Cormoran Noire.

By: White Aconite.

Prólogo:

Por mi mente corrían las mil y un razones por las que decidí convertirme en escritor, tratando de convencerme que todos los impedimentos de mi travesía valían la pena. Con el objetivo de abrir mis ojos al mundo había renunciado a muchos lujos: como dormir en un cómodo lecho, meriendas placenteras y exquisitas, criados hasta para los más insignificantes deberes y una casa con todo el confort que se puede desear en una turbulenta época.

Había conversado con personas que nunca tendría el placer de conocer en mi acostumbrado y hermético círculo social; viví la miseria cuando me faltaban monedas para un austero desayuno y experimenté el placer de tener siquiera un techo de paja donde descansar tras una larga jornada de peregrinaje.

Mis ojos no dejaban de llenarse de asombro con cada ciudad que visitaba, de las costumbres y las tradiciones que poseía todo pueblo que atravesaba. Sin embargo, al llegar a las costas buscando conocer el mar, lo vi…

Con los primeros mortecinos rayos del sol aprecié el panorama que tantas veces había leído en libros de expediciones y aventuras de mi, nada modesta, biblioteca. El océano se extendía hasta donde alcanzaba la vista fundiéndose en una difusa línea con el frívolo celeste se extendía sobre mi cabeza mientras el viento traía la brisa fresca con sabor a sal.

Me sentí un poco frustrado por no poder poner en palabras la gran visión sin malograrlo, irónico cuando la letra es mi pasión y aspiro a escribir una historia que estremezca al mundo…

Lo que distinguí poco después fue el parteaguas de mi aventura; una concepto romántico que me gusta pensar porque si hubiese sido otra cosa, un barco pesquero, una sirena, incuso un tesoro perdido, entonces no habría historia que contar…

No tan cerca como para apreciar la cubierta, mas no tan lejano con el horizonte como para pasar desapercibido. El bello e indolente navegar del buque me dejó pasmado sobre el acantilado donde me encontraba.

Sin duda, era más impresionante que esos modernos bergantines de la Armada Naval. Una estructura dinámica y veloz sin carecer de elegancia mientras se deslizaba sobre las aguas, casi como si no las tocara; una velas blancas y pulcras que contrastaban con el encerado oscuro de la madera del barque, mientras que una ave tallada en la proa erguía orgullosamente sus alas.

No se confundan, no fue tanto el trabajo artesanal el que me conmovió, y si hablamos en claro, mi encantamiento no fue el sentimiento idílico que quizá se imaginan. En aquel momento experimenté una extraña mezcla de temor y, por extraño que parezca, fascinación.

Ondeando en el mástil se encontraba las alas de la libertad.

Insignia característica de ese barco pirata, y no uno cualquiera…

Era el Cormoran Noire.