Ninguno de los personajes son de mi propiedad.

—¡Ya te digo, Pablo! Yo... finalmente volaré sobre el cielo como es debido —Dijo el temerario Cid. Se encontraba acostado en la cama de una humilde morada en Fyn, estaba algo cansado.

—¿Pero cómo piensas hacerlo sin el barco volador? —El joven ladrón, experto en el arte del espionaje, el entusiasta marido del peligro preguntó, él sabía que algo muy malo le sucedía al sujeto.

—No lo sé... pero puedo sentirlo —Cid respondió sonriendo peinando su cabello blanco con sus dedos hacia atrás. Una gran sonrisa se formó en su rostro, una lágrima descendió de sus ojos negros cual cielo en las horas muertas de noche plena.

Pablo no dijo nada, calló. Apretaba sus puños al ver a Cid abatido en la cama.

—Sí... eso haré... volaré, iré alto atravesando las nubes, las aves se sentirán celosas... todos me preguntarán cómo lo hago... —Mordía sus labios.

Lo hacía porque tenía miedo.

Sabía que estaba cerca.

—Sé que moriré —El señor se resignó, respiraba con dificultad. —Dejé tanto sin acabar... no le cobré a algunas personas que usaron mi barco... —Esto último lo expresó riéndose.

—¿Qué harás con tu barco? —Pablo llevaba en manos una taza con café caliente. Cid lo recibió y procedió a beber.

—Ya veré, ya veré... tengo mucho frío —Se tapó con las cobijas, se acurrucó sobre el colchón. Estaba azúl.

Pablo cruzó los brazos, por más que quisiera ayudar no podría hacer algo.

Él ni siquiera se sabía Lázaro para darle una segunda oportunidad.

Aún si tuviera conocimiento de ello, escuchó a un mago que la magia no podía hacer nada contra un deceso natural.

—¡Tu sacrificio no será en vano, Cid! —Pablo alzó la voz y hacía una mueca que mostraba determinación. —¡Pagarán! Todos ellos pagarán.

—Mi asistente murió en mis brazos... —Recordó con dolor, también por su mente pasó el sonido de los edificios desplomando en el mar, la gente gritando por auxilio y el color rojo de la sangre. —Estuvo a mi lado hasta el final.

—Cid...

—Mira cómo le pagué: muriéndome... —Enfadado y exclamó el adulto.

—Sólo descansa... —Pablo se dió cuenta por las ventanas que los Guerreros estaban parados afuera de la casa, se acercó a recibirlos