Capítulo 1: Un día de otoño

Sakura se apartó con suavidad el pelo del rostro. Estaba tumbada en su habitación sobre la cama sin deshacer, a oscuras, con la única compañía de la luz de la luna y las estrellas que entraba por la ventana abierta. Eran más de las tres de la madrugada, pero como siempre, le era imposible conciliar el sueño. Quizás el hecho de tener el sueño un poco trastocado influyera en su desvelo, pero no era el único motivo. ¿Nunca te ha pasado que dejas la imaginación volar hasta llegar a recuerdos dolorosos? Pero, a pesar de que hacen daño, no puedes evitar rememorarlos una y otra vez, preguntándote que habría pasado si hubieras actuado de otra manera o imaginándote diciendo lo que ahora, tiempo después, consideras lo más apropiado.
Cuando cerraba los ojos veía colores cálidos: dorados, marrones, suaves naranjas… incluso creía sentir el sumiso viento en la cara, más frío que el que realmente corría en ese momento. Otoño. Pero antes de continuar con el recuerdo abrió los ojos y miró por la ventana desde su posición, sin incorporarse. ¿Acaso había hecho algo mal?

Era una noche realmente preciosa, con luna llena y el cielo despejado. No hacía demasiado calor, ya que el verano tocaba su fin. Daban ganas de salir a pasear, a pesar de la hora que era. De repente recordó que hacía unos meses deseaba que llegara el verano precisamente por eso, para poder pasear cada noche con… él hasta tarde, perdiéndose por las calles para disfrutar del amor que ella pensaba que compartían… Se llevó las manos al rostro intentando contener las lágrimas, no quería volver a lo de siempre, no ahora que pensaba que lo estaba superando; se giró sobre sí misma en la cama para mirar hacia el otro lado, pero allí sólo encontró el osito de peluche que le había regalado. Sabía que después de cuatro meses ese nombre no debía significar nada para ella y aun así no sentía fuerzas ni para pronunciarlo; aunque el dolor no solo provenía a causa de la ruptura, sino del temor de que fuera por culpa suya.

Se incorporó para salir al balcón, pero no llegó a hacerlo, así que volvió a tumbarse en la cama, apartándose nuevamente el pelo del rostro.

-No hay nada peor que una noche de depresión –susurró a la oscuridad. Es difícil ser adolescente sin vivir estos episodios de melancolía, a veces sin sentido y otras, como en este caso…
Sakura se sentía un poco prisionera de sí misma, ¿acaso su mente no tenía nada mejor que mostrarle que los recuerdos de su corazón roto? Pero por mucho que se esforzó no encontró demasiado, hacía mucho tiempo que no veía a sus amigas, ya que la mayoría se habían marchado de vacaciones o por diversas razones no habían quedado más. Pensó en la conversación telefónica con Ten-Ten o la pequeña visita que había hecho a Ino a su tienda unos días atrás.

No debéis pensar que el ánimo de Sakura siempre se encontraba por los suelos, al contrario, su carácter fuerte y a veces gruñón contrastaba con la dulzura que era capaz de expresar, aún sin palabras. A menudo reía por cualquier cosa, incluso aquellas que no tenían demasiada gracia, y también era soñadora y responsable. En definitiva, estaba llena de contrastes.

Vencida por sus propios sentimientos nostálgicos comenzó a recordar aquello que trataba de olvidar. Se encontró a sí misma recorriendo a toda prisa las calles, intentando llegar a su destino antes de que la lluvia comenzara. Era temprano, a pesar de que las oscuras nubes en el cielo negaran ese hecho, no recordaba muy bien la hora ¿tal vez las cinco?
- No, otra vez no… -Susurró mientras se levantaba de la cama para salir al pequeño balcón que tenía su habitación. La noche era realmente preciosa, un cielo totalmente despejado que dejaba ver una gran cantidad de estrellas, la calle totalmente desierta y solo se escuchaba… nada, sinceramente Sakura no oía nada, lo cual hacía más difícil que se distrajera con algo y pudiera evitar recordar aquello de lo que huía con todas sus fuerzas. Habría dado cualquier cosa por borrar todos sus pensamientos y emociones. Cualquier cosa.

Habían quedado en el lugar de siempre, un parque cerca de su casa, él siempre lo hacía así para que ella tuviera que recorrer la menor distancia. No sabía por qué, pero se encontraba especialmente feliz ese día; había puesto especial atención a su atuendo y peinado antes de salir de casa, siempre procuraba estar lo más guapa posible cuando se encontraba con él, sobre todo los fines de semana, cuando tenían todo el tiempo del mundo el uno para el otro. No sabía dónde irían, aunque lo mejor sería decidirlo con una pequeña pelea entre ambos (que ya sabía de ante mano que ganaría) como hacían siempre que no tenían nada planeado y que terminaba con una enorme sonrisa por parte de él concediéndole el capricho de la victoria, aunque su plan fuera mejor. Si algo sabía de él, era que disfrutaba viéndola feliz.

Le había conocido en el instituto, era uno de los estudiantes más brillantes y populares de último curso, por eso a todos les había sorprendido que se fijara en ella (Sakura la primera), una chica un curso inferior a la que apenas conocía de vista. Pasaron varias semanas en las que ella apenas se fijó en él, aunque casualmente siempre estaba en la cafetería cuando ella se encontraba allí, en su pasillo en los intercambios de clase, alrededor a la salida del instituto... ¿quién iba a pensar que hubiera detrás algo más que la pura casualidad? Fueron sus amigas Temari y Ten-Ten, compañeras de clase del muchacho, quienes decidieron abrirle los ojos a una realidad obvia para todo el mundo salvo para ella.

Llegó por fin al lugar y le vio sentado en el mismo banco de siempre, escuchando música en el reproductor y esperando que ella apareciera. Estaba realmente guapísimo, tanto que le hizo preguntarse, nuevamente, qué habría visto él para elegirla a ella.
En el momento que la vio sonrió de esa manera en que sólo él lo podía hacer, Sakura sintió como si miles y miles de mariposas levantaran el vuelo dentro de su cuerpo y estuvo casi segura de que los últimos metros los recorrió flotando. Se acercó a él sonriendo con un poco de culpabilidad, llegaba tarde y lo sabía, aunque eso a Sasori nunca le importaba.

-Estás preciosa- dijo en un susurro mientras se acercaba para besarla dulcemente. Ella no pudo más que sonrojarse y corresponderle el beso. Sintió una gran calidez a pesar del clima frío y húmedo. Al igual que en su primer beso, parecía que el tiempo se paraba y que ella misma flotaba, como si fuera una pluma. Los brazos tiernos de él la rodearon con ternura. Después del beso, Sasori apoyó su frente en la de ella mientras continuaba con los ojos cerrados y una sonrisa tranquila en el rostro.

- Si este es mi castigo por llegar tarde –dijo Sakura aun sin separarse- la próxima vez te tendré esperando dos horas.

-Esperaría todo el tiempo del mundo siempre y cuando tú terminaras viniendo donde yo me encontrara. –Dijo manteniendo su sonrisa radiante, después se separó de ella para mirarla a los ojos; si fuera posible derretirse, Sakura lo habría hecho. Lentamente acarició su pelo rojo antes de separarse completamente de él.

-¿Qué te apetece hacer hoy? Parece que el tiempo no acompaña demasiado. –Dijo ella al cabo de unos momentos, siempre se quedaba en blanco cuando él decía esas cosas y nunca sabía cómo responderle. –A mi me gustaría ir al cine.

-Iba a proponerte lo mismo, pero cambiaré de opinión para que podamos discutirlo –respondió él divertido.

Sakura sonrió encantada, ¿cómo no podría estar enamorada de alguien así? Le encantaba Sasori, todo de él la fascinaba y la volvía loca, su carácter protector y dulce, su sentido del humor, su amabilidad, la forma de besarla, de abrazarla, de acariciarla…
Se pusieron en marcha cogidos de la mano, buscando la ruta más rápida para llegar a su destino, ya que la tormenta se veía ahora inminente. Por el camino se encontraron a algunos compañeros de clase de Sasori, a los cuales Sakura apenas conocía de. Por cortesía hacia ella, tan solo los saludó de pasada y continuaron su camino.

-¿Sabes lo que opino del otoño? –dijo de pronto el pelirrojo mientras esperaban en un semáforo para cruzar la calle. Sakura lo miró con ojos interrogantes.

- Pues no lo sé… una mala estación para los barrenderos, ¿tal vez? Con la cantidad de hojas que hay por todos lados…

-Que es la época perfecta para enamorarse.
Sakura enmudeció y reflexionó su respuesta. Era cierto, desde luego era una estación preciosa, el color de las hojas de los árboles, la suave brisa que refrescaba, la luz dorada que ofrecía el sol (siempre que las nubes lo permitieran)… Todo era especialmente romántico y nostálgico en otoño.

-Y es la época perfecta para enamorarse –continuó él sacando a la pelirrosa de sus deducciones- porque te he conocido en otoño, Sakura…

Lentamente, abrió los ojos anegados en lágrimas. No sabía cuánto de aquello había sido sueño y cuanto recuerdo, pero no le importaba, el efecto había sido el mismo. No podía evitar llorar en silencio, necesitaba olvidar aquellos momentos, porque si no lo hacía, si recordaba los tiempos felices, jamás podría odiarle y olvidarle; sin embargo su mente no parecía estar de acuerdo y constantemente acudían a ella fragmentos de su antigua y anhelada felicidad.

Distraía se levantó de la cama y salió al balcón de su habitación. La calle continuaba desierta y sin sonido alguno, aunque en esos momentos se alegraba de ello: no quería que nadie la viera llorar. Necesitaba desahogarse de la forma que fuera y las lágrimas parecían la mejor opción, aunque sabía que únicamente el tiempo haría sanar las heridas de su corazón. Enterró el rostro entre las manos y se dejó caer apoyada contra la pared, sintiendo la sueva brisa como único consuelo. De esta forma, no pudo apreciar que alguien más intentaba combatir el insomnio en el balcón de su casa y que se estaba convirtiendo en el testigo del dolor de su vecina.