Comencemos con esto de una buena vez

Esta historia no trata de héroes épicos, ni de un solo semidiós que salva al mundo entero.

No.

Esta es mi historia, la historia de un pobre diablo que tuvo una misión que muchos de ustedes consideraran enteramente trivial e inútil.

El nombre de ese pobre diablo, o mejor dicho, mi nombre es Dante Callahan.

Empezaría a contar mi historia diciendo que la pesadilla empezó cuando mi vida de chaval disléxico e hipéractivo dio un giro de 180°.

Pero no.

La pesadilla empezó cuando a mi madre se le ocurrió tener un romance con algún dios griego que no reclamaría a su hijo incluso después de que el crió tuviera catorce años. Gracias mami.

Iré al punto.

Estaba placida y profundamente dormido en mi cama, cuando me despertaron los histéricos gritos de mi madre, alegando que se me hacia tarde, lo cual era bastante extraño ya que las clases habían terminado hace unos días (Y créeme que fue toda una Odisea completar un ciclo escolar en una sola escuela.)

Entre los gritos logré entender algo sobre que Jehan había llegado.

Mierda.

Se me había olvidado por completo que me iba al campamento mestizo.

!Ah¡ !Claro¡ Les daré un breve resumen de lo que es el campamento mestizo.

El único lugar seguro para los vástagos que los dioses suelen tener con humanos.

A cierta edad una criatura mitad cabra llamada sátiro te lleva hasta el campamento -Si lees esto Jon, suerte con la búsqueda de Pan-

Escuche que de nuevo mi madre me gritaba y salí de mi cuarto, en el recibidor estaba un chico bastante bajito de cabello negro despeinado, las cejas arqueadas en una expresión algo burlona al igual que su sonrisa, bien podría ser un duende.

Noto que me examina con los burlescos ojos azules y luego me mira fijamente

-¿No planeas partir así verdad?- Preguntó, haciéndome notar que estaba en boxers