Trixie miraba a Eli determinada, de susto y mordiéndose el labio inferior con suma delicadeza para no auto lastimarse. Los pensamientos en el amorío de ellos eran inminentes rodando por su torpe e indecisa mente, acompañado por una carrera interminable de mil caballos galopando a paso veloz en su corazón que no hallaba forma de justificar las palabras que se le cruzaron en un encuentro con Eli. Los recuerdos eran traslucidos en las hojas de historia de su cerebro, ubicado en la cabeza loca de ella, figuraba ser una persona con cualidades muy atractivas para los locos y físicas para los no locos, ella y nada más ella poseía esa habilidad para abordar la cabeza de cualquier chico, incluso formaba un juego con ellos al que no podían resistirse por los mencionados habilidades que en ella se encierra como persona. Eli, en cambio, transmitía un comportamiento más sobrio, crudo entre otras palabras que lo describen personalmente; chico peli azul, deseable a deleite a cualquier muchacha de su misma y exacta edad, al igual que sus del mismo color que su cabello… Pues, bien, su cabello no era tan marcado de azul como lo era en sus años jóvenes. Lo disfruto mucho, pero sus años de niñez se vieron trastornados por su allegada a la edad de la adolescencia que pronto la tendría que cambiar por la adultez que se asomaba al otro lado de su vida. Eli se encontraba parado en el flujo exacto de la luz entre la ventana y el pasillo de los complejos departamentos, haciendo que su figura se alargue por una inmensa sombra que se expandía alrededor del pasillo y era apreciable a simple vista humana. Una personalidad transcrita al suelo que formaba parte del aprecio que contiene Trixie a Eli y lo confidencia a sus adentros llenos de ansias y de pudor sobre el tema del mantener una vida de amor entre ellos. Trixie mira deseosa de que no sea la última vez que se vayan a ver con ojos de amigos muy íntimos que eran… Y perdóneme que lo diga, pero… Hasta se podía hacer inferencia y reflexión de que se conocían por sus adentros tópico muy poco presentado para las más inofensivas mentes, que de sobremanera no conocían la trata del amor que se entrega en los interiores de alguna cama de tela sumamente egipcia, exportada de varios rincones del mundo, cerrados al público por razones obvias y no tan obvias… Es como un vaso a los bordes del abismo de una mesa, una parte afuera de la mesa y la otra adentro del pedazo de madera. Trixie pasea su mirada sobre el torso de su amigo íntimo bordeándolo con los ojos, dándole forma, pues, a ese pedacito de cuerpito. En especial: Cuerpito le hace reír. Sin embargo, contrarresto con una mordida de lengua para no o tratar de no reírse. Eli noto el ataque de risa que le está dando a Trixie, no obstante, el no hizo más que acompañar con una ligera mofada.

-Hola Trixie.- Menciono Eli dándole un beso de mejilla como acostumbraban ahora los amigos hombres y mujeres.

-Hola…- Se quedó helada al volver a divisar aquel pensamiento que quería ofrecer a Eli con tanta ilusión de una fuerza de tremenda de optimismo sobre una respuesta afirmativa o de duda… Hasta eso le haría feliz cual lombriz.

-Qué bueno es vernos ¿o no?- Responde Eli con aires efusivos.

-Si.- Dice todavía temerosa de las acciones que va efectuar- Te molestaría si te dijera… ¿Mejor dicho te preguntara algo?- Eli niega con movimiento de cabeza.

Trixie traga saliva muy fuerte que se puede escuchar un Gluc.

-Te quieres mudar conmigo.

Las cosas que traía Eli se desprendieron de sus manos, cayendo al suelo que todavía estaba rodeado de una sombra espeluznante y a la vez magníficamente terrorífica, pero sobre todo maravillosa