Pregnancy

El corredor estaba desierto.

Hacía un par de meses hubiese sonreído con autosuficiencia al ver cómo cada persona dentro de la escuela me dejaba pasar a pesar del poco espacio por la manifestación masiva de gente, ahora debía quedarme hasta el toque de timbre para poder caminar sin las miradas posadas en mí, pero no aquellas de lujuria, aprecio, respeto o miedo de las que me sentía vanamente orgullosa, las miradas eran despectivas, degradantes, como si sus ojos terminaran de concretar el asco que sentían por mí, el mismo que hacían salir de sus bocas tras palabras tajantes e insultos monótonos.

«Zorra» habían escrito con letras mayúsculas en el espejo del baño, gorda me habían llamado mientras mi vientre crecía, estúpida me habían catalogado por no utilizar protección, «Fácil, Mentirosa» porque había hecho con Puck lo que a Finn no le había permitido, por engañarle acerca de su paternidad, por consensuar sexo siendo presidente del club de celibato.

Me había regañado mil veces frente al espejo, mil veces había repetido los insultos ajenos para mí misma, había llorado noches enteras: arrepentida y asustada, ¿en dónde había quedado toda mi compostura, todo el poder que antes podía presumir? Las palmas me habían sangrado de tanto apretar mis uñas contra ellas, mi cabello había disminuido por haberlo arrancado, mi belleza desaparecía, mis lágrimas se presentaban cuando pensaba en lo que me quedaba, porque la respuesta era nada.

Abandonada por mi familia, rechazada por mi primer amor, encerrada en casa del padre de mi hija, olvidada por mis supuestas amigas, desterrada de los Cherios. Sentí mis ojos aguarse al momento de parar frente a la puerta de mi siguiente actividad.

Me habían insultado, degradado y humillado públicamente; habían escrito mi nombre en cada rincón posible seguido de algún estúpido comentario, habían tomado mi mayor debilidad y la habían puesto en mi contra: no podía soportar que volviesen a burlarse de mí, no podía volver a llorar por la opinión ajena, no de nuevo, esa era Lucy no Quin.

Posé mi mano derecha ligeramente sobre mi estómago abultado mientras respiraba sonoramente por la nariz, no podía sentir las patadas de la niña que tenía dentro, pero sí la calidez que me provocaba sólo pensar en ella. Intenté ocultar el rastro de lágrimas y sonreí mientras habría la puerta de Glee, todos reían, pero existía una certeza que fuera de ese pequeño salón no tenía: ellos no se rían de mí.