Bueno, quería hacer algo aparte de Maritana y por qué no, con Juan Carlos que es tan sexy (?) Okno xDDD.
Bueno, esto lo hice mientras escuchaba la canción "Y es que sucede así..." de Pedro Suárez Vertiz, es que es casi la trama de esto, si quieren pueden escucharla mientras leen, ya que es la canción de la radio que escuchan los del fic ;v.
Y creo que eso es todo... será un fic de dos partes. y.. .eso. 31 Minutos no me pertenece. Tal vez los títulos de los capítulos los ponga en referencia a la canción que les dije xD
No había pasado tanto tiempo como habían creído, o al menos ellos no lo sentían así, pues, prácticamente pensaban que pasaría toda una vida entera antes de volver encontrarse cara a cara como los viejos tiempos, vaya. Pero al parecer, por obra del destino (y también porque a él le subieron un poco el sueldo), él volvió a ese mismo lugar, con la excusa de que quería aprender un poco más sobre la energía eólica ya que era su deber de reportero y porque como defensor del medio ambiente debía de concientizarse más al respecto para incrementar sus conocimientos sobre el tema… cuando en verdad, su verdadera razón para ir hasta allá, fue por otra cosa un poco más… interesante. Bueno, no era que no le gustaran los temas medioambientales, pero había otras cosas que le llamaban mucho más la atención como para ir, mejor dicho, había alguien que le llamaba más la atención como para poner un pie nuevamente en ese lugar.
Había recibido una cálida bienvenida por parte de ella, fue muy amable, aunque aún esta lo trataba de ignorante y más ignorante. "Sabelotodo", le decía él mentalmente cuando le daba un sermón. Ella era alguien casi como él; no tenía miedo a decir lo que pensaba, de vez en cuando la locura le ganaba un poco, decía lo que creía de los demás y su respeto tenías que ganártelo. Aparte, no era fácil tratar de endulzarle el oído como con las demás chicas, ya que muchas se derretían por un ramito de flores o elogios baratos de galán de teleserie, el cual él sabía representar muy bien. En resumen, ella era (o es) diferente, muy diferente…
Seguía siendo profesora de esos niños de Chauchil, se veía muy culta y muy respetuosa en ese papel detrás de su escritorio, dictando clase lo más seria posible. Aunque fuera de las aulas ella se soltaba un poco más pero continuaba siendo mandona como siempre, eso se quedaría con ella hasta el final, estaba seguro. Bien.
Hasta parecía ser su contraparte muchas veces, ya que al igual que él, hacía comentarios sarcásticos o soltaba algún "eres idiota" por ahí. Lo único en que se diferenciaban era que ella era más fanática del medio ambiente que él, pero nada más.
Ahora ya era de noche, se encontraban en el patio de la casa de ella, bajo el gran firmamento que adornaba el hermoso cielo, una radio casi vieja en el suelo, una mesa entre los dos, y una partida de ajedrez a medio juego. Todo estaba tranquilo y no había más ruido que la canción de la radio que llenaba el silencio del lugar.
— ¿Y cómo te ha tratado la vida, Amapola?, ¿piensas volver a viajar?—Le preguntó mientras movía un peón del casillero.
—Me temo que no, Bodoque. Estoy muy feliz aquí y no me iría por nada. —Le contestó la susodicha mientras desplazaba una pieza con astucia, evitando que se la eliminaran. El viento ondeaba algunos de sus rubios cabellos casi tirando para blanco.
—Aun no comprendo porque decidiste quedarte en este lugar, digo, es sumamente aburrido y no hay ningún casino cerca. —Dijo como si esa fuese una verdadera razón para negarse a vivir aquí.
—La vida es mucho más que apuestas, Juan Carlos. Además aquí todo es hermoso. —Le hizo saber—Y hay internet para buscar información cuando quieras… y la energía para los electrodomésticos es saludable y no daña al ambiente como la que hay en la ciudad.
—Sí, sí, claro. Lo que tú digas. —Rodó los ojos como quien no quiere otro sermón, ya era muy tarde para eso y si venía con otro reclamo, la mujer ya parecería su madre.
Amapola soltó un pequeño sonido de fastidio por la respuesta de su acompañante, pero decidió callar. No pelearía ahora con el estúpido pelirrojo, caray, pareciera que siempre buscara un pretexto para enfadarla. Siguieron jugando.
— ¿Por qué piensas que no soy feliz?—Le cuestionó mirándolo de reojo. Él se encogió de hombros.
—Mi madre siempre me decía que para ser verdaderamente feliz, uno necesitaba encontrar a su media naranja. —Le respondió cambiando de lugar al rey, ya que la chica casi lo devora con su torre. Amapola Polar sonrió divertida.
—Pues no te conformas con una sola mitad. —Espetó con sorna, refiriéndose a su fama de mujeriego. Juan Carlos se rascó la barbilla, pensativo. Amapola no sabía si él pensaba en cómo escapar de las trampas que le ponía en el juego o en la acusación en sí...
—Todas ellas son sólo una prueba. —Respondió finalmente, volviendo a mirar el tablero—Como cuando escoges el mejor producto de una tienda de todo por cien pesos.
—Gran comparación. —Dijo ella sarcástica—Eso demuestra lo ignorante que eres, ¿acaso crees que las chicas somos un objeto?
—Pues, quiero encontrar a la chica que me dará menos problemas. —Siguió diciendo, ignorando la pregunta de la ecologista. —Y también, que no cueste tanto.
— ¿Lo dices porque te tocan chicas con problemas?—Preguntó ella.
—No. Siempre me piden regalos caros.
Siguieron con su partida. Amapola parecía tener las de ganar, ya que se había eliminado a cuatro peones, un alfil y los dos caballos del reportero estrella. Mientras este apenas llevaba una torre y dos peones de ella. Increíble, o sea, no era que fuese el mejor jugador de la historia, pero aun así recordaba ser mejor jugador de lo que en este momento era, hmmm. ¿Por qué tan malo?, ¿acaso era otra de las sucias trampas de Amapola Polar?, ¿o simplemente se desconcentraba porque ella está a su lado, a solas, en una noche sin ningún alma a la vista y con la radio encendida?, su cerebro no podía formular respuesta...
Un silencio…
—Yo estoy perfecta sin encontrar mi media naranja—Decidió volver entablar conversación la ecologista, oh vaya, como le incomodaba tanta tranquilidad de parte del reportero…—Creo que eso no se adecúa a este siglo, además, no se necesita de una pareja para ser feliz. —Concluyó—Pienso que existen mejores cosas que el amor.
Bodoque sonrió burlesco y ahogó una pequeña risa.
—Pero si el amor es tan, pero tan bonito. Es más, tiene varias posiciones para disfrutarlo.
— ¡Juan Carlos!—Subió un poco la voz la fanática de la naturaleza, disimulando sus encendidas mejillas que se tornaron tan rojas como el cabello de su acompañante. Juan Carlos Bodoque sólo soltó una risa burlona y se hizo el inocente.
—Pero si yo no dije nada malo. —Fingió—No sé qué habrás pensado tú…
Amapola decidió no responder nada.
—A nuestra edad estos temas ya no son para escandalizarse, Amapola. Uno, consciente o inconscientemente, habla de esos temas hasta en el trabajo. —Movió una pieza y eliminó un caballo de su contrincante. —Solo digo.
Ella seguía sin decir palabra alguna, en realidad es que… no quería desconcentrarse de lo más principal: El juego. Sí, el juego, ¡porque eso era!, ¡Bodoque trataba de desconcentrarla para ganarle!, Ja, no lo lograría. Ella obviamente era demasiado lista e inteligente como para dejarse ganar por un papanatas tan desgraciado y estúpido como lo era Juan Carlos Bodoque. Tenía que ganar el juego para enseñarle, tenía que hacerlo…
—Pareces demasiado inocente, como una niña de tres años… o como Juanin, que piensa que los bebés vienen traídos desde China por las grullas mitad panda con su motor arcoíris. —…pero por desgracia, el reportero no se daría por vencido para abrir su gran bocota. Además, oigan, ¿quién se creía al decirle niña?, es más que obvio que ella es alguien madura y seria, hasta más que él, así que, ¿con qué derecho se lo decía?, no dejaría que la tachasen de tonta e infantil.
—En eso te equivocas, Bodoque. —Contestó con rapidez—Soy una adulta como tú, y sé todo sobre eso.
— ¿Ah sí?
—Sí.
— ¿En serio?
—Ajá.
— ¿Entonces sabes todo, todo?
Ella enarcó una ceja ante el resalto de estas palabras. Qué raro…
— ¿A qué te refieres con todo, todo?
—De la primera base hasta la última. —Contestó con confianza el pelirrojo.
—…Já, ¿y tú lo sabes?—Siguió ella, al no saber muy bien a qué demonios se refería.
—Por supuesto mi querida Amapola, soy un experto en estas cosas.
—Eres un payaso. —Espetó la ecologista algo avergonzada. —Cambiando el tema, este juego es algo aburrido, hay que hacerlo interesante.
—Te escucho.
—Hay que hacer una apuesta.
Hubo un breve silencio entre los dos, ejem…
—Qué malvada. —Lo rompió el reportero algo burlón. Amapola sonrió un poco.
— ¿Por qué lo dices?
—Tú sabes que no me puedo negar a las apuestas. —Recalcó él, pero se notaba que no le importaba mucho—Da igual, ¿qué quieres apostar?
—No lo sé… ¿Qué quieres apostar tú?
— ¿Qué tal un beso?—Le dijo tratando de parecer un galán de esos de teleserie. Amapola rodó los ojos.
—Buen intento. —Le rechazó.
— ¿Qué sugieres entonces?, ¿apostar lo virgen?
Amapola no pudo dejar escapar una risa, divertida. ¿A qué hora a esta conversación se le subió el tono?, pero bueno, que esperaba si estaba con el reportero estrella de 31 Minutos, un apostador empedernido y mujeriego a morir, y por supuesto, sabía que le atraía, él lo decía abiertamente pero ella prefería fingir que lo creyó juego, no se iba a meter con alguien como él, alguien tan… él, o sea, tan Bodoque.
— ¿Lo eres?—Le indagó con sorna. Tantas novias y tantos fracasos amorosos por las que él pasaba cada dos por tres, no creía que el reportero se habría quedado con las manos vacías en sus relaciones, o por lo menos, no en la mayoría de ellas.
—No. —Respondió con picardía este, pero manteniendo algo de su seriedad característica. — ¿Y tú sí?
—Eso no te incumbe. —Le respondió rápidamente. Sonrojada.
—Déjame adivinar… ¿con el guardabosques de esa vez?—Insistió con algo de burla.
—Con quien haya tenido relaciones o no, no te importa. —Trató inútilmente de desviarlo. Pero por favor, hablaba con Juan Carlos Bodoque, él no desperdiciaría una oportunidad para fastidiar...
— ¿Con uno de tus protestantes?, ¿con alguien de aquí?, ¿o con…?
—Bodoque, ya termina con eso. —Interrumpió con vergüenza. El pelirrojo solo rió hasta más no poder. —Quién gane hará sufrir al otro, ¿te parece?
Bodoque la miró con sospecha.
— ¿A qué te refieres con eso?—Preguntó.
—Tranquilo, no te mataré, hablo de molestar o cosas así. —Le dijo—Además, ninguno de los dos tiene dinero.
—Buen punto.
— ¿Apostamos entonces?
…
—Claro.
Continuará...
