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Disclaimer: Sailor Moon y sus personajes son propiedad de la gran Naoko Takeuchi-sama, pero todo el contenido de la historia es mía, así como los personajes OC que aparecen en ella.
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El amor es…
por
Kay CherryBlossom
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El amor.
¿Cómo definirías ésa palabra?
Infinidad de artistas se han dedicado a hablar sobre él, a escribir sobre él, a hacer arte por él. Nosotros, como mortales cualquiera, no lo vemos como una obra de arte, y sin embargo, somos capaces de llevar cuanto sea posible, siempre hasta el límite, con tal de alcanzarlo.
Puedes hacer muchos intentos para explicarla, para profundizar. Lo primero que te van a decir cuando le preguntes a alguien es que se trata de un sentimiento. Uno bueno. O uno malo, depende del caso. Pero ¿realmente se siente? ¿o está complementado con más cosas, más actitudes? Es decir, no puede ser solo mero impulso que dejes de querer a alguien, y comenzar a querer a alguien más. No es impulso sentir cosas que no se deberían de sentir, o no es algo manipulable o poco manejable a conciencia. ¿O sí, o no?
Canciones, pensamientos, abrazos, besos, pasión, dolor, confianza. Todo lo hemos depositado en ésa personita que, por accidente o por intención, nos topamos un buen día.
¿Y qué haces cuándo lo tienes?
Cuando una persona nos abre su corazón, dejamos de verla como era. Cambiamos, pensamos, actuamos distinto. Entonces, para bien o para mal, no sólo sentimos, también crecemos, evolucionamos a raíz de ése sentimiento. Los sentimientos te llevan a hacer muchas locuras, algunas de las que puedes dudar, o te puedes arrpentir. Te lleva por caminos oscuros como la mentira, el engaño o la traición. Y también te ilumina de esperanza, de amistad, de valor. Hay un sin fin de conceptos que van de la mano con el amor, y créeme, no todos son buenos, ni todo es lo que nos cuentan de niños. Cuando creces, toda tu vida muta en una historia que sólo tú puedes escribir, pero muchas veces también te ves arrastrado por otros.
Existen presiones sociales, no todo es el encuentro de película. No siempre los mejores amigos terminan siendo los mejores. No siempre amas a una persona que te corresponda ni tampoco siempre tendrás a alguien. Puedes estar sola, si así lo decides.
Toda decisión tiene consecuencias. También los sentimientos, y así el amor, es la esencia más compleja del universo. Todos y cada uno averiguaremos en qué camino posarnos, hacia dónde ir o no ir. Con miedos, con decepciones... con grandes experiencias. No importa hacia dónde vayamos, porque lo importante nunca va a ser el destino, sino el viaje recorrido.
¿Estás listo?
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Es soledad
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¡Buenos días a todos en Jubban! Ésta mañana soleada nos llenará de alegría por todo el día, se los puedo asegurar. Por eso, levántense con ánimo, porque no duden que les espera un día demasiado excitante. Hoy estaremos obsequiando los boletos del tan esperado concierto de Bubble Strak. ¡Ajá! ¿Quieren verlos? Sigan la frecuencia, y ahora vamos a comenzar con una canción…
Una cabellera dorada -y bastante despeinada- se asomó entre media decena de almohadones blancos y rosados. Extendió el para bajar el volumen del radio, y poder adormilarse de nuevo. Una gatita negra bostezó del otro lado de la cama, y la chica permaneció inmóvil, como si esperara que mejor el tiempo se detuviera, antes de que ella tuviese que levantarse para vivir otro día de colegio. Así pasaron unos diez minutos, hasta que la espera fue inevitable. Se levantó con malas pulgas, y sin prisa alguna, se alistó. Peino su larguísimo pelo, se lavó la cara, ordenó sus libros, cogió un par de dulces de por ahí antes de echarlos a la mochila.
Revisó su móvil, sólo por costumbre.
Bandeja de entrada: Cero mensajes nuevos.
Torciendo el gesto, ni siquiera tenía caso lamentarse, menos llorar. Muchos días habían pasado desde las últimas noticias, pero prefería reservarse el importunar. Pese que estaba algo preocupada.
─¿Serena?
Ella se giró hasta encontrar los ojos carmines de su gata guardiana, que tenía el cuello estirado hacia su dirección.
—Buen día, Luna —sonrió un poquito.
─Te levantaste muy temprano —observó —. ¿Estás enferma?
─Para nada, sólo que no le hallé sentido a seguir durmiendo.
Luna parpadeó.
─De veras que andas extraña ─ bostezó Luna ─. Quién te viera hace un tiempo, tenía que jalar ésas largas coletas para que te movieras siquiera.
Serena no contestó. Tomó sus cosas y se despidió de Luna.
─Nos vemos en la cena.
Luna frunció el ceño en cuanto ella salió por la puerta. Era evidente que ésa niña no estaba bien. Aunque se le veía más madura, dedicaba más tiempo a sus tareas y no olvidaba sacar la basura cada tarde ni lavar los platos en la cena. Tampoco se quedaba dormida...
Pero todos ésos cambios no eran precisamente decisión de la princesa. Había empezado a esmerarse en el estudio porque Amy estaba tan ocupada éste año, preparando su examen para la beca a la universidad de medicina, que dejó de poder asistirla con los deberes. Tras muchos tropezones tuvo que intentar hacerla. Y funcionó.
No olvidaba sacar la basura porque ya no se quedaba en los videojuegos con Mina por las tardes, y no pasaba lavar los platos porque ya no hablaba al teléfono con Rei, ni iba a casa de Lita...
También le preocupaba que estuviera viendo ése condenado aparato todo el tiempo. Buscaba con sus ojos ansiosos una llamada, un mensaje de Darien. Para mala suerte de las dos, rara vez ocurría algo así. Y cuando ocurría, eran llamadas concisas e impersonales, que no ilusionaban a la chica, pero al menos era suficiente para aplacar la solitaria vida que ahora llevaba.
Y así, Serena Tsukino llegó a clases ésa mañana de primero de septiembre. En poco tiempo terminaría el bachillerato, y con diecisiete años cumplidos, no había cambiado mucho su apariencia. Vestía el mismo uniforme, portaba el mismo peinado, pero muy en su interior se sentía diferente. Muy diferente.
Llegó a tiempo como casi siempre hacía últimamente, porque Mina ya no pasaba por ella a su casa en las mañanas, así que si pretendía aprobar el año debería ingeniárselas como podía. Encontró que el acostarse temprano ayudaba bastante, y claro, es que ya no tenía en qué perder el tiempo por las tardes, ni con quién perderlo...
Como tenía hambre, le dio una mordida a su emparedado mal empaquetado. Ah, es que Lita ya no le convidaba de su almuerzo, así que todos los días llevaba los mismos emparedados de mermelada y crema de maní. No eran las delicias de ella, pero algo tendría que comer.
Y claro, se están preguntando por qué Amy ya no ayudaba con las dudas académicas, porque Mina no la acompañaba o por qué no había almuerzos compartidos de Lita. Simple: todas dejaron de hacerlo.
¿La razón supuesta? El tiempo.
¿La razón que pensaba Serena? Falta de interés.
En ella... en su amistad, o lo que fuera.
─¡Buenos días!
Una voz pícara y jovial cantó a sus espaldas, dejando al descubierto a Mina, que venía llegando a zancadas y apurada como siempre.
—Buen día, Mina —sonrió Serena desde su asiento —. ¿Cómo estás?
—¿Cómo me veo? —refunfuñó ella, alistándose el pelo con un espejo.
—Ahora mismo, algo atareada.
—¡Exactamente! —chilló, aunque se le veía eufórica. Se acercó hasta apoyarse en el pupitre de Serena, y comenzó a soltar su habitual perorata —. Déjame contarte, no me vas a creer. ¡No lo vas a creer!
—¿Te quedaste en la audición? —preguntó calmada.
A Mina se le iluminó el rostro.
—¡Sí, yeah, oui, hai! —exclamó victoriosa —. No sé en cuántos idiomas más puedo decirlo.
—Pues te sabes bastantes...
—Pero por poquito y no paso, eh —aclaró haciéndose la seria —. Me hicieron cantar una nota muy difícil, algo que no creí alcanzar. ¡Pero no, salió espectacular! ¡Soy espectacular!
Y se echó a reír escandalosamente.
—Y humilde, muy humilde —Lita llegó hasta su puesto, con su habitual humor maduro y afable. Había escuchado la plática de las dos.
—Ay, Lita —se afligió Mina falsamente —. Me llamas egocéntrica en vez de alegrarte por mí.
—En realidad sólo estoy fastidiándote —aceptó, pellizcando una de sus mejillas —. ¿Qué tal, Serena?
—Esto... hola, Lita.
Serena iba a proponer hablarles de algo, pero fue interrumpida por la llegada del profesor. Aquél lunes como cualquier otro, pasó de forma lenta y monótona. Primero lengua, luego historia. Tras la clase de plástica siguió el almuerzo. Ella ya se había acabado con el suyo, pero igual acompañó con un jugo al resto de las chicas en el patio trasero, lugar donde se sentaban a comer a veces. Platicaban, aunque de temas que a ella no lo concernían. Ella no decía mucho, porque no tenía nada interesante qué decir. Se dedicaba a escuchar cómo las demás hablaban sobre sí mismas y sus respectivas vidas:
—Entonces... cuando pensé que iba a tropezar me puse muy derecha. Luego, el director me señaló a mí. ¡A mí! ¡Fue lo más increíble que he sentido! ¡Ya casi me siento una estrella!
Mina les volvió a contar los resultados de su audición. Fue Lita quién, tras felicitarla, le dijo:
—No desbanques a Bubble Strack tan pronto...
Serena reaccionó, porque acababa de acordarse de lo de la radio de ésta mañana.
—Estaba pensando...
—¡Voy a estar tan ocupada éste fin de semana! —interrumpió Mina, subiendo la voz —. No voy a tener ni tiempo de comer. Eso está bien, porque una estrella debe conservar un cuerpo muy delgado...
—No lo conserves demasiado —le aconsejó Amy con severidad.
Serena agachó la cabeza. Mina no podría ir con ella.
─Amy… ─comenzó con un nuevo intento.
Pero ésta vez, el sonido de su móvil les interrumpió.
─¡Perdón, pero debo contestar! ─se disculpó Amy tímidamente ─. ¿Hola? Sí, es Mizuno. ¿Cómo…? ¿En serio? Cielos… ¡Sí, sí! Por supuesto que puedo el sábado, me interesa mucho el diplomado. Ningún problema, anoto ya la hora de la cita. ¡Gracias!
Mientras colgaba con una sonrisa, Serena apretó los puños. Amy estaba descartada también.
Sólo quedaba Lita.
No tuvo que esperar la negativa, porque justo cuando todas estaban hablando de sus múltiples quehaceres, Lita sacó el suyo a colación:
─No sé qué receta inventarme para ésta semana, ahora que he aceptado el programa. Me dan nervios, porque cocino por gusto y no por obligación. ¿Qué me sugieren que lleve al programa?
Lita había conseguido empleo en un programa de cocina que sólo se transmitía por televisión de paga. Daba lo mismo, estaría ocupada...
─Ya pensarás en algo ─le animó Amy.
Suspiró con pesadez, no había más que intentar. Sabía a ciencia cierta que los sábados Rei atendía el templo, así que tampoco tenía caso intentarlo con ella. Lo sabía muy bien, porque lo había intentado muchas veces durante las vacaciones...
Por inercia, volvió a mirar su móvil:
Bandeja de entrada: Cero mensajes.
Qué patético.
─¿Todo bien, Sere? —le preguntó Amy, que siempre era la más observadora.
—¡Sí, claro! —aseguró —. Tengo mucho sueño, es todo...
—Nada nuevo —acotó Mina riendo —. Pues yo no puedo ni dormir de lo emocionada que estoy. ¡Claro que las invitaré al primer evento!
—Primero lo primero —le aconsejó Lita, para que no se adelantara demasiado y luego se decepcionara si las cosas no le salían como esperaba —. ¿Han sabido algo de Rei?
Todas negaron con la cabeza.
─Yo fui a verla al templo, pero tenía mucha gente ─contestó Serena de modo apagado.
En poco, la campana de fin de descaso sonó. Ya era la hora de volver a la rutina, dónde le aguardarían las clases de inglés, física y literatura. Sabía que luego de éso, sólo saldría por la misma puerta por la que había entrado, en las mismas condiciones, sólo que con más deberes que ayer, y una caja de almuerzo vacía. Sabía que pasaría por las mismas calles, se entretendría con los mismos aparadores. Vería los mismos programas de televisión y se iría a dormir a la misma hora. Todo era tan predecible y tedioso, pero no le quedaba de otra, porque ella no tenía una vida especial ni interesante como el resto de sus amigas.
Estaba recogiendo sus cosas para cada una tomar el respectivo rumbo diferente, cuando Amy le pidió que por favor entregase un libro por ella. Debía ir rápido a su curso intensivo, y como Serena le debía toda una vida de favores académicos, por supuesto que aceptó entregarlo por ella.
Cuando entró a la biblioteca se sintió fuera de lugar. Nunca se había parado por ahí, más que una vez que por error dio con la puerta equivocada, en vez de con el aula de exposiciones. Curioseó a los pocos estudiantes que estaban muy concentrados, todos trabajando solos o en equipo. La atmósfera era tensa y silenciosa como un panteón, así que incómoda como nunca, prefirió ir a dejar rápidamente el libro e irse de ahí.
El libro de Amy era una novela histórica. Lo dejó en su sitio, y con los ojos no pudo evitar repasar los títulos que tenía el acervo. Eran todas novelas, algunas épicas o clásicos, románticas o contemporáneas. Cumbres Borrascosas, Lo que el viento se llevó, Alicia en el país de las maravillas, Orgullo y Prejuicio… se detuvo al leer un título que llamó su atención:
La princesa que creía en los cuentos de hadas.
─Oh ¿qué es ésto?
Leyó el resumen al reverso, despertando en ella un extraño interés. Quizá ésas tardes podían ser más útiles o entretenidas con una lectura, que además, se sentiría identificada.
—No entiendo... —murmuró —. ¿Por qué dice que creía en los cuentos, acaso ya no cree?
Y así, por primera vez en su vida de estudiante, Serena Tsukino pidió un préstamo a la biblioteca de su escuela. Incluso la encargada se burló sin querer de ella, porque era una estudiante de segundo y no conocía el procedimiento de préstamos. Completó los formularios y entregó su credencial, para que al final, Serena se llevara La princesa que creía en los cuentos de hadas a su casa con entusiasmo. Cuando terminó de comer, leyó unas cuantas páginas sólo para probar. No era nada tedioso y además contenía algunas imágenes muy bonitas. Ideal para una no lectora como ella.
Mientras estaba apoyada leyendo el primer capítulo, Luna se asomó por detrás de la puerta. No se creía lo que estaban viendo sus ojos: Serena estaba leyendo, y era algo que no eran cómics, ni revistas de adolescentes, ni tampoco era una tarea del colegio.
─¿Qué lees? —quiso saber.
─Un libro.
─Ya lo sé, pero ¿qué libro?
Serena sólo le mostró la portada.
─¿Cuándo te dejaron esa tarea?
─No es tarea, lo saqué de la biblioteca —respondió sin despegar la vista del papel.
─¿Y eso por qué? —le preguntó incrédula.
─Pues... porque me dieron ganas.
—Pues qué cosa más rara.
—Ay, Luna... —se quejó Serena, aunque su tono seguía pareciendo indiferente —. ¿Cuándo entenderán que ya crecí? Confía un poco en mí.
─Perdóname… es que es raro verte así, leyendo y tan callada. Ya casi no te caes, ni quemas cosas en la cocina, ni tampoco charlas demasiado. ¿No será que la que no confías en mí eres tú?
Hasta entonces, Serena desprendió sus ojos azules del libro.
─No es así, Luna —le aclaró cohibida —. Es sólo que no tengo nada de qué hablar.
Luna se acercó, e hizo un mohín con sus bigotes.
—Me imagino que te sientes algo aburrida, pero podrías intentar hacer alguna cosa extra como las chicas.
—¿Cómo qué?
—Algo que te guste o en lo que creas ser buena.
—Yo no tengo talento para nada.
Luna respingó.
─No digas éso.
—No lo digo yo, lo dicen todos —respondió ácida.
Luna se sorprendió, pero no de buena forma. Serena se había vuelto mordaz y apaciguada, sacaba a relucir todos sus defectos e ignoraba sus virtudes. Su entusiasmo se había ido a otro sitio, y cuando intentaban hablar con ella, respondía con ironías como ésta o prefería a veces ni contestar.
─Serena…
─Por eso saqué el libro, Luna ─le dijo Serena con una sonrisa melancólica —. Porque así no tendré que esperar a que ellas tengan un pequeño hueco para hablar conmigo. Hablaré con la princesa que creía en los cuentos de hadas, es una buena idea ¿no crees?
—¿No crees que estás exagerando? —le dijo Luna, todavía escéptica de la actitud de su princesa —. Quiero decir, todas las chicas consiguieron sus ocupaciones con esfuerzo y te consta. Mina acudió a tres academias hasta que consiguió aplicar en una, y para éso pasó muchas dificultades. Amy se desvela diariamente y mete materias extras para sus seminarios, y Lita fue rechazada de ésos proyectos culinarios un par de veces, y no se rindió...
—Y yo no me esfuerzo, ya entiendo —cortó Serena.
—No, mi niña. Lo que trato de decirte es que tú podrías hacerlo también. Conocer otras gentes, eres tan sociable y divertida. ¿Por qué no llamas a Molly, por ejemplo?
─Porque se pasa todo el tiempo con Kelvin.
─¿Y con Unasuki, la hermana de Andrew? —secundó —. Siempre te llevaste bien con ella.
─No sé qué viste, Luna. Pero en realidad sólo es la hermana de Andrew...
Luna suspiró, derrotada.
—Entonces ¿a quién te gustaría ver?
Tras unos segundos de silencio, Serena dijo:
—Bueno, hay alguien...
─¿Quién?
Serena miró a Luna, muy cautelosa. Luego sacudió la cabeza con una sonrisa, y volvió a tomar su libro.
—No, nadie...
Luna frunció sus cejas gatunas confundida, y salió dejando sola a Serena. De cualquier modo, aquella era una batalla perdida. Serena insistía en permanecer en su burbuja de cristal, dónde nada pudiera tocarla.
Pero estaba aislándose tanto, cada vez más...
Serena se guardó recelosamente el secreto de la persona que había acudido a su mente de modo fugaz, cuando Luna preguntó sobre sus deseos. Fugaz era justo la palabra clave, pero nadie tendría por qué saberlo. Porque no quería problemas, y porque de todos modos era un deseo imposible de cumplirse.
La campanilla de un nuevo mensaje sonó, y Serena lo tomó con tanta rapidez, que casi se le cae de las manos.
¡Hola, princesa! Perdóname por escribirte hasta ahora, he estado muy ocupado... Ayer vi una lámpara muy graciosa en forma de un conejo y me acordé tanto de ti. Espero poder llamarte en la noche.
Besos,
Darien.
Serena sonrió con ganas. Al fin le contestaba y al fin sabía algo de él. Siempre era así, cinco o seis mensajes enviados de ella por uno recibido de Darien. Para ser francos, no le parecía justo, ni tampoco divertido. Pero al fin y al cabo, la realidad era que no había de otra. Darien hacía lo que podía para contactarla y ella no tenía nada que hacer.
No era agradable, pero tenía más sentido del que quisiera.
Cruzó los dedos llamando a la suerte para que ésa llamada sí se realizara. Anhelaba tanto hablar con él, o escucharlo al menos. Oír su voz tranquila y animarse un poco.
Cuando terminó la lectura, se metió a bañar y alistar sus cosas para el día siguiente. De entre las libretas, miró los cinco pases que se había ganado para el concierto de Bubble Strack ésa mañana, contestando una complicada prueba de preguntas sobre la banda. Le gustaba tanto ése grupo, y sabía que a sus amigas también, pero era claro que ninguna podía verla ése fin de semana. No valía la pena ni intentar convencerlas, ni tampoco sería divertido irse sola...
Se perdería de todo éso, por su absurda e inevitable soledad.
Arrugó un poco los boletos, pero nos tiró. Sólo los dejó en el cajón y lo cerró de mala gana.
─Si estuviera aquí, él sí querría ir conmigo...
Como el sueño se le había quitado, retomó otro capítulo más. ¡Qué interesante estaba! Al principio, sólo relataba la historia de una princesita común de cualquier reino, nada especial. Pero su belleza y carisma le hicieron tratar de reflejarse en el espejo varias veces. La princesa del cuento escribía y relataba poesías, también soñaba con el verdadero amor. ¿Cómo sería? ¿Igual que Darien, o mejor? ¿Había algo mejor? Claro que no. Al menos no para ella, o al menos no hasta ése momento de su existencia. Todo era un plan perfectamente elaborado por el destino, trazado y manipulado hasta el final. Ya sabía que su vida consistiría en casarse, formar una familia, y... nada más.
A pesar de todo, la princesa de la luna siempre reconocía lo afortunada que era, al contar con todo lo que tenía. Tenía a sus dos padres que la querían, una casita confortable, a Luna...
Era muy satisfactorio.
Satisfacción no es precisamente un sinónimo de felicidad, pero como la protagonista no sabe exactamente qué es la felicidad, ni tampoco ha conocido nada diferente, no puede emitir un juicio de valor. Sus mejores amigas siempre han sido sus mejores amigas, su hogar siempre ha sido sólo su hogar, su novio siempre ha sido su único novio. Y cuando uno no se esfuerza por ver más allá del horizonte, será imposible tratar de describir más que con ideas someras que hay detrás. Quizá por eso vivía en su burbuja, por el miedo a enfrentarse con el peligroso exterior. Le daba miedo que sus amigas le dejaran de caer bien, de que Japón ya no fuera su hogar, y de desenamorarse de Darien. Si todo se conservaba como estaba, habría un equilibrio aletargado en su corazón, aunque comenzaba a removerse de a poco. Todos ésos factores ya no parecían tan cómodos como antes...
Sobre todo por las noches, cuando sentía que la oscuridad de su cuarto comenzaba a tragársela. Era una sensación complicada, porque se sentía realmente sola, a pesar de estar rodeada de muchas personas. No podía admitirlo, no debía admitirlo... Si lo decía en voz alta a Luna o a cualquier persona, era materializarlo en verdad. Sería muy doloroso...
Por eso, trató de ignorar la pequeña pero persistente vocecita que recientemente se había instalado en su subconsciente, susurrándole pedir por más. Por no conformarse, por ser realmente feliz.
¿Pero cómo se conseguía éso?
Después de leer un poco más y cenar, se durmió sin pensar en que Darien llamaría...
Hizo muy bien, porque la llamada ésa noche ni llegó.
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Notas:
¡Bienvenidos sean a mi proyecto! Ésta historia fue al principio un boceto algo burdo y mal escrito, así que esta corregida y pulida de modo que tenga una esencia más o menos estructurada de principio a fin. Espero que sea de su agrado, y de antemano les aviso: no es una historia sobre peleas con enemigos ni tampoco tan rosa. Tendrá temas delicados y adultos, así que para mentes extremadamente sensibles es mejor que vayan con cuidado, ¿está bien?
Ahora... sobre el capítulo piloto: ¿quién no se ha sentido como Serena? Seguramente todos. La princesa es aparentemente bendecida, pero no se siente así. Algo se desencajó con el paso del último año y ella se siente digamos una extraña entre quienes la rodean, incluso con Luna. Paciencia, que todo vendrá a su tiempo. Acompáñenme a ver de cuántas formas más se puede expresar y vivir el amor, además de en soledad.
Gracias y espero sus comentarios, críticas, opiniones o como gusten llamarle a los famosos reviews. (¡Ah, y no olvides darle follow y favorite a la historia) :P
Kay
