Un niño pelinegro estaba estirado en su cama, como acostumbraba a estarlo cada noche. Estirado, sin hacer nada, sin pensar nada. Porque no podía. Y aun así, tenía ganas de llorar. Sabía que sería bueno que llorara. Sin embargo… no se sentía capaz, no le quedaban lágrimas.
Hacía apenas dos días, aun tenía esperanza. Esperanza de que todo se arreglaría. De que su madre… se curaría. Pero ahora ya no existían tales esperanzas. Porque nada se puede arreglar ya. Porque su madre no se curará.
Cierra los ojos y se pone a pensar. Piensa en los recuerdos de su madre. En lo que jugaba con él, cuando tocaban juntos el piano. Piensa en las canciones que le cantaba de vez en cuando. Piensa en los abrazos que le daba cuando tenía alguna pesadilla. Piensa también en los últimos momentos, en ella, intentando sonreír. Intentando aparentar que no iba a pasar nada. Para no hacerle daño. Para no hacerles daño. A él y a Sakura.
Se duerme, por fin, pensando en ella. En las cosas buenas. Porque eso es lo que ha de recordar. Porque eso es lo que perdura para siempre.
Pero entonces, una mano le toca la frente. Una mano fría y reconfortante. La mano se desliza hasta acariciar su mejilla. Recuerda quién le tocaba así. Sólo una persona lo hacía. Y piensa, entonces, que es un sueño. Y no quiere despertar.
"Cuida de Sakura"
Le parece oír su voz también en el sueño. Por un momento es feliz, porque vuelve a escuchar su voz. Así podrá recordarla mejor, piensa. Entonces, la vuelve a oír.
"Cuida también de papá. Es fuerte, pero necesitará un poco de apoyo a veces"
Parecía… Una despedida. Él no quería despedirse. No ahora. No en un sueño.
"Hijo… Me habría gustado tanto estar con vosotros para siempre… Contigo y con Sakura… Formar parte de vuestra vida… Pero me conformaré con observaros."
No podía ser. Ya la había perdido una vez. Volver a hacerlo sería muy duro. Pero… ¿Por qué le dolía tanto? Era un sueño… ¿No?
"Ahora, hijo, debo marcharme. Recuerda todo lo que te he dicho. Pero sobretodo, recuerda que siempre, siempre, te querré."
Abre los ojos, espantado, buscando la procedencia de la voz, creyendo que aquello, al fin y al cabo, no había sido un sueño. Sin embargo, no ve nada. Su habitación sigue tan vacía como siempre, tan oscura como antes. Su madre no estaba.
Quizá sí había sido un sueño… Al fin y al cabo… Los fantasmas no se pueden ver, ¿No?
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