"Crónica de una noche"



A esta hora de la madrugada, cuando veo por la ventana el aire teñido de un gris azulado, el olor de la sangre se vuelve más penetrante. Busco por el suelo tu cuerpo, lo abrazo y para mi no hay nada más aterrador, sigues dormida y no sé si algún día despertarás.

El recuerdo de dos gritos, dos gritos que escuche anoche, me taladra los oídos, dos gritos que salieron de tu boca, del fondo de tus pulmones. Un grito fue de éxtasis, cuando por primera vez te sentiste mía, cuando sentiste como el fuego que invadía tu vientre explotaba subiendo sus humos hasta tu cabeza, embriagándote de placer y amor. El otro grito, más áspero, lo escuché un poco inconsciente, desde el suelo, cuando el hierro afilado penetro tu espalda después de penetrar mi pecho, atravesándote de lado a lado. Gritaste, gritaste como si ese grito de dolor, de desesperación, fuera a despertar en un segundo las fuerzas más profundas de la naturaleza. El metal perforaba tu carne, serraba tus huesos, cortaba tus venas. Al salir de ti, esparció en el suelo tu sangre, mezclándola con la mía, mezclándose así como 2 horas antes lo había hecho nuestra carne.

Ahora la luz del sol lastima mis ojos, como si fuera el aguijón de un insecto que ataca a su víctima sin piedad, no logro saber si todavía respiras o no, no logro saber si la sangre que tapiza el suelo de esta habitación sigue corriendo en torrente de vida dentro de tu cuerpo.

¿Quién en este mundo sabe de la aventura que tuvimos anoche? ¿Quién en este podrido mundo sabe si volveré a besarte, a sentir tu calor?

El cuerpo de la esquina, ese horrible bulto de carne sin movimiento, sea maldito por siempre. Por entre los cabellos de su cabeza se asoma un coagulo, el tubo de acero que nos salvó, yace junto a él. ¡MALDITO! ¡MALDITO SEA EN VIDA Y DESPUÉS! Maldito sea ese que no acepta que con una mujer no es cuestión de quien llegó primero, sino de quien supo llegar. Maldita sea esa lengua, que asomo entre sus labios, malditos también, que alguna vez profirieron palabras hirientes, como carbón ardiente, que dejaron marca en tu piel.

Ahora amor, tengo frío, la grieta en mi pecho arde como si fuera un horno subterráneo que sofoca mi respiración. La sangre, charco carmesí entre las lozas, se mezcla con mis lágrimas y siento ganas de golpear con odio aquel cuerpo de la esquina.

Ya no veo más que un halo rojo, mi campo de visión se va cerrando. Siento mi cuerpo un poco más ligero... ¿Es esta la muerte? Te toco y no te siento, te abrazo y no te alcanzo. Mis oídos martillean y hacen eco, ahora veo frente a mis ojos un punto de luz. Ya no estoy aquí, ya no soy quien era.

Del otro lado de la dimensión en la que me encuentro, un cuerpo femenino toma un profundo respiro, abraza la carne que alguna vez envolvió a mi alma... detrás de ella, algo se mueve. Amor, si pudiera hacer algo para salvarte, para que vivas y puedas honrar mi memoria, memoria del amor entre las dos, pero no puedo hacer nada, me he vuelto una simple espectadora.

Pronto estaremos juntos de nuevo, veo con odio a un monstruo detrás de ti, alza su mano y va a descargar golpe mortal en tu nuca. Veo a un horrible dragón, es ese monstruo que babea en las cenizas de la brecha entre tu y yo, tu y yo... Serena Tsukino.



A/N: ¿qué les pareció? ¿Quien creen que narro esto? Para los despistados como yo en muchas ocasiones el dragón y el bulto son el mismo, y son Darien...