Nota: Los personajes descritos aquí no son de mi autoría, pertenecen a Nickelodeon y a Craig Bartlet.
Capítulo 1: El reencuentro
Era verano, pero a través de esa ventana, como cada año sólo se podía observar una lluvia incesante que parecía no ceder. Tal vez habían pasado ya 7 años desde que ella se había ido a descansar y brillar con las estrellas, pero él aún la amaba con la misma intensidad de aquellos años de juventud.
Después de unos minutos observando en silencio a la lluvia caer, ese hombre de aspecto cansado se dispuso a sentarse sobre su fiel y cómodo sofá, acarició a su cerdo y como arrullándose con el sonido de la lluvia cerró los ojos.
No había pasado ni un minuto cuando se escuchó con fuerza el golpeteo de una puerta, la puerta principal y semejante escándalo sacó al hombre de lo que hubiera sido un largo y placentero sueño.
"-¿Pero quién diantres será Aby?" –dirigiéndose a una pequeña cerda adornada con un listón y un abultado moño rosa alrededor de su cuello.
El hombre tomó su bastón y se paró del sillón dirigiéndose a la puerta. Miró de reojo por el ojillo de la puerta pero no logró observar a nadie, se dio media vuelta creyéndose víctima de alguna broma infantil cuando escuchó de nuevo aquel golpeteo pero esta vez de manera más fuerte y desesperada que antes.
"-¡Vaya momento de hacer bromitas!, ¿no se dan cuenta que está lloviendo a cántaros?"- pronunció el hombre con una voz que mostraba molestia.
En ese momento el hombre abrió la puerta pero no pudo divisar nada a los alrededores y al momento en el que pretendía cerrar la puerta escuchó una vocecita que provenía de abajo. A sus pies había una niña rubia titiritando de frio que no podía ser mayor de 5 años; estaba vestida con un pants azul celeste cubierto de lodo, una pequeña blusa blanca y desgastada que parecía ser más chica a su talla y en sus pies unos zapatos rosas, puestos al revés y carentes de calcetines.
"-Déjeme pasar señor, no sea malo"- pedía la niña con una voz bajita, mostrando en su mirada unos bellísimos ojos azules cubiertos de lágrimas. La escena no pudo ser más conmovedora.
El anciano la observó por unos instantes y pareció perderse en sus recuerdos. Llegaba a su mente una escena, una pequeña niña rubia que parecía muy triste, cubierta de lodo al bajar del coche de su abuelo y ese peculiar moño rosa. Sonrió fugazmente pero cuando volvió en sí la niña ya no estaba en la orilla de la puerta.
"-Habrá sido el fantasma de una niña"- murmuró para sí.
El hombre cerró la puerta y emprendió el viaje de regreso a su sillón. Al encontrarse frente a este se dio cuenta de que aquella pequeña niña fantasma se encontraba ahora durmiendo plácidamente en su sofá. El hombre emitió otra sonrisa, dio media vuelta y subió los escalones hasta llegar a su habitación.
Esa habitación era muy amplia, rodeada de paredes blancas y tenía un gran ventanal que daba hacia la calle. Todo dentro de ella se encontraba perfectamente acomodado, por encima de la cama se podía observar una gran foto que mostraba a dos jóvenes enamorados y sonrientes vestidos de novios en una pose que imitaba a un baile de tango. Alrededor, sobre las mesas, cómodas y cajoneras se encontraban otras muchas fotografías de la misma feliz pareja.
El hombre cruzó la habitación hasta llegar al armario y sacó de él una pequeña cobija azul. Bajó de nuevo por las escaleras y al llegar a la sala cubrió a la pequeña niña con la cobija.
Hecho esto, se acercó al sofá más grande y se sentó.
"-Helga, como me haces falta"- dijo el hombre con voz acongojada observando a la pequeña. "-Sin ti sólo soy un anciano triste y malhumorado, ¡te necesito aquí mi vida!-
Y el hombre comenzó a llorar. Al principio parecían gemidos silenciosos que subían de su pecho a su garganta con ganas de gritar, poco a poco salieron las lágrimas, después unos pesados y adoloridos lamentos. En sus ojos vidriosos se mostraba un profundo dolor e impotencia. Tomó de nuevo aquel bastón y subió las escaleras hasta su habitación. Al abrir la puerta y ver una foto de un par de jóvenes rubios abrazados y sonrientes, suspiró profundamente como para tomar todo el aire que llenaba sus pulmones, así fue que tomando la fotografía entre sus brazos soltó un gemido terrible y lamentable. El hombre sólo reparó en acostarse sobre la cama y llorar amargamente abrazado de aquella fotografía hasta quedarse dormido.
Era muy temprano en la mañana y el sonido de las aves comenzaba a sonar. Una niña soñolienta de aspecto sucio comenzaba a despertar ante el molesto dolor que emitía su estómago. Bajó del sofá y buscó en la cocina algo con que alimentarse pero solo encontró alacenas y un refrigerador vacío. Ansiosa buscó en las demás habitaciones de la planta baja y al no encontrar a quien buscaba subió las escaleras. Guiándose por un molesto ronquido llegó a una habitación amplia y de paredes blancas. Sobre la cama se encontraba ese gentil anciano que le había abierto la puerta la tarde anterior. Con sus pequeñas manos tocó el hombro del señor dando pequeños golpecitos. Al no encontrar respuesta la niña tomó con sus dedos la nariz del hombre con el fin de interrumpir su respiración. Al cabo de dos segundos el hombre despertó asustado y se levantó de un salto.
"-¡Pero que!, ¡¿Cómo?!... ¡Ah, eres tú!"- dijo el hombre dirigiéndose a la niña mientras se tallaba los ojos.
"-Tengo mucha hambre, ¿me das de comer?"- inquirió la niña con una pequeña sonrisa.
"-Sí, sí, como digas"- se levantó el hombre aún atontado. –"Espera… ni siquiera sé quien eres, ¿quién eres?"
"-Yo me llamo Juliette pero mis amigos me llaman Julie"- contestó la niña de forma tranquila.
"-Muy bien, yo me llamo Arnold, puedes llamarme así si quieres"- dijo a la pequeña con una sonrisa.
"-Esta bien señor Arnold"- respondió ella devolviendo la sonrisa.
"-¿Y qué haces aquí Julie?, ¿te has perdido?"- preguntó Arnold mientras ambos bajaban las escaleras dirigiéndose a la planta baja.
"-No, sólo me escapé un poquito"- contestó la niña de manera tranquila.
"-¿Y por qué te has escapado eso poquito?" – preguntó el hombre al llegar ambos a la sala.
"-Es que mis papás no estaban en casa, me dejaron sola como siempre con esa niñera que sólo me hace sufrir de aburrimiento, ¡no hace nada divertido! Mis papás trabajan mucho sabe señor. Cuando le pregunto a mamá sólo dice que es por mi bien, pero no funciona, ¡no funciona porque yo no me siento bien y no pienso regresar hasta que mis papás lleguen de trabajar! Dejé una nota diciendo que usted me secuestró y estoy segura de que vendrán muy pronto pero… tengo mucha hambre… ¿me da un panecito? ¿por favor?"- Pidió la niña con una amplia sonrisa.
"-¡Qué! ¡¿Has dicho que yo te secuestré?!"- Exclamó fuertemente el anciano.
"-Pero le van a dar mucho dinero señor Arnold, pedí $1,000 dólares de rescate"- Interrumpió la niña entusiasmada.
"-¡Mil dólares no serán suficientes para sacarme del lío en el que me metiste!"- Gritó Arnold enojado.
En eso la niña comenzó a llorar fuertemente, tan fuerte que sus berridos debieron haberse escuchado del otro lado del mundo.
"-¡Pero yo sólo quería que mis papás me quisieran!" - Exclamó la niña entre sollozos y lloriqueos "-¡Y tengo hambre! ¡Quiero mi panecito!"-
El anciano absorto y sin saber como responder miró a todos lados tratando de encontrar una respuesta.
"-¡Muy bien, muy bien!, vamos a la panadería, pero por favor ya no llores"- Suplicó el hombre a la pequeña.
Ambos salieron de la casa rumbo a la panadería. Arnold se encontraba perplejo, tenía que llevar a esa niña a su paradero lo antes posible o seguramente le esperarían muchos años en la cárcel.
Este es mi primer fanfic, espero que la trama les resulte interesante. Tengo planeado escribir más adelante sobre la relación de Arnold y Helga similar al estilo de "Diario de una pasión". La parte dos se encontrará aquí el 02/07/2013 porque me gusta la constancia en los fanfic que leo y pretendo ofrecer lo mismo. Gracias por leer! :)
