PRÓLOGO

Pasa, siéntate y cuéntame ¿qué te parece esta lugar? Quizás te parezca completamente desconocido pero, no lo es para mí. ¿Nunca habías estado en Londres? Yo he estado aquí un par de veces y puedo asegurarte que no es tan aburrido como se mira.

¿Ves esa chica pelirroja? Se llama MeyRin y era la niñera del famoso Ciel Phantomhive. Ahora Ciel tiene quince años y ya no necesita que una chica como ella le cambie los pañales aunque, te puedo asegurar que casi necesita usar unos porque, cuando recuerda la forma en que asesinaron a sus padres casi se caga encima. Aún cuando finje mucha seriedad.

Con ella siempre anda Finny, el jardinero de Phantomhive y Bard.

A mí no me importa ninguno de ellos porque al único que he venido a buscar es a él. Ciel Phantomhive, cuyos temores es lo que menos me interesa. Es su deseo de venganza el que me atrae e hipnotiza.

Vamos Ciel, ven a jugar conmigo seguro que en mi tienda podrías encontrar un par de cosas de tu interés.

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CAPÍTULO I

Sus ojos azules centellaron hacia la nada. Atento como la necesidad le había exigido ser, así era Ciel Phantomhive. Silencio. Otro ruidito y se preguntaría qué diablos hacía ahí quien quiera que estuviese paseándose por ahí mientras él intentaba leer (descifrar) un libro.

-Joven amo, el diario de esta mañana acaba de llegar. – Dijo su mayordomo desde la puerta de la enorme sala en la que se hallaba leyendo el libro el ojiazul.

-Pasa adelante, Tanaka. – La mirada perdida al frente. Sus mano intentaron encontrar la parte del texto de braile en donde se había quedado pero, le fue imposible. Tomó una pluma y la colocó sobre la página del libro antes de cerrarlo. – Léelo.

El anciano mayordomo se ajustó las gafas, dobló el diario por la mitad y comenzó a leer. – "Nueva tienda abrirá en el centro de Londres. "Cosas Necesarias" abrirá sus puertas este jueves a las diez de la mañana."

-¡Que estupidez! – Protestó el menor. - ¿Ese es el titular del día? ¡No hay una noticia más importante que la apertura de una tienda de chucherías!

-Al parecer no venderá chucherías. Después de todo se llama "Cosas Necesarias".

-Tonterías, Tanaka. No caigas en esos juegos. Solo es un truco para atraer a las personas. Seguro que es una tienda de antigüedades, y mira cuándo te lo estoy diciendo.

-Tal vez podría ir de paseo por ahí el jueves y enterarse qué es lo que en realidad hay en la tienda. – Sugirió el mayordomo con una sonrisa que se enterraba delicadamente entre sus arrugas.

-Tal vez. Pero no lo creo. – Suspiró cansinamente. Tanaka podría haber dicho que si Ciel estaba avergonzado de su situación. - ¿De qué me serviría ir? No puedo ver nada… -Terminó la frase en un murmullo cargado de tristeza.

-Yo podría describirle cada pieza que haya en la tienda. Tal vez podría encontrar uno de esos juegos de ajedrez que tanto ha querido. – Dijo el mayordomo, doblando una vez más el diario y colocándolo debajo de su brazo.

-No creo que tengan uno. Es un artículo novedoso. – Masculló el ojiazul. Ahora su mirada estaba al frente. El mayordomo sentía algo de temor cuando lo "miraba" porque parecía una muñeca de porcelana. Su rostro tan perfecto, la piel blanca y para ajustar esos ojos azules inmóviles.

-Tienen cosas necesarias, ¿o no? Es lo que dice el nombre. – Añadió Tanaka.

-Así es. – Espetó el menor. – Ya puedes irte, Tanaka. – Sacudió una mano al frente para hacerle un gesto al mayordomo. – Continuaré con esto. – "Esto" porque Ciel jamás diría leyendo cuando en realidad todo el trabajo era tocar puntos con los dedos.

-Con su permiso, joven amo. – Respondió el hombre y se marchó de la habitación. Le dolía verlo así, sobre todo porque sentía que tanto él como los demás sirvientes de aquella mansión cargaban con un poco de culpa por la ceguera de Ciel.

Si tan solo hubieran llegado antes que ese hombre le rociara el rostro con aquel líquido. Todavía le parecía sentir el olor que despedía. Tanto él como MeyRin lo habían percibido cuando levantaron al pequeño del suelo.

"MeyRin… enciende la luz. Tengo miedo."

La pelirroja de apenas quince años había cerrado los ojos con fuerza mientras sujetaba a Ciel contra su pecho.

"Ciel… Es de día. El sol está brillando." , había respondido la joven. Hacía varios años que era niñera del ojiazul, desde la muerte de sus padres para ser más exactos, y solo lo trataba por su nombre de pila. – "Tú mi niño, tú no puedes ver…"

Ciel tenía solo siete años pero, conocía bien esas palabras y las comprendía. – "¿Soy ciego ahora?"

"Lo es, joven amo."

Y el menor se había llevado las manos a los ojos. Todo el cuerpo le dolía pero, su cara dolía como el demonio. Lo que fuera que le hubieran echado los secuestradores le había condenado a un mundo donde solo existía la oscuridad y las sombras.


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Cruzo el umbral de la cocina y, ahí, todo era nuevamente algarabía, haciéndole dejar a un lado los pensamientos de unos momentos atrás.

-¿Cosas Necesarias? ¡Ay me ha gustado ese nombre! – Decía Finny con alegría.

-Lo sé, lo sé. – Añadía MeyRin emocionada. - ¡El jueves seremos los primeros en ir!

-Nada. – Espetó Bard. - ¿Quién me va a ayudar en la cocina?

-Ah… Seguro el joven amo también irá a la tienda y, no tendrás que cocinar. – Añadió Finny.

-Yo no contaría con eso. – Habló Tanaka finalmente. – El joven amo no gusta demasiado de salir, además que le he visto algo molesto con la idea de la tienda.

-Ummm… - Dijeron la pelirroja y el joven rubio al unísono.

El mayordomo aplaudió. – Ahora todos a trabajar. Que aunque fuéramos a la tienda, eso sucederá hasta el jueves. Hoy es lunes.

Los sirvientes se mirarón y volvieron a sus quehaceres con desgano.


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Ya en todo Londres se rumoraba sobre la nueva tienda. El local apenas había colocado un toldo al frente pero, ya todo el mundo creía que vería salir algo increíble de ella. Nadie sabía quién era el dueño, ni siquiera los vendedores de los comercios cercanos.

Beast Daniels había sido la primera vecina en asomarse al lugar. Tenía una tienda de artículos de costura en la esquina de esa misma cuadra y, lo que más le llevaba a curiosear era la simple idea de una competencia.

Se había acercado a las ventanas durante la noche, para evitar ser vista. Sin embargo, no había podido ver cosa alguna pues, las ventanas estaban cubiertas por dentro con un lienzo blanco.

-¡Son artículos de costura! ¡Yo lo sé! – Protestó la morena, haciendo las manos en puños y somatándolas contra sus propios muslos, dejando que sus bucles se columpiaran graciosamente y provocando que se viera como una chiquilla.

Y así, al igual que ella, muchos otros comerciantes y visitantes se acercaron a las puertas y ventanas de "Cosas Necesarias" y, se habían marchado sin saber qué era lo que había adentro.

Finalmente, la mañana del martes apareció un rótulo frente a la puerta de la entrada.

"COSAS NECESARIAS"

De Sebastián Michaelis

Y el pueblo se preguntó, ¿quién diablos es Sebastián Michaelis?