Summary: Después de mucho intentarlo, mientras los fuegos artificiales anunciaban el inicio del nuevo año, Tsukishima lo besó. ¡Alguien que le recuerde a Kuroo cómo se respira, por favor!
Disclaimer: Los personajes y sus descripciones no me pertenecen, sino a Haruichi Furudate. La historia a continuación por otro lado, es mía. Surgió de una graciosa carta que circulaba por internet, con motivo de San Valentín.
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Is (not) a love letter
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Desde año nuevo, Kuroo estaba sumamente feliz. ¿La razón? Aquella noche vieja, apenas marcaron las 00, Tsukishima lo besó.
Vale, debería haberlo besado él para que el relato terminara de ser perfecto, pero Dios sabe las veces que lo estuvo intentando desde que lo conoció. Todas y cada una de ellas fueron negadas y -aunque le gustaría decir lo contrario- no fueron precisamente rechazos amables: vinieron con cachetadas, insultos y toda la cosa.
Es que Kei era especial.
Demasiado especial le había salido el cabrón.
Si no estuviera convencido de que era su alma gemela no lo hubiera intentado tanto tiempo. Él es Kuroo después de todo, con el solo chasquido de sus dedos podría tener a quien quisiera… menos al más alto del equipo de Karasuno, para su mala suerte.
Había pasado todo el año cortejando al rubio, invitándolo a cenar, al cine, incluso sólo a entrenar. El mayor avance que logró fue que a los dos meses de acoso -digo, de hablarle-, ya le contestaba los mensajes de whatsapp. Al principio sólo fueron monosílabos e incluso un que otro «déjame en paz», pero con el paso de las semanas se encontraban charlando hasta entradas horas de la madrugada, con audios y fotos incluidos.
Aunque desde el comienzo le había dejado en claro que quería estar con él, Kei pasaba olímpicamente cada una de sus insinuaciones.
No era molesto, al contrario, le hacía gracia que se esforzara tanto en ser inmune a sus encantos: amaba los retos.
Él iba a enamorar a Tsukishima como sea, quizás perdiendo la dignidad mil veces pero lo lograría. Porque, siendo sinceros, Tetsurou ya había planeado la casa, el auto y los gatitos que iban a adoptar desde el primer momento en que lo vio. Y hablo en serio. Una noche de lluvia camino a casa se encontrarían un gato negro de ojos verdes, al que con un poco de trabajo lograría que Kei le dejara nombrarlo «Loki», en honor a su Dios villano favorito. Luego una tarde de verano se les cruzaría en el medio una gatita parda con la patita chueca, producto de algún probable accidente automovilístico, sin dudarlo la llevarían para cuidar y bautizarían como Wanda. Quizás unos meses después llegaría a sus vidas un pequeño gatito con curioso pelaje amarillo y ojos celestes al que por supuesto, llamarían Naruto. De esa forma, Kuroo tenía planeado los nombres de al menos cinco felinos más.
Dejando de lado los planes de vida del moreno, Tsukishima le había contado que viajaría a Tokio para pasar las fiestas con su hermano, quien vivía allí por su trabajo. Tetsurou estaba emocionado, era la primera vez que el rubio iría a su ciudad por algo que no estuviera relacionado al voleyball y ya había preparado todo un itinerario de lugares a los cuales un turista le interesaría visitar.
Dicho y hecho, durante esas dos semanas recorrieron la ciudad de punta a punta, comieron en diferentes restaurantes y en puestos de la calle, pasearon por el sistema de trenes, las tiendas de deporte, jardines floreados, librerías e incluso fueron al cine. Kuroo consideró que esas salidas eran citas, por lo que en todo momento intentó tomarlo de la mano y besarlo. Creo que todavía tiene moretones de los golpes que recibió por el atrevimiento. Uno especialmente doloroso fue cuando quiso besarlo en la cafetería, consiguiendo un fuerte golpe en la nariz causado por el menú que se interpuso entre ellos -con un empujón para nada suave- y risas de parte de todos los que estuvieron presentes.
También probó robarle un beso cuando estaba distraído en la tienda de cómics, curioseando un manga de vampiros para decidir si lo compraba o no. Sólo digamos que Tsukishima sabe dar buenos derechazos, eso si apartamos la patada en los testículos que le dio al querer acorralarlo en el acuario, frente a las mantarrayas que podía jurar que se rieron al ver sus lágrimas de dolor. O el puntapié que le escoció cuando intentó meterle la lengua hasta la garganta a mitad de película en el cine. ¿Cómo iba a saber que la parte de la dolorosa muerte del protagonista no sería un buen momento?
Incluso le rechazó la mano cuando subieron al Skytree, lo cual ya lo consideró el colmo de los colmos. No había un lugar más romántico que ese, alguien que le avise al de lentes por favor.
Con todo eso, decidió que mejor iba a esperar unos meses más antes de volver a intentar besarlo. Y entonces, sucedió.
Había pasado por el departamento del hermano de Kei, para llevarlo a ver el espectáculo de fuegos artificiales que iba a dar lugar esa noche. Caminaron con las manos en sus propios bolsillos y las bufandas bien puestas, el frío calaba hasta los huesos. Al llegar a la ribera del río -el mejor lugar, según Kuroo- se sentaron a esperar sobre el césped.
Hablaron un buen rato, se rieron y sin darse bien cuenta de cómo sucedió, sus manos quedaron entrelazadas. En ese momento la lluvia de fuegos artificiales apareció en el cielo, haciendo sonreír al mayor mientras giró su cabeza para hablarle al rubio.
—Tsukki, feliz año nue— no pudo terminar de decirle, puesto que sus labios se vieron presionados por los del otro. Nunca lo hubiera imaginado. Los latidos de su corazón se dispararon de forma similar a cuando ganaba un partido especialmente difícil, se olvidó de cómo se respiraba, de dónde estaban, hasta de su propio nombre. Todo era Tsukishima, él y sus suaves labios besándolo por primera vez.
Al separarse, no pudo evitar mirarlo con una expresión que habrá sido demasiado enamorada, porque el rubio no dudó en darle un manotazo empujándolo, aunque sin soltar sus manos.
—Quita esa cara, idiota— le dijo tratando de ocultar un pequeño sonrojo que no pasó desapercibido por el mayor.
El resto de la noche se dedicaron a admirar el espectáculo, hasta que terminó y lo acompañó nuevamente al departamento. En la puerta del mismo se acercó para poder besarlo a modo despedida, justo cuando Akiteru abrió y Kei se separó nervioso. Ok, finalmente lo había entendido. Nada de besos cuando hubiera alguien más cerca.
Al día siguiente el rubio volvió a Miyagi, desde entonces no habían podido volver a verse pero hablaban todos los días por mensaje y llamadas.
De eso ya había pasado un mes, se acercaba una fecha que tenía inquieto a Kuroo. Catorce de febrero. San Valentín. El día más cursi del año, el día donde las parejas se intercambiaban regalos y besos.
Hasta ese entonces ese día sólo era uno más, entre el trece y el quince de febrero. Nada de especial, incluso cuando siempre recibía varios chocolates de compañeras del Nekoma. Pero este año se sentía nervioso con un lío de pensamientos dentro de él.
Tenía desde el inicio de enero que no veía a Kei, sólo se habían podido besar una vez y aunque hablaran todos los días nunca aclararon el lugar en que estaban; si estaban saliendo, si sólo eran amigos, si aquel momento en el río sólo había sido producto del ambiente…
Sentía unas ganas enormes de ir hasta Miyagi y pasar ese maldito día a su lado, pero a la vez conocía al rubio y quizás a este no le haría ninguna gracia que fuera hasta allí por esa razón.
Después de todo, no eran novios.
Habló con Kenma sobre su dilema, éste no había despegado sus ojos de la pantalla de su consola mientras lo escuchaba, o algo así creía que hacía. Al final, lo único que le dijo fue: «Kuro, haz lo que se te dé la puta gana».
Gracias Kenma, siempre se puede contar contigo.
Ya en su propia casa, comenzó a planear ese día. Luego de una rápida consulta en el almanaque de su celular, supo que ese año caería sábado. Por lo cual, no tenía ningún inconveniente en ir. Eso era lo principal, pero ahora venía el verdadero problema: el regalo.
Bien, los chocolates quedaban descartados porque él no era una chica como para regalárselos. Sabía los gustos del menor, pero aún así creía que era demasiado viaje como para que un pastel de fresas llegara intacto, quizás un peluche de dinosaurio era exagerado -además de costoso-, lo mismo iba para un par de zapatillas deportivas, vamos, eso sería lo menos romántico del mundo. Ni que fuera su cumpleaños. Hizo nota mental de averiguar cuándo era, por si acaso. Luego de mucho pensarlo, se decidió por hacerle algo tan cliché como lo era una tarjeta.
Tomó papel, un bolígrafo y empezó a escribir:
"Tsukki:
Sé que no es como si estuviéramos saliendo, pero se sentía raro no decirte nada en este día. Así que, te doy esta carta. No es la gran cosa, ni siquiera tiene corazones dibujados por lo que, básicamente, sólo soy yo diciéndote 'hola'.
-Kuroo"
Sonrió satisfecho al releerlo, le gustaba. Era simple pero al final de cuentas era un detalle no-romántico que demostraba que el otro le importaba lo suficiente como para haber pensado en él al escribirlo. Sólo esperaba no recibir ningún golpe en respuesta, todavía le daban escalofríos al recordarlos.
Ahora sólo quedaba arreglar que Tsukishima lo esperara sin darse cuenta que lo hacía, es decir, darle una sorpresa. Para eso, qué mejor que el chico con pecas, mejor amigo de su no-novio, previamente acosado por él durante uno de los campamentos para que le pasara el número del otro. Sin esperar ni un momento más, abrió su lista de contactos del celular y llamó.
Media hora más tarde y la promesa de devolverle el favor después, tenía todo preparado para el gran día. Si salía como lo planeado, Yamaguchi le pediría a Tsukishima que se encontraran en el parque cercano a la estación de trenes, a las doce del mediodía, para ir juntos a comprarle un regalo a Yachi, la pequeña novia miedosa del pecoso. Poco después de cortar la llamada, una sonrisa estúpida apareció en su rostro al ver en la pantalla de su celular el nombre de Kei, quien acababa de enviarle un mensaje. Moría de ganas de contarle que iría a verlo, pero no, de hacerlo no sería una sorpresa y él realmente quería sorprenderlo.
Las dos primeras semanas de Febrero se fueron volando, la mañana del catorce despertó sobre las ocho apagando enojado la alarma del despertador. Y por apagar me refiero a que lo destrozó contra la pared. Diablos, Kuroo, el despertador no tiene la culpa de que te hayas quedado hablando hasta las cinco de la mañana con tu chico. Hizo las sábanas a un lado, se levantó perezosamente de la cama y caminó hasta el baño rascándose el trasero por sobre la tela de su pijama. Luego de ducharse, tomó su morral, guardó su billetera y el sobre con la carta en ella y fue directamente a la cocina para tomar un desayuno rápido y poder irse a la estación. Le esperaba un viaje de dos horas y media.
Pasadas las nueve ya estaba acomodado en el tren, enviándole un mensaje rápido al número doce de Karasuno para reconfirmar el plan. «Pecas» le contestó que Tsukki había aceptado encontrarse con él para ir de compras, por lo que sonrió y se recostó sobre la ventana, quedándose dormido sin problemas.
Para las once ya había llegado a Miyagi, agradeció que el tren bala tardara tan poco tiempo en comparación con el autobús escolar que tomaban durante los campamentos. Revisó nerviosamente la hora, todavía faltaban unos largos minutos para el mediodía, por lo que se compró café en un negocio de la estación, sentándose a esperar en un banco cercano. Envió un mensaje a Kei, deseándole un buen día, recibiendo al poco rato una respuesta simple. Sin duda el chico no se esperaba que él estuviera allí.
Ajustó la correa de su morral y se dirigió al parque acordado con Yamaguchi, visualizando a lo lejos al rubio, sentado de espaldas a él con sus auriculares sobre el cuello, revisando su celular a cada rato. Seguro estaba maldiciendo a su amigo por tardar, Tsukki era una persona muy puntual.
Sonrió mientras se acercaba cuidadosamente para que el otro no lo viera. Una vez que estuvo detrás de él, habló.
—Hey —pudo ver cómo la espalda de Kei se irguió instantáneamente, girándose al segundo para encararlo con la sorpresa impresa en su rostro. Punto para Kuroo.
— ¿Qué haces aquí? —le preguntó a los pocos segundos, volviendo su cara a la normalidad.
—Me trajo el viento —respondió casual, sentándose al lado del rubio, rozando suavemente su hombro con el contrario.
—Mataré a Yamaguchi —dijo entonces el de lentes, dándose cuenta del engaño.
—Perfecto —contestó Kuroo— Si lo haces no tendré que devolverle ningún favor.
Tsukishima se permitió relajarse un poco, inclinándose apenas perceptible sobre el hombro del moreno.
— Déjame ver si entendí, ¿esperas que crea que el viento te trajo hasta aquí, precisamente en este día? —le preguntó entonces.
—A decir verdad, tengo algo para ti —aclaró empezando a buscar entre sus cosas.
—No me gusta el chocola- —se calló un momento en cuanto el sobre estuvo frente suyo, luego su rostro adoptó las facciones que solía usar al burlarse de alguien— ¿Una carta de amor? ¿En serio, Kuroo-san?
— ¡No lo es! —dijo el moreno sintiendo sus mejillas calientes, sin duda debía parecer un tomate— Mejor olvídalo— intentó quitarle el sobre de la mano pero Kei lo apartó enseguida, abriéndolo en el momento y comenzando a leer.
Kuroo pudo entonces apreciar las expresiones que iba poniendo conforme sus ojos avanzaban en la lectura, como sus cejas que se fruncían de a ratos y se elevaban en otros, o la forma en que las comisuras de sus labios se movían, batallando para no sonreír.
—Eres un idiota— dijo finalmente al terminar, Tetsurou vio cómo guardaba con cuidado aquel papel nuevamente en el sobre y lo metía en su propia mochila, para luego mirarlo a los ojos y levantarse del lugar. —Vamos.
— ¿A dónde?— le preguntó el moreno, curioso por aquella reacción.
—A mi casa por tu regalo, no pienso esperar hasta el Día Blanco— respondió como si nada el rubio, caminando tranquilamente con las manos en sus bolsillos.
Kuroo no necesitó ni una palabra más para levantarse enseguida y caminar detrás de él.
Definitivamente había valido la pena planificar esa sorpresa.
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Fin
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Notas finales: ¿A quién se le ocurre escribir sobre Año Nuevo y San Valentín en Junio? A mí, claramente. ¡Hola! Para los que leyeron «Screwed», aquí está lo que les prometí: un KurooTsukki con final feliz. Espero de todo corazón que les haya sacado al menos una sonrisa mientras lo iban leyendo, porque es lo que intenté hacer. Quiero agradecer nuevamente a mi beta Moonyverse16 por ayudarme con esto y a todos ustedes que están allí. ¡Un abrazo gigante y nos leemos la próxima!
