Un cruce y estaban en la autopista. Se unieron a los otros carros, algunos de ellos probablemente compartían el mismo destino que ellos, la familia Sawada. En un modesto Ford rojo, conduciendo iba el padre, a su lado la madre, su esposa, sonriente y feliz; en el asiento trasero iban tres chicos: en la derecha pegados a la puerta estaban dos niños uno con el cabello claro y otro, más pequeño, con un prominente afro y vestido de vaca. Ambos miraban con entusiasmo los autos eligiendo el más bonito.
-Mira ese Fuuta! Es rojo como el nuestro-
-Sí, y ese tiene un lindo tono verde. Cuando llegue les diré esto a mis amigos-
-Jijiji, ¿Fuuta-kun está emocionado con su primer día de clases?
-Si mucho, Mamá-
-Jiji…y que hay de ti, Tsu-kun? Has estado muy callado-
-Es que él ya no es más un niñito, ahora es un joven de 3º Año- bromeó su padre- Es muy grande como para emocionarse por algo tan infantil
Nana hablaba con su hijo mayor. Estaba sentado en el asiento izquierdo, recostado con fastidio la cabeza a la ventana, con una pierna pegada al pecho. Tenía la vista perdida hacia el vidrio por lo que, con la capucha y los audífonos puestos, aun así vio a su madre y le dio una serena sonrisa.
-Sí, también quiero llegar- fue lo único que dijo.
Luego de eso volvió los ojos a su lugar original. Con un movimiento subió el volumen de su Ipod y se dejo llevar por la música, desconectándose del mundo real. De los malos chistes de su padre, los comentarios dulces de su madre, los juegos de sus hermanos. Estaba en su mundo, donde podía pensar tranquilo.
Claro que le agradaba regresar al Instituto. La Academia Escolar Nami. Una de esas "buenas escuelas" o internado, donde vives durante todo el año escolar con tus compañeros y amigos.
Amigos. Por ellos quería regresar.
Nada comparado con su año anterior cuando entro por primera vez a esa escuela. Su madre había sido convencida por la publicidad y comentarios de amigas y conocidos, que la A.E.N era por mucho la mejor escuela de Japón y una de las mejores del mundo. Al enterarse de su cambio, se molesto mucho. Ya había entrado a una Secundaria y tenía amigos, cambiarse a otra después de solo un año no tenía sentido. Le valía si era la mejor escuela en todo el universo. Pero la decisión estaba tomada.
Ese día, recordaba que no había hablado con sus padres en todo el camino, ni con Fuuta, claro este no tenía la culpa. Los ignoró escondiéndose en su mundo con todo el volumen de su Ipod y la capucha cubriéndole hasta la mitad de la cara. Ni siquiera se despidió de ellos, al llegar. Pero ese año, fue uno de los mejores de su vida. Conoció a los que ahora son sus mejores amigos, amigos adultos de confianza, tendría su primera novia oficial y se enamoraría de verdad. Había disfrutado y sufrido. Anhelaba volver por más.
El carro salió a una carretera de dos sentidos, rodeada de vegetación, los 2 mayores sabían lo que significaba. Al final de esa ruta estaba su destino. Paso unos minutos y frente a ellos se alzaron varios edificios todos, era como una pequeña ciudad, escolar claro.
Se dirigieron al estacionamiento, este quedaba muy cerca del edificio central que fungía como recepción, oficinas para los directivos, y algunos dormitorios en las plantas superiores. Bajaron y comenzaron a sacar el equipaje. Se separaron, Tsuna ya sabía donde quedaba su edificio y habitación, y era lo suficientemente mayor para ir solo, sus padres y lambo, quién lloraba por despedirse de Fuuta y no poder ir con él, se fueron a buscar su cuarto.
Iba caminando por las tantas plazas que poseía esa escuela, arrastrando una maleta de ruedas, una de mano y una mochila, cuando escucho su nombre a lo lejos.
-Tsuna!- escucho de nuevo entre la multitud de gente a su alrededor
-Décimo!- con ese llamado supo exactamente quienes lo buscaban. Y no se equivocó. Al poco tiempo sus dos mejores amigos, Yamamoto Takeshi y Gokudera Hayato, corrian hacía él con la manos alzadas es saludos. Él también fue hacía ellos.
-Hola chicos-
-¿Como estas, Tsuna?
-Décimo que bueno volver a verlo, lo estaba esperando- dijo con una pose militar
-Lo ESTABAMOS esperando, Gokudera-
-Cállate friki del beisbol- Tsuna no pude evitar sonreír, no habían cambiado.
-Bueno pero no nos quedemos aquí. Vamos, ¡tienes que ver el nuevo cuarto!-
Ambos tomaron cada uno una maleta y se fueron a prisa riendo y haciendo breves comentarios del verano. Caminaron hasta un edificio rojo y le dieron la vuelta para entrar por detrás. Con los años anteriores habían aprendido que el jefe del comité de disciplina le gustaba esperar en la sala de estar de cada edificio para dar la "bienvenida"
Pasaron a las escaleras y pasillos, saludando conocidos en el transcurso, hasta que llegaron a su habitación, la 27.
-Wooow- fue lo único que dijo Tsuna dejando caer su mochila al suelo.
-lo sé no es genial?- dijo Yamamoto
-Bastante-
-Y es más grande que la del año pasado-
El beisbolista estaba en lo cierto, ese cuarto era mucho más espacioso que el anterior. Pintado de un azul rey, al fondo una gran ventana con blancas cortinas, al lado un escritorio con una computadora, dos grandes armarios a la izquierda y después una de las 3 camas con unas repisas encima y su cómoda con gavetas y lámpara. Las otras estaba al frente: el kit de cama y muebles, pero encima de esta había otro piso con la otra cama y sus cosas y una mini escalera de caracol para llegar a ella. Al lado de las camas un mini-bar y otro mueble.
-Le reserve la cama individual Décimo- dijo contento
-ah…Gracias, Gokudera-kun. No tenías porque-
-ten Tsuna- le entregó una caja- Es Sushi de mi papá, te lo manda
-Wow. Gracias Yamamoto! Es increíble. ¡Se ve delicioso!
-También hice una contribución- y señalo la pequeña sala en la parte izquierda cerca de la puerta de su cuarto, donde había un sillón con una mesita común propio de esos cuartos. Pero había otra cosa también. Un pequeño pug en forma de pelota (¿adivinen de qué?)
-Valla Yamamoto esta genial. Y cómodo- dijo probándolo
-Tsk, siempre luciéndote- se quejó el italiano
-Oh, no, yo jamás podría comparar mi contribución con la tuya, Gokudera-dijo con un dejo de picardía y fingida modestia.
-¿eh?- interrogó Tsuna. Gokudera no respondió y miro a otra parte.
-Mira, ves esa pantalla plana y el juego de muebles, con ese estéreo de luces de neón-
-¡Por Dios!, No me digas que….Gokudera-kun- llamó
-Fue un regalo de mi padre- dijo sin ganas. Tsuna entendió su mutismo. Sabía que el millonario padre de Gokudera no tenía una buena relación con su hijo.
-Bueno pero no hablemos de cosas malas- dijo Yamamoto al tiempo que los agarraba a los dos por los hombros- Este un nuevo año, y tenemos un excelente cuarto. Hay que disfrutarlo-
-Bah, hasta que dices algo coherente- dijo Gokudera con una sobrada sonrisa
-Si hay que disfrutarlo. Será nuestro mejor año- declaró y sus amigos sonrieron y asintieron.
Cuánta razón y equivocación tenía el castaño
