Desperté en una cama hecha de flores doradas. Era confortable y cálida, y me había salvado de la caída. No recordaba cómo había caído desde la superficie, pero una sensación interior pedía regresar.
Me levanté con cuidado y salí de la sala. El lugar parecía deshabitado, como si hubiera sido abandonado desde hacía años. Una sonriente flor brotó del suelo y comenzó a hablarme, haciendo que me sobresaltase por tal acto procedente de un ser inanimado.
-¡Howdy! Soy Flowey, Flowey la flor. Pareces perdida. Acabas de caer, ¿verdad?
Asentí, algo confundida. A lo que prosiguió, explicándome que era el LOVE para finalmente golpearme con unas "balas amistosas"
-Idiota. En este mundo, es asesinar o ser asesinado.-comenzó a reírse- Ahora, muere.
Una luz roja comenzó a brillar en un lado de la sala, para golpear a Flowey. Quien había lanzado esa bola de fuego, Toriel, se acercó a mí, hablándome maternalmente, contándome que siempre se acercaba a ver si algún humano había caído. Me guió por las ruinas de lo que antes fuera el hogar de los monstruos, para finalmente llevarme a su casa.
-Este será tu nuevo hogar, pequeña criatura- acarició mi cabeza, haciendo que me sintiera confortable- Descansa un poco mientras preparo...
Mis gritos de dolor hicieron que detuviese sus palabras. Comencé a sentir agujas clavándose en mi oreja, arrancándola poco a poco, desgarrando.
-¡Espera! ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
Cuando el dolor cesó y pasé la mano por el lugar afectado, no encontré nada. Mi oreja izquierda había desaparecido.
-Lo siento-dije, recuperándome del fuerte dolor que acaba de sentir -. Voy a dormir un poco, mejor.
Entré bruscamente en la habitación, para ver lo ocurrido en el espejo. Efectivamente, la oreja ya no estaba. En su lugar, un vacío con formas geométricas a su alrededor. Me recordaban a los píxeles de mis videoconsolas viejas. Parecía que se habían muerto varios de ellos, dejando solo color negro. No sabía como reaccionar a eso, por lo cual me acosté en la cama. No sé cuanto tiempo transcurrió desde que cerrara los ojos hasta que volví a sentir aquel dolor intenso, pero esta vez en la mano. Vi poco a poco como desaparecía entre lágrimas. Toriel no acudió a mi llanto.
El dolor continuó extendiéndose por el brazo hasta que perdí completamente la articulación. Vi la hora. Por el dolor causado terminé perdiendo el conocimiento. Cuando desperté, volvió a ser por sentir dolor, pero mucho más fuerte que la anterior vez, ya que se había extendido por todo mi cuerpo. Vi el reloj de nuevo. Habían transcurrido dos horas desde la ultima vez que desapareciera mi brazo.
Poco después, simplemente todo se volvió oscuro.
Me desperté con punzadas donde antes había sentido dolor. Estaba otra vez sobre la cama de flores, y volvía a tener todas las articulaciones y mi propio cuerpo. Eché un vistazo hacia el agujero donde había caído. Parecía ser de mañana.
Por mi cabeza pasó la idea de que todo había sido un sueño, mas al abandonar la habitación y volver a ver a Toriel y a Flowey hizo que dejara de pensar eso. Todo transcurrió al igual que la anterior vez, hasta que sentí aquel dolor intenso en la oreja.
-Toriel, lo siento pero tengo que irme.
Toriel me sonrió, nerviosa.
-¿Por qué preguntas eso, pequeña? Este es tu nuevo hogar.
-Necesito regresar a mi verdadera casa.
La sonrisa de Toriel cambió a una expresión dura y seria.
-Voy un momento a hacer algo.
Bajó las escaleras, haciendo que sintiera curiosidad por saber que habría allí. Cuando me vio, advirtió que no siguiera ya que los monstruos fuera de las ruinas, sobre todo Asgore, me matarían. No obstante, decidí seguir.
-Así que eres como el resto... Si tanto quieres irte, déjame probar cuan fuerte eres.
La primera llamarada golpeó en mi pecho con bastante fuerza, haciendo que cayera hacia atrás. El dolor era notable, pero solo una fracción del que sentí hacia poco en mi oreja. Decidí mantenerme determinada, para finalmente escapar. Cuando cerré la puerta, pensando que ella me seguiría, simplemente escuché unos sollozos tras la gran puerta que nos separaba. Me sentí mal, pero no quería volver a pasar por todo aquel dolor que había sentido, y quizás si volvía a salir, eso cesaría.
Comencé a caminar mientras la nieve caía sobre mi cabeza. Unos pasos comenzaron a resonar a mi espalda. Al girarme, solo vi unas pisadas además de las mías dejadas en la reciente nieve. Cuando retomé el paso, el desconocido que me seguía decidió hacerse notar.
-Humano. ¿Así es como saludas a un nuevo compañero? Date la vuelta para así poder darme la mano.
Me giré despacio, con miedo. Al dársela, pude notar que era un cráneo el que me dedicaba una sonrisa mientras de fondo sonaba un cojín chillón que tenía escondido en la mano.
El esqueleto rio.
-El viejo truco del cojín de pedos. Nunca falla.
Sonreí a su broma, algo temerosa. Al notar esto, el monstruo se presentó.
-Soy Sans, Sans el esqueleto. Tranquilo, niño. Aunque se supone que debería estar vigilando por si aparece un humano, no le hago mucho caso. Igualmente, tengo un hermano que es un fanático de la caza de humanos, aunque es inofensivo.
Comenzó a explicarme algunas cosas sobre su hermano y el Underground. Al decirle que querría salir de aquí, me contó que sólo podría salir si iba junto Asgore.
Al aparecer Papyrus se dispuso a cazarme, haciéndome pasar por un sinfín de puzzles. Sentía como mi tiempo se desvanecía poco a poco, como si tuviera una cuenta atrás. Finalmente, llegué a Snowdin.