13/Junio/2008: Hola a todos!!

Hoy empezamos con un nuevo Fic, que la verdad estoy escribiendo con mucha ilusión porque es un poco diferente de todo lo que había escrito hast ahora. La inspiración me llegó viendo la película de Amanda Bynes "What a girl wants".

Espero que os guste tanto o más como los otros fic que he escrito. Vuestro apoyo ha sido decisivo para que siguiera actualizando cuando las cosas no se ponían muy bien.

Ya sabéis todo eso de que los personajes, lugares y compañía no me pertenecen, sino que son propiedad de WB y JK Rowling.

Un beso a todos y allá vamos...


LO QUE UNA CHICA DESEA

By: Rachel

CAPÍTULO 1: DIECISIETE AÑOS ATRÁS. EL PRINCIPIO DE TODO

La muerte de Voldemort aportó a nuestras vidas una tranquilidad que ni en nuestras fantasías más locas podríamos haber imaginado. Hubo muchas bajas en ambos bandos, pero la vida continuó para los que nos quedamos. Los Weasley continuaron adelante siendo una familia más unida de lo que lo había sido en los últimos tiempos. La muerte de Fred, el recuperar a Percy y la llegada de Victoire habían sido los catalizadores de la nueva relación de los Weasley. Mis padres volvieron de Australia. Mamá se enfadó mucho conmigo por lo que les había hecho, pero acabó comprendiendo que hubieran podido ser un estorbo para nuestra seguridad. Harry volvió a salir con Ginny y yo comencé una relación con Ronald. Tras acabar nuestros estudios en Hogwarts todos tomamos caminos diferentes. Ronald entró a trabajar en "Sortilegios Weasley" junto a su hermano George. Ron en seguida comenzó a llevar los aspectos administrativos y de gestión del negocio para que así George se dedicase al cien por cien a la creación de nuevos productos. Yo había comenzado mi anadadura profesional en el departamento para la regulación y Control de Criaturas Mágicas. Guardaba muy buenos recuerdos de mi estancia allí, sobre todo porque conseguí sacar adelante la ley de regulación del trato a elfos domésticos y los de su tipo. Después había pedido el traslado al Departamento de Aplicación de la Ley Mágica donde trabajaba a fondo para erradicar las leyes opresoras contra los sangre sucia y a favor de los sangre limpia. Ginny era la buscadora titular de las Arpías de Hollyhead y había sido elegida tres años seguidos mejor buscadora de la liga de Quidditch por la revista especializada "snidget". Además también estaba en la selección inglesa. Contaba con un grandísimo número de admiradores. Y Harry trabajaba en el departamento de Aurores. Era el auror más prometedor del departamento y todos sabían que llegaría hasta los escalafones más altos, a su debido tiempo.

Todo empezó a cambiar cuando decidí que iba siendo hora de independizarme. Ron vivía con George en el apartamento que había encima de la tienda de "Sortilegios Weasley" en el callejón Diagón. Me propuso que me fuera con ellos, pero la casa era pequeña, incluso para Ron y George, como para ir a meterme allí. Ginny continuaba viviendo en "La Madriguera" pero a ella no le interesaba en absoluto independizarse debido a los continuos viajes que hacía por el Quidditch. Harry por su parte vivía solo en un apartamento en el Callejón Diagón. No es que fuese una casa enorme pero estaba bien, cabíamos perfectamente los dos. Me propuso irme a vivir con él y compartir gastos. Quería comenzar a arreglar la casa de sus padres en Godric's Hollow y todo lo que pudiera ahorrar era necesario. A mi me pareció bien ya que arrendar un apartamento para mi sola era llevarme al límite de mis posibilidades económicas. Pero no se qué fue, si la convivencia, el estar juntos todo el día, las ausencias de Ginny y Ron… o qué fue pero de repente me vi buscando su compañía, su contacto, sus consejos continuamente. Y empecé a notar que Ron me exasperaba. Me enfadaba con él por todo, sus bromas ya no me hacían gracia, me aburría mortalmente con él… así que tomé la decisión más correcta, cortar por lo sano. A veces es necesario cortar por donde más duele para evitar daños mayores. No fue fácil sobre todo por su repentino ataque de celos. Intentaba buscar la razón por la que yo ya no estaba enamorada de él. Al único que permitía acercarseme era a Harry. Por que de aquella Harry seguía con Ginny. A mi me partía el alma saber que estaban juntos. Me dolía de forma inpensable verlos besarse, incluso les había oído (accidentalmente por supuesto) hacer el amor y eso me estaba matando. Ginny era una chica muy fogosa, apasionada y cariñosa. Un día estábamos en casa, yo estaba trabajando en mi ordenador portátil y Harry ojeaba una revista de Quidditch. Ginny llegó de viaje, y entró en casa porque tenía un juego de llaves. Se lanzó sobre Harry, subiéndose a horcajadas sobre él.

- Ginny… quieta… no estamos solos- dijo Harry en los momentos en que lograba liberarse de los labios de Ginny.

- Herms es como de la familia- dijo ella.

Yo, muerta de celos me fui de casa a dar una vuelta. Fui a cenar a casa de mis padres y cuando volví a casa Harry estaba solo.

- Disculpa a Gin- dijo él.

- No importa- dije con una sonrisa, intentando no evidenciar la realidad- entiendo que os veis muy poco…

Cierto día me dijeron que tenía que ir a un congreso mágico en Madrid a presentar la ley sobre los elfos domésticos. Yo acepté encantada. En principio iba a ser una semana el congreso en la que iba a asistir a las diferentes ponencias, pero acabaron siendo casi tres semanas. Durante esas tres semanas, de forma deliberada, no me puse en contacto con Harry. Necesitaba pensar, aclarar mis ideas y él solamente hacía que confundirme. Cuando volví a Londres tenía dos cosas muy claras en la cabeza. Estaba enamorada de Harry, finalmente lo había admitido. La segunda cosa era que tenía que olvidarme de él. Él estaba enamorado de Ginny, era un amor sin futuro. Había decidido que lo mejor para olvidar a Harry era poner distancia entre los dos. Me buscaría otra casa, un apartamento para mi sola, y no se lo diría hasta el último momento. Al llegar a casa me encontré sola. Lo agradeci. Caminé por el pasillo hasta mi habitación donde dejé la maleta. Ya tendría tiempo de deshacerla después. Me miré unos segundos en el espejo. Había salido del Ministerio de Magia Español directa al aeropuerto de Barajas para coger el vuelo que me trajo de vuelta. Así que iba peinada con el recogido de rigor, el traje de falda y chaqueta de color marrón con la camisa blanca y los zapatos de tacón. Me deshice de mi ropa dejándola colgada en el armario. Me desaté el pelo. Iba a salir de mi habitación cuando me di cuenta de que encima de mi cama había una rosa con una tarjeta al lado que ponía "Bienvenida a casa. Harry". No pude evitar que una sonrisa tonta se dibujase en mi cara. Después me recordé a mi misma que debía ser un acto de cortesía. Fui hacia el baño y comencé a prepararlo. Llené la bañera, eché bolitas de aceite, sales minerales perfumadas y espuma. Puse unas cuantas velas y música relajante. Apagué la luz. El baño estaba solamente iluminado por la débil luz de las velas. Me deshice de la poca ropa que me restaba y me metí en la bañera. Coloqué mi cabeza sobre el cojín y cerré los ojos dejándome envolver por la calidez del agua, refugiándome en la espuma. Estaba quedándome dormida cuando oí unas llaves en la puerta.

- Herms… ¿Llegaste?- dijo Harry en voz alta.

- Síii… estoy en el baño.

Harry dejó sus cosas en el salón y fue en dirección hacia el baño. Se quedó unos segundos inmóvil. Había dejado la puerta abierta y allí estaba yo metida en la bañera, desnuda, con los pies apoyados en el borde de la bañera y los ojos cerrados en gesto pacífico.

- Oh… Herms… lo siento- dijo Harry dándose la vuelta.

- No importa.

- ¿Qué tal el viaje?

- Largo.

- No se por qué te empeñas en viajar en esos cacharros muggles pudiendo hacerlo de forma mágica. ¿Qué tal el congreso? Debiste estar muy ocupada por que ni una sola llamada… nada…

- Pues la verdad es que sí, estuve ocupada. ¿Qué tal Ginny? ¿Nerviosa por el partido de mañana?- Al día siguiente la selección de Quidditch inglesa jugaba contra Irlanda.

- No se.

- ¿Cómo que no sabes? Es tu novia… deberías saberlo.

- No, no es más mi novia. Rompimos hace dos semanas.

- Lo siento mucho Harry- dije intentando esconder la secreta alegría que me recorría las venas.

- No lo hagas. Las cosas entre Ginny y yo no marchaban bien desde hace tiepo.

- Ya, sus continuos viajes…- dije.

- Eso y que me enamoré de otra chica. Claro a ella no se lo dije, no quiero hacerla sufrir más de la cuenta.

- Eso es muy noble por tu parte. ¿Y quién es la afortunada? ¿La conozco?. ¿Sabe o sospecha algo?

- Hermione, es mejor que acabes de bañarte y hablemos.

El tono en que lo dijo, la forma de decirlo hizo que un escalofrío me recorriese el cuerpo. Salió por la puerta cerrándola a su paso. Pero aquel escalofrío era de los que no presagiaban nada bueno. Me puse en pie, me lavé el pelo, me aclaré el cuerpo y recogí todo. Me envolví en mi albornoz y enrosqué mi pelo en una toalla. Pasé por mi habitación para ponerme unas braguitas y las pantuflas y fui hacia el salón. Harry caminaba nervioso de un lado a otro. Me lo imaginaba diciéndome que sabía que estaba enamorada de él y que no quería lastimarme, etc… Me senté en el sofá cruzando los brazos sobre el pecho y cruzando las piernas con el albornoz convenientemente cerrado.

- Yo… hace un tiempo que vengo sintiendo cosas por alguien que es muy especial para mi… jamás pensé que me enamoraría de ella… pero es así… y no se puede luchar.

- Lo entiendo, Harry… a mi no tienes que darme explicaciones de lo que haces con tu vida. Seguiré siento tu amiga quieras a quien quieras.

- ¿Y si la persona que quiero eres tú?- dijo de repente.

Fue un poco brusco quizás, pero cuando alzó su mirada para clavarse en la mía me partió el alma en dos. Durante unos segundos pensé que esa mirada no tendría mucho que envidiarle a las miradas que el pequeño Harry había tenido a merced de los Dursley. Y eso me llenaba de pena. Estaba triste, avergonzado, temeroso… pero a la vez había una pizca de ilusión en su mirada.

- En ese caso no podría seguir siendo tu amiga, por que querría ser mucho más.

Harry me miró sorprendido, con sus maravillosos ojos verdes abiertos como platos.

- Eso quiere decir…- dijo lentamente.

- Eso quiere decir que estoy enamorada de ti Harry- dije poniéndome en pie- Que dejé a Ron por ti y que me volvía loca cada vez que sabía que estabas con Ginny de la forma que a mi me gustaría estar contigo.

Finalmente estuve lo suficientemente cerca de Harry como para que él me cogiera de la cintura y me pegase a su cuerpo. Me miró y sonrió divertido. Yo, completamente colorada me quité la toalla de la cabeza. Mi larga melena castaña y rizada cayó libre sobre mi espalda. Harry me agarró por el cuello, acariciando con sus pulgares mis mejillas. Nos miramos a los ojos intensamente durante unos segundos antes de fundirnos en nuestro primer beso. Sus labios se unieron a los mios, eran suaves pero a la vez musculosos, como me los había imaginado. Él me abrazó con fuerza, apretándome contra él. Poco a poco fuimos acercándonos hacia el sofá, descubriendo nuevos besos, la textura de su lengua y el tacto eléctrico de sus manos sobre mi cuerpo. La chaqueta de su uniforme de auror estaba tirada en el suelo y la camisa blanca estaba casi desabrochada completamente cuando se levantó y me cogió en brazos para llevarme a su dormitorio. Había soñado tantas veces con ese momento que había perdido la cuenta. Soñaba que me hacís suya de mil maneras posibles, pero la realidad siempre es mejor que la ficcion. Era tan delicado, tan dulce, tan considerado, tan cauto como no podía imaginar ni en sueños. Era tan él… Me depositó suavemente sobre su cama y él se tumbó sobre mi, sin apoyar todo el peso de su cuerpo sobre el mío. La camisa del uniforme de Harry cayó al suelo. Una oleada de intenso calor me recorrió el cuerpo haciendo que se concentrara en mi vientre. Vi su torso desnudo, los músculos endurecidos por el deporte marcándose por debajo de su piel, sus pectorales, sus abdominales… Solamente tenía un pequeño círculo de vello sobre el esternón y una fina línea que se perdía en sus pantalones. Me estremecí de pies a cabeza cuando noté que me desataba el albornoz. Temblando de impaciencia vi cómo lo abría poco a poco descubriendo mi cuerpo y mirándome con esa mirada llena de lujuria y deseo que me derretía más que nunca. Sus dedos se enredaron en mi cuello mientras que yo intentaba desabrocharle el pantalón. Finalmente pude deshacerme del molesto pantalón del uniforme. Harry se tumbó a mi lado, pasando sus dedos acariciando mi torso evitando deliberadamente el contacto con mis senos. Era una caricia deliciosa pero desquiciante. Cuando por fin tomó por asalto uno de mis pechos creí que nunca había sentido tanto placer como en ese momento. Las sensaciones que Harry me provocaba eran avasallantes, nunca me había sentido así. Ron jamás me había hecho sentir así. Con una minúscula caricia era capaz de hacer que me estremeciese de pies a cabeza. Cuando hubo explorado cada centímetro de mi torso con una suavidad exquisita se deshizo de la última prenda que me quedaba, mis braguitas. Nos miramos a los ojos y supe que había llegado el momento. Se deshizo de sus boxer y se colocó encima de mi. No pude evitar dejar escapar un gemido ahogado a caballo entre la excitación y la sorpresa al sentir su enhiesta virilidad colarse entre mis piernas. Tras lo que me parecieron siglos traspasó el límite de mi intimidad. Su cuerpo sudoroso moviendose sobre el mío. Su miembro saliendo y entrando de mi de forma rápida y excitante. La mirada casi felina de sus ojos sobre los mios. Una corriente eléctrica me recorrió todo el cuerpo haciendo que mi vientre se contrajera de forma intensa y salvaje. Le sentí derramar su semilla dentro de mi cuerpo. Cerré los ojos unos segundos y cuando volví a abrirlos ahí estaba él sobre mi, todavía dentro de mi, pero mirándome de una forma totalmente diferente. Su frente estaba perlada de sudor con algunos mechones de su pelo negro pegados y en sus ojos tanto amor, tanto cariño, tanta comprensión… que me desarmaba por dentro.

Hacía casi cuatro meses desde la primera vez que Harry y yo estuvimos juntos. Muchas cosas habían cambiado en nuestra pequeña casa. Ahora Harry y yo dormíamos juntos en su habitación. Su cama ya no era más su cama, era nuestra cama. En el armario estaba mezclada la ropa de los dos. La que anteriormente era mi habitación había pasado a ser la biblioteca, cargada de libros, una mesa y el ordenador que yo utilizaba y que Harry estaba aprendiendo a usar. De puertas para afuera éramos los mismos amigos de siempre que compartían piso. De puertas para adentro no podíamos controlar la pasión que estallaba entre los dos cada vez que nos veíamos. Había llegado a casa, me había dado una ducha y estaba en la cocina en camisón preparando ya la cena. La impaciencia latía en mi vientre esperando su llegada. Cuando oí la llave en la cerradura creí que las piernas me fallaban. Salí de la cocina limpiándome en el delantal dispuesta a lanzarme a sus brazos. Pero me quedé de piedra al ver su gesto. Tenía los ojos rojos e hinchados y la cara desencajada por el dolor.

- ¿Qué ha pasado Harry?- dije acortando la distancia para abrazarle pero esta vez con otras intenciones.

- Minerva… ha… muerto- decía Harry mientras que sollozaba sobre mi hombro.

Le abracé más fuerte. Para mi también era un duro golpe pero Harry estaba más unido a ella desde que había abandonado Hogwarts. Le hice llegar a nuestra habitación y que se desnudase mientras le preparaba un baño de espuma y después le obligué a bañarse mientras que yo acababa de preparar la cena. Una vez en la cocina me permití dejar que las lágrimas salieran de mis ojos. No sabía lo que me dolía más, si ver a Harry así o la muerte de Minerva.

El entierro se celebró en Hogwarts ya que era la directora en funciones en el momento de su fallecimiento. Su muerte había sido por causas naturales. Ya era una mujer mayor y padecía problemas de corazón, claro que ninguno de sus seres queridos lo sabía. Tenía una desagradable sensación de haber vivido antes lo que estaba viviendo. El funeral de Dumbledore, la guerra, los horrocruxes… todo eso volvió a mi haciendome estremecerme. Pero ahora eran otros tiempos, tiempos de paz y prosperidad en el mundo mágico. Era un día de sol radiante que parecía burlarse de todos los que estábamos congregados en el jardín de Hogwarts. Todos y cada uno de los cargos importantes del Ministerio de Magia estaban allí. Lo que quedaba de lo que había sido una vez la Orden del Fénix también estaban allí. Los profesores de Hogwarts, los prefectos y Premios Anuales de las cuatro casas… Desde luego no se podía decir que Minerva fuera a emprender sola el último viaje que haría. Como había sido en el funeral de Dumbledore, había cientos de sillas colocadas en hileras a los lados de un pasillo central y encaradas hacia una mesa de mármol. Vimos a Ginny y a Ron un poco más allá con los Weasley. George fue el único que se acercó a saludar.

- Hola chicos- dijo él- Lo siento Harry.

Los dos jóvenes se abrazaron. Después del abrazo Harry volvió a mi lado y me rodeó con un brazo. George nos miró con entendimiento y sonrió. Así era como debía ser. Ginny nos miraba con actitud adusta desde donde estaba, pero sin perder detalle. El funeral fue exactamente igual al de Dumbledore y eso hizo que aquellos recuerdos se removieran en nuestras mentes. Una vez finalizado, una vez Minerva descansaba en su sepulcro todo el mundo empezó a levantarse.

- ¿Te hace un paseo por el lago?- le dije a Harry pensando en que quizás eso consiguiera despejarle un poco.

- Ve tú… yo… yo volveré a casa.

Asentí con la cabeza. En realidad que me apetecía pasear por el lago. Me recogí el pelo con un prendedor y salí del castillo. Me aproximé al lago negro y me acerqué a la orilla. Me quité los zapatos y dejé que el agua mojase mis pies. Después de haber estado todo el tiempo al sol lo agradecía. Pronto oí pasos detrás de mi. Me giré pensando que quizás fuese Harry que había cambiado de opinión. Pero en contra allí estaba Ginny con gesto de ofendida.

- ¿Desde cuando te tiras a mi novio?- dijo Ginny.

- ¿Qué?- contesté indignada.

- No me digas que no, maldita asquerosa… yo pensaba que eras mi amiga… te faltó tiempo para meterte en su cama. ¿Acaso estabas tan desesperada? ¿Acaso nadie te quería echar un polvo?

Y entonces ocurrió. La golpeé. Le di una bofetada y ella me miró sorprendida a la vez que un par de lágrimas empezaban a rodar por sus rojas mejillas.

- Entiendo que estés dolida. Entiendo que te cueste asimilarlo, pero Harry y yo estamos enamorados. Enamorados de verdad. Cuando madures te darás cuenta de que Harry es un hombre que toma sus propias decisiones y va más allá de si es tuyo o mio. Harry no es una propiedad.

Cogí mis zapatos y me fui de allí rápidamente. En cierta forma avergonzada por haber golpeado a la que era mi mejor amiga.

Dice una vieja canción que después de un día triste, nace otro feliz. La muerte de Minerva nos dejó devastados. Pero Harry era el que estaba sufriendo más su ausencia. Cuando por trabajo tenía que utilizar la biblioteca de Hogwarts volvía con el alma en los pies. El profesor Flitwick se encargó de la dirección del colegio mientras que se designaba a un sustituto definitivo. Hacía dos meses que Minerva había muerto y Harry no era el mismo. Yo pensaba que pronto se le pasaría, que era normal que estuviera triste. Pero empezaba a preocuparme seriamente. Estaba casi siempre absorto en su propio mundo y cuando hacíamos el amor era como si hiciese algo tedioso que sabía que tenía que hacer. Por eso cuando empecé a notar que mi magia se descontrolaba, que no era capaz de hacer a derechas el más mínimo hechizo una esperanza secreta empezó a nacer dentro de mi. Por esa razón y por otros síntomas como mareos, vómitos, sensación de hinchazón y sobre todo porque no me bajaba la regla me decidí a acudir a mi madre para que me acompañase al ginecólogo.

- ¿Y cómo no vas a uno de esos médicos vuestros?- dijo mamá mientras que estábamos en la sala de espera el día que me daban los resultados.

- Sanadores, mamá, se llaman sanadores. No quiero que nadie se entere. No al menos hasta que se lo diga a Harry.

- ¿Crees que le hará ilusión?

- Eso espero. Y sobre todo espero que supere de una vez la muerte de Minerva… no sabes cómo está…

- Hermione Granger- dijo la enfermera saliendo por la puerta de la consulta.

Mamá y yo nos pusimos en pie. Entramos juntas. La doctora Barlow me miró con una amplia sonrisa. Ella era la ginecóloga de mi madre.

- Tengo los resultados aquí mismo- dijo cogiendo un sobre de color sepia- recién saliditos de laboratorio…. A ver… Enhorabuena, Hermione, estás embarazada de seis semanas.

Mamá me abrazó encantada y después dejé que la doctora me diera las recomendaciones necesarias y me dijera cuándo tenía que volver a hacerme una revisión.

- Y ya sabes cualquier cosa que notes, que no te parezca normal, aquí tienes mi número. Llámame sin problemas.

Eileen Barlow era la hija de una vieja amiga de mi madre, por eso mamá acudía a su consulta y me había llevado a mi. Y por eso nos había tratado tan bien. Salimos de la clínica y comenzamos a caminar. Entramos en una tienda de bebés por insistencia de mamá. Ella se empeñó en comprarle a mi bebé la primera cosa. Un osito de peluche de color blanco precioso. Justo al salir me encontré de bruces con Ginny.

- Hola- dijo ella avergonzada.

- Hola…- contesté.

- ¿Qué hacías en una tienda de bebes?- preguntó.

- Comprar un regalo. Es para una prima que está embarazada.

- Oh- dijo ella- oye… que siento lo del otro día. Me puse furiosa. Pero supongo que nadie es capaz de controlar estas cosas.

- Gracias, Ginny, me alegra que lo entiendas.

Mamá se despidió de mi y Ginny y yo fuimos a tomar un café. Yo tomé un refresco. Después me despedí de ella para volver pronto a casa.

La cena estaba preparada, el pescado en el horno, la ensalada lista, había comprado un trozo de la tarta favorita de Harry. Y yo estaba allí en la habitación mirándome en el espejo. Llevaba un par de días intentando decirle que estaba embarazada pero nunca encontraba el momento adecuado. Harry siempre se me escapaba. Aquella noche había decidido preparar una cena romántica para dos y decírselo. Había tardado bastante en arreglarme, había tardado en decidirme qué ponerme y cómo peinarme. Me había recogido el pelo en un moño, me había puesto un vestido de color rosa, largo hasta los pies con sandalias a juego. Volví a la cocina para cerciorarme de que el pescado no se hacía demasiado cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar. Vi que era Harry.

- Dime mi amor- contesté.

- Oye, Herms, que no voy a ir a cenar… tengo aquí mucho trabajo…

- Está bien, tranquilo.

Decepcionada, colgué. Guardé todo en la nevera. Volví a mi habitación para ponerme el pijama. Cogí un vaso de leche gigante y la tarta. Me lo comí todo sentada en el sofá mientras que veía la televisión.

Mientras que hacía mi maleta sentía que me desgarraba. Pero sabía que era lo mejor, lo sentía. Intuía que Harry se había cansado de mi por alguna razón. Y el miedo no me dejaba vivir. No podía ni siquiera salir a la calle sin mirar a todos lados. Me sentía indefensa sin poder hacer un hechizo decente porque el bebé descontrolaba mi magia. Así que decidí que lo mejor sería irme, cortar por lo sano. El desencadentante de aquella terrible decisión era una nota que había recibido. Nadie a parte de mi madre y la ginecóloga sabía nada sobre mi embarazo. No se me notaba todavía, así que aparentemente seguía siendo la misma de siempre. Recibí una carta a mi nombre. Era una nota escueta pero no reconocía la letra. Solamente decía que cuidara bien del bastardo que crecía en mis entrañas, pero consiguió aterrorizarme lo suficiente como para huir. Cerré la maleta. Recogí mis últimas cosas y salí de casa. Me fui de allí como si nunca hubiera estado.