Nota.

Añado que este fic es un semi AU. Es decir, tomaré un poco la saga Merlín de la BBC y solo la personalidad de Vlad de Untold. Su origen como vampiro será reescrito.

Capítulo 1. Preludio de la Destrucción.

Dolía cada centímetro de su cuerpo. La adrenalina la llenaba de fuerzas, sin embargo. Valor no le faltaba, pero necesitaría fuerzas para salvarlo.

Dobló una esquina, luego otra, siempre atenta, siempre pendiente de los gruñidos, de los gritos de dolor. Ya en el marco la puerta, Anna poseía una excelente visión de la pelea entre Van Helsing y el Conde Drácula.

Van Helsing, ya convertido en un gigantesco hombre lobo de pelaje negro, literalmente jugaba con sus garras con el gran rey vampiro como si este fuera una muñeca de trapo .Apisonaba el fibroso cuello del adversario. Anna apretó la cura contra su espalda.

Cinco campanadas para las doce.

El hombre lobo arrinconó al gigantesco murciélago contra los escombros.

Cuatro campanadas para las doce.

Lo mordía en el cuello y sus poderosas garras desgarraban los tejidos y las alas membranosas, mientras Drácula luchaba por zafarse del agarre del fuerte cuerpo sobre él. Las articulaciones del vampiro, brazos, piernas, alas, se movían, hasta que pararon, por fin y para siempre.

Dos campanadas para las doce.

Anna no perdía de vista cómo el cuerpo del vampiro quedaba rígido y se convertía en polvo: la muerte lo había reclamado por fin.

—Van Helsing— llamó Anna. Había planeado correr hasta él, pero sería su sentencia muerte." Espera a que el lobo venga a ti, solo así podrás cazarlo bajo tus términos", regla de los cazadores.

El hombre lobo corrió hasta Anna; apenas si tuvo tiempo para sacar de detrás de ella la jeringa, apretar el mecanismo y atravesar con esta la capa de pelo negro. Saltó para atrás, mientras el hombre lobo recobraba su aspecto humano. Fuertes convulsiones le siguieron, él se rasgó el pelaje para dar paso a piel humana y a un hombre de cuerpo musculoso y fuerte y guapo.

Van Helsing miraba sus manos, su cuerpo, se llevó las manos a la cabeza y luego la vio. Parada, empapada por la lluvia, jeringa en mano. Una sonrisa se dibujó sus labios y corrió hasta ella, la tomó en brazos y la abrazó. Anna, aturdida, solo atinó a corresponderle. Pero luego vinó el beso.

Labios mojadas contra labios partidos de la joven. Las manos fuertes y grandes del cazador sobre ella, acariciándole la cintura y la espalda baja…

Van Helsing quebró el beso, de repente.

Lo siento tanto, Anna— Van Helsing trazó el contorno de los labios partidos partido de la chica con los dedos, aún manaba sangre de ellos tras de pelea con la última novia, Mariska.

No es tu culpa, ha sido culpa de Mariska.-tartamudeó, y se arregló la blusa raída. Dios, se le notaba el corsé y los pezones. ¿Él se habría dado cuenta?

Lo importante es que lo has logrado— dijo, ahora sí, eufórica y con una gran sonrisa, señaló, el polvo que ahora era Drácula.

Drácula, la criatura que había perseguido a su familia por más de 400 años, la criatura que era la culpable de que nueve generaciones de su familia (incluido su hermano, Velkan) no habían cruzado las puertas de San Pedro, estaba muerto.

¡Lo has logrado!- dijo.

No, Anna. Lo hemos logrado— y la cogió por los hombros para unir los labios en un beso. Sonriendo de lado por esa reacción, el cazador tomó su rostro entre las manos y unieron los labios. El beso era fuerte más fuerte ahora, cargado de pasión, como lo era el guapo hombre. Anna le gusto, pero debía admitir que estaba un poco incómoda. Por eso fue que se alivió cuando sintió pasos cercanos a ellos.

Se tranquilizó cuando vio de quién se trataba: Carl, el fraile que los había ayudado en esa peligrosa misión casi obligado.

— ¿Ya termino todo?- preguntó Carl, asiendo aún la estaca de plata en alto.

Sí, Carl. Anna me ha curado. Drácula está muerto.- afirmó Van Helsing.

El hombre soltó la estaca en el piso y se rió fuerte.

— ¡Maldita sea, gracias a Dios, no quería que me mataras convertido en una bola de pelo!- se llevó las manos a la cabeza y recordó sus votos

— ¿Dije una maldición, no?-les preguntó.

—Sí, Carl— le confirmo Van Helsing.

Bueno, rezaré por el perdón luego. Vámonos rápido de aquí, hay que buscar a la criatura y vi varios dwergies en llamas— agregó, mirando hacía todos lados, esperando no ver más criaturas malignas por mucho tiempo.

En camino de regreso fue largo. La puerta espejo se ubicaba afuera del castillo que se caía a pedazos, pero tuvieron suerte.

Se encontraron con Frank, que los aguardaba frente a una máquina, la misma en la que Velkan había sido torturado para dar vida a los hijos de Drácula. Él la estaba rompiendo, parte por parte; cesó su actividad al oírlos llamarle.

—¿Estáis vivos cazador? ¿O malditos? —preguntó, dándose la vuelta.

Anna le observó. Mariska le había dado pelea a la criatura. Creada a partir de restos y cadáveres humanos, el monstruo de Frankenstein tenía la cabeza con rasguños grandes y largos, Anna estaba segura de que otra vez se le veía un poco del cerebro, pero no dijo nada. También las ropas que portaba estaban desgarradas.

—Estoy vivo y curado— respondió Van Helsing.

— ¿Estáis bien, señorita Valerius?-preguntó la criatura a la joven.

—Sí, gracias—

— ¿Estáis bien, fraile que no es fraile?-pregunto con una risita socarrona.

— ¡Sí, ahora vámonos antes de que parezca algo más!— los urgió Carl.

Carl, te aconsejó que no nos vuelvas a interrumpir a Anna y a mí, o con gusto le diré cómo descubriste el secreto de Drácula.- oyó que decía Van Helsing al fraile.

Vale— fue la seca respuesta

Carl sabía que Anna se tomaría a mal que él y una muchacha del pueblo habían tenido sexo en uno de los sillones de su casa.

El mostró se llevó las manos a los bolsillos del abrigo y sacó un papel arrugado y mojado, escrito en tinta china al parecer ya que a pesar de su estado, se podía notar grandes letras.

— ¡Ah! ¡No se ha roto!- se alegró la criatura y volvía a meter el papel en el desvaído atavío.

Se desplazaron hasta la salida y sin la velocidad que hacía apenas minutos poseía Van Helsing como hombre lobo, el camino era dificultoso, el hielo podía hacerlos resbalar si daban un paso en falso.

Carl— llamó el cazador; el fraile se detuvo.

¿Qué, Van?-

He recuperado una parte de mi pasado

¿Qué quiere decir?- inquirió Anna, curiosa. La criatura no decía nada, pero estaba tan ansiosa como ella.

He trabajado para el Vaticano desde hace más de quince años. Me encontraron en las puertas de la Santa Sede, sin memoria. Y con frecuencia sufría sueños de batallas pasadas. Por ejemplo, Anna, un día antes de llegar a Vaseria, tuve un sueño de mí, vestido como un caballero, combatiendo sajones.

Pero eso fue hace cientos de años…— musitó ella.

El Papa dictaminó que yo era la Mano Izquierda de Dios.

Pero ese título no existe.

Gabriel. Drácula me dijo que yo era la mano Izquierda de Dios, Gabriel, el hombre que lo asesino…— Van Helsing ladeo la cabeza. Acto seguido, alzó la sortija.

Anna la aprecio mejor. Era gruesa, con un dragón tallado toscamente, pero se podía percibir el poder de la criatura.

—Drácula pertenecía a la Orden del Dragón, antes de venderle el alma al Diablo.

—Correcto— dijo Van.

— ¿Y deseas que te llamemos Gabriel ahora?

Sí. Es decir, Van Helsing me suena un tanto largo y asemeja más a un apellido que a un nombre—

Genial. Ahora podré gritarte: "Gabriel, vas a matarnos", en vez de "Van Helsing, vas a matarnos" y así ahorrare tiempo y mi vida.

Anna, caminaba con cuidado entre la nieve resbaladiza y con toda la entereza que podía, ya que el tacón de su bota se había roto.

A pesar de todo, Gabriel era un Arcángel de Dios— reflexionó Carl.

Curioso. Curiosísimo— comentó la criatura.

La caminata se detuvo cuando cruzaron la puerta espejo. La puerta espejo era la única que Drácula jamás pudo traspasar, porque carecía de un alma que lo reflejara en el frío marco. Frío marco que termino hecho pedazos, Anna no dio vueltas para romper el espejo con un pico y Carl y la criatura se sobresaltaron ante el ruido de los cristales rotos.

Para estar seguros— les explicó la joven.

A propósito, me he decido por un nombre: Adán— dijo la criatura

¿Qué?- preguntó Carl.

Mi nombre ahora es Adam Frankenstein. Es un nombre adecuado. Mi padre murió antes de poder nombrarme, así que estuve leyendo su Biblia en busca de un buen nombre para mí y confeccionando una lista de nombres Los había muy largos, muy bellos, pero ninguno me gustaba para mí. Leí el Génesis y… —dirigió la vista vidriosa a Carl y al cazador mientras decía esto y sacó del abrigo el papel. Anna comprendía ahora qué era y el porqué de la alegría de la criatura al no verlo dañado.

Sé que él no era Dios, pero fue mi creador, mi madre y mi padre. Estuve pensando en llamarme Evo, pero no suena bien. Adam. Ese es mi nombre.

¿Y qué tal Frank Frankenstein?- bromeó Carl. Van Helsing lo golpeó en las costillas.

El recién presentado Adam gruñó.

Adam es un bello nombre, Adam—comentó Anna.

Adam mostró sus dientes blanquecinos, toda la hilera en una sonrisa.

Gracias, señorita Valerius .Al menos, moriré con un nombre y un apellido para ser enterrado.

No— respondió tajante, Gabriel.

¿Qué quieres decir?- inquirió Adam, frunciendo el ceño.

¿Anna, hay alguien en tu casa?

No, nadie. Di a todo el servicio el día libre. No volverán hasta mañana y si lo hacen, solo vendrá Greta.- explicó Anna.

¿Hay alguna manera de que nos proporciones vivieres y un caballo? — pregunto Gabriel

Te ayudaré, Adam. Te debo una. No eres malvado, incluso con las circunstancias de tu nacimiento— prometió Anna.

Van Helsing, elígele un carruaje, Adam, acompáñalo. Carl, ven, vamos a la cocina.- pidió Anna.

Bajaron a las cocinas y Carl tomó un saco de mimbre. Anna y él procedieron a llenarlo con diversas comidas y bebidas: un jarrón de agua, queso, carne seca, pan, panecillos dulces y un libro de recetas. A continuación, Anna le dijo a Carl que iba por algo y que enseguida regresaba.

Fue hasta sus aposentos y cogió una gruesa frazada y unos pedazos de género, junto con un pequeño frasco de antiséptico y unos libros de texto, que le servirían a Adam en su travesía.

Van Helsing estaba charlando con él para cuando ellos llegaron a las cabellerizas. La criatura acariciaba a un caballo, un macho de pelaje negro, por entre las orejas. Le hablaba de a susurros, enternecido.

Anna pasó el saco en el suelo y le mostró a Adam las provisiones que había elegido para él.

— ¿Es suficiente?- Preguntó.

—Es más que lo que merezco. No sé cómo podría pagarle, señorita Valerius y a ustedes, Carl, Van Helsing; mas si algún día nuestros caminos se vuelven a cruzar, cuenten con mi ayuda para lo que ustedes desean. No se asusten, pero ¿podría abrazarlos?

El trío aceptó. Lo que terminó en los tres alzados en el aire por Adam; a continuación, les hizo una profunda reverencia y tomó el lugar del conductor del carruaje, bien oculto tras el abrigo de Van Helsing.

Le dijo un "vamos" al caballo y partieron de la entrada de la mansión Valerius.

Los tres lo vieron perderse de su vista, con la misma quietud con la que una pluma sube al cielo impulsada por algún fuerte viento. Como la pluma, no sabían si volverían a verlo, mientras silbará el viento.

En el castillo, los dwergies sobrevivientes se juntaban Los que estaban sanos ayudaban a sus compañeros heridos a comerse sus extremidades mutiladas. Los cadáveres estaban repartidos para un festín más tarde. Ellos no eran como sus primos lejanos, los extintos enanos trabajadores y los duendes traviesos, pero amistosos. Carecían de todo sentido más de honor o lealtad.

Entretanto, los truenos cesaron por fin y la lluvia y el viento podían comenzar su danza. Quizás el viento se amoldo a su compañera purificadora, a la vida que esta daría, quizás la lluvia se dejó llevar por la libertad y la pasión que ejercía el viento sobre ella.

Reunieron las cenizas del cadáver con su danza y solo ellos, junto con la luna semi escondida detrás de las nubes, fueron testigos de cómo las cenizas se levantaron del suelo, se solidificaron y tomaron la forma de una piedra, de un metro ochenta de alto.

La piedra no tardó en quebrarse por dentro. Una mano salió de ella, una mano callosa y blanca, con uñas largas, como garras.

Luego otra mano. Un pie desnudo y una cabeza humana que respiraba. Era un hombre, o al menos poseía el aspecto de uno.

Ese hombre era Vlad Drácula. Libre por fin.

Vlad respiró por primera vez en más de 400 años luego de su muerte física. Probó cada dedo, cada articulación. Había funcionado. El cuerpo era suyo de nuevo, valió la pena esperar y se sintió un tonto por no confiar en Lily.

Rompió la piedra que lo había contenido. A pesar de estar desnudo bajo la lluvia, a pesar de que los dwergies venían hacía él, hostiles, era libre. Libre como el viento, que danzaba con lujuriosa libertad.

Las criaturas lo observaban, armas en mano.

"Sería un buen ejercicio físico", pensó con una sonrisa sardónica.

Se deslizo veloz por entre todos y tomó a uno del brazo. Lo alzó para que quedaran cara a cara.

Abrió la boca e intento hablarle en húngaro, pero solo le salieron balbuceos, propios casi de un niño. Apretó los dientes, Liliht le dijo que pasaría; pero no era mismo saberlo a vivirlo en carne propia.

"La unión entre tu mente y tu cuerpo tardara un poco, querido"

El dwergie se retorcía entre sus brazos, tratando de morderle. Vlad ladeó la cabeza.

—No…matar….te ¿Cómo? ¿Morir? ¿Caín?- tartamudeó.

—No conozco a ningún Caín—

—El. Ladrón. De. Cuerpos. Se hacía llamar. Por mi nombre. Vlad Drácula. Conde

—Él lo mató… Van Helsing, el cazador… por favor—

Vlad parpadeó. Liliht no le había dicho que Van Helsing, seguía vivo.

— ¿Él .sobrevivió ?-

— ¡Respóndeme!-rugió.

—Sí, él y la moza Valerius y el fraile. La criatura también, amo, perdóneme la vida—

—No soy tú amo. No soy Caín, no me compares con .un vulgar ladrón— le gritó, zamarreándolo.

¡Ah! La ironía de que su asesino matara al ladrón de su cuerpo.

"No pierdas tu compostura, Vlad "se recriminó. Si continuaba así, iba a terminar con la vida de ese ser que podría servirle para adquirir más información.

—Quiero que me ….digas que propiedades… poseía tu amo. Son mías …ahora… después de todo— ordenó.

¡Sí, señor, tiene un palacio en Budapest y… por favor no me maté!- suplicaba entre llantos.

—Con eso … está bien—lo soltó y le dio la espalda.

No dio ni cinco pasos cuando la criatura trató de apuñarlo con un pedazo de maquinaria en forma de punta.

Vlad detuvo el ataque con un movimiento vago del brazo.

—Ya que no sabes apreciar. Mi misericordia— decía y abrió la boca, dejando ver los afilados colmillos, pero uso sus manos para partirle el cuello. No podía beber de otros seres que no fueran humanos, su maestra se lo había dejado en claro.