Este fic pertenece a una actividad del foro "Pryecto 1-8", "Escribe a partir de una palabra", la cual trata de escribir drabbles/capítulos/One-shot, basándonos en una o más palabras, o escribiendo lo que nos inspire.
Palabra: Etéreo.
Personajes: Takari (takeru Takaishi y Hikari Yagami).
Digimon no me pertenece, solamente juego con sus personajes.
Calendario de palabras
Capítulo I. Etéreo
Etéreo: extremadamente delicado y ligero, algo fuera de este mundo. Propuesta por Midnigttreasure
A Takeru le encantaba todo en Hikari, absolutamente todo.
Le gustaba cuando se metía en su faceta fotógrafa e iba buscando el escenario perfecto. Le gustaba cuando intentaba cocinar algo especial pero sus genes Yagami no le dejaban que hiciese nada demasiado complicado. Le gustaba cuando canturreaba mientras limpiaban, si bien desafinaba como un gato al que estuvieran atropellando. Le gustaba cuando reía a carcajadas y su cara se iluminaba, llena de luz. Le gustaba cuando le molestaba el mechón de pelo en la cara y trataba de meterlo por detrás de su oreja, sin éxito, y frunciendo la nariz cuando volvía a picarle porque era demasiado corto para quedar ahí atrapado.
Le gustaban infinidad de detalles, tanto buenos como malos, porque ellos eran los que hacían que Hikari fuese Hikari. Pero entre todos, había uno que le fascinaba más que ninguno; verla bailar.
Hikari había ido a clases de ballet cuando era pequeña, y había seguido practicando de vez en cuando en su casa. No es que fuese profesional, pero simplemente parecía que era algo que le salía de forma natural.
Takeru se quedaba mirándola embobado cuando ponía alguna canción de música clásica y danzaba. Todo en ella parecía transformarse, volviéndose mágico el aire a su alrededor. La castaña se movía con delicadeza, y tan ligera que a veces parecía que volaba más que bailaba. Sus pies rozaban de puntillas el suelo, con una elegancia innata. Parecía convertirse en una ligera mariposa, tan cerca que sus alas casi podían rozarle pero al mismo tiempo tan lejana, tan en su mundo, que nunca llegaría a tocarla.
Se convertía en un ser etéreo, algo casi de fuera de este mundo, y el corazón de Takeru dejaba de latir unos segundos ara después retomar los pálpitos con más fuerza cuando ella finalizaba su danza y se quedaba quieta unos segundos mientras el efecto mágico del baile y la música iba desapareciendo lentamente del ambiente.
Hikari abría entonces sus ojos, esas orbes castañas que brillaban con luz propia, y Takeru estaba seguro de que lo que había entre ellos estaba destinado, y que cada día se enamoraba un poquito más de ella.
