Disclaimer: Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer, solo la trama es mía.
-Capítulo 1-
No tuve una infancia feliz. No fui un niño deseado, y mucho menos querido. Mi madre, Nettie, se quedó embarazada a los veinte años de un drogadicto del que ni siquiera recordaba el nombre y del que no supo nada más después de habérselo tirado. Ella nunca jugaba conmigo, simplemente se limitaba a dejarme en casa mientras iba a hacer sus "negocios" para conseguir dinero. Apenas compraba comida, y nunca se preocupaba por mí. Lo único que le interesaba era conseguir dinero para comprar drogas, y se prostituía constantemente por lo mismo. Le daba igual quién fuera el cliente, ella sólo quería colocarse para no tener que verme y para olvidarse de esa vida de mierda que tenía. A veces, cuando no conseguía lo que quería me pegaba, me gritaba o me escupía, pero yo no podía hacer nada porque no entendía lo que le pasaba. Solo era un niño de cuatro años que jamás había sonreído y que nunca había recibido una caricia cálida de una madre cariñosa.
Durante esos primeros cuatro años, la única persona que aportó un poco de luz a mi oscura vida fue mi tía Lucy, la hermana de mi madre, que se ocupaba de traer algo de comida al cuchitril al que mi madre llamaba casa. Lucy sí que me abrazaba e intentaba jugar conmigo, pero yo no quería. No quería porque sabía que se marcharía y que volvería a dejarme solo con ella, con esa mujer que me aborrecía de una manera brutal y que se desquitaba dándome golpes en la espalda o en los brazos.
–Nettie, ¿qué es esto? –le preguntó Lucy a mi madre un día cuando, tras bañarme, descubrió varios moretones en mi hombro.
–Y yo qué coño sé. El crío es un estúpido y no deja de darse golpes.
–Por Dios... es tu hijo.
–Es un coñazo, ¿vale? Puedes llevártelo, si quieres –respondió ella dándole una calada a su cigarro despreocupadamente mientras pasaba los canales de la televisión sin detenerse en ninguno.
–Sabes que no puedo. Apenas estoy en casa durante todo el día y no tengo dinero para contratar a una canguro; si no, me lo llevaría encantada.
–Por mí puedes dejarlo en el contenedor cuando te largues.
Lucy hacía oído sordos a esos comentarios y se limitaba a sonreírme cada vez que la miraba y a acariciarme las mejillas a pesar de que yo evitaba su contacto. Y no era porque no me gustaba, sino porque temía que ella también me pegara a pesar de que jamás lo había hecho.
Había aprendido a no llorar, y ya nunca lo hacía, porque si empezaba a hacerlo cuando mi madre me pegaba, solo conseguía que se ensañara más conmigo, y por eso intentaba permanecer impasible durante cada paliza, casi cada noche, cuando mi tía se iba y mi madre comenzaba a ponerse nerviosa porque no tenía droga con la que colocarse. Cuando terminaba, me llevaba casi a rastras del brazo hasta el pequeñísimo cuarto que era mi habitación, me dejaba en el suelo, a oscuras, y cerraba la puerta con llave para que no me escapara. Pero yo apenas podía moverme después de cada golpiza, por lo que permanecía echado en el suelo hasta que el dolor se hacía tan intenso que dejaba de sentirlo. Incluso había dejado de temerle a la oscuridad, y a veces les pedía en silencio a los monstruos que siempre había creído que habitaban bajo mi cama que vinieran a buscarme y me llevaran con ellos. Seguro que estaría mejor con ellos que con esa bestia que era mi madre.
Mi tía permanecía en absoluto silencio cuando, a la mañana siguiente, me veía con el rostro hinchado y amoratado, y se limitaba a sentarme en su regazo y a mecerme mientras lloraba. Yo jamás había entendido su actitud, y tampoco entendía por qué no me sacaba de allí, pero no le pedí explicaciones entonces. Solo era un niño de cuatro años.
–Nettie, ¿ya has matriculado a Jasper en el colegio?
Mi madre la miró con las cejas alzadas.
– ¿Para qué?
–Todos los niños tienen que estar escolarizados. Tu hijo tiene derecho a recibir una buena educación y a conocer a más niños; además, te dejé los papeles de la matrícula en la cocina.
–Me importa una mierda. Si quieres, llévalo tú al colegio. Mientras lo pagues todo...
–De acuerdo. Haré todo lo que pueda por él, así que vendré a buscarlo todas las mañanas. Espero que al menos lo vistas y que no le... no le pegues más, Nettie.
– ¡Es mi hijo y lo trato como me sale de las narices! –exclamó levantándose del sofá hecha una furia.
– ¡Sólo tiene cuatro años!
–Es un trozo de mierda, ¿o es que no lo ves? –me miró con desprecio y yo comencé a temblar casi imperceptiblemente a la vez que fingía no haberla oído y seguía jugando con los cochecitos que mi tía me había traído esa mañana.
–No lo entiendo, de verdad que no. Es un niño precioso y muy bueno, y tú...
–Mira, haz lo que quieras con él pero cállate de una puta vez, ¿vale? –Nettie se sentó de nuevo en el sofá y se frotó las sienes. –Tengo un dolor de cabeza asqueroso.
Mi tía se acercó a mí y me acarició suavemente el cabello, intentando tranquilizarme al darse cuenta de mis temblores.
Al final fue ella la que me matriculó en el colegio y la que se encargó de comprarme ropa nueva para mi primer día, en el que llegamos media hora tarde porque mi madre no me había despertado como había acordado con mi tía. Esta me llevó en su pequeño coche hasta el centro educativo y me acompañó sujetándome cariñosamente de la mano hasta la puerta, en la que nos esperaba una mujer de unos cuarenta años muy bien vestida y verdaderamente guapa. Nada más verme, la mujer se agachó para quedar a mi altura, me sonrió cálidamente, y no se inmutó cuando no le devolví la sonrisa.
–Siento mucho el retraso, nos hemos dormido –se excusó mi tía, avergonzada.
–No se preocupe, es algo muy frecuente en los primeros días –le quitó importancia al asunto y después centró su atención en mí. –Así que tú eres Jasper, ¿verdad?
Me limité a asentir en silencio.
–Yo me llamo Kate y voy a ser tu profesora. ¿Cuántos años tienes?
Miré a mi tía, asustado, pues casi nunca había tenido contacto con ninguna otra persona que no fuera mi madre o ella, y esperé hasta que me incitó a contestarle a aquella mujer que me hacía preguntas. Volví a mirar a la tal Kate y le mostré cuatro dedos con la mano que no sujetaba la de mi tía.
–Oh, ¡qué grande eres! ¿Quieres entrar a dentro conmigo?
Negué con la cabeza haciéndola sonreír y, tras darme un toquecito cariñoso en la nariz que no me gustó demasiado, se incorporó para poder hablar con mi tía.
–No se preocupe, es normal que los niños de esta edad no quieran separarse de sus madres.
–Verá... yo soy su tía, y seré yo quien lo traiga cada día. Su... madre está muy ocupada siempre, así que yo me ocuparé de traerlo.
–De acuerdo, no hay problema. No tiene que preocuparse de nada, se lo aseguro. Jasper estará aquí perfectamente.
–Confío en que sí –mi tía se agachó y me besó en ambas mejillas antes de darme un fuerte abrazo. –Ahora vas a irte con esta señora, ¿vale, cielo? Yo vendré a buscarte dentro de un rato.
Volví a negar con la cabeza, consiguiendo que el ceño de la profesora se frunciera.
– ¿Puedo hacerle una pregunta?
–Claro –respondió mi tía incorporándose.
– ¿Jasper tiene algún problema de vocabulario?
–No, no... él sabe hablar, es solo que... es muy tímido y muy callado. Necesita mucha confianza antes de hablar con alguien a quien apenas conoce.
–De acuerdo. Estoy segura de que en cuanto conozca a los demás niños de su clase comenzará a hablar por los codos.
Mi tía sonrió incómodamente y me acarició el cabello.
–Te lo vas a pasar muy bien aquí, mi amor –volvió a besarme la mejilla y después me soltó la mano, que fue tomada por la profesora. –Hasta luego, cielo.
Me dijo adiós con la mano y yo no dejé de mirarla hasta que entré dentro del recinto escolar con la tal Kate y las puertas se cerraron a mis espaldas. En aquel momento sentí pánico, y lo primero que quise hacer fue echarme a llorar, pues no sabía a qué me estaba enfrentando. Sin embargo, cuando Kate me hizo entrar dentro de la que sería mi clase y vi a un grupo tan grande de niños, el miedo aumentó. Jamás había hablado ni jugado con ningún niño, y todos sus ojos curiosos se clavaron en mi persona cuando la profesora cerró la puerta a sus espaldas. Suavemente me quitó de las manos la pequeña mochila de Spiderman que mi tía me había comprado para que llevara la comida y los lápices, y la colgó en un perchero del que colgaban varias mochilas más como la mía.
–Niños, prestadme atención. Este es Jasper, y será vuestro compañero durante el curso. ¿Por qué no le decís hola?
Entre todos comenzaron a saludarme a gritos, haciendo reír a la profesora y poniéndome más nervioso por momentos.
–Siéntate aquí delante, Jasper –me pidió ella, y caminé lentamente hasta la pequeña silla que me indicaba. Cuando estuve acomodado, agaché la cabeza y permanecí estático, como hacía en presencia de mi madre. –Hoy vamos a empezar con los colores. ¿Quién quiere decirme uno? ¿Jasper? ¿Cuál es tu color favorito?
Miré a Kate a los ojos y negué con la cabeza.
– ¡Yo sé uno! –exclamó una vocecita aguda detrás de mí.
– ¿Ah, sí? Dime cuál, Alice.
– ¡Rosa!
– ¡Muy bien! El rosa es un color muy bonito. Jasper, ¿te gusta el rosa?
Volví a negar con la cabeza, haciéndola sonreír, aunque yo no entendía por qué sonreía tanto.
–Humm, a ver... –observó detenidamente mi mochila y volvió a mirarme. – ¿De qué color es tu mochila, Jasper?
La miré fijamente durante unos instantes, e iba a negar de nuevo con la cabeza cuando escuché la misma vocecita aguda de antes hablándome bajito al oído:
–Es azul.
Fruncí el ceño y volteé la cabeza hasta que me topé de lleno con una niña de grandes ojos grises y pecosas mejillas que tendría más o menos la misma edad que yo. Llevaba el cabello negro recogido en dos coletas brillantes y me sonreía amigablemente.
– ¿No sabes hablar? –me preguntó dejando de sonreír al ver que yo no abría la boca.
Asentí lentamente, consiguiendo que su ceño se frunciera.
–Alice, deja que conteste Jasper. Vamos, cariño, ¿de qué color es tu mochila?
Volví a mirar al frente y clavé mi mirada en los ojos azules de Kate, que me sonreía de forma tranquilizadora.
–Azul –susurré, empezando a temblar al instante.
Nettie me abofeteaba cuando le decía que tenía hambre o pipí, por lo que había tenido que aprender a abrir la nevera solo o a esperar a que mi tía me preparara la comida, además de a ir al cuarto de baño por mí mismo. Por eso me daba miedo hablar con las personas, porque no quería que nadie volviera a pegarme. Y por ese motivo ya jamás hablaba con mi madre.
– ¡Muy bien! Es azul, sí –me animó la profesora dando una palmada que me sobresaltó.
–Se lo he dicho yo –intervino la misma niña de antes, de la que ya no recordaba el nombre.
–Perfecto, Alice, veo que tienes muchas ganas de hablar. ¿Por qué no te sientas al lado de Jasper y le preguntas si quiere ser tu amigo?
–Vale.
Quise apartarme un poco cuando la revoltosa niña se levantó de su silla y se sentó a mi lado, dejando una caja de lápices de colores en la mesa que teníamos delante junto con algunos folios en blanco.
–Muy bien, niños, ¿quién más sabe algún color? –siguió preguntando Kate a los demás niños.
La niña que estaba a mi lado me tendió una hoja en blanco y después me enseñó un dibujo que había hecho de algo que se parecía a un perro de color rosa.
– ¿A que es bonito?
Me encogí de hombros mirando de reojo el dibujo que me enseñaba y sin atreverme a mover ni un solo músculo.
– ¿No te gusta?
Volví a encogerme de hombros.
– ¿Por qué no hablas? ¿Te da vergüenza?
Negué con la cabeza.
–Bueno. ¿Quieres dibujar conmigo? Tengo muchos colores, te los dejo todos si quieres.
Me mordí el labio inferior y, lentamente, cogí uno de los folios en blanco que la niña había dejado en la mesa. Después elegí el color verde y empecé a pintar con fuerza.
– ¿Qué vas a dibujar? Yo la playa. ¿Te gusta la playa?
–No sé –murmuré sin dejar de pintar. Nunca había ido a la playa, así que no sabía de qué me estaba hablando.
– ¡Has hablado! –exclamó ella con una amplia sonrisa. –Pensaba que no sabías.
–Sí que sé.
–Ya. Oye, ¿cómo te llamas? No me acuerdo.
–Jasper.
–Yo Alice. ¿Quieres que seamos amigos?
Me encogí de hombros porque nunca había tenido ningún amigo y no sabía qué tenía que hacer.
– ¿No lo sabes? –frunció los labios. –Yo quiero ser tu amiga.
–Vale.
Entonces, de repente, la niña comenzó a tararear una canción mientras empezaba a garabatear algo azul en otro folio blanco.
–Mis papás me llevaron a la playa el verano pasado y me lo pasé muy bien. Edward es malo y le gusta tirarme del pelo, pero también es muy divertido.
– ¿Quién es Edward? –le pregunté prudentemente, pues cada vez que le había preguntado algo a Nettie, esta me había respondido con un empujón o, en el mejor de los casos, con la ignorancia.
–Mi hermano. ¿Te han llevado tus papás a la playa?
Negué con la cabeza sin apartar la mirada de la hierba que estaba dibujando en mi folio.
– ¿Por qué?
Me encogí de hombros sin tener ganas de seguir hablando, por lo que mi nueva amiga Alice continuó cantando hasta que Kate nos pidió que volviéramos a prestarle atención. Jugamos a varios juegos relacionados con los colores para que fuésemos aprendiéndolos poco a poco, y después nos dejó salir al recreo. Yo me llevé mi mochila y salí al patio, sentándome en una esquina mientras veía a los demás niños corriendo y jugando entre ellos. Alice estaba jugando al escondite con unas niñas que yo no conocía, y fue entonces cuando abrí mi bolsa y saqué mi bocadillo y un zumo de naranja. Pensé que por lo menos podría comer tranquilo sin que nadie me gritara ni me pegara, pero cuando Kate se acercó a mí, me asusté e intenté guardar mi zumo, que ya estaba abierto, en la mochila, con tan mala suerte que se me derramó encima.
–Oh, Jasper –me dijo ella agachándose delante de mí.
Hice un puchero, pero me aguanté con todas las fuerzas las ganas de llorar, como solía hacer cada vez que Nettie me golpeaba, y conseguí no derramar ni una lágrima.
–No te preocupes, cariño, no ha pasado nada. Ven, te ayudaré a limpiarte un poco –me tendió la mano y, con mucha lentitud, permití que sujetara la mía y que me ayudara a levantarme. Me llevó a un pequeño cuarto de baño y, con agua, intentó limpiarme los pantalones y el trozo de camiseta que se había manchado.
–Cuando llegues a casa tu mami tendrá que lavar la ropa –me explicó con una sonrisa que no le devolví, sino que agaché la cabeza y esperé.
– ¿Jasper se ha hecho pipí encima? –escuché la voz de Alice en la puerta y empezaron a arderme las mejillas al instante.
–No, cielo, Jasper no se ha hecho pipí. Se le ha derramado el zumo.
–Ah. Los niños dicen que se ha hecho pipí y se están riendo.
–Ahora iré yo a decirles que no se rían. Jasper, cariño, ¿por qué no vas a jugar con Alice?
Negué fervientemente con la cabeza y, tras coger la mochila, salí del cuarto de baño casi corriendo pasando por el lado de Alice. Regresé al sitio en el que había estado antes y volví a sentarme, empezando a comerme el bocadillo de queso que tía Lucy me había preparado. Alice me siguió sin que yo me diera cuenta y se sentó a mi lado.
– ¿Por qué no quieres jugar conmigo?
–Porque no.
– ¿Por qué no?
–Déjame solo.
– ¿Ya no somos amigos?
–No.
– ¿Por qué?
–No lo sé.
Por el rabillo del ojo pude ver que Alice comenzaba a hacer un puchero y que se frotaba los ojos con el dorso de la mano.
–Yo quiero ser tu amiga.
No sabía por qué, pero aquella niña me inspiraba confianza. Más que nada porque era más pequeña que yo y sabía que podría defenderme en el caso de que quisiera atacarme, pero aparte de eso, había sido simpática conmigo y me había dejado sus lápices para colorear.
–Vale.
– ¿Tú quieres ser mi amigo?
–Sí.
De pronto, una gran sonrisa se plantó en su rostro y sus ojos brillantes por las lágrimas relucieron a la luz del sol. A continuación se puso en pie.
– ¿Jugamos al pilla-pilla?
–No sé cómo se juega.
– ¿No? Tú corres y yo tengo que atraparte, o al revés.
Aquella explicación no me gustó demasiado, pues me recordaba a las veces que tenía que correr a esconderme de Nettie cuando estaba de mal humor, pero asentí porque supuse que sería divertido jugar con Alice.
–Pues entonces yo corro y y tú me tienes que atrapar –empezó a correr antes de terminar la frase, por lo que tuve que hacer un esfuerzo y salí corriendo al instante, persiguiendo a Alice hasta que la atrapé pocos minutos después. Después fue mi turno para escapar.
Tras el recreo, Kate nos dio arcilla para que la moldeáramos, y más tarde nos contó un cuento para despedir aquel primer día de clase. Luego nos acompañó hasta la puerta y esperó hasta que los padres de los niños fueron llegando a recoger a sus hijos. Alice me dijo que al día siguiente volveríamos a pintar juntos y a jugar al pilla-pilla, y se despidió de mí con la mano, por lo que cuando llegó mi tía Lucy estaba bastante contento.
–Hola, mi amor. ¿Cómo estás?
–Bien.
Se sorprendió al escucharme, pues casi nunca hablaba con ella, y me dio un abrazo tan fuerte que consiguió asustarme un poco. Kate se acercó a nosotros y colocó su mano sobre mi cabeza suavemente.
–Jasper es un niño estupendo y, como le he dicho, cuando ha empezado a hablar casi no ha parado –le explicó a mi tía.
– ¿De veras? –preguntó ella estupefacta.
–Sí. Se ha hecho amigo de una niña que va a su clase y se han pasado casi todo el día juntos. Estoy segura de que poco a poco se irá haciendo amigo de todos los demás niños.
–Eso es estupendo. ¿No ha habido ningún problema?
–Ninguno. Bueno, durante el recreo hemos tenido un percance y se ha derramado el zumo encima, pero aparte de eso, nada más.
–Vaya. Bueno, te limpiaremos cuando lleguemos a casa, cielo.
–Yo he de ir dentro ya. Hasta mañana, Jasper –Kate se despidió de mí con una caricia en la mejilla y entró en el recinto.
Lucy me dio la mano y me ayudó a subir al coche, para después ponerme el cinturón de seguridad.
– ¿Así que te lo has pasado bien?
Asentí en silencio mientras me frotaba los ojos, pues empezaba a notarme cansado.
–Puedes hablar conmigo siempre que quieras, Jasper. Me gusta mucho oírte hablar. ¿Por qué no me cuentas lo que has hecho en el colegio?
Con algo de reticencia le expliqué lo sucedido aquel día, y ella me escuchó atentamente haciendo comentarios breves y concisos. Al llegar a casa me ayudó a bajar del coche y me acompañó dentro. Mi madre estaba durmiendo en el sofá con una botella de algún líquido amarillento en la mano y con un cigarro en la otra. Lucy se apresuró a arrebatárselo para apagarlo y después me miró con una sonrisa algo rara.
–He de irme ya, cariño. Mañana volveré a buscarte para llevarte al colegio.
–No te vayas –le pedí empezando a temblar, sabiendo lo que me sucedería cuando Nettie despertara.
–No pasa nada, Jasper. Lo que tienes que hacer es quedarte en tu habitación y pintar, ¿vale? Te he dejado unos bocadillos al lado de la cama; así no tendrás que salir para cenar.
–Quiero irme contigo.
–No puedes. Tengo que ir a trabajar, y tú tienes que quedarte aquí.
–Pero... no quiero.
–Lo siento, mi amor, pero así tiene que ser –me dio un beso en la frente y, haciendo caso omiso a mis súplicas, se marchó.
Me quedé solo, mirando la puerta cerrada de mi casa con los ojos vidriosos, pero antes de que Nettie se despertara, recogí mi mochila y me encerré en mi habitación. Deseaba fervientemente que pasara pronto la noche y que llegara rápido el día, pues quería regresar al colegio para pintar y jugar con Alice y para que Kate volviera a contarnos cuentos.
Me pasé un buen rato coloreando algunos de los nuevos dibujos que había hecho durante el día, y cuando escuché que mi madre se levantaba, empecé a temblar de nuevo. Quise esconderme debajo de la cama cuando abrió la puerta de mi habitación y se asomó para mirarme con asco, pero sabía que hacerlo solo la enfadaría más y no quería provocarla.
–Ah, estás aquí, rata de alcantarilla. ¿Qué cojones haces? –se acercó a mí y, sin ningún cuidado pisó algunos de los dibujos que tenía esparcidos por el suelo. – ¿Qué es toda esta porquería? –se agachó y me quitó de malas maneras el que estaba pintando en ese momento. – ¿Qué mierda es esta?
–Una casa – le respondí en voz baja y sin atreverme a mirarla a la cara.
– ¿Esto es una casa? –rompió en pedazos el folio y me lanzó los trozos encima. –Es una mierda, ¿entiendes? –sin pararse ningún momento, comenzó a destrozar todos los dibujos que había hecho y me los arrojó encima. –No quiero más mierda de esta en mi casa, ¿me oyes? Si vuelvo a ver algún dibujito como estos por aquí te juro que te lo haré tragar.
No le respondí, pero respiré aliviado cuando salió de la habitación dando un portazo. Me dolía que hubiera roto mis dibujos, pues había dibujado un perro rosa para regalárselo a Alice al día siguiente, pero ese tampoco había sobrevivido a Nettie. Sin embargo, no me había pegado, y era muy probable que aquel día trajera a casa a cualquiera de sus amigos y se pasaran la noche bebiendo y haciendo esos ruidos tan extraños en el salón. Por aquel entonces yo no comprendía lo que hacían, pero tampoco me importaba. Lo único que quería era tenerla lejos.
Por la noche, después de cenar los bocadillos que Lucy me había preparado, me puse el pijama y me metí en la cama escuchando los ruidos de mi madre y de un hombre en la habitación de al lado. El tipo había llegado hacía un par de horas y habían estado bebiendo el resto de la tarde. Después habían empezado a hacer ruidos raros, a jadear y a gemir, y yo me había tapado los oídos porque no quería escucharlos. Esos ruidos me provocaban pesadillas, y cuando me metí en la cama seguían haciéndolos, por lo que me puse la almohada encima y me dispuse a dormir, pensando en que al día siguiente volvería al colegio.
¡Hola, hola! Como ya os comenté la semana pasada, aquí estoy de nuevo con una nueva historia. En realidad es un short-fic de 6 capítulos que ya está casi casi terminado ;) No sé si hará falta que lo comente pues, tras leer este primer capítulo, imagino que habréis visto que no trata un tema agradable, sino todo lo contrario, pero de todas formas os remarco que no será una historia melosa y tierna (puede que más adelante un poco xD), sino que será durilla y difícil.
Sin embagro espero que me acompañéis también con este fic que estoy escribiendo con muchas ganas, y si no me creéis preguntadle a riona25, que ha tenido que aguantar todos mis delirios y preocupaciones con la historia, jajaja. Por eso mismo le voy a dedicar toooodo el fic a ella, porque me ha ayudado un montón y porque me ha aconsejado siempre que lo he necesitado :3
Espero que os haya gustado este primer capítulo y que me lo digáis con muchos reviews (sé que merezco muchos tomatazos por hacer sufrir así a mi adorabilísimo Jasper, pero es lo que le ha tocado :/).
¿Nos leemos la semana que viene? ¡Espero que sí! Xo
