Bella Swan tiene toda su vida planeada. Sus metas están fijas y no hay espacio para errores. Pero cuando entra a un estudio de arte en Dallas en busca de un empleo, no espera encontrar una profunda atracción hacia el enigmático artista que trabaja allí, Edward Masen.
Por primera vez, Bella toma un riesgo y le da el control a su corazón, sólo para descubrir que Edward tiene enormes secretos por revelar. La magnitud de su pasado amenaza con destruir todo lo que es importante para Bella, y la única manera de volver a poner su vida en orden es apartando a Edward de ella.
Lo último que quiere Edward es perder a Bella, pero no parece poder convencerla de que, a veces, las verdades son tan subjetivas como el arte. Todo lo que tendría que hacer para salvar su relación es confesar. Pero este caso, la confesión podría ser mucho más destructiva que el pecado como tal…
Hola, soy nueva por aquí pero después de leer varios fanfics adaptados a libros me di cuenta de la diferencia que hacia leerlo con la mentalidad de que son nuestros personajes favoritos (Edward&Bella), no sé si este permitido hacer esto pero quería compartir con ustedes libros que he encontrado por allí o me han recomendado y me han encantado y adaptarlo. Amaría que dejaran sus comentarios y me dejaran saber que les parece la historia y si quisieran recomendarme libros para leerlos y adaptarlos, para así leerlo todos (hay chicos aquí?). No sabía cómo adaptar el nombre del protagonista ya que sus siglas son como una especie de chiste para ellos, pero bueno algo especial debe tener, así que si ven algo raro con el nombre u otra cosa, háganmelo saber y lo cambiare. Sera narrado desde las dos perspectivas. La historia es de Collen Hoover y los personajes de Stephanie Meyer.
Disfruten!
PRÓLOGO
BELLA
Paso a través de las puertas, a sabiendas de que será la última vez.
En el elevador, presiono el número tres, viéndolo iluminarse por última vez.
Las puertas se abren en el tercer piso y le sonrío a la enfermera de guardia, observando su expresión mientras ella se apiada de mí por última vez.
Paso el cuarto de suministros, la capilla y la sala de descanso de los empleados, todo por última vez.
Sigo por el pasillo, manteniendo la mirada al frente y mi corazón valiente mientras toco suavemente la puerta, esperando oír a Jasper invitándome a pasar una última vez.
—Adelante. —Su voz está, de alguna manera, todavía llena de esperanza, y no tengo ni idea de cómo.
Se encuentra en la cama, acostado sobre su espalda. Cuando me ve, me consuela con su sonrisa y levanta la manta, invitándome a unirme a él. La baranda ya está baja, por lo que me subo a su lado, envolviendo mi brazo sobre su pecho, y enganchando nuestras piernas juntas. Entierro mi cara en su cuello, buscando su calor, pero no puedo encontrarlo.
Él está frío hoy.
Se ajusta a sí mismo hasta que estamos en nuestra posición habitual, con su brazo izquierdo debajo de mí y el derecho arriba, tirándome hacia él. Le toma un poco más de tiempo de lo que usualmente lo hace sentirse cómodo, y me doy cuenta del aumento de su respiración con cada pequeño movimiento que hace.
Trato de no percibir estas cosas, pero es difícil. Estoy consciente de su creciente debilidad, de su piel ligeramente más pálida, y de la fragilidad de su voz. Todos los días durante el tiempo que tengo con él, puedo ver que está alejándose de mí y no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Nadie puede hacer nada, excepto verlo suceder.
Hemos sabido durante seis meses que iba a terminar de esta forma. Por supuesto que todos rezamos por un milagro, pero este no es el tipo de milagro que sucede en la vida real.
Mis ojos se cierran cuando los labios fríos de Jasper encuentran mi frente. Me he dicho a mí misma que no voy a llorar. Sé que eso es imposible, pero al menos puedo hacer todo lo posible para evitar las lágrimas.
—Estoy muy triste —susurra.
Sus palabras se sienten tan fuera de lugar de su carácter usualmente positivo, pero me consuela. Por supuesto, no quiero que esté triste, pero ahora mismo, también necesito que se sienta triste conmigo. —Yo también.
Nuestras visitas a lo largo de las últimas semanas, en su mayoría, estuvieron llenas de risas y conversaciones, no importa qué tan forzadas. No quiero que esta visita sea diferente, pero saber que es la última hace que sea imposible encontrar nada de qué reírse. O hablar. Me dan ganas de llorar y gritar con él sobre lo injusto que esto es para nosotros, pero implicaría empañar esta memoria.
Cuando los doctores de Portland dijeron que no había nada más que pudieran hacer por él, sus padres decidieron trasladarlo a un hospital en Dallas. No porque estuvieran esperando un milagro, sino porque toda su familia vive en Texas, y pensaron que sería mejor si él pudiera estar cerca de su hermano y de todos los demás que lo amaban. Jasper se había trasladado a Portland con sus padres apenas dos meses antes de que empezáramos a salir, hace ya un año.
La única manera de que él estuviera de acuerdo en regresar a Texas era si me permitían ir también. Fue toda una batalla finalmente lograr que nuestros padres se pusieran de acuerdo, pero Jasper sostuvo que él era quién iba a morir, y que se le debía permitir dictar con quién estar y qué ocurriría cuando llegara ese momento.
Han pasado cinco semanas desde que llegué a Dallas, y los dos nos quedamos sin la simpatía de nuestros padres. Me dijeron que tengo que volver a Portland inmediatamente o mis padres serán acusados de absentismo escolar. Si no fuera por eso, los padres de Jasper podrían haberme permitido quedarme, pero lo último que los míos necesitan en este momento son cuestiones legales.
Mi vuelo sale hoy, y hemos agotado todas las otras ideas sobre cómo puedo convencerlos de que no necesito estar en ese vuelo. No le dije a Jasper y no lo haré, pero ayer por la noche, luego de más súplicas, su madre, María, finalmente expresó su verdadera opinión sobre el asunto.
—Tienes quince años, Bella. Crees que lo que sientes por él es real, pero lo habrás superado en un mes. Quienes lo hemos amado desde el día en que nació tendremos que sufrir su pérdida hasta el día de nuestra muerte. Esas son las personas con las que necesita estar en este momento.
Es una sensación extraña cuando sabes que, a los quince años, acabas de escuchar las palabras más duras que jamás oirás. Ni siquiera sabía qué decirle. ¿Cómo puede una chica de quince años defender su amor cuando ese amor es desestimado por todos? Es imposible defenderse contra la falta de experiencia y edad. Y tal vez tengan razón. Tal vez no conocemos el amor como un adulto lo hace, pero estoy extremJasperente segura de que lo sentimos. Y en este momento, se siente totalmente desgarrador.
— ¿Cuánto tiempo tienes antes de tu vuelo? —pregunta Jasper cuando sus dedos trazan delicados círculos lentos en mi brazo por última vez.
—Dos horas. Tu madre y James están abajo, esperándome. Ella dice que tenemos que partir en diez minutos para llegar a tiempo.
—Diez minutos —repite en voz baja—. Eso no es suficiente tiempo para compartir contigo toda la profunda sabiduría que he acumulado mientras estoy en mi lecho de muerte. Voy a necesitar por lo menos quince años. Veinte, como máximo.
Suelto la que probablemente es la más patética y triste risa que jamás ha dejado mi boca. Ambos escuchamos su desesperación y él me sostiene apretado, pero no demasiado. Tiene muy poca fuerza, incluso en comparación con el día ayer. Su mano acaricia mi cabeza y aprieta sus labios en mi cabello. —Quiero darte las gracias, Bella —dice en voz baja—. Por muchas cosas. Pero en primer lugar, quiero darte las gracias por estar tan cabreada como yo.
Una vez más, me río. Él siempre tiene chistes, incluso cuando sabe que son los últimos.
—Tienes que ser más específico, Jasper, porque estoy cabreada por muchas cosas en este momento.
Afloja su agarre a mi alrededor y hace un esfuerzo tremendo para rodar hacia mí, así estamos frente a frente. Se podría decir que sus ojos son color azules, pero no lo son. Tienen capas verdes y marrones, tocándose pero nunca
mezclándose, creando los más intensos y definidos ojos que nunca han mirado en mi dirección. Ojos que alguna vez fueron su parte más brillante, pero que ahora están demasiado derrotados por un destino fuera de tiempo que está drenando lentamente su color.
—Me refiero específicamente a la forma en que ambos estamos tan cabreados con la muerte por ser una bastarda codiciosa. Pero supongo que también con nuestros padres, por no entender esto. Por no permitir que tenga la única cosa que quiero aquí conmigo.
Tiene razón. Definitivamente estoy enojada por ambas cosas. Pero hemos estado sobre ellas demasiadas veces en los últimos días para saber que hemos perdido y ganado. Ahora sólo quiero centrarme en él y disfrutar hasta la última gota de su presencia mientras todavía la tenga.
—Dijiste que tienes muchas cosas por las que agradecerme. ¿Cuál es la próxima?
Él sonríe y lleva una mano hacia mi rostro. Su pulgar roza mis labios y se siente como si mi corazón se lanzara hacia él en un intento desesperado por permanecer aquí mientras mi cascarón vacío se ve obligado a volar de regreso a Portland. —Quiero darte las gracias por dejarme ser tu primero —dice—. Y por ser la mía.
Su sonrisa lo transforma brevemente de un muchacho de dieciséis años en su lecho de muerte, a un guapo y vibrante adolescente, lleno de vida, que está pensando en la primera vez que tuvo relaciones sexuales.
Sus palabras, y su propia reacción a ellas, fuerzan una sonrisa avergonzada a través de mi rostro mientras pienso en esa noche. Fue antes de saber que iba a mudarse de nuevo a Texas. Conocíamos su pronóstico en ese momento, y todavía estábamos tratando de aceptarlo. Pasamos una noche entera discutiendo todas las cosas que podríamos haber vivido juntos si hubiésemos tenido la posibilidad de un para siempre. Viajar, casarnos, tener hijos (incluso discutimos los nombres), todos los lugares en los que podríamos haber vivido, y por supuesto, el sexo.
Pronosticamos que habríamos tenido una vida sexual fenomenal, si hubiéramos tenido la oportunidad. Nuestra vida sexual habría sido la envidia de todos nuestros amigos. Habríamos hecho el amor cada mañana antes de salir para el trabajo y todas las noches antes de ir a la cama y, a veces, en medio.
Nos reímos de ello, pero la conversación pronto se quedó en silencio al darnos cuenta de que ese era uno de los aspectos de nuestra relación sobre el cual todavía teníamos control. En todo lo demás en el futuro, no teníamos voz, pero sí podríamos tener una cosa privada que la muerte nunca nos arrebataría.
Ni siquiera lo discutimos. No tuvimos que hacerlo. Tan pronto como él me miró y vi mis propios pensamientos reflejados en sus ojos, empezamos a besarnos y no paramos. Nos besamos mientras nos desnudamos, mientras nos tocamos, mientras llorábamos. Nos besamos hasta que terminamos, y aun así, continuamos besándonos, celebrando el hecho de que habíamos ganado aquella pequeña batalla contra la vida, la muerte, y el tiempo. Y todavía nos estábamos besando cuando me sostuvo y me dijo que me amaba.
Justo como él está sosteniéndome y besándome ahora.
Su mano está tocando mi cuello y sus labios están separando los míos, abriéndolos como si abriera una sombría carta de despedida.
—Bella —susurra con sus labios sobre los míos—. Te amo demasiado.
Puedo saborear mis lágrimas en nuestro beso y no me gusta estar arruinando nuestro adiós con mi debilidad. Él se aleja de mi boca y presiona su frente contra la mía. Estoy luchando por más aire del que incluso necesito, pero mi pánico se está asentando, enterrándose en mi alma, lo que me hace difícil pensar. La tristeza se siente como un calor arrastrándose hasta mi pecho, creando una presión insuperable a medida que se acerca a mi corazón.
—Dime algo sobre ti que nadie más sabe. —Su voz se ajusta con sus propias lágrimas mientras me mira—. Algo que pueda guardarme.
Me pide eso todos los días, y todos los días le digo algo que nunca he dicho en voz alta antes. Creo que lo consuela, saber cosas sobre mí que nadie sabrá nunca. Cierro los ojos y pienso mientras sus manos siguen corriendo sobre todas las áreas de mi piel que puede alcanzar.
—Nunca le he dicho a nadie lo que pasa por mi cabeza cuando me duermo por la noche.
Su mano se detiene en mi hombro. — ¿Qué pasa por tu cabeza?
Abro mis ojos y miro directo a los suyos. —Pienso en todas las personas que deseo que pudieran morir en lugar de ti.
No responde al principio, pero con el tiempo su mano reanuda sus movimientos, trazando mi brazo hasta llegar a mis dedos. Él desliza su mano sobre la mía. —Apuesto a que no llegas muy lejos.
Fuerzo una sonrisa suave y sacudo la cabeza. —Lo hago, sin embargo. Llego muy lejos. A veces digo todo nombre que conozco, por lo que empiezo diciendo nombres de personas que nunca he visto personalmente. Incluso invento nombres a veces.
Jasper sabe que no lo digo en serio, pero escucharlo lo hace sentir bien. Su pulgar barre la lágrima de mi mejilla y me da rabia ni siquiera haber podido esperar diez minutos enteros antes de llorar.
—Lo siento, Jasper. Traté muy fuerte no llorar.
Sus ojos se suavizan con la respuesta. —Si te hubieras ido de esta habitación sin llorar, eso me habría devastado.
Me detengo luchando con aquellas palabras. Arrugo su camisa en mis manos y empiezo a sollozar contra su pecho mientras él me sostiene. A través de mis lágrimas, trato de escuchar su corazón, con ganas de maldecir a todo su cuerpo por ser tan poco heroico.
—Te amo tanto. —Su voz se escucha sin aliento y llena de miedo—. Te amaré por siempre. Incluso cuando no pueda.
Mis lágrimas caen más duro ante sus palabras. —Y yo te amaré por siempre. Incluso cuando no deba.
Nos aferramos el uno al otro a medida que experimentamos una tristeza tan insoportable que hace que sea difícil querer vivir más allá de ella. Le digo que lo amo porque necesito que lo sepa. Y se lo digo de nuevo. Continúo diciéndoselo, más veces de lo que lo he dicho en voz alta. Cada vez que lo digo, me lo dice de regreso. Lo decimos tanto que ya no estoy segura de quién está repitiendo qué, pero seguimos diciéndolo, una y otra vez, hasta que su hermano, James, toca mi brazo y me dice que es hora de irse.
Todavía estamos diciéndolo cuando nos besamos por última vez.
Todavía estamos diciéndolo cuando nos aferramos el uno al otro.
Todavía estamos diciéndolo cuando nos besamos por última vez, de nuevo.
Aún sigo diciéndolo…
