En las afueras de un enorme castillo, al sur de Transilvania, un grupo de 4 personas, tres hombres y una mujer, escalaban la empinada cuesta hacía las sólidas puertas de roble de la entrada principal.

- ¿Falta mucho Abraham?- Preguntó uno de ellos.

- No mucho Jonathan- Le respondió el aludido- ¿Cómo está Mina?

- No muy bien- Le respondió Jonathan

- Debemos llegar pronto para poder curar a la Srta. Harker- Dijo el otro hombre

- Tiene razón Dr. David- Dijo Abraham, y luego haciéndole una seña a Jonathan para que se acercase, le murmuró al oído- Dame a Mina. Yo la llevaré hasta arriba.

- ¿Crees poder?- Le dijo Jonathan preocupado

- Al menos debo intentarlo- Dijo Abraham

Jonathan ayudó a Abraham a cargarse a Mina en los hombros, mientras que subieran la empinada cuesta, y al llegar a las pesadas puertas de roble, las empujaron con fuerza para abrirlas. Afuera llovía, y los relámpagos iluminaban el cielo nocturno, haciéndolos parecer, solo pequeños animales, frente al inmenso castillo.

Entraron a refugiarse del inmenso vendaval que les azotaba el rostro, entonces caminaron por un largo y ancho pasillo iluminado por enormes antorchas colocadas en las paredes. Se escuchaban sus pisadas por todo el pasillo, como un eco, y resonaba por todo el lugar, mientras que de vez, en cuando, dejaban pequeños pozos de agua, que terminan inundando el pasillo.

Al llegar al final, observaron una gran habitación; en un extremo, brillaba una chimenea, con una gran hoguera en su interior. Al frente, una gran alfombra color marrón, y a su alrededor 3 enormes muebles de color rojo carmesí. Cerca de los muebles, había una gran mesa, con manjares suculentos, y en un extremo, una botella de vino con cuatro copas.

Mientras Jonathan y el Dr. David, se ocupaban de Mina, Abraham se acercó a la mesa. Había comida, para alimentar a un ejército, sin embargo, había solo cuatro puestos. Al acercarse al otro extremo de la mesa, y observar la botella de vino, observó que debajo de esta, había un sobre dirigido a él. Al abrirlo encontró una nota en la cual estaba escrito: "En este momento me es imposible atenderos, pero os ruego que se pongan cómodos. Dentro de una pocas horas, tendré el honor de acompañaros".

Era evidente que ya esperaban su llegada, así que se guardó la carta en el bolsillo de la amplia chaqueta que cargaba, y se acercó a Jonathan:

- ¿Cómo está Mina?- Preguntó

- No muy bien, tiene mucha fiebre, pero el doctor dice que si come, se repondrá muy pronto- Dijo Jonathan

Ambos miraron al doctor, quien se encontraba en otro sillón, fumando de una enorme pipa, mientras examinaba un libro. Dudaban que fuese de fiar, pero como no tenían nada que perder, le permitieron acompañarles.

Resignados entonces, ambos decidieron relajarse. Abraham se sentó en uno de los sofás, se quitó la chaqueta, y se dispuso a mirar el fuego mientras fumaba un habano. Jonathan en cambio, se aferró más a su chaqueta, y se sentó en la alfombra, frente al fuego:

- ¿Crees que se haya rendido, Abraham?- Le preguntó Jonathan

- No lo creo- Dijo el aludido- Pero por ahora, si quiere que Mina sobreviva, esta es su única opción.

- ¿Y Mina?

- Ella estará bien. Es una chica fuerte, lo sé. Pronto se recuperará.

- No creo que él espere a que se recupere. Tomará la delantera y nos atacará esta noche, ya lo verás.

- Lo sé. Por eso nosotros debemos llevarle la delantera. Toma…

Y le arrojó un crucifijo.

- Póntelo. Le das uno al doctor, y le das otro Mina, y también esto.

Le arrojó otros dos crucifijos y una botella pequeña y marrón.

- ¿Qué es esto?- Preguntó Jonathan.

- Es una medicina para la fiebre. Mi abuela solía hacerla. Puede ayudarla.

- ¿De verdad lo crees?-Dijo Jonathan con repulsión, oliendo el contenido.

Abraham solo le dirigió una mirada severa, y el muchacho agachó la cabeza y se alejó a hacer lo que Abraham le había dicho.

Mientras tanto, en una de las torres del castillo, una sombra se paseaba de aquí allá, murmurando palabras inteligibles. A un gesto de su mano, las luces se encendieron, iluminando la estancia en la cual se encontraba. Era una pequeña habitación cuya ventana, daba la vista al bosque que estaba al pie del castillo. Adentro había una mesa, en la cual se agrupaban gran cantidad de pergaminos, plumas y libros bastante gruesos. Frente a la mesa, había un enorme silla de madera, con cojines carmesí y tras de ella, un enorme espejo, con un marco de madera, en el cual estaban grabados símbolos exóticos, entre los cuales se podían distinguir algunas palabras en un idioma desconocido. Al lado del espejo, había un perchero, en el cual colgaba una enorme capa, la cual el viento movía con total docilidad.

La figura, que esa habitación se encontraba, se sentó en la silla y acercó uno de los libros. Comenzó a hojearlo, y luego lo cerró con violencia y lo tiró a un extremo de la mesa. Se levantó y se paró frente al espejo. En el espejo, no había reflejo el cual le devolviera la mirada, lo cual hizo que se cruzara una sonrisa por sus labios. Si pudiera verse en este instante, probablemente moriría de miedo, tanto como sus visitantes le viesen. Se acercó a la puerta de la habitación, y tomó la capa, que había colgada en el perchero, se la colocó, y bajó las escaleras, con paso firme y decidido.

Más de la media noche parecía. Mina acaba de despertarse sobresaltada. Había tenido una pesadilla, la cual seguramente, había sido producida por la fiebre. Ya estaba mejor, así que se incorporó de inmediato y miró a su alrededor. Sus amigos estaban durmiendo. El Dr. David, estaba en un sillón, con la cabeza hacia atrás. Aún tenía en las manos, el libro que había estado leyendo. En la alfombra, frente a una chimenea, ahora apagada, se encontraba durmiendo Jonathan. Debía estar agotado por su culpa. Miró alrededor de la habitación de la habitación buscando a Abraham, pero no lo vio. Entonces se percató del crucifijo que tenía en las manos. No tenía nada que temer. Se levantó y se acercó a Jonathan, depositó un beso de agradecimiento en su frente. Entonces se levantó y fue a recorrer el castillo. Caminó por varias galerías que tenían los más bellos cuadros que ella hubiese visto, hasta que llegó al final de una, en la cual había una enorme habitación; oscura y vacía. En la habitación había alguien apoyado contra la pared, bajo una ventana. Con cierto temor, Mina se acercó, y vio que era un hombre. Al acercarse más, se dio cuenta de que el hombre era Abraham, y que estaba desmallado. Mina trató de despertarlo, pero no lo conseguía, hasta que una silbante voz en su espalda le dijo:

- No lo intentes más, el ya no despertará.

- ¿Qué le ha hecho?- Preguntó Mina horrorizada

- Digamos que lo reuní con sus antepasados

- Usted es un monstruo-Dijo Mina horrorizada

- Puede ser. Lo que sé, es que ahora que quité a Abraham de mi camino, ya nada podrá detenerme.

- Nunca conseguirá nada de este modo- Le gritó Mina

- Puede que sí, o puede que no, esta es mi manera de hacer las cosas, y siempre me ha resultado.

En ese momento, lanzó una risa espeluznante que llenó de horror a Mina. Entonces se echó hacia atrás, y calló recostada en la pared, al lado de donde debía estar el cuerpo de Abraham, el cual, ahora no estaba.

- Aléjese de mí, Conde- Le dijo Mina, mientras sostenía en alto un crucifijo.

- Quita eso de aquí, Mina- Dijo el Conde, arrebatándole el crucifijo.

En el momento en que El Conde tocó el crucifijo, tuvo que soltarlo inmediatamente, pues el intenso dolor que sintió, le obligó a hacerlo. Y justo en ese momento, se escuchó una voz grave, pasos, y al minuto siguiente, alguien se había abalanzado sobre el Conde, e intentaba ahorcarlo con su brazo: Era Abraham.

- ¡Suéltame asqueroso remedo de caza-vampiros!- Le gritó el Conde

- ¿Acaso no venía usted a hacernos compañía, Conde?

En ese momento…

- ¡Abraham, Cuidado! ¡Detrás de ti!- Le gritó Mina

Él volteó a instante, pero fue demasiado tarde, porque el Dr. David, ya se hallaba sobre él, tratando de estrangularle.

- Ya sabía que me seríais útil en algún momento- Dijo el Conde, agregando una risa macabra y fría.

- ¡Esto ya es demasiado! ¡Suéltelo de una vez!- Le dijo Mina al Conde.

- Accederé a lo que me pides, si vienes conmigo – Le respondió- Entonces dejaré a tus amigos en libertad.

- Quiero que me prometa que nos les hará ningún daño

- Te prometo Mina, que si decides venir conmigo, tus amigos regresarán a salvo.

- ¡Mina! ¡No lo hagas!- Le gritó Abraham, mientras se debatía en el suelo, tratando de safarse de su agresor.

Pero ya era demasiado tarde. Mina ya había colocado su mano sobre la del Conde.

- Acepto tu propuesta- respondió ella sin dudar.

Entonces El Conde, hizo chasquear los dedos, y el Dr. David soltó a Abraham al instante. Luego le hizo una seña, y el se alejó caminando por el pasillo.

- Ya vez que, tarde o temprano, Mina vendría conmigo por su propia voluntad.

- Esta no es su voluntad – rugió Abraham- Tu la manipulaste a tu conveniencia, como has hecho ya con otros.

- Yo no la he manipulado. Ella vino conmigo para salvarlos a ustedes – Dijo El Conde complacido- Así que os ruego que no desperdiciéis su sacrificio, ni mi bondad. Retiraos de este castillo, y dejadnos solos.

- Pero…- Dijo Abraham

- Abraham, yo decidí quedarme con El Conde por mi voluntad – Dijo Mina- Te ruego por favor que no pierdan más el tiempo y se vallan. Y a Jonathan, dile que me perdone.

- Bueno, mi querida Condesa, es hora ya de retirarnos-Le dijo El Conde, tomando su mano con delicadeza.

Entonces, la guió por otra galería. Abraham los siguió con la mirada, hasta que se perdieron de vista.