Octubre de 1975.
Lord Voldemort empieza a levantarse, pero no lo bastante para ser una amenaza considerable en el mundo mágico, solo se oyen rumores de gente asesinada por aquí y por allá. Bellatrix Black y el matrimonio Malfoy, recién casados y acabada su escolarización son de los principales seguidores.
Aberforth Dumbledore regenta su bar en Hogsmeade como habitualmente siendo uno de los principales centros de espionaje no reconocidos del Reino Unido. Robert Hardy es un sofocado por el cargo pero aplicado Ministro de Magia y no hay noticias nuevas sobre Gellert Grindelwald y su confinamiento en Nurmengard.
Remus Lupin y Lily Evans acaban de ser nombrados prefectos de Gryffindor en su quinto año de escuela recién empezado. Severus Snape el de Slytherin. James Potter y Regulus Black son los buscadores de Gryffindor y Slytherin respectivamente. La tensión entre Sirius Black y su familia no podría ser más plausible y Peter Pettegrew no podría ser más feliz.
Albus Dumbledore ha decidido organizar un torneo de los tres magos para este año contra todo lo que la cordura dictaría y Minerva McGonagall, como habitualmente, protesta en uno de los pasillos de Hogwarts, después de las clases del día, que ella misma puede resolver los problemas de la escuela sin tener que molestar al director, que qué incompetente se cree todo el mundo que es.
—Dos cabezas piensan mejor que una, Minerva.
—Pero no para lidiar con estas minucias, Pomona. De verdad no pasa nada.
—Que sí, que le gusta que le visites.
—¿De... veras? O sea... ejem. Aun así tiene un montón de trabajo.
—Trabajo aburrido y monótono a veces
—Más motivo para no molestarle.
—No, por las barbas de Merlín
—Pomona, basta, no vas a convencerme.
—Ve a verle, le gustan mucho las visitas. Ve, ve, anda... no es pregunta. Te acompaño hasta la puerta
—¿Y qué esperas que le diga? "Albus, está todo el mundo revolucionado con tus ideas del torneo de los tres magos, como si lidiar con un centenar de adolescentes no fuera suficientemente duro en circunstancias normales" ¡Ni siquiera hay un problema específico!
—Quizás pudieras decirle eso mismo pero de manera un poco menos dura... es importante que sepa cómo te sientes al respecto.
—¿"Ya no tenemos edad para esto."?
—Se va a reír de ti como le digas eso.
—Es la verdad —Minerva aprieta los ojos y trata de calmarse un poco.
—No lo es, ni que estuvieras tan mayor... Él tendría que decirte eso.
—Él no es consciente de su edad.
—Eso... bueno, es parte de su encanto
La bruja más alta la mira de reojo con cara de "debes estar bromeando"
—Por eso se entiende con los niños, a ti te miran más con ese aire de... —sonríe un poco de lado, en ligera broma.
Minerva la mira con una mirada de hielo, Pomona cierra la boca y se sonroja un poco, sonriendo tímidamente.
—Ehm... bueno, ya... estamos llegando al despacho. Salúdale de mi parte y dile que ya casi tengo lo que prometí para esta semana...
—¡Ni siquiera se supone que tenga que estar aquí! —protesta un poco igual.
—Sí que deberías... —vuelve a asegurar—. Anda, ve, ve...
Minerva la mira de reojo porque... ¿no va a irse o qué? ¿A caso espera quedarse hasta que diga la contraseña? Como si tuviera miedo que se escapara corriendo... aun ni sabe a qué tanta insistencia, no iba a pasar nunca lo que estaba diciendo todo el mundo, por mucho que la empujaran a ello como si todo el claustro de profesores volviera a ser adolescentes de nuevo.
Pomona suelta una risita final muy mal disimulada con un carraspeo.
—Bueno... Ehm... te dejo entonces.
Se lleva una fulminación y un carraspeo, además de sacarle un poquiiito los colores a Minerva. La profesora de Herbologia empieza a caminar para alejarse peeeeero, la mira de reojo.
Pasaba toooodos los años. Todos. No recordaba un solo curso de primero en el que no pasara, pero este año en concreto, además estaba el asunto del estúpido torneo de los tres magos que además de dar un montón de trabajo extra, comportaba un baile que había vuelto a todo el castillo tarumba.
Los niños, críos de once años, incluso diez algunos, venidos de todos los rincones del Reino Unido, llegaban al castillo y la veían a ella. Y luego lo veían a él hacer su espectáculo en la mesa y a ella tratar de mantener la cordura entre todo el mundo a base de carraspeos y quien sabe por qué hado del destino sumaban dos más dos incapaces de darse cuenta de, nada más para empezar, la ridícula diferencia de edad.
Por no hablar de que no recordaba haberse presentado nunca ante nadie con el ridículo apellido Dumbledore. Y aun así, todos los cursos de primero, sin excepción habían de tener un crío que dedujera que ninguna de las dos cosas tenía la más mínima importancia, ellos eran pareja.
Así que esta vez, además, había un baile. No era necesario ser muy listo para deducir lo que estaba sucediendo, solo había que estar en el gran comedor unos cinco minutos seguidos sin estar tratando de reformular la tercera ley básica de las transfiguraciones en su mente.
Parecía un puñetero complot general para empujarla a ello. ¡Y desde luego que no iba a suceder! Y no, no era una cuestión de cobardía como alguno había insinuado, ni que fuera ella una Slytherin o algo parecido. Era simplemente la firme oposición a ser el maldito hazmerreir de todo el castillo. Como ya le había dicho a Pomona, todos tenían ya una edad, aunque ella fuera la única que pareciera notarlo.
Así que recordando su firme determinación de NO invitar a Albus Dumbledore a ser su acompañante en un evento frente a todos los alumnos, toma aire, suspira y dice la contraseña sin tener todavía mucha idea de qué hablar con el director entonces.
Vuelve a mirar hacia donde Pomona se ha marchado, de reojo y entra en cuanto la estatua se aparta, aprovechando ese lugar más privado para comprobar que ni un solo cabello se ha escapado de su prieto moño en lo alto de la coronilla, antes de subir las escaleras y por fin tocar a la puerta.
—¡Adelante, adelante! —se escucha la feliz voz del director al otro lado de la puerta.
Otra bocanada de aire y abre la puerta con solemnidad, cerrándola a su espalda con diligencia.
—Buenas... tardes, profesor.
—¡Ah! Minerva —Albus levanta la vista del papel que lee y baja los pies de encima del escritorio, casi de manera automática, como temiendo el posible regaño. Sonríe casi como pidiendo disculpas.
Minerva se toma la libertad de levantar una ceja acusatoriamente. Albus sonríe un poquito más con esa mirada y baja del todo el trozo de pergamino que leía, poniéndose de pie.
—Pasa, pasa... estaba con esto y... no se me ha hecho tarde para nada, ¿verdad? Es temprano para la cena —pregunta mirando de soslayo el reloj de pared.
—Sí, sí, no es eso. De hecho, si estabas ocupado...
—No, no... No más que de costumbre. Por desgracia el papeleo no se suele ir a ningún lado por mucho que uno lo ignore —se ríe un poco—. Siéntate, siéntate.
La bruja se humedece los labios y aun así... se acerca con las manos pulcramente colocadas.
—Estaba pensando en... —el mago detiene su línea de pensamiento y la mira por encima de las gafas de media luna recargándose un poco en su escritorio—. ¿Qué tan serio es lo que tienes que decirme?
—Ehm... bastante, como siempre —carraspea porque ni siquiera tiene nada que decirle—. Pero no es... urgente.
Él hace una mueca y se pasa una mano por la barba.
—¿Por?
—Siempre es bueno saberlo cuando estás sentada aquí... y quiero un helado, pero sin duda algo serio, Profesora McGonagall es más importante que lo urgente. Dime.
—No, nada más... las preparaciones del torneo están teniendo algunos imprevistos. Pomona te traerá pronto los informes que te debe. Hay algunos alumnos que requerirán un toque de atención pronto —esa frase supura Sirius Black y James Potter de cada consonante—. Y me han vuelto a reclamar los documentos del ministerio que te preparé para firmar hace tres semanas —mirada fulminante.
—¡Ah! ¡El torneo! ¡Qué bueno que me lo recuerdas porque tengo por aquí algo importante que me enviaron! —Asegura girándose al escritorio y juntando las manos—. ¿Dónde lo vi...?
Minerva aprieta los ojos con eso.
—O pedí que te lo... no, no pedí que te lo llevaran porque lo quería ver yo con más atención. No es nada grave, solo unos detalles simples con el Occamy que iban a prestarnos, creo que vamos a cambiar un poco eso pero... yo lo arreglo, estoy en eso.
—Oh, cielos.
—No, no... de verdad —lo revuelve todo un poco en su escritorio y sonríe notando una cosa—. ¡Ah! ¡Esto! Mira lo que me regalaron ayer, ¿quieres una copita?
—¡Son las seis de la tarde!
—No parece ser muy fuerte... es algo muggle, lo han mandado de América —deja la botella con líquido negro entre los dos y es que sabe, porque lo sabe, que Minerva le tiene toda la paciencia del mundo... y no. Toma su pluma del tintero y la mira de reojo lanzándole ella siguiente pregunta como una sutil señal de "vale, si te estoy haciendo caso" —. ¿Qué hicieron Potter y Black esta vez?
—Están... es... el torneo. Tiene a todo el mundo de cabeza.
—Es la idea del torneo, que se emocionen y se enfoquen.
—¡Y se rebelen y estén todo el tiempo pensando en lo que no es!
—La imaginación está infravalorada en el mundo actual... ¿qué están pensando que no es que te preocupa tanto?
Ella pone los ojos en blanco para no sostenerle la mirada.
—Estoy seguro de que nada que no pudiera haber pensado yo cuando tenía su edad... o quizás incluso ahora.
—En fin... —intenta cambiar de tema revolviéndose—. No es nada con lo que no pueda lidiar.
—No he encontrado aún nada en esta escuela con lo que no puedas lidiar, querida... a veces incluso me pregunto si tiene algún caso que yo esté aquí —firma los papeles que ha encontrado debajo de la botella.
—Definitivamente mi vida sería bastante más fácil —responde sin sonreír, aunque se nota que está bromeando.
Albus levanta las cejas y la mira de reojo. Se ríe. Ella sonríe muy levemente también.
—Seguramente, sí... todos los alumnos estarían muy bien formados... transformados en copas.
—Gatos —corrige carraspeando un poco, él se ríe aún más.
—Todo impecablemente organizado, eso sin lugar a dudas. Como lo tienes ahora, de por sí... solo que más aburrido.
—Seguramente te las apañarías para intervenir igualmente.
—Ah, Profesora McGonagall... ¿Está insinuando que no le permitiría llevar esta escuela sola y me inmiscuiría en sus asuntos sin ninguna delicadeza?
—¿Está usted insinuando que habría alguna posibilidad de que no fuera justo así exactamente, Profesor Dumbledore?
Él le mira por encima de los anteojos de nuevo un instante. Ella se sonroja un poco porque esa mirada escrutadora... tal vez se ha pasado un poco y... baja la vista y se revuelve incómoda. Albus sonríe.
—Serías la única a la que vendría a molestar... no por nada serías la que se quedaría en esa silla si yo no estuviera.
Minerva mira la silla y la verdad es que a pesar de todo lo que se queja y de sus propias ambiciones, no es algo que le venga en gusto.
—Solo de pensar en el trabajo de limpieza, vaciado y organización que requeriría este despacho empiezo a sentirme mareada.
—Tendré que aplazar mis planes de retiro... tantas ganas que tenía de irme al Caribe.
La profesora de Transfiguraciones e mira por encima de las gafas porque... ¿El caribe? ¿En serio? Como si no pudiera irse cualquier verano si quisiera. Niega con la cabeza, aunque puede imaginarle perfectamente con unas bermudas de pájaros rosas, una camisa de flores naranjas, un sombrero de mimbre de ala ancha y una bebida de colores, leyendo bajo una sombrilla en la playa. Justamente eso es lo que el mismo está imaginando.
—No esperarías que me fuera a la montaña, como si no hubiera suficiente nieve aquí para sepultarnos a ambos. Puedes ir a visitarme si quieres
Y ahí está... la segunda hamaca, bajo la misma sombrilla con ella misma en un bañador negro y una bata leyendo otro libro. O tal vez otra copia del mismo. Sacude la cabeza.
—No te vendría mal un poco de bronceado. ¿Algún día has tomado el sol? —lo dices tú que eres blanco/rosa. La mira así como súper atentamente analizándole la piel.
—Una vez, hace años, hizo sol en Escocia. Todos lo consideraron una clara señal del fin del mundo y se encerraron en casa con sus familias —responde un poco sarcásticamente porque a veces lo más sencillo era... relajarse un poco y seguirle el juego, aunque tuviera que perder su aire imponente y serio.
—¿Sol en Escocia? —se ríe otra vez—. Y luego la gente no me cree que sabes hacer chistes excelentes.
—En fin... creo que ya te he distraído suficiente por hoy —hace ademán de levantarse, igual sonriendo un poquito con ese último comentario.
—Pero... sospecho que no me has dicho el motivo real de tu visita, Minerva.
Ella se queda un instante paralizada porque no había hecho legerimancia, ¿verdad? Lo habría notado... ¿verdad? Nunca se podía estar seguro con él, sobre todo porque en general no solía necesitar hacerla siquiera. Ahí va de nuevo la mirada esa penetrante tan útil, con una leve sonrisita. Pero... pero. Uno no llegaba a ser subdirector de Hogwarts y hacer funcionar la escuela sin saber manejar ligeramente de vuelta.
—¿De verdad quieres que te riña?
Albus Dumbledore, genio y figura, levanta las cejas y carraspea dejando de mirarla de esa manera.
—Oh... eso —ni siquiera sabe por qué pero la lista de razones posibles es interminable.
—Eso —ESE tono inflexible y acusador.
El director extiende los papeles pendientes hacia ella, ya firmados. Ella los toma suavemente con cierto gesto aprobatorio.
—Profesora, le agradezco mucho su visita...
—Y yo su diligencia —eso podría sonar menos sarcástico, mientras revisa que no se haya dejado ninguna firma.
Él estira el cuello suplicando no haberse dejado nada sin firmar. Cuando comprueba que todo está correcto, asiente y le mira de nuevo.
—¿Algún otro pendiente que pueda resolver antes de la cena? —pregunta cortésmente, que no se diga que la diligencia no es lo suyo. Minerva mira la mesa del despacho y suspira.
—No, no lo creo —permiso expreso para irte a jugar, eso mismo. Albus sonríe encantado con la idea.
—Me debes, igualmente, una ida a Hogsmeade por un helado... o a Londres.
Minerva levanta las cejas con eso.
—Si no hubieras dicho que era algo serio... te habría invitado. Así que me debes una. ¿Quizás el fin de semana siguiente del siguiente... hmmm… del siguiente?
No puede evitar abrir y cerrar un poco la boca y luego recordarse que igualmente, de aquí a entonces o se le olvidaría o saldrían otras cosas, así que no tenía ningún caso.
—Ya veremos.
—Es una cita entonces —tan tranquilo, se levanta, dando una palmada.
El SUSPIRO de ella.
—Claro que antes tenemos otra para cenar hoy y desayunar mañana... ¡la subdirección no descansa! —le ofrece el brazo para llevarla a la puerta.
—Desde... luego —se lo toma, eso sí. Nota mental de soltarle antes de salir. Albus le pone una mano suavemente sobre la suya mientras camina.
—¿Qué haría yo sin ti, Minerva? Además de quedar mal con el ministerio de magia...
Si Minerva no estuviera pensando en el horror de que... la haya atrapado en su brazo al poner la mano, ya que ahora no va a ser tan fácil soltarle tal vez podría conseguir una respuesta ingeniosa a esa pregunta retórica. Tal vez... tirando un poquito... suavemente... Albus la mira de reojo si riendo un poco y esperando en realidad esa respuesta ingeniosa, haciéndole un cariñito en la mano.
—S-Supongo que... En realidad... —vacila haciendo tiempo, maldita sea, maldita sea, solo faltaba esto. ¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Calarse el sombrero hasta los ojos? ¿Esconderse? El director le sonríe volviendo a mirarla con atención.
—¿Ajá? —pregunta casi acercándose a ella como si fuera a decirle un secretó
—¿Descubrir los límites reales de la entropía? —propone intentando separarse un poco, con el corazón acelerado, siempre podía convertirse nada más cruzar las puertas del gran comedor.
—Eso ya lo sé. Tú eres el límite de la entropía
Cielos, y es que encima no ayuda. Tal vez no todo está perdido... si conseguía evitar a Horace Slughorn. Y a Pomona Sprout. Y a Filius Flitwick… Y ya que estamos al resto de la escuela.
Palmaditas suaves en la mano.
Es decir, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, se supone que eres un bloody genio, pues pilla esta, bloody hell!
¿Pillar? ¿Hay algo que pillar?
¿Cómo puedes ser la única bloody persona de todo el colegio que no lo ha notado?
¡Anda! Alguien debería decirle. Sería lo justo, Minerva... es más, ¡para eso estás!
The. Hell. Hay hasta una bloody porra, (seguro SEGURO culpa de esas serpientes)
Encima le sonríe tan tranquilito sin dejarla ir a absolutamente ningún sitio. ¿Para qué?
Mientras Minerva es que hasta ve moverse el dinero. A lo mejor para que ella no tuviera el impulso de girarse y esconderse ¿Qué tanta cuenta se daría si hacía un hechizo de invisibilidad sobre ambos? ¡Seguro ninguna si ni quiera era capaz de ver las sonrisas burlonas!
—Te oigo pensar... y empiezo a tener demasiada curiosidad...
—¿Que me oyes qué? —es que no puede evitar que incluso le salga un chillidito.
—Pensar, pero no sé lo que piensas. ¿Una rana de chocolate por qué me digas en voz alta lo que piensas?
—Estoy pensando que... debería llevar estos documentos a mi despacho antes de cenar.
A Albus se le borra un poco la sonrisa porque eso es súper anticlimático... y totalmente Minerva.
—Oh... ¿quieres que te acompañe? —y es que ya sabe la respuesta...O casi que se la imagina.
—Eh... —no. No. NO. Gracias, pero no. No hace falta. No te molestes. No quisiera perturbarte, ni molestarte con minucias o gastar tu preciado tiempo en insignificancias. Ni siquiera nos pilla de camino. Creo que alguien te llama por el otro lado del pasillo. ¿No es eso fuego?
Eso parecía más un sí que un no.
—Hace días que no estoy en nuestra oficina... ¡Casi siento que estoy teniendo la tarde libre!
—¿Qué? —la saca de su línea de pensamiento buscando una excusa decente.
—No es que tenga nada que hacer...
—Ah, p-pero... igualmente... —es que se oye vacilar a sí misma y quiere golpearse la cabeza, te mereces todo lo que te dicen, Minerva.
—Igualmente no nos queda de camino a ninguno y si vas a llegar tarde es mejor que sea conmigo. Así puedes echarme la culpa.
Claro, porque no estoy teniendo que dar suficientes explicaciones todavía a un montón de mandriles hiperhormonados. ¿No quieres que nos intercambiemos la ropa ya de paso?
—¿Y decir qué? —a ver, genio, lúcete.
—El Profesor Dumbledore me distrajo en mi despacho... y no me permitió llegar a tiempo.
Da. Hell.
—Todos sabrán que decididamente es mi culpa y no la tuya.
—No me parece que necesites ser aun peor ejemplo para los niños —tan dura.
—Ni que fuera mal ejemplo, Minerva... pero mejor apúrate.
Sonríe un poco y niega con la cabeza con eso en toda su coreografía de "incorregible".
—Quizás puedas contarme alguna cosa "útil" mientras caminamos y no hacerme sentir tan... mal —propone sin apurarse siquiera un poco.
—Útil...
—¿Algún buen chisme, quizás?
Levanta las cejas. Maldita sea, Albus Dumbledore, sí ya lo sabes dilo, no marees la perdiz.
—¿Hay algo que tú quieras contarme? —pregunta ella un poco incómoda.
—¿Yo? ¡¿Me dirás que soy protagonista de alguno?! Vaya... no es lo más común…
—¿Lo eres? —parpadea descolocada ahora.
—No sé, me pareció que querías confirmación... pero tú te enteras de muchas más cosas que yo.
—Olvídalo, nada fuera de lo habitual sobre ti.
—Oh... decepcionante. ¿Qué hay de ti?
—Tampoco nada fuera de lo habitual, espero.
—¡Que horror! ¡Al menos un chisme bueno creo que merecemos! ¿Será que nos hacemos viejos?
—¿Un chisme bueno cómo cuál? —otro chillidito nervioso. ¿Para qué le preguntas si no quieres saberlo?
—Me parece que antes protagonizábamos más de alguno de esos... bueno, tú sabes —la mira de reojo y sonríe.
Es que la mirada que le echa ella...
—¡Yo que culpa tengo de la vívida imaginación de las mentes jóvenes! —se defiende el director, deteniéndose en la puerta del despacho de... ambos, como lo llama él.
—Oh... —ella le suelta, ahora con fuerza y se gira a la puerta.
—Creo haber escuchado alguna vez que incluso Pomona estaba metida en el lío —agrega meciéndose en los pies adelante y atrás.
—Esos siguen intactos —asegura cuando le da la espalda y se mete dentro, sin mirarle.
—Bueno, al menos no siento entonces que los alumnos nos han olvidado... —entra tras ella mirando alrededor.
—Tal vez se corregiría con algunos deberes extra. Y más exámenes sorpresa —organiza los pergaminos en su sitio para mañana poder mandarlos y mueve algunos documentos más solo para no tener que mirarle.
—En realidad no creo que sea en lo absoluto necesario...
—¿Por qué no?
—¿Por qué sí? —sinceramente no sé si están hablando de lo mismo. Mira con total atención los pocos objetos que tiene por ahí.
—¿No consideras incómodo que los alumnos se hagan ideas equivocadas al respecto de n... ti o de mí? —exacto, por separado, nada que ver. Tú ayuda a que se entere de lo que pasa.
—¿Incómodo? No. Creo que puede explicarles algunas cosas —se agacha al frente a mirar algo con extrema atención.
—¿Explicarles qué? —se gira a mirarle ahora un poco en pánico.
—Pues la mecánica del castillo. La idea no es del todo ilógica... —no la mira aún medio agachado.
—¿Qué... mecánica?
—Toda, Minerva, toda. ¿Por qué si no me ibas a echar esas miradas de lado al lado del comedor, por ejemplo? Es solo una... ¡Oh! ¿Esto es nuevo?
—¿M-Miradas? —creo que da hasta un pasito atrás y se sonroja.
—Sí, de esas paralizantes. He pensado que de un momento a otro podrás hacer magia con la fuerza que tienen...
—Ah... Esas. Sí, desde luego.
—Un día creo que voy a terminar realmente paralizado. ¿De dónde salió esto que es nuevo aquí?
—Ojalá —igual se acerca a mirar a ver de qué se trata, es solo un pequeño objeto sin importancia que se mueve gracioso dando vueltas. Algo que le dio una alumna como regalo, se lo quita de la mano y lo pone en su sitio.
—Nuevamente me llevas a la pregunta... ¿qué vas a hacer conmigo una vez me tengas ahí en medio, paralizado? Si vas a hacerlo quizás convendría que fuera en algún lugar algo más... íntimo.
Ella se sonroja completamente ahora sí.
—Porque ya te conozco y me imagino lo que vas a hacer y no creo que fuera apropiado...
—¿Q-Qué?
Él la mira de reojo y sonríe.
—O-Obviamente lo que haría sería impedir que terminaras lo que sea que estuvieras haciendo y me hubiera llevado a paralizarte por ser demasiado improcedente... o peligroso —añade lo último por lo bajo.
—Y gritarme y regañarme hasta dejar sorda a media escuela...
—Eso sí podría ser en la intimidad.
—¿Ves? Mejor no me paralices a media escuela... ¿cuándo he hecho algo demasiado improcedente o peligroso?
—¿Cuándo no? —ojos en blanco.
—Cabría aclarar que tú consideras improcedentes hasta los más bonitos de mis calcetines
—Mejor ni los menciones —igual sonríe un poquito de lado, brazos cruzados.
—Pobrecitos ellos, ¿qué te han hecho? —se mira los pies levantándose un poco la larga túnica.
—Cielos, ni siquiera quiero verlos. ¿Son iguales por lo menos?
—Iguales a los de nadie, querida —se ríe un poco, afablemente.
—Entre ellos. Igualmente tendré pesadillas.
—Por los calcetines o por mis piernas? —suelta la túnica.
—Seguramente por ambos —igual sonríe apretando los ojos.
—¿Ves? Necesito tomar el sol —admite sonriendo y mirándola apretar los ojos.
—Siempre puedes ir al Caribe en vacaciones...
—Si lo organizan tú... lo pensaré. ¿Vamos?
—¿A-Al Caribe?
—Al comedor... y al Caribe también, ¿por qué no? —se ríe.
—Ah... ¡Ah! Por supuesto, por supuesto... —se acerca a la puerta sin mirarle intentando evitar ir de su brazo otra vez, pero el brazo se lo pone igualmente, hasta se le repega.
Es que... ¡Maldita sea! Mira el brazo, lo mira a él y aprieta los ojos tomáaaaandoselo. La mano de él encima de la suya de nuevo. El suspiro de ella otra vez.
—Voy a... rechazar otra vez el puesto de ministro de magia —cuenta un poco más seriamente en cuanto salen del despacho. Minerva le mira de reojo y traga saliva.
—Es... bonito que sigan ofreciéndotelo. ¿Estás seguro?
—Sí, demasiadas juntas y papeleo... no sería un buen ministro.
—Ese comentario no es improcedente, Albus, es estúpido.
—¡Por las barbas de Merlín! Ese comentario tuyo sí que es improcedente. No soy capaz de firmar tres documentos diligentemente. ¿Sabes cuántos debería firmar siendo ministro?
—¡No puedes decir que no serías un buen ministro solo porque no se te dan bien las tareas administrativas como si solo de eso dependiera el cargo!
—Sería un excelente ministro en algunas cosas y un pésimo ministro en otras.
—Cualquier secretaria podría suplir tus carencias.
—Creo que el problema, Minerva, no está en mis carencias... sino en mis excedentes —asegura sonriendo de lado—. A lo que voy con esto es a decirte que... en efecto, estás atascada conmigo aquí.
—Debe ser que no te riño suficiente entonces —le aprieta un poco el brazo.
Albus la mira de reojo por unos largos segundos. Ella le mira de reojo también, pero esta vez levanta un poco la barbilla con seguridad.
—Conservemos la esperanza entonces, de que algún día... me corrijas. Por ahora, ¿qué tal que te llevo cargando a la mesa, solo para reavivar las habladurías?
—¿Qué? ¡Qué escándalo! ¡Desde luego que no!
Él la mira de reojo, sonriendo.
—Cualquiera diría que te propuse una indecencia —hace un gesto y se abren las puertas del gran comedor.
—Estás, de algún modo, confabulado con ellos, ¿verdad?
—Yo sería incapaz de confabularme en contra tuya, querida.
—Ni siquiera puedo creer que haya pensado... —se riñe a si misma por ingenua.
El director la mira de reojo y no camina para entrar, ella le mira al ver que no se mueve.
—¿Que hayas pensado qué?
—Que haya pensado que alguien además de mi iba a ser sensato en este castillo.
—Eso definitivamente no voy a creer jamás que lo hayas pensado.
—Justo por eso me reprendo a mí misma.
—¿Pero por qué vas a reprenderte si no lo has pensado?
—Lo peor de todo es que todo el mundo parece disfrutarlo aun siendo completamente irregular.
—Todos menos tú, lo cual me resulta preocupante y poco halagador.
—¿Y qué esperas que haga?
—Hablarlo conmigo, para empezar. Sería de bastante ayuda...
—¿Ha... Hablarlo contigo?
—Por supuesto.
—Está bien, hablemos de ello... —susurra nerviosa.
Albus asiente empezando a caminar y escuchando atentamente. No, querido, ella espera a que tú digas lo que tienes que decir.
—¿Y bien?
—Espero a que me digas que piensas.
—Para que te diga que pienso necesitamos primero hablarlo
—No es algo nuevo de este año.
—Pero no sueles hablarlo conmigo.
—¿Qué opinas tú? Te hace gracia y te parece divertido, desde luego.
—Me intriga saber por qué a ti no te lo parece.
—Porque no es funcional y solo distrae y crea problemas.
—¿Qué problemas te ha creado que yo no me he enterado?
—Nada con lo que no pueda lidiar, pero es no significa que vaya a propiciar y alimentar un comportamiento claramente punible.
—A decir verdad no consideré que pensaras que fuera un comportamiento punible.
—¿Cómo no?
—Pensé que podrías encontrarle de alguna forma la... gracia. Aunque también entiendo tus circunstancias, ya bastante tienes con... bueno, esto.
Minerva le mira de reojo de nuevo intentando no cruzar la vista con nadie en el comedor porque desde luego otra vez hay risitas por ahí, tal vez no son por ellos siquiera, de hecho no cree que haya mucha gente prestándoles atención, pero sabe, SABE que nada más unos pocos sí lo hacen y son suficientes para incomodarla. Albus le aprieta un poco el brazo.
—El trabajo... no es tan duro.
—Eso lo sé. Tú eres brillante y ordenada, tienes todo en control. Pero no es el trabajo.
—¿Qué es entonces?
El director parpadea pensando en si no estará entendiendo otra cosa completamente distinta a de la que están hablando y vuelve a echarle una miradita porque es que... las habladurías, la gente, los chicos y el resto de profesores no solo hablaban en dirección de Minerva.
—Creo que ya tienes bastante con los niños como para preocuparte de cualquier otra cosa.
—¿Qué pensarías si dejara de reprender a todo el mundo por ello? —pregunta sin mirarle.
Albus la mira y se pregunta cómo es exactamente que reprende al mundo por ello.
—¿Qué les dices?
—Seguro te suena. Básicamente, que olviden esas tonterías y regresen al trabajo.
—Oh... quizás he oído eso alguna vez, sí —se ríe un poco—. Creo que a nadie le vendría mal un poco más de entropía.
—Yo creo que... —se humedece un poco los labios—. A nadie le divertiría tanto si yo no me enfadara.
Albus la mira por encima de las gafas.
—Vas a romper mi corazón en mil pedazos como dejen de hablar de nosotros...
Minerva levanta las cejas y le mira de reojo ahora sí. Él se gira a la escuela.
Es que... El pánico. Y aun así no le detiene, que nadie diga que no es valiente. No me extraña, si hasta a mí me ha dado miedo.
Albus se levanta y levanta los brazos para que se callen todos y mientras lo hacen se agacha un poco y mira a Minerva de reojo.
—¿Por qué no te levantas conmigo?
—¿Q-Qué? —otra vez la cara de horror
—Puedes ayudarme, quizás...
—¿C-Cómo? —se levanta igual, nerviosa.
—¿Qué me ibas a preguntar? Es un buen momento para ello... aquí suavecito.
—No es para nada un buen momento, la atención de los alumnos no es infinita.
—Lo es porque justamente quisiera hablar de un tema que nos concierne —mira hacia los alumnos—. No quiero entretenerlos demasiado...
Minerva mira a todas partes nerviosa y con su habitual cara de desaprobación general.
—Pero la Profesora McGonagall y yo... —La mira de reojo y sonríe.
Por merlín con ambos en una sola frase en esa posición, aprieta los ojos.
—Queríamos invitarles a todos aquellos que estén interesados...
Como diga al Caribe va a paralizarle. Ahora. Con la varita. No es una amenaza, es un HECHO.
—A una lección semanal de baile, de aquí al torneo.
Ella parpadea con eso y le mira de reojo con la boca ligeramente entreabierta por la sorpresa.
—Para más información por favor preguntarle a ella a partir de…
—Bollocks —protesta por lo bajo para sí misma porque mira que odia ODIA cuando la echa a los lobos sin siquiera advertirla.
—La próxima semana —le pone una mano en el hombro y se lo aprieta un poco a modo de disculpa porque bien que sabe que lo odia.
Ella toma aire profuuuuundamente y vuelve a sentarse. Como si no tuviera bastante trabajo ya. Más valía que Filius Flitwick se ofreciera voluntario como instructor. Más valía que ALGUIEN lo hiciera. Por mucho que todos los alumnos aplaudieran y silbaran como locos ahora.
—Ahora bien... ¡a comer! —se sienta junto a ella nuevamente y la mira de reojo.
—Es bonito que quieras dedicar más tiempo a los niños —tan sarcástica.
—¿Así de mala te pareció la idea?
—En lo absoluto, es encantador por tu parte.
—Aún se leer el sarcasmo, solo pensé que te haría ilusión como a mí —le sonríe un poco.
—¿Te hace ilusión enseñar a bailar a una panda de adolescentes sobrehormonados?
—Enseñamos todo a una panda de adolescentes sobrehormonados, Minerva... pero no me viene mal retomar mis habilidades de baile para que no hagamos el ridículo.
—No es lo mismo, definitivamente. Más vale que empieces a encargar... ya sabes —se sonroja un poco y mira su sopa como si tuviera que examinarse sobre ella—. Y más vale que nadie se le ocurra pensar que ha sido mi idea en lo absoluto.
—¿Encargar?
—Sí. Y con diligencia, por Merlín. No pienso ocuparme yo en ningún modo.
Parpadeo parpadeo
—Hablas de...
Se sonroja más, le mira de reojo y le echa una mirada de circunstancias.
—¿La... música? ¿Mi ropa? De esa si deberías ocuparte si no quieres quejarte... ¿o de la tuya? —levanta las cejas.
—¿Qué? ¡No! ¡Estoy hablando de los alumnos!
—Pensé ahora que hablabas de la flor... ¿qué de los alumnos?
—¿Flor?
—La del baile. ¿Que con los alumnos?
—Un tema serio y delicado con ellos en estas circunstancias.
Dumbledore levanta las cejas.
—Ohh... ¡quieres que yo tenga... ESA conversación con ellos! La del sexo.
—No. O sí, alguien debería tenerla, pero además quiero que hagas algo más... activo que darles una charla si quieres que no haya una tasa extraordinariamente alta de abandono escolar en nueve meses y el doble de alumnos en once años, sí.
—¿Algo más activo, Minerva? ¿Quieres que tú y yo les hagamos una demostración? —¡De los métodos anticonceptivos!
—NO voy a participar en NADA de esto en NINGÚN modo —recalca de nuevo sin mirarle sin ni saber de qué habla.
—Podrías ayudarme, sería más fácil contigo.
—NO. Ni siquiera quiero que sepan que ha sido mi idea, porque me opongo TOTALMENTE a esto.
—¿Te opones a hablarles de sexo o al sexo en si?
—Esta conversación se acaba aquí.
—Son jóvenes, Minerva
—Escandalosamente jóvenes y aun así, esa parece la menor de la minucias si hablamos de factores de prevención.
—De hecho es justamente el mayor problema. Como bien dices, los adolescentes sobrehormonados... ¿has hablado con ellos del tema?
—Desde luego que no. Mi papel es el de separarles con un hechizo y quitarles puntos cuando tienen un comportamiento moralmente inaceptable en los pasillos de la escuela.
—Bien, así que he de hablarles de eso desde cero... muy bien
—Y no limitarte nada más a la información teórica. Tal vez haya algún especialista obstetra en San Mungo que pueda hablarles del tema...
—¿Insinúas que yo no puedo hablarles del tema?
—Insinuo que tal vez sería mejor que lo hiciera alguien ajeno para que pudieran seguir viéndote a los ojos de aquí al final de su escolarización.
—Pero si es un tema perfectamente natural. ¿No crees que sería mejor que justamente tú y yo les habláramos de ello?
—Sea como sea, por favor, no improvises esto —esta es una súplica en toda regla.
—Bien, bien, no improvisamos. Habremos de prepararnos para ello.
Facepalm de Minerva.
—Me haré un hueco en la agenda y preparamos las dos cosas, las lecciones de baile y esto.
Estoy segura que la respuesta es algún tipo de maldición ancestral en gaélico escocés. Las cejas de Albus, mirándola de reojo. Ni siquiera lo sabe.
—Ehm... —se revuelve un poco, nervioso, porque nunca es buena idea tenerla enfadada y ahora mismo parece estarlo. No, solo te odia—. ¿Me pasas el jugo de calabaza?
Ella lo hace, sin mirarle. El director aprieta los labios y se sirve mirándola de reojito, preocupado. Suspira Mirando a los chicos y sonriéndole a alguno que le mira.
—Profesora McGonagall...
—¿Sí?
—Me odias... ¿cuánto del uno al diez?
Minerva le mira de reojo porque no es posible que le esté haciendo esta pregunta.
—Esa es justo la mirada paralizadora...
—No lo suficiente —responde ella a ambas cosas y él carraspea un poco.
La subdirectora suspira porque ella solo quería... que alguien repartiera anticonceptivos y la dejaran dormir y en realidad no quiere que los niños piensen que como les reparten anticonceptivos, tienen permiso expreso para practicar sexo. Ni quiere saber la cara que pondrán los miembros del consejo escolar como alguien llegue a deducir eso, pero aun así considera que por muchas amonestaciones que ella ponga, por muchas imágenes de genitales enfermos que les enseñen o por muchas charlas que les den no van a evitar la oleada de lo que un evento como un baile puede ocasionar.
Y ya que el maldito rol de amigo de los alumnos lo tiene el director, pues que sea él quien se encargue del asunto. Aunque no paraba de insistir que la quería a ella con él. Como si no fuera todo lo bastante raro... aunque eran el ejemplo PERFECTO de maldito método anticonceptivo. Ni siquiera sabía cómo iba a funcionar eso, pero tal vez sí debería igualmente escribir a San Mungo o tal vez hablar con Poppy, ella sí debía haber tenido esa charla con los niños más de una vez.
—Estaba pensando... —yo ya no querría que pensara, ella le mira de reojo de forma suplicante con un "pues para" que se le muere en los labios. Saliendo de sus pensamientos—. E-Está bueno el estofado, ¿verdad?
Minerva parpadea porque ni lo ha notado, Albus le sonríe un poco.
—Sí —para ser comida británica...
—Estaba mejor el de riñones de ayer —agrega relajándose un poco en terreno más seguro—. Y puedo escribir a San mungo si crees que es mejor, los padres de familia estarán más tranquilos si hacemos esto más profesionalmente.
—Es que no digo que no puedas hacerlo tú mismo si quieres, incluso puedes aportar si... Crees que debes hacerlo, pero me parece que todo el mundo agradecería un orador con un poco más de experiencia práctica —por no decir... alguna experiencia práctica. Cielos, Minerva... tus golpes bajos.
La miradita de reojo y el muy sutil carraspeo hacen que para un buen observador quede claro que ha conectado el golpe. Ella nada más se recoloca las gafas con cierto gesto de orgullo.
—Bajo esa premisa, Minerva, me temo que habrá que ampliar nuestro repertorio de bailes previo a las lecciones —Albus sonríe un poco.
La profesora de Transfiguraciones parpadea con eso y le mira de reojo sin estar segura de qué habla.
—Si tenemos que empezar la próxima semana, habrá que —sonríe más—, diligentemente, ensayar tú y yo. ¿Crees que puedas hoy a la media noche?
¿Ensayar? E-el baile, debía, ser, claro. O sea... obviamente. Aprieta los ojos y sacude un poco la cabeza con el corazón acelerado.
—Oh, vaya... ¿qué otros planes tienes hoy a la media noche?
—¿Qué? No, no, no... Quiero decir... Está bien.
—Lleva ropa cómoda.
—¿A esas horas? Un pijama.
—Eso mismo —Albus se ríe.
—V-Vengo yo o... vendré yo —decide después de pensarlo. Solo faltaba que él fuera por el pasillo encontrándose a toda la escuela y contándole a todo el que se encontrara a donde iba.
—Entra sin tocar.
Que se lo diría con tranquilidad, créeme. Por eso, bastante que le conoce.
Aunque a medianoche solo se encontraría a los merodeadores, pero puede contarle a todos los cuadros y fantasmas. Y prefectos haciendo la ronda y al profesor de estudios muggles que tiene insomnio y al celador y a la bibliotecaria que ha salido y justamente hoy a Pomona Sprout porque hay altercado en Hufflepuff y... Esa no es TODA la escuela como a él le gustaría.
—Este cambio de planes implica que tome el postre en mi despacho —sentencia repentinamente, tocándole con sutileza el brazo y levantándose—. ¿Puedes pedirle a uno de los elfos?
—¿Eh? ¿Por qué?
—En tres semanas vas a regañarme si no por todos los papeles que pude haber leído y firmado hoy entre la media noche y la hora a la que me dejes ir a dormir —asegura menos bajito de lo que podría, aunque no gritando, dándole un par de palmaditas en el hombro.
Es que se le queda la boca entreabierta y ni se atreve a mirar al resto de profesores. Pomona que tenía la oreja completamente parada desde hace un rato es la primera en agacharse a mirarla desde su lugar con los ojos completamente abiertos. Minerva aparta la vista.
—Sí, claro que les... pediré a los elfos.
—Gracias... ojalá sea helado —Albus le sonríe y sale de manera bastante poco llamativa para... bueno, lo que podría, pero si tarareando algo y dando unos cuantos pasitos de baile y una vuelta que le sonrojan... se vuelve directamente a su comida como si fuera lo más interesante del universo.
Y aquí... el principio del fin volviendo al inicio.
Esto debía sonar místico y rebuscado y sólo ha sonado gramaticalmente liado, será que me hago mayor.
¡Feliz cumpleaños a mi!
Y recuerdos a JK.
