La vista del paraíso alpino la dejó anonadada. Las manchas de luces se repartían de manera irregular por la esfera, pero el punto de descenso era claro: Illiria formaba la más extensa de todas ellas. Había oído por toda la Alianza sobre la prosperidad de Elysium, que ya constaba con nada menos que de cuatro millones de habitantes (A tan solo dieciséis años de su fundación); pero una cosa era oírlo, y otra verlo. Estaba por apoyar su mano en la ventana, como para hacer real la visión, cuando una voz sonó a sus espaldas:

- Bella ¿Verdad, Jefa? – La voz arrastrada de Figueroa le llegó distante, perdida en sus propios pensamientos, como estaba. Se volvió a mirarlo – Nuestra colonia más próspera – Agregó con orgullo el Cabo.

- Nunca he estado ahí – Le respondió con una leve sonrisa – Pero parece el lugar perfecto para el Escuadrón Bane

- ¿Perfecto para el Escuadrón Bane? – Figueroa tocó inconscientemente el parche de la 103º División - No es como si descendiéramos a liberarla, Jefa – Bromeó el cabo

- No, me refiero… a que nos merecemos un permiso – La mujer se alejó de su sitio en la Cubierta de Observación – Además… – Se encogió los hombros - Bueno, tal vez sea mejor que no tentemos a la suerte, Figueroa

- Si, señora – Respondió éste, pues más que un comentario casual, le sonó a una orden.

El Escuadrón Bane pertenecía a la rama de Infantería de la Alianza, y no de la Marina, pero no estaban exclusivamente en la superficie como las unidades de las Divisiones de Frontera. Su despliegue solía consistir en SO (Operaciones Especiales); y solían arribar a donde se los requería a bordo de la nave designada, desde donde bajaba el Equipo a Tierra.

De momento estaban a bordo del crucero SSV Moscú, que realizaba la aproximación a Elyisium en círculos, en espera del permiso para descender del Control Espacial. Aunque la espera fuera por tan sólo por un momento: como parte de la Armada de la Alianza, el crucero poseía prioridad, aún cuando no se tratara de una misión oficial a tierra.

La seguridad de la Colonia de Elysium era intensa, e incluía una pequeña flotilla de cruceros y fragatas en el Sistema Vetus, pertenecientes a la de la Segunda Flota, que rápidamente dejaron atrás, en su patrulla; además de una escuadrilla de cazas interceptores en los hangares de la superficie, cañones planetarios; y un destacamento de Marines para dar la bienvenida a aquellos que ignoraran los protocolos e intentaran aterrizar lejos de los puertos.

Nada de esto era extraño, siendo la colonia un centro de comercio y viajes de la Alianza. Además de que se ubicaba en el Confín Skilliano, lejos del regulado espacio del Consejo, en donde la peor escoria galáctica hacía de las suyas.

El Teniente Kuromori, líder del Pelotón 32°, entró a la cubierta de la tripulación, con su particular paso firme. Los dos Jefes de Operaciones se pusieron inmediatamente firmes:

- Atención – Gritó el Jefe del Escuadrón Rage

- Descansen – Murmuró el teniente. Independientemente de lo pobre o intensa que hubiera sido su jornada, siempre parecía cansado – Escuadrón Bane, Escuadrón Rage, la SSV Moscú está descendiendo en Elysium. El Mayor Miles me ha pedido que les recuerde que tras la misión en Anhur se siente orgulloso de vuestro rendimiento, y que se merecen este permiso – Los marines se permitieron una breve sonrisa, pero todos ellos sabían que el discurso sólo acababa de comenzar – A partir de ahora tienen licencia por 5 días en el TUCT… O lo que es igual a 4,3 días en el Estándar Galáctico, por si se les olvida su paradero cuando acaben liándose con una asari – Uno de ellos gritó "Amén", seguido por un coro de carcajadas que el teniente cortó en seco – Que bajen ahí, no los autoriza a avergonzar a la Unidad de Marines con mayor prestigio de la Alianza. Llevar ropas de civil, no los exime de las normativas. Ante todo, ustedes son soldados, y representan a lo mejor de la Humanidad. Lo que quiere decir que patearé el trasero de aquel que se presente ante mí con resaca; y que terminarán ante la PM si se meten en un pleito, con una maldita revisión de expediente y corte marcial. – El Teniente hizo una breve pausa antes de preguntar - ¿Quedó claro?

- Señor, sí, señor – Fue la respuesta unánime de la Infantería. Detrás de ellos, los oficiales de la Moscú observaban la escena entre divertidos y fastidiados. La mayoría de los miembros de la Armada de la Alianza, consideraba a los marines unos "malditos cowboys"

- Son las 20:05 en el Tiempo Universal Coordinado Terrano. Los quiero en 5 días. Ni un minuto más, señores. Retírense.

El puerto de Elysium pululaba de personas. Por un momento la Jefa se sintió abrumada. Pese a que tenía activado el traductor estándar para los idiomas del Consejo, pudo sentir dialectos extraños a sus oídos en cada pasillo. Además del abrumador ruido de la masa, la variedad de individuos era alucinante. Las pieles de humanos con tonos ridículos (Producto de procedimientos de cambios de pigmentación que estaban de moda); así como los tonos naturales (azules y purpúreos) de las asari, resaltaban entre todos ellos. Aquí y allá, podían notarse algunas escamas blancas y oscuras de esbeltos turianos. Pero el mayor porcentaje de la mitad alienígena de la colonia, eran batarianos. Una raza antropoide que poseía cuatros ojos (En vez de dos como las principales razas bípedas), con pieles de distintos tonos ocres, cubiertas por un pelo corto y fino.

Aunque no era la primera vez que veía batarianos (Ya había cruzado fuego con ellos en sus patrullas en la Colonia Cyrene) no pudo dejar de mirarlos discretamente. La mayoría de los miembros de dicha especie permanecían en el espacio de la Hegemonía, constituyendo una sociedad altamente cerrada. Los que no, o eran comerciantes o eran criminales: piratas, esclavistas o mercenarios que tarde o temprano huían a los Sistemas Terminus.

La fila de los ciudadanos de la Alianza, era mucho más corta que la de los visitantes no humanos; donde los procedimientos de registros, era mucho más estrictos y se tardaban el doble de tiempo. Al llegar a la aduana, el guardia de la estación escaneó las huellas digitales de la Jefa y examinó su identificación durante unos segundos antes de saludarla.

- Todo en orden, Jefa Shepard. – Y se estaba por hacer a un lado, antes de animarse a preguntarle – Disculpe, señora. ¿Ustedes son de la División 103°?

- Si, lo somos… Cabo…

- Fort, señora. – Le extendió una mano – Es un honor... he… escuchado mucho de ustedes

- El honor es mío, Fort – La Jefa se la estrechó amablemente. Sabía que de todas las divisiones, la 103° constituía la que poseía el mayor número de soldados de fuerzas especiales; lo que los hacía ver intimidantes – Pero creo que será mejor que prosiga, antes de que los de atrás empiecen a lincharme

- Y vaya que si, Jefa… Quiero llegar al bar – Gritó uno de sus hombres, desde la fila

Fort se hizo a un lado para que pasara. Y finalmente las calles frías de Illiria se revelaron ante sus ojos.

...

Tras observar a los taxis, estacionados en la acera, decidió hacer el breve camino desde el puerto hasta el hotel (donde se había registrado por ExtraNet) a pie. La noche del paraíso alpino le daba la bienvenida con unos finos copos de nieve. A su espaldas, como único equipaje, una mochila táctica. Ante todo, ella era una soldado

La cama del hotel era un lujo comparado con las capsulas para dormir de la Moscú. Decidió recostarse por un momento siguiendo un impulso casi irrefrenable. Nadie entraría de golpe gritándole: Arriba. Tampoco se alarmaría por su postura ni sus modales ¿Botas en la cama? ¡No sea marrana, Shepard! ¡¿Qué clase de modales le ha enseñado su madre?! La Jefa dejó escapar un bufido, respondiéndose internamente: "Ninguno, señor". Aún así, se estiró para aflojar los cordones. Cinco días de descanso. Decidió programar un recordatorio en su omniherramienta, y volvió a tumbarse. Pero la magia del momento de paz había pasado.

- Mierda, necesito un trago – Los sonidos de la Hahne-Kedar, disparando en Anhur habían resonado en sus oídos en el silencio del espacio, durante el trayecto hasta el Sistema Vetus. No era miedo, sólo adrenalina. A veces le costaba lo suyo aceptar los ratos de ocio, obligándose a bajar las defensas – O tal vez sea mejor una ducha antes de salir...

Cuando finalmente llegó al Agujero Negro, un establecimiento selecto a pocos metros de los puertos espaciales, no se sorprendió en absoluto a encontrar a parte de su escuadrón ya instalado en la barra. Alto, y rapado a la usanza de la Alianza, estaba Daniel Cohen, con una campera negra impermeable, diseñada para la nieve. Seguido de Dwight Smith, de cabello corto pero ya visible, como si sólo hubiera crecido por un descuido momentáneo en su apariencia. Llevaba una barba de color mucho más claro, probablemente teñida. Además estaba Joanne Diop quien, a diferencia de Shepard, había optado por rasurarse la cabeza como sus compañeros. Era una mujer esbelta, con una piel oscura, sin imperfecciones. Pero quienes se cautivaban por esa deidad terminaban topándose con una soldado ruda como ninguna.

Decidió no unírseles, porque aunque el trato, en general, era de una confianza propia de un hermano en armas; Shepard podía entender que sus compañeros necesitaban un descanso de los rangos también. Aunque para su mala suerte, la única mesa disponible estaba ubicada a sus espaldas. Suspiró, y decidió sentarse, sin saludarlos.

Al poco tiempo, pese al bullicio de la clientela, le llegó claramente sus voces, tan familiares les eran ya desde su designación al escuadrón Bane.

- No puedo creer que permitamos turianos en nuestras colonias, luego de lo de Shanxi – Se quejaba Cohen.

- Querrás decir ¿Luego de que activáramos un Relé inactivo en contra de las leyes del Consejo? – Preguntó prudentemente Diop

- ¡Leyes que desconocíamos! Y ellos mataron a los exploradores, y a los colonos de Shanxi

- Y luego nosotros marchamos a la guerra para devolverles el golpe – Intervino Smith – Guerra que ya terminó. Y en la que ninguno de nosotros participó, Dan.

- Yo lo que no entiendo – Murmuró quedamente Diop – es la presencia de batarianos, luego de lo de Mindoir – Dirigió una mirada furibunda a un grupo de esa especie que se halla al otro extremo-¡Dios! Mi tío estuvo ahí y todavía tiene pesadillas.

- Si prohibimos civiles batarianos apuesto todos mis créditos a que la Hegemonía nos declara una guerra por el Confín – Sentenció Cohen – Abiertamente, quiero decir – Agregó ceñudo

- No tienen pinta de esclavistas, Jo – Comentó Smith, como quitándole peso al asunto

- ¿Y qué pinta tiene un esclavista? – Preguntó agresivamente Cohen

- Es mi punto... Hay esclavistas asari... A estas alturas ya deben haber humanos esclavistas – Suspiró Smith

- No inventes – Dijo, asqueada, Diop

- Casi seguro… Los que se van a Terminus y tienen escrúpulos acaban muertos en un sólo día – Concluyó Smith

Shepard suspiró, los comentarios de Cohen no la asombraba. En términos oficiales, la Alianza pujaba para integrarse a la Comunidad Galáctica. Hacía años que poseía una embajada en la Ciudadela. Y muchos decían que se sumarían a las especies del Consejo pronto, para disgusto de los volus y elcors que llevaban años luchando por lo mismo. Pero en términos privados, los oficiales podían pensar como quisieran. Ninguno sería tan tonto como para proclamarse partidario de Terra Firma, facción política altamente xenófoba. Pero aún entre los oficiales superiores, la convicción de que la Humanidad podía valerse por sí misma, estaba presente. Y tal vez incluso era más fuerte entre aquellos, que habían vivido la Guerra del Primer Contacto.

La Jefa de Operaciones no había tenido tratos directos con alienígenas. Sí enfrentamientos, en las colonias más alejadas donde las incursiones piratas no eran raras, pero nada más allá de eso. Y estaba más que dispuesta a darles una oportunidad.

Agarró el pad de datos que le había acercado una de las camareras, y comenzó a chequear las bebidas. La lista era abrumadora. Desde cervezas lager humanas, cervezas ale batarianas, hasta tragos absurdamente elaborados como el Full Biotic Kick. Decidió chequear en ExtraNet una bebida llamada Akantha, asegurándose que no saliera de las vísceras de un Klixen. Finalmente se decidió por una copa de ésta, que nunca había probado y un aperitivo para evitar que el trago alienígena, del que desconocía los efectos, la noqueara. Incluso su hígado resistente le temía a la perspectiva de acabar en el suelo, con la ira de Kuromori encima.

Por un momento toda la escena le pareció ridícula. La humanidad viajando por el espacio, a cientos de años luz de la cuna de la especie, sólo para terminar bebiendo en un bar, como si no se hubieran movido en realidad. Estaba esbozando una sonrisa cuando una voz suave la interrumpió

- Aquí tiene oficial, un sándwich terrano, y una copa de Akantha, espero lo disfrute – Dijo la camarera mientras le dejaba el pedido, y estiraba la mano para que le devolviera el pad.

Shepard levantó la mirada. Y se encontró con una asari. Había visto a varias de lejos. De cerca, sin embargo, no eran diferentes a una humana. Su fisonomía era la más aproximada (Comparada con las del resto de las especies de la Vía Láctea), con la diferencia de tentáculos cartilaginosos en lugar del cabello. Sin embargo había algo extraño en ellas, algo místico y atractivo que se entrelazaba en lo purpureo de sus pieles.

- ¿Oficial? – Preguntó educadamente la misma. La Jefa se le había quedado observando durante unos segundos, sin atinar a cederle el pad. Lo etéreo del momento fue roto por el banal sonido de alguien riéndose. La camarera no había perdido su sonrisa, pero una pequeña arruga había aparecido en su frente.

- Lo siento - Se apresuró a decirle, devolviéndole el menú. Se volvió hacia donde provenía la risa, pues había sido el tono del Soldado de Primera, Smith.

- ¿Qué pasa, Jefa? ¿Va a intentar abrazar la eternidad? – Preguntó divertido, Dwight. Era el único que sonreía. El rostro de Daniel Cohen era más bien de repulsión. Jo Diop evitaba mirarla, y parecía abochornada.

- ¿Qué? - Preguntó Shepard completamente perdida. Su rostro debió de ser realmente cómico, pues Cohen también rompió en carcajadas. Y Diop terminó uniéndoseles. – Venga, chicos, no os burléis de la terrana.

- ¿No ha visto aliens antes, Jefa? – Preguntó, sorprendida Diop.

- ¿Cuentan las bajas de nuestros descensos? – Los tres negaron – Entonces no.

- Necesita más espacio, Jefa – Dijo Cohen, volviéndose a la barra, como si el asunto hubiera concluido.

- O una visita a la Ciudadela – Sugirió Diop

- O un ejemplar de Fornax – Dijo, entre risitas, Smith.

Afuera del Agujero Negro, las aceras empezaban a vaciarse. La temperatura descendía abruptamente durante la noche, y sólo un grupo de parroquianos, que salían de diferentes establecimientos, permanecían afuera. Shepard caminó ensimismada, con las manos en los bolsillos, rumbo al hotel. De su boca se elevó su aliento blanco, que se disipaba rápidamente en el aire. Levantó la mirada, y su mente se extravió en las estrellas. Estuvo a punto de chocar con otro transeúnte, pero gracias a su vista periférica, logró evitar el incidente. Decidió detenerse para disfrutar aquello que siempre le había dado esperanza. Las luces distantes que le dijeron que existía un futuro, cuando todavía batallaba en las calles por un pedazo de pan.

La primera vez que salió de la atmósfera terrestre, había sido rumbo al Fuerte Charles Upham, en la superficie de Titán. Durante los meses del Entrenamiento de Asalto en Ambiente Hostil, debió repetirse constantemente que seguir las directivas del Jefe de Armas, Ellison era la prioridad; puesto que le era fácil soñar despierta en la superficie de la luna de Saturno, y sentirse como una pionera.

Dejó escapar una breve sonrisa. Se prometió que haría reconocimiento de terreno en Elysium, pero esa vez, sin armadura encima.

Una completa turista.

...