1. PRESENTE
Estoy luchando con la corbata de nuevo. El nudo ya está hecho, me costó lo suyo, pero lo logré. Lo que pasa es que creo que lo apreté demasiado, cada vez que paso saliva siento como mi nuez de Adán presiona contra la áspera y pesada tela. Como si tuviera una cuerda o un grillete alrededor de mi garganta.
Me rindo con esta cosa, no puedo darme el lujo de desarmarlo cuando me costó lo suyo poder hacerlo. Apuesto a que sere el unico idiota usando corbata. Ron lo hizo más fácil, él no lleva ninguna. Neville y Seamus llevan de esos moños que se abrochan. Los tres están reunidos en mi sala, esperándome.
Levanto la vista y la imagen del espejo me devuelve la mirada. Apenas si me reconozco. Estoy llevando una pesada túnica nueva, de un color bordo muy oscuro, casi negro. Hermione la eligió, ella y Madame Malkin estuvieron de acuerdo en que me veía muy elegante.
"Como todo un león Gryffindor", habían dicho. Sí, claro. Soy Tarzan usando un traje.
Hermione tambien me eligió estos mocasines negros. La primera vez que me los probé me apretaban un poco, hoy se sienten como si me estuvieran triturando los pies y como si las suelas estuvieran hechas de plomo. Le apliqué dos hechizos ajustables pero no surgieron efecto, se sienten peor con cada hora que pasa.
Y ni hablar de mi cabello. Hermione me lo dividió hacia un lado usando mucha gomina y me aplicó un hechizo fijador para mantenerlo en su lugar. No se de cuanta duración ha sido el hechizo o cuanta gomina aplicó pero ya llevo puesto esta cosa dos horas y no se me ha movido un pelo. De esta manera luzco igual a...
—¡Mierda! —maldigo en voz alta. Porque soy un idiota, y como el idiota que soy me encuentro de nuevo pensando en él.
Iba tan bien, concentrandome en los preparativos, en los invitados, en lo estúpido que me veo, y cuando menos me lo espero él aparece de nuevo. En mi cabeza, obviamente, porque no he visto al desgraciado en más de dos años. Apuesto a que yo ni siquiera he pasado por sus pensamientos, mientras que a mi me cuesta cada vez más salir del espiral de recuerdos cada vez que cometo el error de mirar hacia el cielo cuando está gris (lo que es el 90% del tiempo en Londres), o quedarme viendo a los estudiantes de Hogwarts con sus bufandas verdes y plateadas paseando por el Callejón Diagon, o cuando compro manzanas verdes en vez de rojas o cuando cierro los ojos y juego a que los brazos que me rodean por las noches son los de alguien más...
¡Basta! Con un gruñido retrocedo hasta chocar con mi cama y me dejo caer en ella. Cada puta vez que creo que ya lo he superado esto vuelve a mi como una patada directo al estómago. ¿Por que hoy precisamente? ¿Alguna vez dejara de pasar? ¿Dónde está él ahora?
Desvío a la vista hacia el viejo escritorio escritorio de roble pegado contra la esquina de la habitación. Es una gran presencia en mi cuarto, me insta a que vaya hacia él. Jure que no volvería a abrir ese cajón de nuevo.
Un golpe en el cristal. Levanto la cabeza y veo a una lechuza gris fuera de mi ventana. Me pongo en pie a abrirle, la lechuza se queda inmóvil cuando le desato la carta de la pata y apenas lo hago emprende su vuelo, sin siquiera esperar a que le pague. El corazon me esta palpitando a mil y me tiembla un poco el pulso al abrir el sobre.
"Harry:
Me ire del pais en un par de horas y necesito hablar contigo antes de hacerlo. De hombre a hombre, o más bien, como viejos amigos. Te estare esperando detrás del Caldero Chorreante a las 10. Sere breve, te lo prometo, pero por favor ven.
Dean."
Aprieto la carta entre mis manos. Tengo ganas de golpearme a mi mismo por desilusionarme, ¿qué esperaba?
Vuelvo a mi atención a la carta. Creía que Dean ya se había ido del país hace un par de meses, o al menos, ese es el tiempo que llevaba sin verlo. Ya me imagino de qué va a ser la conversación, posiblemente de lo mismo que fue la última vez que hablamos. Y estoy seguro que me sentiré igual de incómodo y culpable que en su momento, o hasta peor viendo como están las cosas.
Miro el reloj, faltan cinco para las diez. Ron y el resto estan abajo jugando una partido de Snap explosivos, con lo competitivos que se vuelven él y Seamus van a estar bastante entretenidos como para notar que me ausente por un momento y mi integridad física no tendrá porqué verse amenazada. Me cuesta convencerme hasta mi mismo pero es la misma culpa que siempre me acompaña la que me hace tomar mi capa invisible y desaparecer de Grimmauld Place.
Aparezco fuera del Caldero Chorreante y apenas todo deja de moverse me coloco la capa, tengo que encorvarme como un anciano para que llegue a taparme los pies. Aprovecho la entrada de un cliente para pasar sin que me noten. El lugar luce igual de oscuro y deprimente que siempre, el olor a alcohol y desesperanza entra por mis fosas nasales directo a mi cerebro. Y pensar que me pasaba las tardes en este lugar después de que la guerra finalizó.
Sacudo mis pensamientos y la tentación de tomarme una y me dirijo a la puerta vieja que lleva a la parte trasera del bar. Con la rapidez y el sigilo que mi entrenamiento de Auror me proporcionó, salgo al pequeño patio.
Veo a la alta figura encapuchada que me estaba esperando girarse hacia mí. Siento mis vellos erizarse por el mal presentimiento, al mismo tiempo que siento el hechizo sellando la salida. Desenfundo mi varita de inmediato. Esto es una trampa y este tipo no es Dean, no hace falta que se baje la capucha para comprobarlo. Pero lo hace, la mano de largos dedos tiran de la tela hacia atrás y su rostro se descubre.
Las piernas me tiemblan y algo se sacude con fuerza en mi pecho.
—Hola, Harry.
Estoy paralizado. Puedo escuchar el bombeo de mi sangre en mis oídos. Él está parado allí, a no más de un metro de mí, enfundado en una túnica negra que contrasta con su piel pálida. Es él... es él o estoy soñando de nuevo.
—Draco... —Mi voz se oye rasposa, como si hubiera tragado arena.
Él sonríe levemente y sus ojos, grises como el cielo de Londres, me evalúan de arriba abajo. Mi piel está ardiendo donde posa su mirada, me siento como si tuviera dieciséis de nuevo.
—Sí —dice—. ¿Me extrañaste?
Y son esas dos palabras las que hacen que me despierte de mi idiotez momentánea y el caos se desate dentro de mí. Maldito desgraciado. Maldito cabrón. Desaparece por casi un año, no se molesta en escribir en todo ese tiempo y ahora solo aparece y me hace una pregunta tan estupida como cruel.
Quiero golpearlo, quebrarle cada uno de sus huesos, quiero exigirle a gritos una maldita explicación. ¿Por qué se fue? ¿Por qué me mintió? ¿Por que nunca escribió? ¿Alguna vez le importe?
Pero me trago mi odio, porque si se lo reclamo parecerá que aún me importa y no es así. Ya no más. Nunca más
—¿Dónde está Dean? —pregunto entre dientes, siento como cada uno de mis músculos tensarse ante su cercanía, alertas a su presencia.
—No está aquí.
—De eso ya me di cuenta, imbécil, ¿pero dónde está? Si le hiciste algo juro que...
Su ceño se frunce, y ese gesto me trae tantos recuerdos que se me olvida cómo continuar la frase.
—No le hice nada. Tu amigo hizo sus maletas y se fue hace como un mes. Cuando se enteró... de la gran noticia —dice, con evidente desagrado.
—¿Pero entonces como...?
—Fuí yo.
—¿Qué?
—Fuí yo, Harry, yo escribí la nota. Yo te cite aquí.
Parpadeo, no se le movió un pelo al decir aquello. Es de no creer su descaro. Aunque de hecho, sí, sí puedo creerlo. Jodido manipulador, nunca cambia. Y yo tampoco, que como imbécil sigo cayendo en sus jueguitos absurdos.
—¿Acaso ahora te dedicas a suplantar la identidad de otros? ¿La magia negra no da para ganarse la vida?
Draco se mantiene imperturbable ante mis palabras y eso me frustra. Quiero herirlo, que sea ojo por ojo y diente por diente. Aunque para él tal vez ya estemos a mano, por eso se fue, no me debía nada.
—Si hubiera firmado con mi nombre, no habrías venido —dice con voz serena—. ¿O sí?
No lo se.
—Por supuesto que no —contesto rotundo—. No tengo ninguna razón para querer verte.
Sus ojos, que tantas veces me parecieron tan accesibles como un par de puertas de acero,ahora parecen vidrio. Como si Draco me permitiera por fin ver dentro de él, pero no estoy seguro de querer hacerlo ahora.
—Harry —suspira—. Se que estas enojado conmigo, pero...
—¿Enojado? —resoplo—. Para nada. Para estar enojado contigo tendrías que importarme y creeme, Malfoy, que eso hace mucho tiempo que dejó de ser así.
Draco abre la boca pero las palabras no salen. El elocuente Draco Malfoy, que siempre tuvo algo que decir, que siempre supo dónde dar el golpe. Se ve tan perdido que ese algo en mi pecho se retuerce con molestia y tengo ganas de golpearme a mí mismo para poner a mis malditas emociones en su lugar.
—¿Y para qué me trajiste aquí? —hablo, viendo que él no piensa hacerlo—. ¿Vas a secuestrarme y pedir un rescate?
Eso parece despertarlo. Entrecierra sus ojos, que otra vez son puertas de acero, hacia mí. Es increible como no puedo distinguir un color de otro en las túnicas pero sí sus estados de ánimos por sus ojos.
—No te estoy secuestrando —dice, arrastrando las palabras de un modo que me resulta tan familiar que siento el deja vu como un escalofrío en la espada.
—¿Y por qué sellaste la puerta?
—No quería que te fueras apenas supieras que se trataba de mí.
—De los dos, no soy yo el que siempre huye —le recuerdo y de inmediato quiero morderme la lengua.
¿Qué pasó con lo de no demostrarle importancia, idiota?
Draco da un paso más cerca, envalentonado, y yo me arrepiento el doble de lo que me había arrepentido antes.
—No quise irme —dice.
—Pero lo hiciste.
¡Cierra la maldita boca, Harry!
—Sentí que era lo que debía hacer, qué era lo mejor para ti.
De acuerdo, eso sí que es una mierda. ¿Lo mejor para mi? Por supuesto, esos meses a puro alcohol, confusiones y miseria fueron los mejores de mi vida. ¡Maldito idiota mentiroso! Debería cruciarlo por atreverse a decirme eso a la cara.
—Querrás decir lo mejor para ti —digo y siento que podría escupir fuego en vez de palabras.
—No —dice Draco, y avanza otro paso. Mis nervios se tensan, me siento como una cerca eléctrica—. Creeme que no fue así.
—A tí no podría creerte nada.
—Tenía miedo, Harry.
—Que sorpresa —me cruzo de brazos—, ¿y a que, si se puede saber?
—A que me mires así, cómo lo haces ahora.
—¿Así como?
—Como si me odiaras —suelta las palabras y estas quedan suspendidas en el aire varios segundos.
Tiene razón, lo odio. Con todo de mí.
—Ya te dije que me importas una mierda.
Sus ojos (antes de vidrio, despues de acero) son eléctricos ahora, suelta chispas de ellos.
—¡Maldición, Harry, lo estoy intentado aquí! —me grita.
—¿Intentar, qué? —y ahora yo también estoy gritando—. ¿Qué te golpee?
—¡Decirte que lo siento! —Sus palabras son las que me golpean. Las mejillas de Draco estan coloradas, luce agitado. Respira hondo, tratando de calmarse, y repite:—. Lo siento, Harry. No sabes cuanto me arrepiento.
El corazón está me golpeando fuerte contra el pecho y ahora más que cruzarme de brazos me estoy abrasando a mi mismo, tratando de proteger esa parte mía tan estúpida pero tan vital que siempre parece responder a él.
No es justo. Después de tantos meses, de tantas noches vacías en las que me esforcé en levantar los escombros que él había dejado y convertirlos en un fuerte. Y ahora el maldito simplemente aparece, me grita una disculpa y siento la tierra temblar bajo mis cimientos.
¿Puedo ser más imbécil?
Sí, lo seré si no me voy de aquí ahora mismo.
—No hay de qué disculparse —digo, girandome hacia la puerta—. Ahora, si eso era lo que tenias que decir...
—¡Espera!
El aliento se me congela en el pecho, miro hacia abajo, donde su mano me sostiene del brazo. Siento la esencia de su magia propagarse por mi piel, o tal vez me lo estoy imaginando. De todas maneras es alerta roja. Es un peligro, no puedo dejar que haga eso, es uno de sus ataques más demoledores. No puedo perder ante esto de nuevo.
Me sacudo fuera de su agarre.
—¡No me toques!
Draco se hace atrás, luce herido y yo quiero golpearlo de nuevo por que ahora me ha hecho consciente. Consciente de su cercanía, de su aroma (alguna clase de perfume caro y exportado mezclado con el habano) y de sus ojos que lucen como el cielo antes de una tormenta. Consciente de las bolsas bajo sus ojos, y de que estas no apagan ni un poco el atractivo de sus facciones. Consciente del mechón rubio que le roza la mejilla y de que quiero estirar la mano y correrlo de su cara...
¡Mierda, Harry, no! No vayas por ahí.
—Harry...
—Solo dí lo que tengas que decir de una puta vez así puedo irme —espeto. A la mierda la calma fingida.
—Quiero tenerte de vuelta —dice. Al parecer no soy el único que decidió mandar todo a la mierda—. Pedirte que nos des otra oportunidad.
—¿Qué...? —las palabras se suicidan en mi lengua. No parecen entender las órdenes de mi cerebro, aunque mi cuerpo sí porque mis brazos lo empujan con fuerza—. ¿Quien mierda te crees que eres? Desapareces por años. No te molestas en mandar ni siquiera una puta carta y ahora solo te presentas y esperas... ¿qué? ¿Qué diablos esperas ahora? ¡No tienes derecho, Draco, no tienes derecho!
Estoy agitado. Furioso. Es un hijo de puta.
—Se que no tengo derecho. Pero nunca fuí de los que juegan limpio y no voy a comenzar a hacerlo ahora —Siento cuando se acerca porque es como si absorbiera todo el oxígeno con el movimiento—. No si se trata de ti.
Niego con la cabeza, siento algo movilizarse en mi pecho. Como si miles de aves estuvieran tratando de abrirse paso entre mis costillas con garras y picos para poder salir al exterior.
—Es muy tarde para esto, Malfoy.
—No. —Sus manos me aprietan fuerte por los hombros. Me está tocando de nuevo. Su rostro está a centímetros del mío, puedo ver la tormenta que se desata en sus ojos, sentir su aliento tibio contra mi boca y el ligero toque a licor. Se que tengo que empujarlo lejos, lo más lejos posible de mí, pero estoy paralizado entre recuerdos, nostalgias y sensaciones echadas de menos—. No lo hagas, Harry. No te cases.
No se de donde demonios saco las fuerzas para mantener su mirada, para resistirme a su voz quebrada. Draco Malfoy pocas veces había suplicado por otra cosa que no fuera su vida y yo pocas veces había podido decirle que no a alguno de sus pedidos.
Pero las cosas cambiaron.
—Voy a hacerlo —le digo, tratando de sonar con toda la firmeza que en estos momentos me esta faltando—. Quiero hacerla feliz y voy a ser feliz con ella.
Draco me suelta como si quemara y se aleja. Reconozco el dolor y la ira en su cara como propias. Conviví con esas jodidas compañeras durante muchas noches, tardes y mañanas como para no identificarlas. Es igual de reconfortante como insoportable de ver.
—¿Crees que la comadreja podrá hacerte feliz? ¿Crees que podrás tapar lo que tuvimos con una relación insípida con esa...?
—Ella hizo lo que tú no —Mi intención era ser cortante, como una daga, pero sueno desestabilizado, agitado. El cubo de basura a mi lado está temblando y se que soy yo el que lo está provocando—. Luchó por las causas correctas, fue valiente. Ella no torturó a nadie, no se quedó de pie viendo como sus propios compañeros eran masacrados, no se dejó doblegar ante Voldemort, no aceptó esa inmunda marca en su brazo. Ella se quedó.
El silencio es un peso sobre nuestras cabezas. Draco está más pálido de lo que estaba hace unos momentos. Quiero que me diga algo, yo todavía tengo mucho que decir. Un enredo de palabras, sentimientos, confesiones y reproches se baten duelo en la punta de mi lengua. Son tantas las cosas que quiero decirle, tantos los insultos que quiero soltar, es tanta mis ganas de herirlo que mi cabeza no parece saber cómo decirlo todo correctamente.
—Todo lo que hice tiene un motivo. Mi familia... yo no podía abandonarlos.
—Pudiste confiar en mí.
—Por más títulos de Elegido que tuvieras eras un puberto que estaba igual o más perdido que yo. Había mucho en riesgo y eras del bando enemigo. Ademas, también tuviste tus propios secretos, ¿o lo olvidas?
Los horrocruxes, se que esta hablando de eso.
—Dumbledore me pidió...
—Que no se lo dijeras a nadie, lo entiendo. No te lo estoy reprochando, hiciste lo que tenías que hacer.
Frunzo el ceño.
—No des vuelta las cosas, eso no justifica ninguna de las mierdas que hiciste.
—No estoy orgulloso, pero sé porqué tomé las decisiones que tomé.
—Porque eres un cobarde —escupo, la ira volviendo a calentarme las venas. Él no esta arrepentido—. Ibas a matarlo.
—Pero no lo hice.
—Pero ibas a hacerlo.
Se queda callado por un momento, sus ojos fijos en los mios.
—Iba a intentarlo.
Soñé con esta conversación miles de veces. En mis fantasías o se veía muy arrepentido o muy indiferente. No me imagine nunca un punto medio. Nunca me imagine que fuera crudamente sincero.
—¿Por qué...? —me callo. Su repentina sinceridad podría destruirme, no me atrevo a preguntarle.
Pero Draco parece entenderlo antes de que lo diga.
—Después de la guerra, después del juicio, me fui porque no podía siquiera verte a la cara —dice, con un tono bajo, como si cada palabra le costara un infierno pronunciarla—. Ver el odio en tus ojos, recibir tu desprecio, confirmar el hecho de que todo había terminado entre nosotros... No podía. No me sentía digno, sabía que te merecias algo mejor —Esta vez avanza lento, como si temiera que lo volviera a empujar. Eso es lo que tengo que hacer pero antes de que pudiera darme la orden él ya tenía su mano en mi rostro—. Sigo pensando igual. Pero ahora no me importa nada de eso.
Casi retrocedo ante su avance, es un impulso inevitable ante la frustración que me da no poder arrancarme este anhelo que me desgarra dia a dia las entrañas. Pero su tacto es anestesiante, ya había dicho que era uno de sus mejores ataques.
—Malfoy... —Eso no tuvo ni la mitad de determinación que quería.
Su otra mano sube por mi túnica y se detiene en mi pecho. Apuesto a que puede sentir a las aves luchando para salir directo hacia sus dedos, demasiado dispuestas a morir en su puño.
Aves estúpidas.
—Si me dejas... lo recompensare todo, Harry —Su pulgar traza un surco en mi mejilla—. Cada día perdido, cada error —Apoya su frente con la mía. Cierro los ojos, si no lo miró no está ahí. Pero aún puedo sentir sus palabras tibias susurradas—. Solo tienes que dejarme.
Siento el llamado doloroso de mi cuerpo, quiere tocarlo. Hay un caos desesperado en mí. El hecho de que él esté tan cerca no me deja pensar bien. Después de tanto tiempo, él está aquí. Sería tan fácil rendirme, decirle que sí a todo lo que me pida, dejarme arrastrar por ese torbellino que fue y es Draco Malfoy en mi vida. Quiero hacerlo... pero no puedo olvidar.
No puedo olvidarme de Ginny, ni de Ron, ni de todos los Weasley. No puedo olvidar lo que sacrificaron, lo que perdieron por mi causa. No puedo olvidar su dolor. Fred, Tonks, Lupin, Sirius, Dumbledore y un montón de gente inocente que murió a manos de alguien que tenía la misma marca que Draco aún tiene tatuada en su antebrazo.
—No —le digo, alejándome de su toque.
—Harry... —suspira.
—No puedo hacerles esto.
—¿A quienes...? —pero Draco se interrumpe, comprendiendo de inmediato—. Por Merlin, ellos no...
—No hay vuelta atrás. Me están esperando en estos momentos en La Madriguera, todos ellos. La última vez que se reunió toda la familia fue en el funeral de Fred —Niego con la cabeza—. No puedo. Les rompería el corazón.
—¿Y qué hay del mio, Harry? —cuestiona Draco, le desvió la mirada porque no puedo soportar la lluvia que se ve en ellos. Él me gira por el hombro—. ¿Qué hay de mi?
Me suelto de su agarre.
—No lo entiendes.
—No, tú no entiendes. Lo que pase entre nosotros no tiene porqué afectarles a ellos. Sí, tal vez sea difícil al principio, pero son tu familia, ¿no? Van a saber entenderlo con el tiempo...
—¿Crees que podrán aceptarlo despues de lo de Fred?
—Yo no lo maté.
—¡Pero tú los dejaste entrar en Hogwarts! —Puedo verlo en su rostro, fue un golpe bajo, pero no pienso dejar que me convenza—. Ya está decidido, Malfoy.
Sus ojos se entrecierran peligrosamente.
—Aún no.
Es tan rápido que apenas lo noto, me toma fuertemente de las solapas y en cuanto sus ojos destellan se que va a besarme. Si lo hace entonces ya estoy perdido. Se que no podre alejarlo después de eso. Ni siquiera estoy seguro de poder hacerlo ahora, mientras se acerca cada vez más. Estoy congelado, las aves en mi pecho desquiciadas de felicidad anticipada, ansiosas de ser alimentadas. Aprieto mis manos en puños y es cuando noto la varita rozarme la palma.
La palabra es gritada en mi mente casi de inmediato.
¡Expelliarmus!
Draco sale disparado, el ruido de su cuerpo chocando contra el muro me despierta de mi inmovilidad. Lo observo, perplejo, como hace una mueca de dolor y se lleva la mano a su nuca. Sus ojos me enfocan, sorprendidos. Suelto lo primero que se me ocurre.
—Te dije que no me tocaras.
Su rostro se descompone, esta vez no me produce ningún placer verlo. Se levanta lentamente, con la mandíbula apretada por el dolor. Me pongo alerta. Se mira la mano y sigo su movimiento. Me estremezco. Hay sangre en ella.
—Eres un idiota —dice, para mi sorpresa, no hay furia en su voz.
—¿Por qué? ¿Por no caer rendido a tus brazos a la primera disculpa a medias que me sueltas?
—Porque no te das cuenta.
—¿De que estás tratando de enredarme de nuevo? Creeme que soy consciente, pero no te creas que...
—De que te amo, imbécil —Clava sus ojos grises en los mios—. Desde el principio.
Me atraganto con mis propias palabras. Mi varita que había estado empuñada todo este tiempo cae a un costado. Siento como si una ola de calor se expandiera por todos mis músculos tensos. ¿Desde cuando había deseado oír esas palabras?
Y hoy Ginny espera escuchar esas mismas palabras de mi. Ella me la dicho más de una vez, nunca me reprochó nada, pero se que espera que hoy se lo diga. Es lo indicado después de todo.
—Eres tú el que no se da cuenta —las palabras son como cuchillas deslizándose fuera de mi garganta. Le doy la espalda por que se que no voy a poder hacer esto si lo miro a los ojos—. Nunca podría estar contigo, nunca podría dormir al lado de esa marca. No se como puedes hacerlo tú, es desagradable. Todo lo que tenga que ver con Voldemort lo es y ya no pienso volver a lidiar con nada de eso.
Espero, consciente de que Draco puede maldecirme en cualquier momento. Estoy casi deseando que lo haga. No lo detendría si lo hiciera. El silencio se tensa como un elástico entre nosotros, que se estira y se estira hasta que es imposible de soportar. Estoy esperando el insulto, el golpe por la espalda, pero nada pasa.
No lo soporto más y me volteo hacia él.
—Maldición, Draco, solo...
Me callo. Mis ojos recorren el pequeño patio como si estuviera buscando en una multitud. Pero solo somos el cubo de basura, el muro y yo. Draco se fue.
El sonido de la madera me hace mirar hacia el piso, mi varita está en el suelo. No sé en qué momento mi mano la soltó. Me agacho a buscarla, pero termino apoyandome del piso para no ceder al repentino mareo que me revuelve el estómago.
Me duele el pecho. Las aves están arañando de nuevo, pero esta vez no para salir. Están agonizando y sus últimas fuerzas las gastan en dañarme.
Mis anteojos parecen haberse ensuciado, dificultándome la visión. Llevo mis manos a mi rostro para quitarlos y limpiarlos, luego recuerdo que hace tres años que no los uso ya que me aplicó un hechizo para eso cada seis meses. Así que parpadeo y me seco la cara con la manga de la túnica.
Draco se fue, de nuevo. Es extraño, la primera vez que se marchó fue como se hubiese llevado mis esperanzas y mis energías, dejándome solo con mi odio y resentimiento. Ahora parece como si se hubiera llevado eso también. La angustia no, nunca lo hace.
Respiro hondo. Ginny, tengo que casarme con Ginny. Ella es lo mejor para mí.
Tomo mi varita y me pongo en pie. No puedo dejarme vencer por esto, tengo responsabilidades que cumplir, una vida que vivir. Además, ¿eso es lo que yo quería no? Que se aleje. Bueno, ya está hecho. Ahora todo será mil veces más fácil. Draco debe estar tan enfadado y herido en su orgullo que no querrá volver a buscarme de nuevo. Perfecto. Lo resolví muy bien.
Siento un retorcijón en el estómago, las náuseas me suben por la garganta y apenas alcanzo a inclinarme para llegar a vomitar en el cubo de basura. Abrazado al cubo, dejando que todo aquello salga de mí, solo puedo pensar en una cosa:
Draco se fue.
Sí, cambien al monstruo de Harry por las aves. Me gusta más así.
Bueno, estoy subiendo esto de impaciente nomas que soy porque me había prometido terminar de escribirla y después subirla pero como pueden ver, no fue así (espero no arrepentirme de esto). En fin, ojala les guste, estoy muy emocionada por esta nueva historia, se siente como años que no publico por acá. Voy a tratar de actualizar dentro de los próximos días.
Nos estamos leyendo!
