¡Hola¡ Soy nueva por estos rumbos y llevaba tiempo queriendo compartir mis historias en algún sitio. Creo que empezaré con un fanfic que he ido creado en mi cabeza sobre una posible historia entre Vegetto y Kefla, las dos fusiones potara. Para esta historia estoy tomando en cuenta los hechos del manga y no del anime (por si hay cosas que no les cuadra). Espero les guste este primer capítulo. Ya ando trabajando en el segundo, espero tenerlo muy pronto.

- ¡Kale! ¡Kale! ¿Dónde demonios estás? - gritaba Caulifla desesperada. Kale apareció en el cuarto principal de la guarida de la sayayín poco después.

- ¿Me llamabas? - preguntó tranquilamente la sayayín legendaria. Caulifla tomó de la mano a Kale y la guió hacia afuera de la guarida sin decir ni explicar nada. Kale no se opuso. Nunca lo hacía. Cerca de la entrada de la guarida se encontraba Vados, el ángel guardián de Champa. Esto sorprendió ligeramente a la sayayín legendaria, pero no se atrevió a preguntar lo que ocurría. Caulifla extendió su otra mano hacia el ángel quien solo se limitó a tomarla sin mucho interés. Esta tocó tres veces el suelo con su báculo y, en menos de un segundo se encontraban las tres mujeres viajando por el espacio. Nadie habló durante todo el camino. La curiosidad de Kale iba aumentando. Caulifla solo se limitaba a resoplar eventualmente. Luego de un buen rato, llegaron al edificio de Zeno-sama.

- ¿Dónde estamos Vados? - preguntó Caulifla, rompiendo el monótono silencio que se había apoderado del ambiente.

- Estamos en el templo de Zeno-sama. El Rey del Todo ha solicitado verlas. - dijo Vados indiferentemente.

- ¿Y para qué quiere vernos ese niño cabeza de balón? Tengo mejores cosas que hacer en mi planeta. ¿Por qué no llamó a Cabba? Él no hace nada importante - protestó Caulifla.

- Deberías tener más respeto hacia el Rey del Todo. Después de todo, él puede destruirte con solo mirarte - advirtió seriamente el ángel. Sin decir más, guió a las dos sayayín hacia donde se encontraba Zeno-sama y Daishinkan, este último sonrió hacia las recién llegadas.

- Es bueno verlas después de tanto tiempo. Espero hayan disfrutado de sus vidas, luego del Torneo del Poder - Dijo ceremoniosamente el Gran Sacerdote. Las dos sayayín solo lo observaron casualmente. El Gran Sacerdote continuó - Como se darán cuenta, solo contaremos con la presencia del Rey del Todo del presente. El Rey del Todo del futuro ha decidido explorar otros universos junto con los guardias. Pero Zeno-sama del presente las ha llamado a su presencia para pedirles un favor.

- ¿Qué favor quiere? - dijo Caulifla impaciente. Kale volteó a verla tratando de advertirle que bajara un poco la voz. Zeno-sama sonrió y tomó la palabra.

- Pues he estado pensando mucho en los guerreros que logré ver durante el Torneo del Poder. He de decir que la fusión entre ustedes dos fue una de mis partes favoritas. Me preguntaba si podrían fusionarse de nuevo, solo para ver todo el poder que podrían alcanzar - dijo el pequeño dios emocionado.

- ¡¿Qué?! ¿No hablarás en serio? - dijo Caulifla algo molesta - Me fusioné con esta buena para nada para evitar que muriera y que dejara de eliminar a su propio universo. No lo hice por voluntad propia. Además, realizar esa fusión realmente me dejó exhausta.

- Eso fue porque se fusionaron transformadas en sus respectivas formas del Super Sayayín. Para que una fusión Potara sea eficiente, ambas partes deben encontrarse en buen estado, con todas sus energías al máximo y en forma base de forma que se estrese el cuerpo de la fusión. De lo contrario, el poder de esta se verá mermado y el desgaste será mayor - explicó Vados sin inmutarse. Ambas sayayín la miraron como tratando de comprender lo explicado.

Así que esa era la razón por la cual su fusión, la cual debería haber ganado el Torneo del Poder por sí misma no había sido capaz de derrotar a un simple sayayín. Es verdad, que ese chico no era un guerrero normal, pero no debería de haber sido capaz de estar al nivel de una fusión entre una super sayayín y una super sayayín legendaria. Ambas chicas se quedaron pensativas por un rato. Zeno-sama las observaba expectante de su respuesta. Vados y Daishinkan solo las miraban indiferentemente. Para sorpresa de todos, Kale habló esta vez.

- ¿Quiere decir que si nos fusionamos sin transformarnos, podremos tener un poder aun mayor que el que mostramos en el torneo? - preguntó tímidamente. Caulifla volteó a verla.

- Definitivamente - dijo el Gran Sacerdote.

- Hermana, hay que hacerlo - dijo Kale con mucha seguridad.

- ¿Quién te crees para darme órdenes? Yo soy tu jefa - alegó Caulifla molesta. Kale la ignoró.

- ¿Acaso no te gustaría sentir el máximo poder de una super sayayín legendaria controlada? Podríamos vengarnos de aquel chico que nos derrotó en el torneo. Podríamos incluso enfrentar a su padre y aquel otro sayayín de pelo azul y mirada tosca. - dijo casualmente. Caulifla se quedó pensativa. La idea le parecía atractiva. Además, era la única forma en la que ella también podría sentir de ese inmenso e infinito poder.

- Está bien - sentenció al cabo de unos minutos - pero no tenemos los pendientes. ¿Cómo nos fusionaremos?

- Tenemos los Potara - dijo Daishinkan dándoles un pendiente a cada una de las sayayín. Eran los mismos que habían utilizado para fusionarse.

Caulifla y Kale se pusieron los Potara. Una vez fusionadas, Kefla apareció frente al pequeño dios. Se miraba feliz y diferente a como había aparecido en el torneo. No estaba transformada. Su alborotado pelo estaba apenas amarrado por una cola y este no era verde. Sus ojos eran negros y el traje que llevaba puesto era el mismo que el del torneo: unos pantalones ajustados color fucsia y una blusa corta sin mangas del mismo color.

- ¿Y bien? ¿Qué te parece pequeño Rey del Todo? - dijo Kefla alzando las manos. Zeno-sama sonrió de forma extraña.

- Es perfecto - dijo. Inmediatamente alzó una mano. Una luz apareció de su palma. Kefla frunció el ceño. ¿Acaso pensaban matarla?

- ¡PERMANTE! - gritó el Rey del Todo. La luz resplandeció intensamente por toda la habitación. Kefla solo pudo taparse los ojos. Sentía que los pendientes le quemaban las orejas. Pero esa era la menor de sus preocupaciones. Sintió como el piso desaparecía por debajo de sus pies. Empezó a caer hacia el vacío. Le era imposible volar. ¿Qué había hecho ese pequeño bastardo?

Kefla despertó con dificultad. Le dolía la cabeza y el cuerpo. Tenía la visión borrosa, pero lograba notar que estaba bajo la sombra de un árbol. ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Cuánto tiempo había pasado? Todo daba vueltas demasiado rápido en su cabeza.

- Me alegra que despiertes - dijo una voz anciana. Kefla la ubicó a su derecha. Con dificultad, la fusión se levantó hasta lograr sentarse. Su visión se aclaró. Estaba en la entrada de un bosque, el cual poseía grandes y frondosos árboles. El cielo tenía un color azul hermoso. A la par tenía a una anciana de piel morada y orejas como de elfo que tejía con tranquilidad. Vestía una especie de kimono blanco y sencillo, con un listón rojo en la cintura. Traía unos sencillos pendientes y no tenía pelo. La anciana le sonrió brevemente y siguió con lo que estaba haciendo. Kefla se quedó un rato sin decir nada, tratando de ordenar sus pensamientos.

- ¿Dónde estamos? - preguntó finalmente la fusión sayayín. Había algo raro en su voz.

- Estamos en el Mundo Secreto del Rey del Todo - dijo tranquilamente la anciana - Has de ser una sayayín muy especial para que el Rey del Todo haya decidido guardarte permanentemente en su Mundo Secreto.

- ¿Especial? - dijo sin comprender Kefla - Pero si nosotras somos una fusión, ¿Qué tendríamos de especial? - preguntó. Definitivamente había algo raro en su voz. No sonaba duplicada como cuando había luchado en el Torneo del Poder.

- Oh, eres la segunda fusión que he visto últimamente - contó la anciana - hace un mes apareció una fusión de la misma raza que la tuya. Pero era un hombre. Era muy apuesto, por cierto.

- ¿Una fusión? ¿Quién más se ha fusionado? ¿Tenía pendientes como los nuestros? - preguntó Kefla con mucha curiosidad.

- Vive en mi casa - dijo casualmente la anciana - si quieres puedo presentártelo. Creo que congeniarías mucho con él. Hasta tienes la mala costumbre de referirte a ti misma como dos personas. Este muchacho hacía lo mismo cuando llegó, pero ya no lo hace.

- ¿A qué te refieres, anciana? - se alteró Kefla - Recuerda que te dije que somos una fusión, somos dos en el cuerpo de una.

- ¿De verdad? - se mofó la anciana - Pues lamento decirte que solo puedo sentir un ki en tu interior. No siento rastro de otros ki. Generalmente las fusiones suelen tener rastros de los kis que las conforman. Pero tú no tienes eso. Por lo tanto, no eres, o mejor dicho, ya no eres una fusión. Ahora eres una sayayín como cualquier otra. Y una muy poderosa si he de opinar.

- ¿De qué rayos hablas, anciana? Kale y Caulifla usaron los pendientes potara para fusionarse y crearme. Deberías de poder sentir el ki de esas dos en mí - alegó Kefla.

- Pues no, solo puedo sentir el tuyo - sentenció la anciana.

- ¡Estás loca!

- ¿Zeno-sama dijo algo antes de enviarte a este mundo? - preguntó la anciana sin mostrar algún rastro de ofensa, luego del comentario de la fusión.

- ¿Eh? Pues...dijo algo como permanente… - trataba de recordar Kefla.

- Bueno, ahí tienes tu respuesta. Ahora eres permanente - dijo la anciana.

- Eso es imposible, la fusión potara tiene límite de tiempo. No debería tardarme mucho en separarme de nuevo en Kale y Caulifla - la contradijo Kefla nerviosa.

- Pues, según yo, las fusiones potara se separan luego de la hora de haberse fusionado. Créeme, llevas más de dos horas dormida en el césped. Ya deberías de haberte separado, ¿no? - comentó tranquilamente la anciana.

Kefla se quedó en silencio durante más de 15 minutos. No podía ser. Simplemente no podía. Ella era una fusión que no se suponía que viviera por más de una hora. La anciana tendría que estar mintiendo. De seguro lo estaba haciendo.

Pero…¿y si tenía razón? ¿Y si ya no aparecían Kale y Caulifla? ¿Cómo se lo explicaría a la pandilla? ¿O a Cabba? ¿Qué pasaría con todos esos niños huérfanos a los que cuidaban? ¿Quiénes cuidarían de ellos? La anciana comenzó a tararear.

- ¿Qué me ha hecho el cabeza de balón ese? - dijo Kefla muy seriamente.

- Deberías de tener más respeto por el Rey del Todo - le advirtió la anciana.

- ¡Dime qué me ha hecho ese pequeño bastardo! - gritó molesta Kefla - ¿Por qué me ha hecho permanente y me ha encerrado en este mundo desconocido? ¿No tenía ya una fusión sayayín? ¿Por qué quería otra?

- El Rey del Todo es un ser interesante. Nunca sabes la razón por la que hace las cosas - comentó casualmente la anciana - Él admira el poder sobre todo. Tú tienes mucho poder dentro de ti al igual que ese muchacho sayayín del que te conté. De seguro, los prefería a ustedes más que a los sayayín que los conformaron. Por eso los volvió permanentes y los metió en su mundo. Para poder tenerlos de por vida.

- ¡¿QUÉ?! ¡¿ME ESTÁS DICIENDO QUE ESE BASTARDO CABEZÓN CREE TENER EL DERECHO DE DECIDIR QUÉ HACER CON UNO?! ¡YO NUNCA DESEÉ TENER UNA VIDA COMPLETA COMO KALE O CAULIFLA! ¡YO SOLO QUIERO PELEAR, NO QUIERO EL ESTRÉS DE TENER UNA VIDA COMPLETA! - gritó Kefla furiosa. La fusión comenzó a sentir como un inmenso poder recorría todo su cuerpo. Sin volver a decir otra palabra, salió volando en dirección al bosque.

- ¡DETENTE! - gritó la anciana - No debes entrar en el bosque. Ahí habitan monstruos que te doblegan en poder. Nunca podrás contra ellos. No debes ponerte en riesgo.

Pero Kefla la ignoró y siguió volando hasta desaparecer en el bosque.

Kefla continuó volando hasta entrar a una parte bastante oscura del bosque. Aterrizó y se sentó sobre una roca. Comenzó a llorar. Sí, las sayayín lloran cuando sus sentimientos las abruman. Kefla se sentía impotente, tenía miedo, odio, desesperación, rencor y tristeza. No comprendía porque que le había pasado esto a ella.

Las fusiones solo se creaban para pelear, no para vivir en lugar de las personas que las habían formado. Ella no deseaba existir. ¿Qué haría? ¿Dónde viviría? ¿Cómo haría para tener una vida decente? ¿Qué pasaría si no lo lograba? ¿Qué pasaría si trataba de sustituir a Kale y Caulifla en su planeta? ¿La aceptarían o la rechazarían? Probablemente lo segundo. Las lágrimas se volvían más grandes y pesadas, recorrían su rostro como pequeñas y desordenadas cascadas. ¿Esto era lo que llamaban tristeza? ¿Por qué dolía tanto? Esta era una de las razones por las cuales ella no quería ser permanente. No quería sentir otra cosa que no fuera la emoción de enfrentar oponentes poderosos. ¿Quién quiere estos sentimientos dolorosos y vergonzosos?

Kefla solamente deseaba que los potara se rompieran y le ahorraran este sentimiento, pero el tiempo pasaba y ella seguía fusionada. ¿De verdad se había vuelto permanente? La desesperación la estaba consumiendo poco a poco. ¿Y si rompía los potara? "Bueno, para eso es más fácil quitármelos" pensó. Sin titubear, Kefla puso sus manos sobre los potara, pero antes que pudiera quitárselos, un estruendo la distrajo. Kefla volteó asustada.

Era un monstruo humanoide color negro gigantesco. No tenía ojos, boca o nariz. Estaba cubierto por un espeso pelo negro. Sus brazos eran largos y espeluznantes al igual que sus piernas. Kefla tomó rápidamente su posición de batalla. No estaba feliz estando viva, pero tampoco dejaría que un monstruo así le venciera. El monstruo atacó de forma tan rápida que Kefla apenas pudo esquivarlo. ¿Cómo podía tener tanto poder?

Kefla comenzó a atacarlo de forma brutal, usando todo su poder base en cada puño y patada que le lanzaba a la abominable criatura. Pero sus golpes no parecían afectarle en lo más mínimo. Esto hizo enojar a la fusión sayayín.

- ¿Con qué crees que podrás superarme por ser grande y feo? - dijo Kefla desafiante. La sayayín comenzó a aumentar su monstruoso poder de tal forma que el bosque comenzó a temblar. La criatura incluso dejó de atacarla para poder aferrarse bien al suelo. Kefla comenzó a gritar y a aumentar aún más su poder. Esto era maravilloso, así que esto era el poder que una fusión bien hecha podía alcanzar. El pelo de Kefla comenzó a erizarse aún más y a cambiar de color poco a poco. Kefla dio un último y poderoso gritó, convirtiéndose así en super sayayín ordinaria. Un momento…¿ordinaria? Kefla a penas pudo notar esto, cuando fue atacada de nuevo por el monstruo. ¿Por qué no me convertí en super sayayín legendaria? No puede ser, debería de haberme transformado en legendaria sin problemas. Pensaba Kefla en lo que esquivaba los ataques con dificultad.

BAM. Un golpe aterrizó en su estómago, doblándola y haciendo que escupiera un poco de sangre. Esto era imposible. Ella era una fusión, ¿Cómo podía estar perdiendo ante un monstruo tan corriente? No dejaría que la derrotara tan fácilmente. Kefla intentó atacar pero el monstruo, la contrarrestaba de forma brutal, dándole golpes tan fuertes que la desorientaban y le hacían perder la vista de vez en cuando. El dolor aumentaba, al igual que las heridas y la sangre.

No...no podía ser, ella era Kefla, ella no podía ser derrotada. Su versión del super sayayín debería ser mucho más poderosa, pero para ese monstruo era una nada. La sayayín chocó bruscamente contra el suelo levantando mucho polvo y rocas. Kefla se paró con dificultad e intentó atacar de nuevo, pero el monstruo la derribó y la estrelló contra el suelo abriendo un hoyo a su alrededor. Kefla era incapaz de defenderse. Se limitó a gritar y retorcerse del dolor. Las lágrimas volvieron a retornar, pero esta vez mezcladas con sangre. El monstruo parecía no tener piedad alguna. El dolor de Kefla parecía animar a la criatura a golpearla con más fuerza. La fusión perdió la transformación de super sayayín y haciendo que el dolor aumentara haciéndola agonizar. Cuando el monstruo se preparaba para darle el golpe final, un rayo de ki lo interceptó, mandándolo a volar lejos de Kefla. La sayayín se encontraba retorciéndose del dolor. Su mirada era borrosa. El dolor insoportable. La respiración le costaba y le causaba más agonía. Sentía que perdía la consciencia. Kefla deseaba levantarse para pelear pero su cuerpo no respondía para nada. De hecho, parecía que se apagaba poco a poco sin que ella pudiera evitarlo. Vió con dificultad como el monstruo se incorporaba y se dirigía hacia donde ella se encontraba. Este era el fin. Kefla sería derrotada. Antes de perder la consciencia, la sayayín logró visualizar un par de botas blancas de las cuales salía un aura roja. El aura creció hasta dejar ciega a la fusión, la cual se desmayó segundos después.

FIN DEL CAPÍTULO 1