Disclaimer: MLB pertenece a Thomas Astruc y su asombroso equipo.
El mejor regalo
Capítulo I.
Adrien aguardaba pacientemente para recoger su equipaje en el aeropuerto nacional de París, no tenía prisa de salir de ahí; después de todo nadie lo esperaba. El viaje había sido largo y cansado, a pesar de haber durado apenas más de una hora. Una vez que localizó y cogió un par de valijas de color negro, se dirigió a la salida y subió al taxi más próximo a él, para dirigirse a cualquier hotel que se encontrara alejado de la mansión Agreste.
Mientras miraba por la ventana no pudo evitar pensar todos los recuerdos que había formado en las calles de aquella ciudad. Recordó con amargura como un simple viaje de trabajo lo había llevado a tomar la decisión de irse del país de manera indefinida.
Tenía 23 años cuando Gabriel Agreste lo había mandado a Austria para cumplir con una estúpida campaña publicitaria, que habría durado sólo unas semanas, de no ser por una terrible discusión que tuvo con su padre. Los cinco minutos que duró la llamada telefónica fueron suficientes para cambiarle la vida.
Con dolor recordó la decisión que tomó de no regresar. Una parte de él se sentía satisfecha, pues había conseguido un grado superior en Física Teórica, aunque hubiera tenido que continuar con su carrera de modelaje para sustentar sus gastos. Pero a otra parte le remordía haber abandonado sin previo aviso a otras personas que sí se preocupaban por él, amigos de la universidad, Nino… Ladybug.
Un año antes de mudarse a Viena, habían derrotado a Hawkmoth, pero a pesar de eso seguían patrullando ocasionalmente, cuidando a París de otros criminales que la amenazaban.
Suspiraba con nostalgia cada vez que su lady se cruzaba por sus pensamientos. Sin duda ella era el motivo principal para no marcharse, atesoraba con cariño cada momento que habían compartido, especialmente esa noche que pasaron juntos por primera (y última) vez, pero ella había sido clara: "lo siento, pero no puedo hacerte esto, por ahora no tengo tiempo para una relación". Esas últimas palabras le habían dado el valor que le faltaba alejarse de ella, y aun así se arrepentía de no haberse despedido. Lo más doloroso era no tener manera de contactarla.
De cualquier manera, toda aquella experiencia le había servido para madurar. Y helo ahí, dispuesto a arreglar las cosas con su padre al cabo de casi un año y medio, después de todo él era la única familia que le quedaba.
Cuando el vehículo finalmente se detuvo, el chofer tuvo que llamarle la atención varias veces para sacarlo de sus pensamientos.
– ¿Necesita ayuda con su equipaje? – preguntó amable, abriéndole la puerta de pasajeros.
– No es necesario, gracias – y con eso Adrien salió del taxi, mientras le pagaba por el servicio.
Entró en el hotel de cuatro estrellas y pidió una habitación sencilla sólo por esa noche, no estando seguro de cuánto duraría su estadía.
Una vez en su habitación acomodó las dos maletas en una esquina, preguntándose si sería necesario trasladar el resto de sus pertenencias desde su departamento en Viena. No le dio demasiada importancia y se desplomó en la cama. Plagg, quien no había dicho nada en todo ese tiempo, salió flotando de su camisa y se acomodó en una de las almohadas al lado de su portador.
– Sabes que eventualmente tienes que enfrentarlo, ¿no? – le dijo el kwami.
– Lo sé – respondió resignado el rubio – pero no hoy, ha sido un día muy largo y sólo quiero dormir.
No dijo más y se quedó rápidamente dormido.
La mañana siguiente no fue nada especial, se había duchado rápidamente y pidió el desayuno a la habitación. Comprendiendo que ese día no visitaría a Gabriel, extendió su estadía otros dos días y regresó a su habitación, no sintiéndose listo para recorrer las calles de la ciudad. Muchos recuerdos.
Sin embargo, al caer la noche nuevamente, sintió gravemente la necesidad de hablar con alguien. En todo el tiempo que estuvo fuera, Nino fue la única persona con la que se mantuvo en contacto. Él sabía que iba a estar de visita, sólo que no sabía cuándo. Así que después de meditarlo se decidió por mandarle un mensaje, esperando que tuviera la oportunidad de verlo esa noche.
Como era de esperarse, su mejor amigo no dudó ni un segundo en visitarlo. Nino le dio la bienvenida con un fuerte abrazo, alegre de verlo nuevamente y sin cuestionarlo, gesto que Adrien apreció. Duraron hablando varias horas, poniéndose al día sobre todo lo que había ocurrido en el tiempo que no estuvo. Aunque se habían comunicado por otros medios todo ese tiempo, tenía que reconocer que tener a su amigo frente a frente era mucho mejor que hablar a través de la computadora.
Cuando se hizo más tarde, el moreno se levantó y se dirigió a la puerta, no sin antes abrazar nuevamente a Adrien.
– Mañana Alya y yo iremos a almorzar con Marinette. Deberías de venir con nosotros – rápidamente anotó la dirección del lugar en un trozo de papel que encontró en la mesa del cuarto – Creo que te vendría bien convivir con más rostros conocidos.
– Tal vez – contestó Adrien, no sabiendo si de verdad quería estar con alguien más.
Con esto, Nino sonrió y se retiró.
Antes de dormir pensó en Marinette, tenía al menos seis años sin verla, a diferencia de Alya que en ocasiones se filtraba en las videollamadas que tenía con Nino, pues habían estado juntos desde que terminaron el colegio. Siempre la consideró una buena amiga y también muy linda, a pesar de sus constantes tartamudeos y sus incómodas conversaciones; en algún punto pensó estar confundido entre sus sentimientos por Ladybug y Marinette, pero cuando sus caminos se separaron al terminar la preparatoria, esos pensamientos cesaron.
No supo en qué momento se quedó dormido, despertó con la luz del sol en el rostro, mirando el reloj de su teléfono como hacía todas las mañanas, sorprendido de ver lo tarde que era. Recordó la invitación de Nino de la noche anterior y se dio cuenta que aún estaba a tiempo para encontrarse con él.
Hesitó un poco, dudoso de si en verdad quería ver a alguien, pero tras un rápido análisis se decidió por ir. Tomó su chamarra y su cartera, Plagg entró a su bolsillo y salió de la habitación, con el papel con la dirección escrita en la mano.
Recorrió las calles que conocía casi de memoria, dejando que sus pies lo llevaran hasta el lugar. Observó las fachadas de algunos de los establecimientos, notando que habían cambiado un poco. Nuevamente revisó el papel, sólo para confirmar que había llegado al lugar correcto, al que entró y enseguida divisó a su mejor amigo y a su novia sentados en una mesa pegada a la ventana.
– ¡Hey, Agreste! – escuchó gritar a Alya desde su asiento – ¿Vas a traer tu adinerado trasero acá o te vas a quedar parado ahí todo el día?
Adrien sonrió y avanzó hasta ellos – También te extrañé, Alya – le dijo a la morena con un toque de sarcasmo, pero abrazándola sinceramente.
– Qué tal, viejo – los saludó Nino, igualmente con una sonrisa – Me alegro de que hayas venido. Marinette no ha llegado aún, pero podemos ir pidiendo algo para iniciar.
Y como si la hubiera invocado, se escuchó la campana que anunciaba la llegada de un nuevo cliente, al mismo tiempo que una chica de cabello negro entraba. Alya levantó la mano y la chica inmediatamente se acercó a ellos.
– Hola a todos, lamento haber llegado tarde. Mi niñera canceló a último minuto y no pude encontrar otra.
Adrien, que había permanecido a espaldas de la chica, identificó su voz y se levantó para saludarla. Pero cuando se giró no encontró a la dulce niña que recordaba de la escuela, sino a una hermosa joven con el cabello azabache que caía sobre sus hombros. Adrien la miró a los ojos, que por un segundo le parecieron familiares. Lo que más le sorprendió fue observarla cargar un bulto envuelto en una manta.
Antes de poder saludarla apropiadamente, la morena se interpuso y le quitó dulcemente el bulto de sus brazos.
– No hay problema, niña – le comentó tranquilamente – Me alegra que hayas traído a mi sobrino, así Adrien lo puede conocer también.
Nuevamente Alya se giró para encarar a Adrien y retiró un poco la manta, para que pudiera echar un vistazo.
– Adrien, te presento a Louis
Si bien a Adrien le sorprendía que su amiga tuviera un hijo, más le sorprendió mirar al pequeño bebé dormido de no más de diez meses, con diminutos mechones de cabello rubio, que lentamente comenzó a abrir los ojos dejando ver un par de esmeraldas que le recordaban a las de su propia madre.
A/N: Y hasta aquí la primera parte. Yo sé que es un poco lenta en cuanto a diálogos, pero es algo así como un prólogo.
Se preguntarán ¿es otra historia cliché? Sí, sí lo es. Soy una romántica incurable y una apasionada de los clichés. Hay algunas historias en esta y otras páginas con una temática similar, pero intento mantenerme fiel a mis propias ideas en cuanto a la historia y los detalles en general, si alguien detecta que es literal a otro fic, me dicen y con gusto lo cambio o lo remuevo. No tolero el plagio.
Por otro lado y con respecto al terremoto que dejó muchos afectados en la Ciudad de México y zonas aledañas, no puedo expresar con palabras lo fatal de este evento. Los invito a apoyar con donativos en tanto les sea posible: alimentos no perecederos, alimento para mascotas, herramientas como picos, palas, lámparas y baterías, mascarillas, toallas sanitarias, jeringas, y un sinfín de cosas que se requieren.
Notas más generales:
No existe un solo aeropuerto en París, hay varios, pero no me gustó la idea de poner el nombre de alguno porque no tengo la certeza.
Sí, Adrien tiene varios años sin ver a Marinette, pero sólo 2 de no ver a Ladybug, porque nunca revelaron sus identidades. Intenté que las edades de todos cuadraran en cada tiempo, pero puede que haya cometido algún error por ahí. (Okey! Gracias a los que se tomaron el tiempo que corregir este detalle, a las 4 de la mañana mi cerebro no supo hacer una simple suma, vaya vaya. Ya lo corregí, modificando tanto el tiempo que Adrien se fue y la edad de baby Louis (creo que ahora sí estoy bien xD si no síganme diciendo))
En mi corazón Gabriel es Hawmoth, pero para que esta historia sea posible Gabriel y Hawkmoth no pueden ser la misma persona.
Um, y creo que es todo.
Besitos
