El Proctector
Disclaimer: Nada de esto me pertenece ni siquiera la trama que es de la grandiosa Biliwig y los personajes son de SM, solo la adaptación me pertenece.
Espero que disfruten tanto como yo al leerla.
Capitulo 1: Acosada
"Quiero salir de aquí, quiero morirme… no quiero sufrir más. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dos días… tres… una semana?"
Trató de mover las manos, pero era inútil, estaba agarrotada y el movimiento solo hacía que aumentara el dolor. Las cuerdas le raspaban las muñecas y los pies, los sentía en carne viva. Estaba todo tan oscuro… durante el tiempo que había pasado allí no había visto la luz del sol, todo era demasiado vago.
Recordaba salir del estadio donde había dado un multitudinario concierto, los guardaespaldas rodeándola y llevándola a través de los efusivos fans para meterla en el coche oscuro que esperaba para llevarla al hotel. Estaba muy cansada, era una gira muy dura, y sólo estaban a la mitad.
Recordaba haberse acurrucado en el asiento y tomar una botella de agua del pequeño bar del coche. Revivió los instantes en los que había dado unos pequeños sorbos, y como poco a poco la iba venciendo el sueño. Momentos después todo había sido oscuridad y, cuando se había despertado… pánico.
No sabía donde estaba, solo que tenía la cabeza embotada. Trató de moverse para calmar los gritos de sus doloridos músculos, volverse para ver si reconocía el lugar. Y entonces lo notó, el ruido de un ventilador de techo y el aire sobre su piel… ¡estaba desnuda! Y atada a una enorme cama, de pies y manos.
Evocó haber intentado gritar, pero lo único que salió de su garganta fue un quejido ahogado. Sentía la garganta seca… y entonces, lo vio. Una figura humana vestida de negro, junto a su cama, acechando entre las sombras, avanzando entre las tinieblas... y agachándose junto a ella, acercando una mano a su rostro.
Recordaba haber gemido asustada, tratando de alejarse de esa forma, pero una mano sobre su nuca la había retenido y obligado a tomar agua… y de nuevo oscuridad. Hasta ese momento, todo había sido igual.
Gimió de nuevo ante aquellas imágenes aterradoras. Hasta hacía poco, era una de las cantantes más famosas del país y con mayor proyección mundial. Ahora, lo había perdido todo. Le habían arrancado la vida, la esperanza de un mañana y sólo deseaba morir… acabar con el dolor.
Las lágrimas acudieron a sus ojos, mas no llegaron a salir, estaba demasiado cansada para llorar. En ese momento, la puerta de su prisión se abrió dando paso a la conocida figura oscura. Le siguió con la mirada hasta que se detuvo delante de ella y, entonces, sucedió algo que aún no había pasado. Le habló.
- Me alegra ver que estás más tranquila, querida- le susurró el hombre sentándose sobre la cama.
No podía verle los ojos, pero estaba segura de que la estaba mirando. Se habría estremecido de miedo de haber podido, pero en esos momentos estaba insensible a todo. Una mano se alargó hacia ella y le acarició el pelo.
- El que estés floreciendo ha sido un contratiempo… pero ya no queda mucho- le dijo él mientras empezaba a peinarla.
Trató de encontrarle sentido a sus palabras, que fueron adquiriendo sentido en su cansado cerebro... ¡Tenía la intención de violarla! Y si aún no lo había hecho era porque estaba con el periodo. Sintió un alivio momentáneo recorriéndola, nunca se había sentido tan feliz, y eso debió reflejarse en su rostro, porque inmediatamente él dijo:
- No sufras, querida, falta poco para que acabe. Entonces… serás mía- añadió, agarrándole un pecho sin ningún miramiento- Serás la mejor, la más hermosa de mis creaciones, las demás no estuvieron a la altura.
Se revolvió inquieta, tratando de alejarse de él, lo que hizo que la presión fuera mucho más fuerte y dura. Sentía asco de sí misma, por dejarse retener, por dejar que la tocara de esa manera en que nadie la había tocado. Intentó revolverse y sintió ardor en su mejilla… la había abofeteado con todas sus fuerzas.
Cerró los ojos, quería acabar de una vez por todas. Y entonces, lo notó… un agobiante peso sobre ella. Apretó los ojos con más fuerza, no quería verlo, no quería sentir la dureza que estaba empezando a anidarse entre sus desnudos muslos…
- ¡Eres una zorra!- le susurró mientras le lamía la oreja- No creas que no sé como eres, has estado tentándome durante meses, sonriéndome, jugando conmigo… pero ya no. Eres mi mujer, te cuidaré para siempre…- siguió moviendo sus caderas sobre ella, frotando su erección.
Isabella se quedo quieta, rígida como una estatua. Quizá si no se revolvía la dejaría en paz, tenía la sensación de que era precisamente su resistencia lo que lo excitaba.
Él pareció notar su resignación, porque inmediatamente se quedó tieso sobre ella. Y entonces sintió todo su peso y su respiración entrecortada en su cuello y, de pronto, más dolor… ahora sobre su ojo derecho.
Lo notó moverse por el cuarto. No abrió los ojos, y se concentró en lo que la envolvía, tratando de huir del dolor. Voló hacia recuerdos más placenteros, evocó sus primeros años junto a sus padres, las tardes en el porche de la granja y la sonrisa de su madre, hasta sumirse de nuevo en la oscuridad. Estaba tan cansada que solo deseaba dormir… para siempre.
Le dolía todo el cuerpo… como siempre. Tenía miedo de abrir los ojos y, sin embargo, no era como todas las veces que se había despertado, esta vez era diferente: estaba rodeada de luz, a pesar de tener los ojos cerrados la notaba a su alrededor, y no tenía el frío que le helaba los huesos, sino un agradable calor envolviendo su cuerpo.
¿Estaría muerta?
Se revolvió inquieta en la cama y entonces, apareció la segunda diferencia. No estaba atada… estaba vestida y le dolían todas las malditas articulaciones. Abrió los ojos de golpe, sentándose en la cama y miró a su alrededor.
- ¡Bella!- gritó una voz conocida.
Ella se volvió hacia ese melodioso sonido y la vio, con su pelo rubio cayendo sobre sus hombros, sus ojos azules y los pendientes de diamantitos.
Rose…- gimió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
La chica corrió hacia ella e inmediatamente se vio envuelta en sus brazos. Rose la acunó con cariño, y también se puso a llorar. Pasaron mucho rato así, tanto, que ninguna de las dos fue consciente de que la puerta se abría y un hombre de cabellos negros como la noche se quedaba mirándolas de manera atormentada por la culpa y el remordimiento.
- Belly- le susurró- Lo siento…- La chica levantó la vista al oír el nombre. Una triste sonrisa apareció en su rostro al ver su mirada atormentada.
- No fue culpa tuya, Emm- le dijo alargándole una mano. Se sentía más reconfortada después de haber llorado en los hombros de su mejor amiga.
- Debí preverlo- añadió él, caminando hacia ella para tomar su mano entre las suyas.
- Ya sabes que no puedes controlarlo todo- respondió Isabella, con los ojos anegados en lágrimas.
- Es mi deber- respondió irguiéndose cuan alto era- Pero no pude hacerlo.
Un pesado silencio cayó sobre los tres. Isabella se recostó en la cama, ahora estaba un poco más tranquila. Miró a su alrededor… estaba sin lugar a dudas en un hospital. Muchas preguntas bullían en su cabeza, pero en esos momentos no era capaz de formular ninguna.
Entró una enfermera y se acercó a ella inyectándole algo en el brazo. Instantes después, estaba dormida.
Emmet McCarty y Rosalie Hale salieron del cuarto cerrando la puerta tras de si, mientras los dos guardias de seguridad los saludaban. Emmet parecía reacio a marcharse, pero Rosalie, su esposa, le tomó la mano arrastrándolo por el pasillo.
Él también necesitaba descansar. Sólo había dormido unas horas durante la semana que había durado el encierro de Isabella a manos de un fanático, y lo peor aún estaba por llegar.
Los cuerpos especiales del FBI no habían podido detenerlo, él aún estaba rondando por ahí, acechando en la oscuridad…
Rosalie suspiró para sus adentros, le dolía tanto lo que había pasado a Bella. Las dos habían ido juntas al colegio y, aunque Bella era un año mayor que ella, se hicieron amigas al formar parte del mismo grupo de cálculo avanzado. Perdieron el contacto cuando la castaña perdió a sus padres y se trasladó de estado a casa de sus tíos. Pero les había bastado verse una noche sirviendo copas en un bar para reconocerse, e inmediatamente recuperaron el tiempo perdido.
Por aquel entonces, Emmet era el novio de Rosalie, quien había sustituido a su padre en la dirección de una importante empresa discográfica. Los tres juntos pasaron muy buenos momentos, se hicieron grandes amigos y, una noche, descubrieron que Bella tenía un gran talento para la música. Les costó convencerla, pero finalmente Emmet se convirtió en su productor y manager.
Rosalie también aportó su granito de arena a la causa. Como estudiante de diseño, hizo de Bella su experimento de final de carrera. La castaña no era dada a la ropa sofisticada, era sencilla para vestir y daba poca importancia a su imagen, pero concedió algunos cambios que a la larga dieron buen resultado, aunque sólo los admitía encima del escenario. Tras unas clases de música y baile más tarde nació Reed Jones.
Habían triunfado con el primer disco, no se les subió a la cabeza por si era algo efímero y trabajaron duro con el segundo. Aunque los resultados no fueron tan apabullantes el tercero presentaba buenas expectativas, por lo que podía decirse que Bella Swan, a sus 24 años, sino era una artista consagrada, iba camino de serlo.
Cientos de fans compraban sus discos y acudían a sus conciertos, fascinados con su voz. Había algo en ella que atraía, una mezcla de sencillez y carisma, pero, sobre todo, estaba el hecho de que Bella sabía arrastrar a las masas. Era consciente de que la fama tenía un doble filo, pero sabía aprovechar uno de ellos para defender causas justas y a los más débiles; desgraciadamente, se había tropezado con el otro filo de lleno y de la peor manera.
Habían invadido su intimidad. Ella siempre había sido muy celosa respecto a ello, no quería que se mezclara su vida pública con la privada. Cuando cantaba era Reed, cuando bajaba del escenario era Bella Swan, una chica más, normal y corriente. Pero ahora, alguien había alterado ese equilibrio.
Rosalie temía el día en que tuviera que salir del hospital sabiendo que no habían detenido a su fanático, porque no había duda de que sabía que Reed Jones y Bella Swan eran la misma persona. La policía les informó que tenía todo un cuarto en la casa lleno de fotografías suyas, mechones de su pelo, piezas de ropa que había lanzado en sus conciertos, y lo que era más espeluznante, tenía fotos de cuando era pequeña, fotos de antes de que sus padres murieran, fotos con sus tíos y fotos con su imagen íntima actual. La conocía demasiado bien, y eso era un gran peligro.
Miró a su esposo, que permanecía silencioso mirando al frente mientras caminaban hacia la cafetería. Estaba segura de que pensaba en la mejor manera de mantenerla a salvo hasta que detuvieran a ese psicópata.
- ¿Qué piensas?- le preguntó, recostándose en su hombro
- Tenemos que ponerla a salvo- dijo- Cancelaré todos sus conciertos, tiene que descansar… Necesita un lugar donde pueda estar tranquila y al mismo tiempo segura, un lugar donde nadie la encuentre.
- ¿Y existe ese lugar?- preguntó Rosalie, curiosa- Porque sería perfecto para Bella.
- Ya lo creo…- Emmet tensó sus labios- No puede negarse, después de todo es tan mío como suyo- murmuró como si hablara consigo mismo.
- No estarás pensando en llevarla a la Isla Esme.
- ¿Porqué no? Esa casa, al igual que toda la isla, es una fortaleza. Estará rodeada de hombres capaces y mi nana la cuidará.
- Capaces y peligrosos… - apuntó Rosalie- Además, sabes que tu primo no se lo tomará bien.
- Primo lejano- corrigió Emmet, molesto- Ese lugar es tan mío como suyo, puedo llevar a quien quiera
- ¿Y crees que Bella querrá ir?- preguntó Rosalie
Tenemos que convencerla. No quiero ni pensar en como se sentirá cuando sepa que no han detenido a ese hombre y que no tienen idea de quien es. Allí estará segura.
Rosalie permaneció callada. No era mala idea, pero teniendo en cuenta las circunstancias y lo que representaba esa isla, quizá Bella no estaría tranquila, y más teniendo en cuenta quien era el anfitrión. Nunca hablaban de él, había ensuciado el nombre de la familia. De hecho, hacía años que Emmet no veía a su primo a pesar de que la isla, junto con todo lo que había dentro, pertenecía a ambos. No, Edward Cullen no era un hombre común, y dudaba mucho que fuera lo que Bella necesitaba para recuperarse y estar tranquila… pero no dijo nada a Emmet, después de todo ¿dónde iba a estar más segura que en una isla paradisíaca rodeada de hombres duros?
Bella suspiró con pesadez. Llevaba ya una semana en el hospital y el médico decía que si seguía evolucionando así le daría el alta, puesto que físicamente estaba bien, y el rostro ya lo tenía prácticamente curado, solo le quedaba un hematoma amarillento sobre la mejilla derecha que con maquillaje se disimulaba casi del todo.
Había recibido también atención psicológica debido a que por las noches se despertaba empapada en sudor frío, temblando como una hoja, y no quería tomar pastillas, ni hablar, ya había tenido suficiente. Pero además, estaba el hecho de que el hombre que la había secuestrado aún estaba libre.
No sabía que hacer, estaba atemorizada. Pasaba las noches sentada en la cama, esperando que cualquiera entrara en su cuarto privado del hospital y se la llevara lejos, hasta que la vencía el sueño y empezaban las pesadillas. Tenía miedo de pensar en lo que pasaría cuando tuviera que volver al mundo real. ¿Si en el hospital donde había dos guardias todo el día apostados en su puerta no conseguía dormir, qué pasaría cuando volviera a la soledad de su casa ¿Sería capaz de salir a la calle?
Un escalofrío la recorrió de arriba abajo. No había visto a su agresor y la policía tenía tantas probabilidades de atraparlo como las que tenía antes de que se la llevara. Se lo habían dicho claro, podían hacer que una patrulla pasara de vez en cuando por su casa, pero no podían estar vigilándola constantemente. Las lágrimas acudieron a sus ojos… ¿es que no iba a poder estar tranquila nunca mas ¿iba a pasar el resto de su vida mirando por encima de su hombro?
La puerta del cuarto se abrió, y Bella se tensó, nerviosa, igual que siempre pasaba desde que le dijeron que no habían atrapado al hombre. Contuvo la respiración, hasta que se dio cuenta de que era Emmet.
- Buenas noches- la saludó con una sonrisa.
- Hola…
El pelirrojo tomó asiento a su lado de la cama. Estaba algo serio y Bella supuso que había llegado el momento de la verdad… había que tomar decisiones. Al menos, él y Rosalie que eran como su familia, estarían a su lado apoyándola.
- Nena- empezó cogiéndole la mano- Tenemos que hablar de lo que vamos a hacer cuando salgas de aquí.
- Lo sé- respondió bajando la mirada.
- ¿Qué te parecería tomarte unas vacaciones?- le preguntó con una sonrisa.
Bella le miró estupefacta, como sin creérselo. Hacía años que no tenía vacaciones.
- Pero… - empezó ella- ¿Y la promoción del disco? La gira, las firmas de autógrafos… ¡Estamos a mitad de la promoción, no podemos…!
- Bells- la cortó Emmet- Lo he cancelado todo.
- Pero…
- Shhh!- la silenció poniéndole un dedo en los labios- Quiero que descanses, que te recuperes y que vuelvas con toda tu fuerza cuando estés lista- Emmet la observó pensativo- Pequeña, tus admiradores lo comprenderán, no querrán que estés encima del escenario si no estas al cien por cien.
- ¿Y adónde iré?
- A una isla en el caribe que es propiedad de mi familia- respondió el pelinegro- Podrás estar tranquila, nadie sabrá donde estás, porque sólo lo sabremos Rosalie y yo.
- ¿Y qué hay en esa isla?- preguntó Bella, curiosa.
- ¿Aparte de playas de arena blanca y aguas cristalinas?- le preguntó enarcando una ceja. Bella esbozó una pequeña sonrisa- Una plantación de café, algunos caballos y un encantador pueblo de pescadores.
- ¿No será mucha molestia para…?
- No- la volvió a cortar él- He hablado con el ama de llaves, fue mi nana durante la infancia y estará encantada de cuidar de ti. ¿Qué me dices ¿Vas al caribe?
Bella se quedó en silencio. ¿Pasar un tiempo lejos de todo y todos en un sitio de ensueño donde nadie la iba a encontrar ni conocer?
- ¡Pues claro que sí!
Dos días después, en el hospital más importante de Miami, había un centenar de periodistas y un montón de fans dando gritos. La calle había sido cortada; había pancartas de ánimo y gritos de toda clase, que se acrecentaron cuando el manager y empresario hizo su aparición con Reed Jones, una chica de pelo castaño con unas enormes gafas de sol oscuras y gabardina larga pese al calor.
Todos querían acercarse a ella, tocarla... pero su manager casi la arrastró hasta un coche y la hizo meterse dentro a toda prisa.
Al mismo tiempo, por la puerta de atrás, salía la auténtica Reed Jones acompañada de Rosalie, vestida de manera normal y corriente, mezclándose entre la gente del aparcamiento privado del hospital como una persona cualquiera.
Tenemos que darnos prisa, el chofer nos está esperando- dijo Rosalie, rodeándola por los hombros.
Notaba a Bella nerviosa. Se cruzaron con varias personas que no les prestaron atención, a las que la chica no hacía más que mirar inquieta, demasiado para lo segura de si misma que solía ser ella siempre. Caminaron sin prisa pero sin pausa hacia un coche como cualquier otro, introduciéndose en su interior.
Varias horas después, Bella sobrevolaba el océano que en esos momentos tenía un color maravilloso. Notó una pequeña sacudida, y el avión empezó a descender. A lo lejos, vio materializarse una isla más grande de lo que esperaba: una parte formaba un acantilado sobre el que se erigía una gran mansión, al otro lado de la isla había un pueblecito de casas blancas formando calles desordenadas… Parecía un lugar encantador.
Cuando el avión aterrizó, Bella se sintió visiblemente nerviosa. Había un coche negro en el aeropuerto privado y una mujer esperando delante de él con lo que a todas luces era un uniforme de sirvienta.
Salió al exterior del avión preocupada, aunque en el mismo momento en que la sacudió la brisa del mar y el aire le llevó la sal a los labios, sintió una paz interior que hacía años no sentía. Un poco más tranquila, caminó hasta la mujer que estaba allí de pie, que la esperaba con los labios fruncidos:
- Tú debes de ser Bella- dijo la señora.
- ¿Y usted la señora Cope?- le preguntó ella, sonriendo.
La anciana, que llevaba su cabello blanco recogido en un moño por encima de la cabeza, la observó unos instantes y esbozó una sonrisa con labios apretados.
- Será mejor que nos movamos, niña- dijo, guiándola por el codo hasta el coche- Hace demasiado calor y aún tienes la piel muy blanca como para caminar sin sobrero por ahí.
Bella agradeció infinitamente el aire acondicionado del que disponía el coche y comprobó sorprendida que un hombre también mayor ocupaba el asiento delantero.
- Este es nuestro chofer, Billy Black- lo presentó.
Bella esbozó a una sonrisa nerviosa a aquel hombre que era hasta cierto punto espeluznante, pues tenía el rostro surcado por cicatrices y, como pudo observar cuando la miró, un ojo de cristal.
La señora Coope empezó a contar a Bella todo lo referente a la isla con su voz autoritaria de profesora, mientras ésta miraba por la ventana escuchándola fascinada. Se sentía en paz, tranquila y segura… hasta que unas palabras llegaron hasta sus oídos:
- El señor Masen no vendrá probablemente hasta el viernes, pero con él nunca resulta nada seguro. Hoy podrá conocer a algunos de los hombres que dirigen la plantación y el rancho. Siempre comen y cenan en casa.
- ¿Hombres?- gimió Bella, asustada.
- Oh, sí, esas cosas raras necesarias para la reproducción- añadió con sorna- Son los encargados de los caballos y la cosecha- añadió al ver la turbación de la chica- Es una vieja costumbre- explicó.
Vio como Bella cerraba los ojos empezando a respirar pesadamente en el asiento y arrugó el entrecejo; esa chica cada vez la sorprendía más. En primer lugar, cuando Emmet la llamó y le dijo que iba a enviar a una amiga muy especial a pasar unos días con ellos había esperado ver a una mujer hermosa y sofisticada… Después de todo, Emmet era un hombre de negocios y no era de extrañar que tuviera amantes, aunque nunca se le hubiera conocido ninguna. Y en cambio llegaba una chica que parecía de lo más normal y corriente, y a la que la sola insinuación de tener que comer en una mesa llena de hombres la había dejado transpuesta.
Después estaba el hecho de que el primo del señor Masen hacía años que no había ido a la isla… y ahora había mandando a una amiguita sin que él lo supiera. Había sido imposible avisarle puesto que estaba "fuera", pero tampoco podía decirle que no a Emmet, ya que también era dueño.
Bella trataba de calmar la ansiedad que le había producido el hecho de saber que iba a tener que compartir mesa con varios hombres. La psicóloga le había dicho que después de lo sucedido era normal que no se sintiera a gusto entre ellos, pero que debía intentar comportarse como lo habría hecho con anterioridad. Trató de apartar sus pensamientos hacia otro sitio con tal de serenarse, y formuló una duda que estaba rondándole:
- Señora Coope- la mujer se volvió a mirarla- Ha dicho que el señor Masen estaría aquí el viernes ¿quién es el señor Masen?
- El primo del señor McCarty- Coope vio la duda en el rostro de la chica y se apresuró a explicar- Crecieron juntos aquí hasta bien entrada la adolescencia, al cuidado de su tutor Carlisle Cullen.
- ¿Su primo?- gimió Bella- Oh, conozco a los McCarty, pero no sabía que Emmet tuviera familia lejana.
- Sí, Edward y Emmet comparten tatarabuela por parte de padre, fueron muy amigos durante el tiempo que pasaron aquí, casi como hermanos podría decirse.
Bella negó fervientemente con la cabeza y volvió a recostarse en el asiento abatida… ¿Cuántas sorpresas más le esperarían en aquella isla?
Bueno esta es una pequeña adaptación que empeze hace tiempo y no me animaba a publicar ya que no pude contactar con la autora, de todas formas si alguien puede, que sepa que no es plagio ya arriba dije que la historia no era mia, si alguien pude contactar con la autora original que me avise…
Gracias por leer y espero que les guste!
Besos y cuídense!
