Disclaimer: Los personajes no son míos sino de su respectivo dueño, Hidekazu Himaruya~. Mas la ninfa que luego aparecerá será como una especie de Costa Rica de mi invención


Parte primera

En este mundo habitan humanos, animales, plantas y "sobrenaturales". Los más codiciados en este momento ya no son las especies de animales en peligro de extinción, sino duendes, hadas, inclusive pequeños demonios y seres extraños de dudosa procedencia.

Un cazador de renombre…en el mercado negro por supuesto, Alfred F. Jones, estadounidense prófugo, alto de cabello rubio, usaba lentes y sus ojos eran azules. De unos 21 años. Era engreído, inquieto, y no le importaba nada con tal de conseguir dinero, y no es que fuera un avaro codicioso, sino que tenía que sobrevivir junto a su hermano menor además de las muchas deudas qué pagar a costa de su vida propia y la de su hermano.

Pues, estaba al borde de su desgracia, lo tenían acosado por la cantidad que debía de dinero, claro que era un excelente cazador —atrapando a escorias humanas o seres increíbles— Pero no es que le fuera bien manteniendo lo que ganaba.

Esta vez atrapó un hada de agua por encargo. Lo cual fue difícil, el problema con las hadas es que son verdaderamente escurridizas y más si son de viento y agua, esas son las más complicadas de obtener, a pesar que no dan una ganancia demasiado alentadora, el precio era decente. La vida es muy cruda en estas épocas.

Esta pequeña hada de agua le tomó cinco horas seguir y otro cinco horas atrapar. Es un largo proceso donde Alfred tuvo que conseguir una jaula especial la cual restringe de magia, muy costosa por cierto pero la que tenía antes la destruyó la misma hada. Esta pequeña le dio pelea, hasta lo hizo hundirse en el agua para despistarlo pero al fin y al cabo él aprovechó eso para poder atraparla.

Rió muy satisfecho viendo la pequeña criatura atontada en sus manos, la sujetaba frente a sus ojos azules, metida en la jaula y con una de sus alitas destruida.

—No eras tan ruda después de todo —se burló.

—Tú… ¿P-Por qué…? —musitó con voz aguda la pequeña vestida de colores pastel.

—No es personal, sólo un encargo, —sacó un frasco de cristal y la echó dentro sacando luego la tapa con agujeros y un sello de magia— Además deduzco que vales mucho en estos días, no rechazaré tal oferta.

—Es una pena…—musitó dentro del frasco siendo guardada en una mochila, Alfred no la pudo escuchar cuando continuó: —Me compadezco de tu situación tan desesperada…

Después de ir donde su cliente, le entregó a éste la pequeña hada. El tipo sostuvo el frasco con fascinación mirando la tristeza y al mismo tiempo la belleza del ser mágico. Dijo aún observando al hada: —Estoy realmente satisfecho, Jones, te daré una buena propina aparte de la suma que acordamos.

—Gracias —sonrió orgulloso.

Al recibir el dinero se dirigió hasta una tienda de hierbas y abarrotes que visitaba con frecuencia. Tal vez recibió más de lo acordado pero 4 500 monedas de oro para él no bastaban. De hecho, no le sobró demasiado al conseguir la medicina extraña y cara que por semana debía conseguir, y aparte de algunos víveres.

Masculló molesto al ver que sólo le sobró 425 monedas de oro y plata: —Maldición, con esto no le quito el enojo a ese…

¿A quién? —preguntó detrás una voz conocida para él— ¿Y cuándo pagarás tu deuda? Aru —le miró el hombre recién llegado.

Ambos se dirigieron a una mesa cercana, para hablar con mayor tranquilidad y privacidad. Alfred conocía bien a ese tipo con rasgos orientales, bien le habían ayudado en un pasado pero cuando llegó la hora de cobrar…Bueno, no pareció algo lindo para el estadounidense.

Al menos había pagado la mayoría pero la presión que ese tipo y su compañero ejercían sobre Alfred era demasiada.

—Toma 200 monedas de oro y 100 de plata, esto es lo que tengo por ahora —le tiró un saquito con monedas de oro y plata.

— ¿Estás bromeado? Estoy cansado de esperar.

Resulta que Alfred debía pagar una alta suma de dinero, al principio eran 700 000 monedas de oro. Con arduo trabajo fue saldando todo hasta que ahora sólo quedaban 150 000 monedas de oro. El problema era su enfermo hermano. Las medicinas que necesitaba eran raras y escasas y cobraban altas sumas de dinero. Entraba en desesperación y el tiempo límite estaba llegando a su fin.

El joven suspiró pesadamente, haciéndose para atrás en la silla.

— ¿No me puedes dar más tiempo?

—Si no me pagas pagarás con tu vida y usaré a tu hermano como esclavo antes de volverlo alimento para duendes, aru.

— ¡¿Y de dónde quieres que me saque más de 150 000 monedas de oro en un tirón?! Y a Matthew no lo metas en esto, —dijo con verdadera molestia, para él su hermano menor lo era todo— él no tiene nada de culpa.

Este sonrió, le valía que no obtuviera el dinero, sólo quería divertirse, llegaron a un acuerdo, le daría tres semanas de plazo y le encomendó una cacería para pagarle.

En fin, su única salvación resultaba ser un ángel, y sí, de esos seres bellos de alas blancas y túnica con apariencia exquisita y de alma pura. Le dijeron que podría encontrar, donde únicamente se había visto algunos viviendo en la tierra, en los bosques del Reino Unido, específicamente en Inglaterra ¿Y a dónde fue a parar este joven? A Inglaterra, tuvo suerte de ya estar en esas islas, por lo menos sólo tuvo que pasar la frontera de Escocia.

Entonces la mañana de la segunda semana se levantó temprano para salir a explorar. Después de hablar un poco con su hermano y darle su medicina se fue a internar al bosque.

Como bien se sabe, es normal quejarse por algo difícil y lo cual conlleva demasiado esfuerzo, que aunque detestes hacerlo lo haces porque tienes que, sea algo bueno o malo, te beneficie a ti o a alguien. Y Alfred no era excepción, así que en el camino se quejó para sí:

— ¿Y dónde se supone que voy a encontrar un ángel por aquí? Esos tipos son como ninjas, saben de tu presencia y si mal no recuerdo el libro que leí decía que pueden usar magia para esconderse o alejarnos de ellos… Maldito Braginski y maldito Wang —refunfuñaba.

Después de caminar sin encontrar nada interesante decidió sentarse a pensar por un momento. De su bolcillo sacó el pequeño libro sobre ángeles, más que todo una guía/folleto que le dieron. Buscó un árbol y se sentó bajo él, a leer y buscar tener la cabeza relajada y sin estrés.

Mientras tanto, un poco alejado de él, se encontraban un par de esos seres que él necesitaba. Cerca de un lago y ambos estaban entretenidos en lo suyo.

Al parecer eran hermanos, el mayor iba vestido con un uniforme militar escocés, poseía cabellera roja y unos ojos verdes serios e indiferentes, sus cejas eran un poco menos espesas a los de su hermano menor el cual tenía el cabello rubio y más despeinado, usaba una toga de lado, corta de piernas y atada con un único cinturón, sus alas eran más blancas y emplumadas, ambos andaban descalzos.

El pelirrojo hizo un gesto malhumorado frente al menor antes de dispararle con un arco una flecha para que él la esquivara, torpemente hay que decirlo.

— ¡S-Scott, deja de tomarme por sorpresa!

Se quejó el rubio con la flecha en mano. El otro le dijo seriamente: —Conejo tonto, si quieres vivir por estos lugares debes de ser capaz de prevenir estas cosas.

—No es motivo para que me agredas cada vez que venimos ¡Y me llamo Arthur, no Conejo!

—Sí, claro.

Dijo no tomándole importancia, le divertía molestarlo. Scott quería entrenar a su hermano menor para que pudiera vivir por esos lares, sin usar su poder de ángel, pareciendo humano. Eso era lo que Arthur quería, vivir un tiempo en esos bosques para descubrir más de los humanos, tratando de entender un poco de ese mundo. No pensaba volverse uno, simplemente quería vivir un tiempo con una vida similar a la de ellos.

Cada quien en lo suyo. Scott y Arthur llevaban mucho tiempo habitando en ese claro. Así que estaban muy tranquilos y relajados.

Y Alfred terminó al fin de leer ese folleto de ángeles, una sonrisa socarrona enmarcaba su rostro. Estaba satisfecho de lo que había descubierto. Dijo para sí mismo, feliz:

— ¿Quién diría que atrapar un ángel sería más fácil de lo que imaginaba? Bueno —decía levantándose— Creo que tendré que cazar algo de valor para intercambiar con magia negra.

Se rió orgulloso. Su plan era simple ahora que entendía las cosas. Sólo tenía que buscar a alguien que hiciera un trato con él para que le diese un sello para ángeles, claro, esos sellos sólo los creaban personas expertas en magia negra y ellos tenían un estilo de vida nómada. Suerte que ese pequeño libro también decía dónde se localizaban las personas que no emigraban.

Así que aprovechó la ocasión y en cinco horas de camino apareció en un local modesto y rodeado de algunas casas. De hecho era un pueblo diminuto, unas pocas casas, dos o tres locales de abarrotes y unos otros para ropa y demás. Acogedor. En fin, Alfred entró al lugar, lo recibió una amable mujer castaña de ojos verdes. Ella le saludó cuando él entró:

—Bienvenido a Lozt Abrile ¿Puedo ayudarlo en algo?

—Buenas tardes —saludó sonriente— Ehm, busco a un tal Kiku Honda ¿Él se encuentra aquí?

—Pero claro —ella asintió e hizo un ademán para que la siguiera dentro del local.

Pasaron mesas con varias personas hablando entre sí, estantes con muchos libros y artículos varios. Un lugar sencillo pero peculiar.

La mujer llevó a Alfred hasta el fondo del lugar. Al fin entraron a una habitación algo oculta del resto que había. La castaña tocó lo puerta, diciendo: —Señor Honda, aquí hay alguien que lo busca.

Dile que puede pasar.

Fue lo que se escuchó como respuesta desde adentro, así que ella abrió la puerta de madera y dio el paso a Alfred.

—Gracias —dijo al entrar.

Ella solamente sonrió y se retiró.

Cuando hubo cerrado la puerta al entrar, Alfred miró sorprendido la habitación. Un tamaño normal pero sólo tenía una cama, un ropero grande en el otro extremo de la habitación, una puerta al lado del mismo y una mesa regular con un par de sillas donde una era ocupada por un hombre de apariencia joven y de rasgos orientales, se le notaba apacible y sus ojos marrones no denotaban mucha expresión.

Alfred saludó cordialmente: —Buenas tardes, soy Alfred F. Jones, lamento venir de improvisto pero necesito su ayuda.

—Kiku Honda —dijo él tranquilamente, invitándole a sentarse frente a él— Sería un placer ayudarlo, así que dígame por favor qué es lo que desea que yo haga por usted.

—Muchas gracias —dijo sentándose— Bueno, vine porque necesito que me ayude con un sello o un hechizo que me pueda ayudar a atrapar un ángel, supe que usted hace eso.

—Puedo hacer eso, pero debo cobrarle una suma.

—Yo…no tengo dinero —se sinceró, sin agachar la cabeza explicó con voz decepcionada: —Yo no tengo dinero para pagarle, necesito atrapar a un ángel para poder obtener dinero.

—Y dígame, si no es mucho el atrevimiento, ¿Ese dinero es para usted solo? Si ese es el caso tendría que cobrarle después.

—No, no es para mí, ese ángel es lo que debo pagar a otra persona, ¿No puedo pagarle con otra cosa, por favor, Señor?

—Otra cosa…—se puso pensativo, después de un par de minutos respondió: — ¿Qué tal si me traes un ninfa? Necesito a alguien que ayude a la señorita Elizabeta.

—Una ninfa —no le tomó mucho tiempo pensar, así que sonrió y asintiendo su cabeza dijo: —Acepto, le traeré una ninfa.

—Entonces trato hecho, —el hombre sonrió levemente y extendió su mano— Cuando traiga a la ninfa le daré los sellos que necesita para ese ángel.

—Muchas gracias —estrechó su mano, feliz que al fin avanzaría.

Entonces acordaron esto. Alfred le traería al día siguiente una ninfa y él le daría a cambio sellos para poder atrapar el dichoso ángel que él necesitaba. Por ahora regresaría a casa con su hermano, descansaría y luego haría el trabajo.

Seis horas de viaje, esta vez tardó más porque se detuvo a comprar unas hiervas con lo poco que tenía de dinero. Llegó a la pequeña casa que le habían ofrecido para que estuviera con su hermano menor. Cuando llegó su rostro cambió de repente, uno feliz, uno optimista y relajado. Esa era su actitud más típica, o mejor dicho, natural, sólo la dejaba mostrar con personas en las que confiaba. Según las personas él era frío, tosco, ambicioso y engreído, pero no era cierto, sí tenía cierto orgullo pero era simpático, amigable y alegre, sobre todo con su hermano menor Matthew.

Era tarde ya y estaba oscuro. La morada de él era algo pequeña, modesta y estaba hecha para dos personas.

— ¡Volví! —exclamó al ingresar.

— ¡Alfred! —se escuchó de una vocecilla algo débil y baja.

Se le lanzó encima un joven de unos 18 años, aparentando un poco menos, de tez blanca y cabello rubio como el mayor, usaba lentes y sus ojos tonaban un lindo violeta.

Alfred lo abrazó y luego lo miró felizmente: — ¡Mattie! Adivina qué.

—No lo sé, dime cof cof —le dijo abrazado aún y tosiendo levemente.

—Braginski ya no me va a matar, pronto tendré todo listo.

— ¿En serio? Cof cof… ¿Cómo lo hiciste?

—Tu hermano tiene sus trucos hahahaha y toma —sacó un frasco de su bolcillo y se lo dio— esta medicina es mejor que la otra, así que podrás estar despierto más tiempo, son pocas hierbas pero es sólo de agregarlas con las otras y listo —sonrió.

—Gracias, cof cof cof pero, Al…estas hierbas son algo caras, y ¡cof cof cof cof!

Se separó inclinándose y tapando su boca por el pequeño ataque de tos que le dio. Alfred, exaltado, de inmediato tomó de una mesita un frasco con un líquido que llegaba hasta la mitad y se lo dio a beber.

Entonces el chico se tranquilizó, Alfred lo alzó y se lo llevó a la cama de él, se sentó a su lado y le acarició la cabeza en forma cariñosa. Este le miró algo mareado, musitó: —Lo…siento.

Alfred rió secamente, diciendo tranquilamente: —No te disculpes por eso.

—Pero no hago más q-que causarte problemas…

—Es mi deber de hermano mayor ¡Recuerda que soy un héroe!

—Aún así…

—Vamos, ¡Mi hermanito no va a estar siempre enfermo y yo me encargaré de eso!

—Ni sabes lo que tengo… —se rió débilmente— eres cazador.

— ¡Pero sí sé dónde cazar tus risas!

Le hizo cosquillas provocando que este riera y terminó contagiándose. Pasaron un rato en pequeños juegos, y pudieron conversar un rato hasta que Matthew se durmió. Alfred suspiró, melancólico mirándole mientras este dormía pacíficamente, sus manos pasaban por el rubio cabello de este, luego, después de un rato, dijo en un susurro apenas audible, para sí mismo: —No te preocupes, después de pagar esa deuda podré encargarme sólo de ti, todo lo que gane será para conseguirte el mejor doctor y podrás recuperarte, ya verás, Mattie, estarás bien…

.


¡Hola! Cuanto tiempo, espero les guste este mundo con criaturas mitológicas tan reales como los animales.

Este fic lo terminé hace tiempo pero le faltaban muchos detalles, que por eso lo pausé, era un desastre del tamaño de Brasil. Así que aproveché mi tiempo libre para poder pulirlo bien y así sea muy agradable y bueno.

Gracias por leer, hasta la próxima :D