Bueeh, antes que nada, este fic es para Gabrika, la mujer de la silver que me persigue con esta pareja amenazandome siempre (la mira ¬¬), y es que hoy cumple un año más de vejez! :D No diré que "espero que les guste", no or mala, sino porque este fic es de ella y solo a ella le tiene que gustar n_nUU

Y a ti (sí, tú, sabes que te hablo a ti): no es el fic del que hablaba, dado que aún no recuperé mi laptop, pero como soy tan increíblemente awesome, la grandiosa yo te dará un regalo sustituto hasta que recupere mi disco duro en el que estará ahora cumulando polvo el verdadero regalo XD que va, espero que te guste, no sé si lo considerará comico, pero es que a mí imaginarme esa escena me da demasiada risa XD enf in, solo me queda decirte feliz cumpleaños, disfruta de tu vejez y a la ddroga dile no! XD


.::TAREA::.

Shishido en sí era un chico inteligente, nadie dudaba de eso. Sin embargo, cuando se trataba de cierto chico de segundo grado, se podía decir que "era otro".

-Shishido-san, ¿me puede explicar otra vez el ejercicio? No entendí muy bien a lo que se refería... –murmuró Chotarou algo perdido al ver que su pareja de dobles no lograba concentrarse del todo.

-¿Qué dijiste? –masculló algo rojo el mayor, mirando hacia otro lado.

-N-nada –susurró Chotarou al saber perdido a su senpai.

Habrá que tratar de resolver a tarea solo. No sabía realmente por qué le había pedido ayuda a Shishido, sabía que matemáticas no era su mejor curso y aún así lo hizo. Tal vez era porque prefería que fuese él a que fuese alguien como Mukahi, quien le gritaría por no entender, o Jiroh, quien estaría ausente en el mundo de los sueños toda la tarde. Aunque ahora que miraba a Shishido, este tampoco estaba muy presente en esos momentos…

-Shishido-san –dijo finalmente, inseguro-. Si tiene algo importante que hacer no es necesario que se quede…

-¿Qué cosa?

-Nada.

Shishido se echó para atrás en la silla, estirándose y Chotarou lo observó calmadamente. No era que le desesperase, para eso tenía demasiada paciencia. Shishido se reacomodó, murmurando algo sobre el teorema de Pitágoras y tratando de explicárselo a su compañero, quien solo lo miraba, sabiendo que, aunque le prestase atención a sus palabras, no entendería. Y así, lentamente, se pasó la tarde y al final la tarea nunca fue terminada. Suerte que al día siguiente era sábado.