Capítulo I: Se fue

POV Embry

-¡Embry! ¿Te vienes? -me pregunto Jacob mientras me rodeaba el cuello con un largo brazo. La sonrisa que traia en la cara sugería una travesura para el día de hoy

-¡Claro! -exclame con extasis que no me duro – Pero no puedo.

-¿Porque no?

-Vamos, hombre -intercedio Quil. Será divertido, será todo tranquilo, ya verás -guiño el ojo

-Claro, que sí. Va a ser tan aburrido que seguro nos castigarán por eso – me reí, era claro que no iba a ser ni tranquilo ni inocente – Prometí que cuidaría de mi primita.

-¿Otra vez? -protesto Jacob.

-No puedo oponerme. Mi madrina esta muy enferma y no hay nadie más que pueda cuidarla por las tardes.

-Ah, ¿cómo esta tu madrina? -pregunto Quil, yo negue con la cabeza con aire sombrío

-No tengo idea, esta internada y solo puede recibir visitas de su marido. Parece que esta mucho más grave.

-¡Que mal! -Exclamó Jacob. -Espero que se mejore. Bueno, podemos hacerlo otro día.

-Mañana. Mañana si podré, otro cuidara de mi prima.

-¡Ya esta dicho! - Exclamo Quil. Choque los puños con mis amigos antes de separarnos.

Camine arrastrando los pies por el barro y con la cabeza gacha. No me apetecía hacer de niñera, tenía más ganas de ir con mis amigos. Mire el cielo encapotado y pense que quizás no podía quejarme. El ambiente amenazaba con una fuerte lluvía, y no me apetecía mojarme y pasar frío el resto del día. Además Kimi puede ser muy ocurrente y muy divertida. O quizás, sería más divertido ir a acurrucarme con mi novia.

Trate de no pensar en ella, o sino iba a dar vuelta atrás y dirgirme a su casa y se que mi padrino no me perdonaría que deje descuidada a la pequeña. Cuando llegue a la casa pequeña, que parecía más una cabaña, llame a la puerta con dos golpes secos. Me atendió la vieja huraña, y el agrio olor a leña y especias que desprendía me golpeo a la cara.

-Hola Sra. Philips -salude tan amable como me salia. ¿Está lista Kimi?

La mujer asintió antes de cerrar la puerta casi golpeandome a la nariz. La muy anciana era una arpía chillona, que siempre reventaba mis balones cuando por "accidente" rompía alguna de sus ventanas. Y siempre la considere una vieja sádica, ya que solía disfrutar perseguirnos a mis amigos y a mí con su bastón cada vez que nos burlabamos de su peluca. Pobre Kimi, yo hubiera odiado tener a esa mujer por niñera. La puerta volvió a abrirse, solo que esta vez vi a mi pequeña primita saltar de alegría al verme.

-¡Embry! - rodeo mi cuello con sus brazos y cruzo sus piernas en mi torso para sostenerse de mi igual que un monito. Su cabello negro era tan largo que llegaba a sus rodillas y hoy lucía especialmente lacio y bien peinado. Con mucho gusto comence a despeinarla con mis manos.

-¡Hey, Kimi! ¿Estas lista para ir a jugar? Mamá te dejo un regalo en casa.

-Me costo mucho peinarla – la anciana mascullo con molestia y yo la ignore.

-¿Qué es? ¿es una muñeca? ¿La casa para muñecas? Oh, no, ¡MEJOR AÚN! ¡Es un gigantesco peluche monstruo con forma de dragon escupe fuego que hace ¡ROAAAAR! - las palabras salían disparadas de su boca en segundos mientras hacía la pantomima de lo que creía que era un gran monstruo aterrador.

-No lo sé -dije haciendome el tonto mientras la anciana me extendía la mochila de la niña y luego volvia a encerrarse en su casa de un portazo. - Hay que ir a ver. Pero, ¿por qué apurarnos? Vamos a jugar a la play…

-¡No, no! Regalo primero! -Me jalo del cabello en la dirección contraría a donde fingía ir- Vamos a tu casa.

-¡Obligame! -Desafié y al igual que un mono, ella se balanceo de mi brazo y pasar a colgarse de mi espalda.

-¡Arre caballito! ¡Arre!- Tomo todo mi cabello en dos coletas y me lo jalo como las correas. Yo respondí con una pobre imitación de un relincho mientras corría hacía casa.

Sí que hacía el ridiculo por Kimi, pero esta niña es adorable e imposible decirle que no. Especialmente cuando mira con sus dos enormes ojos coloridos y sus labios forman un puchero adorable. Y si eso falla, siempre tiene la opción de hacer un berrinche que, lejos de ser aterrador, es cómicamente adorable. Además, a Kimana la conozco desde que era una pequeña bebe y siempre la he querido como le hermanita que nunca tuve.

Llegamos a casa justo cuando comenzó a caer una suave lluvia. Deje a Kimi en la salita y fui por unas toallas para secarla. Al volver la vi buscando por todos lados su regalo, como si fuera a encontrarlo debajo de un jarrón. Pase la toalla por su cabello humedo y note que ahora se veia bastante encrespado.

-La vieja Phillips perdió el tiempo peinandote, con este clima nunca vas a tener un cabello tan bien peinado. -Ella se deshizo de mi y fue corriendo a la cocina a mirar las alacenas.

-¿Dónde esta el regalo? - gritó ya impacientes

-Si sigues buscando así, vas a encontrar los regalos de navidad. Esta en el armario de mamá, escondido entre sus cajas de zapatos – hice un gesto con la cabeza hacia el cuarto, ella no lo penso dos veces y fue corriendo como si su vida dependiera de ello.

Mientras ella desordenaba el cuarto de mamá, me ocupe en colocar en un plato las galletas que tanto le gustaban y calentar leche para la niña. Yo me sentía muy hambriento y preferí comer un bocadillo más sustancioso.

-¡Me encanta! -Kimi volvio abrazando con fuerza el osito de peluche disfrazado de bruja con una escobita cocida a la pata. Ahora el cabello de Kimi lucía rizos ordenados. -¿Son de chocolate? -me preguntó mientras subía a la silla de un salto. - ¡Eh! ¿que miras? Vamos a comer, ¿verdad? ¡Tengo tanta hambre!

-¿No comiste ya nada en casa de tu niñera? -le pregunte y distraidamente empuje el plato de galletas hacia ella.

Kimi asintió- Me hizo comer sopa de gallina, dijo que estoy por resfriarme. - sin mucha importancia mastico una galleta - ¿No quieres galleta? ¡Mejor, más para mí!

-¿Cómo es que un pequeño monstruitito no se calla nunca? - termine de hacerme un gran sandwich con los restos de carne de la cena.

-No soy un monstruito. ¡Soy un gran dragón escupe fuego y me voy a comer esta osita con galletas y leche! -y soltó lo que ella creía que era una risa malvada.

-Eh, ¿cómo sabes que es osita y no osito? -Comence a comer viendo como Kimi pretendía darle un gran mordisco en la barriga del peluche.

-Porque está vestida de bruja, ¿ves? ¡Duh!

-Puede ser brujo -acote. Ella me miró con aire pensativo.

-Entonces es un mago travestí. -La seriedad con lo que lo dijo me hizo estallar a carcajadas- ¡Ey! Me escupes comida

Despues de la merienda pasamos la tarde jugando. La mayor parte del tiempo solo fuí su títere, y luego su muñeca gigantesca personal a quien trenzar el cabello. Jamás voy a confesar a nadie que me gusta que me trencen el cabello, es muy relajante, aunque ella me pellizca para que me despierte.

-Embry, ¿tú quieres ser travestí?

-¿Me ves usando la ropa de Mamá? -le pregunte

-No.

-Ya tienes la respuesta.

-Pe… pero tienes el cabello largo. ¿No que los hombres lo llevan corto? -me jalo otro mechón.

-¿Quién lo dice?

-No se. Pero mi mami lo tiene tan largo como el tuyo. Mi cabello es más largo que el tuyo, y el de mi hermana.

-¿Y tú papá? Antes, el lo tenía por los hombros.

-¿En serio? No me acuerdo.

-No, porque tu eras una bebe. Mira las fotos que tiene. ¿Tú papá es travestí?

-No.

-Ya tienes la respuesta.

-Ah. -Ella siguió peinándome con aire pensativo. Para tener apenas 7 años puede hacer preguntas un poco raras. En eso el telefono comenzó a sonar y me sirvió de excusa para librarme un momento de la niña.

-Hol...- la voz ronca de mi madre me corto el saludo

-Embry, ¿Estás con Kimana? No, no digas nada. Escucha. Pase lo que pase, no le digas nada hasta que yo llegue. Tu madrina acaba de fallecer.

POV Aleida

Solte un pesado suspiró que llevaba conteniendo hace más de cinco minutos; a la vez pase las páginas hacía el inicio del capitulo para releerlo. Es la tercera vez que comienzo el capitulo siete, pero soy incapaz de recordar el tema de mi lectura. Mi vista recorrio las oscuras letras sin reconocer las palabras, ¿A caso olvide cómo leer?

Mis dedos tamborilebaan en la esquina de la página, estaban impacientes por cambiar de capítulo, ¿pero que iba a entender del capitulo siguiente si no comprendía el presente? Eche la cabeza hacía atrás y mire el techo del avión. Tan bajo, tan cerca de mi cabeza. El pequeño espacio de esa monstruosidad comenzaba a causarme malestar, sentía claustrofobia, aunque nunca temí a los espacios pequeños. No podía hacer nada con la ansiedad.

Voltee la vista hacia el pasillo para ver a las azafatas que patrullaban como guardias. Agite en alto mi copa de cristal para llamar la atención de una de ellas y de inmediato supo que pedia la recarga mi copa. Llegó hasta mi con una botella en mano.

-¿Está segura que quiere más? -me consulto con fingida preocupación que me resulto irritante.

-¿A caso pregunte tu opinión? -sostuve en alto el vaso esperando que lo recargará con el vino. Me gustaría tomar algo más fuerte, pero necesitaba tener algo de conciencia para el resto del día. Resople furiosa al ver que la azafata iba a protestar y ante mi mirada decidió hacer lo que pedí.

-Su libro parece interesante -comentó con aire casual. Mi vista bajo; el texto rezaba "CAPÍTULO V. LA REBELIÓN DE LOS DUENDES." - ¿Es de fantasía?

Force una sonrisa inocente para mirar a la azafata: - Y una muy épica.

-¿Es como "El señor de los anillos"? -Me consulto. Sostuve la sonrisa y asentí, aunque en el fondo no tenía idea de que libro era ese. -Bien, veré si puedo conseguir uno en la librería del aeropuerto. Adoro la fantasía epica.

-Por la fantasía epica – dije levantando la copa a modo de brindis y ella capto la indirecta, quería que se marchara. Tome un largo trago mientras miraba el titulo del capítulo, otra vez. Así que eso estaba leyendo. De todos los libros que podía tomar para leer en el avión, tenía que elegir lo más innecesario y aburrido. Da igual, tampoco podía concentrarme en leer otra palabra más.

Mire al asiento contiguo y por suerte mi compañero no-maj estaba dormido y así no husmeaba en mis lecturas. Pero considere que ya estaba abusando de mi suerte y que no era buena idea leer libros de magía rodeada de tantos No-maj. Así que guarde el libro en mi equipaje de mano y mire directo a la pantalla incrustada en la parte posterior al asiento que estaba delante de mi. Tampoco tenía idea de la película que estaba pasando, ni me importaba. Solo quería llegar ya, bajarme ya de esa monstruosidad que llaman avión. Quería desaparecer, volar, lo que sea. Hubiera volado. ¿Porque no me fui volando?

Una fuerte sacudida del avión me hizo recordar el porque decidí ir en ese aparato. Había fuertes tormentas en todo el norte del país, no confiaba en mi capacidad para mantener el equilibrio en la escoba. Y no me apetecía cruzar el país forzando a mis pobres alas. ¡¿Cómo iba a llevar mi equipaje?! Y los polvos flu, ni hablar, mi alergia al polvo iba a destrozarme la nariz y la poción para la alergia es asquerosa. Pero pensándolo bien, hubiera aceptado la poción, era más rápido que la tortura de este viaje.

Concentrate, Eida. Concentrate. No hay porque apurarse, no es el fin del mundo. Todo va a salir bien. Ella va a estar bien.

Y no podía engañarme. Mi madre, mi querida madre, estaba muy enferma. Ella no quería que dejara mi comodidad en Nueva York para ir por ella. Me dijo que se repondría y que no debía dejar de hacer mi vida solo porque ella no se sintiera bien. Le creí, me fui. Y de pronto me sorprendo con la lechuza de mi padre con una carta colgando en su pico. La preciosa caligrafía, torcida por los temblores de su mano, me explicaba con una burlesca sencillez que mi madre estaba mucho peor y que se encontraba internada en el Hospital Mágico de Demic.

Las siguientes horas, ¿cuántas fueron? Pasaron como un borrón sin sentido. Creo que fui a hablar con la dirección de la escuela, explique que debía irme, explique las razones y me dieron el tiempo que necesitará. Volví a casa, discutí con el desgraciado que llamo novio. Agite la varita como loca tratando de empacar y puse la casa patas para arriba, literalmente. Nos gritamos más. Y ahí estaba. En el aeropuerto, comprando los boletos del siguiente vuelo.

Vi a través de la ventana, no podía ver nada más que la negrura de la noche empapado por luces de las casas bajo de mí y oscuras nubes por encima. Apure el trago por mi garganta seca y rasposa. Renuncie al intento de dormir desde que subí el avión, ya sabía que no sería posible. La peor parte del viaje llego con el anuncio de que estábamos a cinco minutos de aterrizar. Cinco minutos que por arte de magia parecían ser eternos. ¿Porque no nos dejan bajar ya? ¿para que sirve esta cosa llamada cinturón? ¿Porque tenia que estar pasando por esto? ¿Porque porque porque?

Cuando anunciaron que podía levantarnos, yo dí un salto, tome mis cosas y choque con cualquiera que estuviera en mi camino hacía la salida. Volar de Nueva York hasta Seattle fue angustioso, pero no tanto como la tortura que me esperaba recorrer. Del aeropuerto al hospital.

No fui consiente de como cruce el edificio, solo se que salí a la calle y que alguien grito mi nombre. Sentí que me tomaron del codo y vi que era mi padre, arrastrándome bajo la lluvia hasta su automóvil. El me quito la maleta de las manos y fue a guardarlo mientras yo lo miraba en shock.

Mi padre, el hombre orgulloso de rostro duro pero mirada dulce, se veía horrible. Recordaba su cabello negro y lustroso, creo que tenia ya unas cuantas canas la ultima vez que lo vi. Pero ahora se veía casi totalmente canoso. Su piel blanca lucía un aspecto enfermizo y pálido, mucho más pálido de lo normal y las arrugas de su rostro sugerían que hace mucho, mucho tiempo dejo de sonreir.

-¿Estas bien? -le pregunte angustiada cuando finalmente se sentó a mi lado y puso en marcha el vehículo.

-Ella no lo está- respondió en un gruñido. Su vista taladraba a todos los automóviles que se ponían en su camino. Toco la bocina como un loco e insultaba de forma impulsiva, como si fuera que alguien más, aparte de mí, le haría caso.- Malditos No-maj

-Podríamos tomar otro transporte...- empece a sugerir y mi voz fue apagándose al anticiparme a su respuesta

-No es tan lejos y … - sus palabras se ahogaron con el chillido de las bocinas. Lo observe angustiada, muy pocas veces lo he visto así de furioso y resulta muy intimidante. Instintivamente me encogí en mi asiento, deseaba desaparecer en ese momento. ¿Algún No-maj lo vería? Los vidrios están tintados.

- Ni lo intentes -me siseo, debió de leer mis pensamientos.

-Ya, yo solo… no puedo soportarlo…

-No eres la única- me espetó con rudeza. Giro a toda velocidad en una esquina y yo temí que el auto se volcará. Sería muy fácil, teniendo en cuenta que la pista se encontraba completamente inundada.

Abrí la boca para decir algo, lo cerre y volví a abrir. Me sentía como pescado boqueando de desesperación. ¿Qué podía decirle? Nada se me ocurría, estaba aterrada. Por mí madre. Por mí padre. Por mís hermanos.

-Alan y Kimi… ¿Saben? - consulte con cautela. El negó con la cabeza dos, tres, cuatro veces antes de decir algo.

-Kimi esta con la tía Tiffany, la entretiene. Y pedí al director que no le dijera nada a Alan de momento. ¿Cómo va a manejar la situación en la escuela?

-Podría sentarles mal… Si esta es la única posibilidad que pueden verla… -mi voz se quebraba cada vez que intentaba hablar – despedirla … - rompí a llorar.

-¡Calmate! -me gritó, aparco el vehículo y se volteo hacía mí. Tomo mis manos para impedir que me cubriera el rostro y me obligo a mirarlo- Calmate -repitió, esta vez, con suavidad. - Harás que todo sea más difícil. Para ella, para ti, para Kimi, para Alan… para mí. Se fuerte -me suplicó. -Hicimos todo lo que pudimos.

Vi que a el también comenzaba a caerle las lagrimas. Al instante se aparto de mi y comenzó a secarse con un pañuelo. Tomo un largo respiro y continuó: -Tenemos que ser fuertes y seguir adelante. Es lo que ella desea, ¿Crees poder? - comencé a menear la cabeza, no me sentía segura – Tenemos que serlo… juntos. -extendió su mano hacía mí y yo lo sostuve con fuerza.

-Papá. -dije con la voz ronca.

-¿Sí?

-Tengo miedo.

-Y yo. -repitió.

Descendimos del vehículo y nos dirigimos al hospital mágico, que resultaba ser un edificio de aspecto ruinoso y con tiendas baratas de segunda mano que ningún No-maj miraría dos veces. Nos adentramos casí corriendo. Los hospitales mágicos no me resultaban extraños, casí lo consideraba una segunda casa. Pero ahora este lugar parecía mi infierno personal y que la peor parte se encontraba detrás de una puerta insípida. Trate de armarme de valor, me prometí que todo estaría bien. Nada malo pasaría.

Me estaba engañando.

Fue la última vez... Se fue.