Notas del Autor: Este fanfic fue creado en un momento de ocio puro. Por tanto, he de ocupar unos cuantos clichés: no busco crear una obra maestra, quiero mantenerlo simple pero con contenido. Después de todo, no es qué cuentas, sino cómo lo cuentas.
Acerca de la pareja me encanta Flaky, Flippy está ahí porque me parece un personaje interesante.
Deberé ocupar algunos personajes que nunca han existido (como familiares y esas cosas) para darle más credibilidad y contexto a la historia, espero me disculpen.
Todos los personajes están en sus formas humanas.
Por favor dejen Reviews, sean del tipo que sean, todo sirve al momento de mejorar una historia.
Disclaimer: Happy Tree Friends pertenece a sus creadores, al igual que sus personajes, no a mí. Sólo la historia me pertenece.
1
Happy Tree Town estaba sumida en la oscuridad de la noche. En un callejón un mimo caminaba con paso resuelto. Tarareaba sin hacer ruido una canción inventada. Sacó de sus pantalones morados su móvil para verificar la hora. 23:48.
En ese momento oyó una macabra y oscura risa. De la sorpresa tiró, accidentalmente, el móvil al suelo. Se agachó a recogerlo. Notó presa del miedo que alguien se le acercaba. La cadencia continua de pasos se oía cada vez más próxima. Eran pasos fuertes, seguros. Un sonido sordo al pisar.
El mimo se quedó en el suelo, no quería levantar la vista. Pesadas gotas de sudor descendían por su mejilla. El temor lentamente lo iba consumiendo. En su mente se agolpaban todas las ideas que no podía expresar. Miraba fijamente la pantalla del móvil, ya para entonces negra.
De repente, dejaron de oírse los pasos. Levantó un poco la vista, lo necesario para ver un par de bototos militares negros. La levantó más, pantalones grises, camisa blanca. Un uniforme escolar. Un collar con una placa plateada.
Pelo verde. Penetrantes ojos dorados y una sonrisa demencial.
Arrastrándose el mimo terminó contra la muralla de ladrillos de un edificio.
El chico de pelo verde tenía un cuchillo carnicero en las manos. Y se acercaba lentamente al mimo. Se agachó junto a él.
Lo apuñalo en el estómago. Tres veces en total.
Buscó la mano del mimo y entrelazó sus dedos con los de él. Ambos sostenían el cuchillo. El muchacho de pelo verde acercó el cuchillo al cuello del mimo. Éste ya no tenía fuerzas, ni siquiera para oponerse.
-Dime, ¿Alguna última palabra? -su voz era fría y distante.
Silencio. El muchacho sonrió de manera siniestra.
-Eso pensé.
A la mañana siguiente el cuerpo del mimo fue hallado descuartizado sobre un charco de espesa y roja sangre.
Frente a mí había una gran columna de libros que amenazaba con caerse. Los he leído todos, mas no he tenido tiempo para guardarlos ni las ganas para hacerlo. Por eso siguen ahí, inamovibles sobre el mesón de la cocina.
Mi madre entra en la cocina y me sorprende tomando té con canela, mi favorito. Al igual que yo, sigue con su pijama puesto. A diferencia de mí, si parece molestarle la pequeña y hogareña versión de la Torre de Pisa compuesta por gruesos libros que descansa sobre el mesón.
Pero no me dice nada. Y eso es extraño. Ella no es así. Rápidamente pone un pan a tostar, parece nerviosa. Noto que todo lo hace con una sola mano, en la otra oculta algo. Está nerviosa, y eso me pone nerviosa a mí.
Intento disimular. No quiero empezar tan temprano en la mañana. Pero…puede estar ocultándome algo. Realmente puede ser así. ¿Y si es algo peligroso? Ella es mi madre, es mi familia… ¿Ella no me odia? ¿No intentaría herirme? ¿¡No es así!? Ella es mi mamá, ella es mi mamá. Pero podría querer herirme, talvez es venganza. No sé qué le he hecho, pero ¡Podría haberle hecho algo para que me odiase de esa forma! ¿Y si no soy una buena hija? ¿Y si ya se cansó de mí?
Para cuando me doy cuenta, estoy en el suelo. Mis brazos rodean mis piernas y hay lágrimas en mis ojos. Mamá está junto a mí en el suelo. Me susurra mientras acuna mi cabeza entre sus brazos:
-Todo va a estar bien cariño, todo va a estar bien.
-¿Q-qué es eso madre? –mi dedo índice apunta un rollo de papel, grueso y arrugado, que está sobre las blancas baldosas de la cocina.
-Es el periódico de hoy cariño –dice mamá, intentando calmarme.
Genial, he cuestionado mi vida familiar entera por el periódico de hoy. Idiota, debes dejar de hacer eso…
-¿Pue-puedo leerlo?
-Hija, no creo que sea una buena idea –el tono de mi madre cambia, mira la hora en su reloj de muñeca-. Además, ya podrías irte arreglando para ir a la escuela. Apuesto a que no querrás llegar tarde y que el profesor te reprenda –su voz se hace más suave, una mezcla de diversión y picardía. No sé de dónde- frente a toda la clase.
Tengo una malvada, malvada madre. Sabe de lo tímida que soy y no le interesa ocuparlo en mi contra para manipularme. Lo peor es que, sin duda alguna, lo logra. Asiento y termino rápidamente mi té. No me dio el tiempo para comer; debo vestirme y arreglarme. Talvez en la escuela pueda conseguir algo de comida.
Me dirijo al baño del segundo piso. Lavo mis dientes y mi cara. Ahora es el momento: mi cabello. Es una constante lucha. Me duché antes de desayunar, aún sigue mojado. Pero incluso de esta forma, mi cabello es un dilema. Me cuesta peinarlo, de modo que no lo hago. Cuando se seque, las puntas quedarán un poco tiesas, al menos las que están por debajo de la altura de mis hombros. Y lo peor no es eso… A pesar de todos mis esfuerzos –infructuosos, al parecer- sigo teniendo algo de caspa. A simple vista no se nota, pero ahí está.
Busco la ropa y me visto. Blusa blanca, un listón rojo en el cuello de la misma, una falda negra, ni muy larga ni muy corta y zapatos de charol, negros también. Bucaneras de color negro y una gabardina gris oscuro. Es invierno ¿Ok? Además…me gusta estar abrigada, mientras más capas de ropa encima mejor.
Voy a buscar mi celular. Lo encuentro en la cómoda junto a mi cama. Me recuesto en un extremo mientras lo examino. Lentamente me voy deslizando hasta que caigo al suelo.
-Auch…
Tengo una llamada perdida de Petunia. Regreso la llamada y me contesta en seguida. En seguida después de escuchar diez veces el tono de marcado.
-¿Flaky?
-¿S-si? –conozco lo suficiente a Petunia como para saber que estaba molesta.
-¿Se puede saber dónde estás? Te hemos estado esperando hace media hora –se oía molesta. No me gusta estar cerca de ella cuando se enoja, ni ser la razón de su enojo.
¿Te "hemos"? ¿Quién está contigo?
-Ah, eso. Es Nutty. Estamos en la entrada de tu casa, sería mejor que bajases.
-O-ok, bajo de inmediato -¿¡E-en la entrada de mi casa!?
Bajé las escaleras a toda prisa y salí de mi casa. Por suerte no me olvidé del bolso en el cual llevaba los cuadernos. Afuera, tal como me dijo, estaban Petunia y algo más alejado Nutty. Ella llevaba un uniforme idéntico al mío, su figura es algo más estilizada, es un poco más alta y sus ojos, al igual que su cabello, son de un azul profundo. Este lo lleva amarrado en una cola de caballo gracias a un broche rosado que asemeja una flor. Una de las particularidades de Petunia es que un gran mechón de su cabello, ubicado justo en el centro, es de un azul más pálido. Las chicas tienden a preguntarle si se tiñe, pero sé que es natural. Las chicas, por supuesto, nunca lo creen.
Nutty por otra parte viste una camisa blanca que usa por fuera de sus negros pantalones, corbata verde oscuro –que sé algún profesor le quitará cuando lo vea-, vestón negro y unas Converse verdes. No sé si va a la escuela a estudiar o a holgazanear. Todas las faltas al reglamento de vestimenta escolar que suele hacer son, en su gran mayoría, porque se le olvidan las reglas de vestimenta. Así de distraído es. Su cabello es corto y verde lima, al igual que sus ojos.
Es el más alto de los tres. Debe medir cerca de un metro y setenta y cinco centímetros. Lo estoy observando cuando enfoca su mirada en mí, sonríe, corre y me abraza.
Un psicópata me abraza. Tengo miedo, tengo miedo. ¡Tengo miedo!
-¡Petunia, quítamelo! –la frase resulta cómica si se tienen en cuenta las alturas de cada una de las personas involucradas y que yo, con un metro y sesenta y cinco centímetros, soy la más pequeña.
-Nutty, por favor… –dice una Petunia un tanto hastiada. Nutty al instante me suelta.
-Lo siento mucho, pero realmente te extrañaba Flaky. Estuve esperando este día todas las vacaciones –me dice Nutty con el cariño a flor de piel.
-Yo también Nutty, realmente eres muy –entonces Petunia y yo nos miramos. Ambas petrificadas. Ella, haciendo gestos que claramente indicaban que debo callarme. Yo, queriendo callarme. Pero todo pasó muy rápido y para cuando fui consciente de la palabra que usé fue muy tarde- dulce.
La expresión de Nutty cambió. Se calló. Eso nunca pasaba, era la calma antes de la tormenta.
-¿Dulce? –dijo con una voz fría- ¿Yo soy dulce?
-Ehh…Nutty, tranquilo –yo lo estaba tranquilizando. Si no lo tranquilizaba, pronto yo tampoco estaría tranquila.
-Flaky, ya es muy tarde, –la antes amable y generosa Petunia ahora suele comportarse así, como la más insensible de los generales- el daño ya está hecho. Debemos llevárnoslo como sea.
Nutty contemplaba con apetito su mano cuando Petunia lo tomó por el cuello de la camisa y comenzó a arrástralo en dirección a la escuela.
-Vámonos Flaky
-S-sí
Mientras caminábamos Nutty decía con más de la mitad de la mano dentro de la boca:
-¡No soy dudce! Soy como…soy como sadadito –de repente se sacó la mano de la boca y exclamó en un momento de inspiración-. ¡Soy como el salmiakki!
-¿Qué es el salmiakki? –pregunto interesada
-Es una variedad de regaliz salado, típico de los países bajos –es Petunia quien responde. Nutty sigue ocupado intentando saber si puede meter su puño entero dentro de su boca.
-¿Cómo sabes eso?
Petunia me dirige una mirada cómplice
-¿Realmente quieres saberlo?
-N-no
Seguimos caminando. Nutty hacía mucho alboroto. Entonces lo miré y ¡Oh, sorpresa!, lo había logrado. Tenía todo el puño hasta la muñeca dentro de la boca. Petunia lo soltó:
-¿Sabes Flaky? Quizá deberíamos inmortalizar este momento con una foto. Tómale una con tu celular.
-Sí, e-está bien.
Busco el celular en mi bolso y no lo encuentro. ¿Por qué no está ahí? Talvez sea bueno recordar. Estaba en mi pieza, vi la llamada perdida de Petunia, la llamé. Luego, bajé y tomé el bolso que estaba en tirado en el pasillo, en un lugar demasiado frecuentado para mi gusto. Y bajé, sin el celular.
Debía estar en ese mismo instante en algún lugar de mi pieza. Y no conmigo, que es donde lo quiero. Debo ir a buscarlo.
-Petunia, lleva a Nutty a la escuela. Yo debo volver a mi casa… a buscar algo…
-¿¡Qué!? ¿Quieres que lleve a éste a la escuela yo sola? –asentí a pesar de su asombro.
Se rindió y refunfuñó:
-Espero que logres llegar temprano
-Yo también
Me fui el trayecto a mi casa corriendo tan rápido como mis piernas me permitían. Fue entonces que vi en la salida de un callejón a un chico de más o menos mi edad. Era alto y vestía una camisa blanca, pantalones grises y bototos de color negro. Su cabello era de un verde más oscuro y opaco que el de Nutty. Pero lo que más me llamó la atención acerca de él es que sobre su camisa, sus pantalones y sobre sus bototos había sangre.
Mucha, mucha sangre.
El shock provocó que tropezara conmigo misma y cállese al suelo. Temblaba. Estaba temblando y ese era el paso previo a entrar en una crisis de pánico. Yo hubiese dado lo que fuera porque él no se acercase a mí, pero hizo totalmente lo opuesto. Puede…puede ser un asesino, un secuestrador de chicas, un pervertido violador, un... ¡Lo que sea, me va a matar! ¿Esta muerte es la que Dios quiere para mí ¿¡E-en serio!?
La sangre en su ropa sin previo aviso se difumina, al igual que todo lo demás. Es porque hay lágrimas en mis ojos. Yo no quiero morir así. Quiero…quiero escapar, pero no puedo. Mis piernas no reaccionan.
Entonces se agacha frente a mí y me acaricia la cabeza tierna y lentamente. Es así por ahora, pero pronto este desconocido apretará tan fuerte mi cabeza con su mano que romperá mi cráneo o algo así. Me herirá, de eso no hay duda. Quiero escapar, correría más rápido que nunca… ¡Estúpidas piernas!
De un momento a otro todos los sonidos se hacen estridentes e insoportables. El cantar de los pájaros, el motor de un vehículo no muy lejano, los pasos de las pocas personas que pasan cerca de nosotros.
Algunas lágrimas ya no pueden más y comienzan a deslizarse por mi mejilla.
-¿Qué te sucede? –su voz es suave y cálida.
¿Por qué su voz, y solo su voz, no me molesta? ¿Por qué no se junta al ruido de la ciudad, a ese insoportable misceláneo de tormentos?
-Tengo… miedo –ni idea de por qué le respondo a la persona que en cualquier comento me mata.
-¿Miedo de qué? –en su voz duda.
-Miedo… de ti –las lágrimas no se detienen. Mi vista perdida en el horizonte.
-Por favor… –el tono de su voz era una súplica. Le miré con una valentía salida de no sé dónde- No tiembles así –rió-. En primer lugar, no nos conocemos ¿Por qué me tienes miedo?
-P-porque tus ropas están manchadas con sangre y y… ¡Y me quieres matar! –me alejo de él.
-Eso es ser realmente prejuiciosa. Y a pesar de no conocerte, y de ser otro prejuicio, no me lo esperaba de ti –sonríe. Entonces sonríe. Y su sonrisa luce malditamente sincera, tan, tan sincera que duele. Es injusto que los asesinos en serie puedan sonreír así-. En segundo lugar, ¿Por qué asumes que si estoy manchado con sangre, maté a alguien?
-Porque…porque… ¡Dime entonces, por qué estás manchado con sangre!
-Umm. Pude haber protagonizado un accidente… o haber sido gravemente herido… –noté como se entusiasmaba mientras hablaba- Talvez, ¡Talvez trabajo en una carnicería!
-¿¡Cómo es que no estás seguro de algo así!? –digo un poco enojada.
Se rasca la cabeza con la mano e intenta explicarse:
-Bueno…Es que realmente no sé por qué estoy manchado con sangre de esta manera –me sonríe relajado- Dime, ¿Cuál es tu nombre?
-¿¡Ehhh!? ¿P-por qué quieres saberlo?
-Porque me interesa…
-F-Flaky –me sonrojé. Como odio ser yo…
-Hola, F-Flaky –me imitó. Ja. Jaja. No, no dio risa. No da risa cuando el chiste lo cuenta quien te matará-. Mi nombre es Flippy, es un gusto conocerte.
Me tiende una mano. Lo bueno de las situaciones como esas es que yo decido si se la doy o no. Obviamente me niego. Después de un tiempo lo nota y retira la mano. Veo un atisbo de pena en su rostro.
Y me siento verdaderamente mal…
-Como sea –se levanta y comienza a saltar, me alejo un poco más- ¿Ves, no hay nada? No debes tenerme miedo.
Entonces en uno de sus saltos un objeto sale despedido de uno de los bolsillos de sus pantalones y va a dar al suelo, donde da un par de botes antes de quedarse inmóvil. Es un cuchillo ensangrentado.
-¡Oh, maldición! –grita él enojado.
He llorado, temblado y temido. He pensado en todo tipo de cosas trágicas e inicuas. Sólo falta desmayarse. Y yo me desmayo.
