Disclaimer: No. Ni tú ni yo somos dueños de Corazón de Melón, My Candy Love o Amour Sucré, lo juegues en la versión que lo juegues. Yo solo hago esto por diversión (y porque me aburro mucho).

Nota: Solo pasa al primer capítulo y verás de dónde salió esto~.

Advertencias y aclaraciones: Futuras escenas subidas de tono, palabrotas, gente fumando, gente drogándose, gente bebiendo, gente… Dios mío, ¡es M! ¿Qué esperas? ¿Margaritas y unicornios?

Música:

Disasterpeace – Old Maid


Track 0:

(Prólogo)

-.-

Lo sabía. Lo supe desde el momento en el que vi ese peculiar destello verde cuando me dirigía a toda velocidad hacia el Mayflower, el viejo centro comercial abandonado a las afueras de la villa. Ella nunca habría ido a aquel lugar por iniciativa propia ya que nunca le habían gustado los lugares tan grises y tétricos.

Sabía a la perfección que a pesar de todo lo que había sucedido, ella nunca iría voluntariamente y a solas a un sitio como aquel. A diferencia de mí, ella no era del tipo de personas que hace cosas increíblemente estúpidas. Luego de haber encontrado ese extraño mensaje en su chat de Facebook, supe que las cosas no estaban bien

Me había llevado muchísimo tiempo, trabajo e incontables horas y días sin descanso; pero había logrado descubrirlo: Aquel grupo de psicópatas eran quienes habían asesinado a mi mejor amiga. La habían humillado, la habían acosado hasta el punto de llevarla a recluirse en su casa y habían hecho pasar su muerte como un suicidio. Desde un principio había tenido la corazonada de que todo ese grupo era el responsable de lo que le había sucedido a mi amiga. Fue como si el mundo se hubiera detenido en una ínfima fracción de segundo cuando su mirada y la mía se cruzaron aquella vez, aquel inaudito momento en el que su carísimo descapotable dorado y mi bicicleta se toparon en la misma carretera. Uno alejándose del Mayflower, el otro avanzando hacia aquella grisácea torre. Aquello solo me confirmó la corazonada de que el repentino buen humor que había rodeado durante tres meses a aquella panda de imbéciles tenía que ver con la muerte de mi amiga. No había sido simplemente una reacción a una suerte de berrinche de niños de primaria, y no importaba cuántas veces insistieran en que yo estaba paranoica, que ella se había suicidado y que esa era toda la explicación. Sabía que eran responsables de todo lo que había sucedido y nadie me iba a convencer de lo contrario.

Digo, menos ahora, que me encontraba huyendo, avanzando a oscuras por los túneles del tren subterráneo luego de que tuviera que huir de mi casa por las escaleras de emergencia del edificio. Podía escuchar sus risas histéricas a mis espaldas, llamándome insistentemente por mi nombre, provocándome varios escalofríos. Tanteaba las paredes de roca del túnel, procurando tragarme el espantoso ataque de pánico que me quemaba el pecho y la garganta como si fuera ácido subiendo por todo mi sistema digestivo. Estaba desesperada por huir, por no terminar igual que ella. Pero sobre todo, quería sobrevivir y demostrarle a todos que había tenido la razón, que siempre estuve en lo cierto en lo que respectaba a ese grupo de personas. La bilis subía y bajaba por mi esófago, en un desesperado intento por salir de mi organismo y dejar que todo mi cuerpo sucumbiera al pánico. Podía apostar a que, si me libraba de aquella, lo primero que haría sería vomitar y echarme a temblar en posición fetal para drenarlo todo.

Repito, si me libraba de aquella.

Jadeando, y procurando avanzar más, a pesar de sentir que el suelo bajo mis pies se hacía cada vez más y más inestable, alcé mi cabeza al percibir una especie de destello blanco. Y cuando creí que lograría salvarme, que aquella era la luz al final del túnel, escuché un ruido que me dejó lívida. No eran los insistentes llamados a mis espaldas, en medio de risitas histéricas. No era el ruido de las piedras apartándose bajo mis pies, y mucho menos el amortiguado sonido de mis manos raspando las paredes.

Era una bocina. Una bocina que hizo estremecer las paredes del túnel y los rieles bajo mis pies. Era el sonido del tren de la medianoche.

Y estaba acercándose peligrosamente hacia mí.


Chan, chan, chaaaaan. Ea, que solo es un prólogo, no os preocupéis. ¿Habéis quedado suficientemente intrigados? Espero que sí, porque eso me pondría muy contenta.

Y hala, ya sabéis qué hacer. Estaré contenta de recibir cualquier cosita: Tomatazos, cupcakes, pasteles de manzana, yogurt griego o tortitas de arroz. ¡Cualquier cosa, solo dejadme vuestros comentarios!

Mara