cuáles eran reservadas y casi imposibles de ver para alguien como él. Estaba curioso… por muchas razones. Esta niña tenía un cabello de un brillante fucsia y la piel muy blanca, al menos la que podía ver… pero tenía algo más, algo que le llamó poderosamente la atención…

"¡Discúlpame, te confundí!" Se disculpó Shion sin poder dejar de mirar a la chiquilla… y las orejas de la misma. "¿Qué edad tienes y qué haces aquí sola?"

"…"

Taimada, la niña se sentó en el suelo y se puso a jugar con sus manos.

"No hablas mucho, verdad."

"No…"

"Déjame adivinar. Hmm… ¿Te escapaste de tu maestra o te dieron el día libre?"

"Estoy con permiso. Mi maestro fue a una reunión con la Señora Athena." Explicó con su voz suave, sin dejar de mirar la hierba. Shion le sonrió ampliamente.

"Igual que a nosotros. Mi maestro también está arriba." El pequeño lemuriano la observó detenidamente. Entonces sus ojos se encendieron de entusiasmo. "¿Quieres jugar con nosotros? Estoy seguro que a los demás no les importará." Le ofreció con entusiasmo, al tiempo que daba un paso hacia delante. Pero la niña retrocedió.

"¿Los demás?"

"Sip. Somos aprendices de los dorados." Explicó entusiasmado, más aún ahora porque sabía qué era lo especial de esta niña: sus orejas. "Es que nunca hemos jugado con niñas."

"¿Aprendices de dorados?" La pequeña asumió una actitud un tanto tímida. "No sabía que había otros… no sé… es que mi maestro se puede enfadar…"

"Tonterías, no tiene por qué enterarse. Además los chicos son geniales: te caerán muy bien."

La pequeña le dio la espalda a Shion, quien pudo ver que por entre los cabellos, sus puntiagudas orejas resaltaban. Eran muy lindas, nunca había visto orejas como esa.

"No sé… es que no sé… si me dejen jugar con niños mayores… Mi maestro se enfadaría."

"¿Qué edad tienes?"

"6 años…"

"No hay problema, Lynus también tiene 6 y jugamos con él."

Aún dudosa, Shion se acercó a la niña y le tomó la mano. Le sonrió con travesura y le dio un jalón.

"Va a ser increíble: ya verás que sí."

"Pero… ¿Y si no les gusto?"

"¡Pamplinas! ¿Por qué dices eso? Si es por tus orejas, es una tontería." Aseguró Shion contento, sin embargo, su nueva amiga tensó todos los músculos de su espalda. "¡Tus orejas son increíbles! Me gustan mucho… Son muy bonitas."

¡PUNCH!

Entonces, cuando menos se lo esperaba, la niña le dio un certero puñetazo en el ojo y se alejó a trastabillones, alterada, tapándose las orejas con ambas manos. Por debajo de la máscara, gruesos lagrimones fluían por sus ojos.

"¡NO QUIERO QUE LAS VEAS!" Exclamó segundos antes de salir corriendo, llorando a mares.

El pequeño lemuriano se quedó sentado allí donde había caído, perplejo a más no poder, sin poder entender lo ocurrido y con su ojo morado.

"¿Qué hice?"

Esa Tarde.

18:45 pm.

La reunión había terminado tarde, pero de eso, los aprendices no se quejaban. Stoder de Aries avanzaba lento hacia el primer templo, seguido de cerca de su discípulo. Shion pensaba en qué debería decirle a su maestro para explicar el ojo en tinta, pero Stoder no parecía querer una explicación en lo inmediato. El alto lemuriano avanzaba a zancadas tranquilas, divertido por la incomodidad de su joven alumno. Entonces tomó aire y suspiró.

"Shion… ¿no tienes nada que contarme de esta tarde?"

El pequeño levantó la cabeza y puso una adorable expresión de inocencia. ¿Acaso Stoder ya sabía? Si era así, ¿Cómo se había enterado?

"No maestro. ¿Por?"

"Es que tu ojo llama la atención. ¿Te estuviste peleando de nuevo, muchacho?" Le preguntó tranquilo. Shion negó con la cabeza: mejor dejaba de inventar excusas locas y contaba la verdad.

"No, no maestro, no fui yo… No me lo busqué ni quise revancha por nada." Aseguró algo compungido. "Fue… un descuido." Nada de lo que dijo era mentira… porque sí se había descuidado, de otro modo, había atajado el frágil puño de aquella niña tan loca.

"Un descuido. ¿Y eso?"

"Nada…" Shion miró al suelo avergonzado, pateando una piedra imaginaria.

Stoder puso una mueca. Sabía que su alumno no le mentía, pero aún faltaban muchas cosas a su narración. Es que es tarde, el santo de Cáncer, Marco, había tenido que salir de la reunión, debido a que su aprendiza no dejaba de llorar. Más tarde, cuando su compañero había regresado, se había enterado que de nuevo habían estado molestando a la niña… y que por cierto, un aprendiz le había dicho algo sobre sus orejas, que la dejó perpleja.

Rezongó: tarde o temprano deberían sacar a las dos aprendizas doradas del recinto de amazonas. A los niños no les haría daño saber que tendrían compañeras doradas, cosa de la cuál hasta ese momento no sabían.

"Ya veo." Stoder suspiró y pareció cambiar el tema. "Me preguntaba… ¿Viste de casualidad a una aprendiza el día de hoy?"

"¿Una aprendiza?" Shion abrió los ojos como platos y no se tardó en responder. "Sí, maestro. ¿Por?"

"¿Cómo era ella?"

"Hmm… era así de bajita, tenía una máscara de plata con muy pocos diseños, su cabello era fucsia, tenía la piel muy blanca, como si nunca hubiera entrenado al sol… aunque tenía un vestido muy raro para ser niña y usaba muñequeras de cuero…" Shion le miró con cara de perrito apaleado. "¿Por? ¿Estamos en problemas?"

"JAJAJA. Ese vestido tan raro es de entrenamiento. Las amazonas lo usan, aunque se ve muy incómodo." Suspiró jovial el lemuriano. "Dime algo más… ¿Dónde y como la viste?"

"Estaba en el bosque… Estaba…" Shion prefirió omitir la parte que creía que había estado llorando, ya que no le pareció prudente decir eso de una niña. "En un claro, junto a un roble."

"¿De casualidad lloraba?" Preguntó de nuevo. Shion le miró sorprendido y Stoder no necesitó más respuesta. "¿Sabes por qué lloraba?" De nuevo, mudo, Shion negó con la cabeza. Stoder suspiró. "Yo te lo diré: es por sus orejas."

"¿Sus orejas?"

"Sí, sus orejas." Afirmó Stoder. "La niña que viste… es una aprendiza muy aventajada, casi tanto como cualquiera de ustedes, aprendices dorados. Quien la entrena rebalsa orgullo, pues además es muy obediente y no le da muchos problemas. Se llama Idril…" Stoder se detuvo unos instantes. "Esto que te diré es un secreto, no muchos lo saben. Idril está entrenando para la armadura de Cáncer… y es tan hábil, que algunas de las demás niñas… bueno… le tienen algo de envidia."

"¿Es una aprendiza dorada? No creí que pudieran las mujeres…"

"Sí, pueden, en tanto sobrevivan el entrenamiento. Verás, como nadie sabe que entrena para una armadura dorada, se mofan de ella porque no tiene armadura a la que postular y por su habilidad. Lo hacen para que pierda confianza."

"Pero da buenos tortazos. ¿Por qué no calla a esas envidiosas de una patada?"

"¿Acaso crees que ya no arregló cuentas a patadas?" Stoder sonrió. "Cuando no puedes vencer a un enemigo por la fuerza, debes tratar de romper su autoestima… es por esto… que las niñas se ríen de sus orejas, lo cuál logra alterarla."

Shion miró a su maestro con los ojos muy abiertos, como incrédulo. El que unas aprendizas baratas se rieran de una aprendiza dorada por sus orejas, es como si los demás aprendices dorados se burlaran de él por sus puntos. Le parecía algo descabellado.

"Aprendiz… como tú y yo, esa niña no es humana." Le avisó Stoder de pronto.

"¿Es lemuriana?"

"No. Es una pequeña elfa. No me preguntes de donde salió, ni como llegó, ni nada, que solo la señora Aldonza lo sabe, el asunto es que no hay más elfos en este mundo. Y yo sé que sabes lo que significa ser distinto de los humanos." Concluyó Stoder con un triste suspiro.

Si bien había más lemurianos en la tierra, seguían siendo una minoría y eso no siempre era algo fácil de sobrellevar. Shion infló los cachetes.

"¿Se ríen de sus orejas?" Preguntó de nuevo, algo molesto.

"Así es, muchacho. Por eso se fue a llorar al bosque."

"Maestro, le aseguro que yo no me burlé… no podría… Tan sólo le dije la verdad, no era para que se pusiera a llorar…" Se disculpó a la rápida. Stoder alzó una ceja curioso.

"¿Qué le dijiste?"

"… Que sus orejas eran muy lindas…" Le dijo Shion algo sonrojado. Stoder casi se cae de espaldas: se habría esperado cualquier cosa, menos un esbozo de piropo.

"… JAJAJAJA…" Stoder rió de gusto: decidió sentirse orgulloso porque su alumno había dicho su primer cumplido. "Muchacho, a esta edad, las niñas no saben interpretar un piropo."

"¿Un qué?" Preguntó extrañado.

Stoder se agachó junto a Shion para quedar a su altura y le revolvió los cabellos con su mano. Luego se puso de pie, aunque levantó a Shion en viandas y se lo cargó al hombro, para reiniciar la caminata al Templo de Aries.

"Aún tienes mucho que aprender: Como el santo que serás y el caballero que espero te conviertas algún día, debes saber que las damas siempre prestan atención a los piropos, por lo que no debes desperdiciar oportunidad alguna en decirles alguno." Explico Stoder, quien por cierto, era todo un galán con las damas, no porque fuese un mujeriego: Stoder disfrutaba tratando bien a una mujer. Shion le miró extrañado. "La próxima vez que veas a Idril, que sé que lo harás, debes decirle algo bonito."

"¿Algo bonito? Muy bien… pero ¿Un piropo?" Shion arrugó el rostro, tal y como si hubiera probado vinagre. "Pero no todas las niñas son lindas… ¡Yuck, ¿Por qué tendría que darles un piropo?"

"Porque eso es de un caballero y te llevará muy lejos. Y ya sé que no todas las damas son bonitas, pero sí sé que todas ocultan belleza. Sobre todo las amazonas, que no nos enseñan sus bellos rostros."

"¿Cómo sabe que son bellos si nunca los ha visto?"

"Pues por algo lo ocultan."

"Yo creí que porque eran feas." Aseguró Shion con un mohín.

"JAJAJAJA." Stoder rió de buena gana. Nada como un niño para decir lo que piensa. "Muchacho, sin duda tienes mucho que aprender. Recuerda mis palabras. No hay mujer fea, sino belleza muy rara."

"… Muy bien. Lo haré."

"Entonces sigamos a casa."

Maestro y discípulo continuaron su caminata tranquilos, sin pensar en nada más, ni hablar de nada. Ambos habían tenido un día pesado: les esperaba una cena y un buen descanso.

Al día siguiente, les esperaba un nuevo día.

Fin del Omake.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

PS: Espero que les haya gustado mucho. Recuerden que estos 6 omakes no están ligados entre sí, tan solo son escenas sueltas. Es que si los ponía en el fic, se me iban a alargar montones. ¡GRACIAS POR LEER Y DEJEN REVIEW!