Yuzuki.

Tomarla era una de las cosas más fascinantes que jamás pensó poder vivir. Si le preguntaran, seguramente diría algo ambiguo, pero real: Tenerla era como una conocida nueva sensación.

Se la sabía entera. Completa. Desde las cosquilludas puntas de los dedos gordos de su pies hasta el punto en su nuca que le hacía tiritar como si se viniera ¡Y vaya que sabía cómo vibraba cuando el éxtasis la dominaba!

Guiado, siguiendo cada una de sus palabras la había hecho temblar con espasmos que lo sacudían a él cuando la tomaba en brazos, porque, romántico como era, no podía dejar escapar cada oportunidad de estrecharla cuando veía el mohín de la pasión deformando sus facciones.

Ese guiño que le avisaba que el final estaba cerca. El gruñido que entrecortaba los llamados apurados pronunciando veloces y mutilados "Waka" mientras le cabalgaba, o cuando la penetraba tomándola de las caderas con la cara contra la almohada al ritmo que ella pedía, incluso cuando su lengua paseaba presta, besando los labios entre sus piernas.

Waka, Waka, Waka y el rezongo que escapaba con furia antes de temblar como si la vida se le fuera en ello. Y a él con ella.

La conocía toda. Y ella a él.

Porque sin necesidad de mediar palabra ella le lamía como él quería. Le succionaba con la presión exacta para hacerle vomitar visceral toda su moral y dejarse volver loco. Sabía donde tocar y cómo para que él dejara de ser él y convertirse en la bestia que realmente era. Pasional y reacio semental que gustaba del sonido de sus caderas chocar con las de ella, susurrando su nombre como un mantra sacro que le retuviera. Con el Yuzuki en la lengua para que supiera que sólo pensaba en ella y la desnudez tan encantadora que le perforaba la mente en sueño y vela.

Yuzuki repitiéndose una y otra vez para acallar el húmedo choque de pieles. Yuzuki mientras brusco le abría las piernas para penetrar en ellas. Yuzuki atragantado entre los botones erguidos en sus senos del color del café con leche. Yuzuki para mezclarse con el Waka atrapados en los besos.

Yuzuki, largo y dividido en silabas temblorosas mientras eyacula dentro en su interior. Yuzuki, débil y pequeño igual a como se siente cuando recupera el aliento y le vence el sueño.

Y por supuesto, ese Yuzuki corto que murmura susurrante entre sus pechos, lamiendo cual cachorro siempre su pezón izquierdo, porque tiene un lunar chistoso al que le ha tomado cariño. Yuzuki con los brazos de su Lorelei rodeando su cuello mientras le tararea algún arrullo.

Poseerla es algo que ya conoce de memoria, y aún así no deja de ser diferente cada vez.


Creo que simplemente no podía irme a dormir sin algo de mi mente. Hecho en diez minutos como ejercicio.

Versión 2.0 porque escribí mal "Yuzuki" y me di cuenta apenas.

.Misao Kirimachi Surasai.