¡Hola Gente! Un gusto leernos de nuevo, bueno en SMA no puse notas de autor porque era mi primera historia y estaba con los nervios que me decían ¡publica ya! Esta historia se me ocurrió después de que algo mágico paso… me regalaron el primer libro de HP en ingles y fue como… ¡Descubrirlo todo otra vez! (lastima que no recibí mi carta de Hogwarts aun) al momento tengo unas cuantas historias en proceso. Espero que para cuando lean esto ya este un poco mas aliviada. Sino… "Como vaya viniendo, vamos viendo xD". Quería publicar esto para el cumpleaños 28 de Tom Felton pero creo que no lo lograre.

DISCLAIMER: ¿en serio debo decirlo? ¡Ahí les va! Todo es de J.K Rowling. Aquí solo altero las cosas a gusto de mi mente retorcida y maquiavélica, fingiendo que del libro cuatro para adelante todo es diferente (cof…odia los libros a partir del cuatro…cof)

FEDBACK: Sinceramente agradecido y puede mejorar el día de una escritora muy ocupada. ¡Amo los reviews! Es una pena no poder contestar a los no usuarios, pero estén plenamente seguros que los leo todos y me animan muchísimo.

I

La lluvia resonaba con fuerza en el techo de lámina del pequeño granero.

¿Cuál era la necesidad de construir uno de esos en Privet Drive?

La simple y sencilla razón que su tío, su tía, y su primo estaban aterrorizados de tener que compartir el mismo techo con el.

Un falso sentido de seguridad los invadía al saber que al menos unos once pasos los separaban del fenómeno.

Unos meses atrás, hubiese encontrado aquella situación divertida, por no mencionar ventajosa, pero ahora no estaba tan seguro.

La única certeza en la mente de Harry James Potter, era que no sabia absolutamente nada.

La ola de calor en Privet Drive llego como una sorpresa desagradable. El mal humor en la casa era tan palpable como el zumbido de los insectos en el ambiente. Harry estaba seguro que Vernon se había gastado una buena parte de su paga en repelente de mosquitos, el y Dudley languidecían en el salón con sus ojos fijos en la televisión. A menudo Petunia se quejaba de que las manchas de sudor serian imposibles de remover y tendría que tapizar los muebles, no que le hicieran mucho caso.

Harry esperaba ansioso a que lo viniesen a buscar, ¡Iba a ir a un Mundial de Quidditch!

Y que fuesen los Weasley quienes lo llevasen solo añadía a la experiencia. Lo único que en cierta manera lo empañaba es que Remus, y mucho menos Sirius podrían acompañarle.

El primero porque estaba ocupado con algún que otro asunto de la Orden del Fénix (convenientemente) y el ultimo porque no le permitían abandonar las sórdidas paredes de Grimmauld Place, tenia sentido cuando paso al menos 12 años en Azkaban acusado de un crimen que nunca cometió, pero eso no impedía que Harry se resintiera hacia quien los mantenía separados.

Y ese era Albus Dumbledore. Y su condenada Orden del Fénix.

Muchas cosas cambiaron desde que Harry se entero de la existencia de la organización y su relación directa con los acontecimientos en Hogwarts, y en su propia vida.

La cuestión era… ¿Cómo confiar en alguien que no hace lo propio?

Ya fuese con buenas o malas intenciones, Dumbledore siempre le oculto cosas importantes, el anciano siempre tenia la palabra final en todo lo que concernía a Harry. Antes no lo cuestionaba… ¿Cómo hacerlo? Lo veía perfectamente normal.

Pero luego de pensarlo lógicamente… Dumbledore podía ser todo lo que quisiese, miembro del Wizengamot, Jefe del Consejo de Magos, Director de Hogwarts, pero era un hecho que no estaba relacionado con Harry. En todo caso su guardián legal era Sirius. Y que Remus no pudiese tomar un rol activo se debía al maldito Ministerio y sus entupidas políticas con las criaturas mágicas.

En serio ¿Cuál era su problema? ¿Y estas eran las personas que debía salvar?

Gente que al parecer tenía la cabeza enterrada en la tierra como los avestruces y que solo veía lo que les convenía. ¡Despreciable!

Si Voldemort no estuviese completamente loco y hubiese matado a sus padres…

Mejor era no continuar pensando eso.

Y como si Petunia lo percibiese con el pensamiento, le mando a limpiar el jardín el resto del DIA, por supuesto amenazándolo con inanición si no terminaba a tiempo.

Los cinco primeros días de Harry con los Dursley no eran tan importantes como para recordar… pero la noche del quinto día…

En medio de la oscuridad una figura se retorcía, inconsciente a la tormenta que se desataba fuera de la casa, al viento que aullaba en las calles y las gotas de lluvia repiqueteando contra la ventana. Una lechuza blanca como la nieve revoloteaba el cuarto, inquieta. El chico que se removía en la cama no emitía sonido alguno pero por los espasmos que sacudían su cuerpo y el sudor frío que empapaba sus facciones, estaba muy adolorido. Lo que alerto a los demás habitantes de la casa que algo sucedía no fue la lechuza, fue una luz tremenda que se coló en las ranuras de la puerta e invadió la casa como si los reflectores de un estadio se enfocasen en ellos.

_ ¡MALDITA SEA, CHICO! ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTAS HACIENDO?!- como siempre, Vernon Dursley era el primero en alcanzar el lugar, su cara similar a una remolacha de toda la sangre acumulada mientras rugía de ira. Ciertamente no estaba preparado para lo que presencio al entrar en la habitación.

Todos los objetos flotaban en el aire, en una especie de equilibrio suspendido, desde el pesado baúl, hasta los libros y los juguetes estropeados de Dudley. La jaula de la lechuza, y la misma estaba paralizada en pleno vuelo.

En medio de un lío de mantas que flotaba hacia el techo de la habitación, estaba la figura raquítica de su sobrino, no podía ser otro. Y solo lo reconoció por sus ojos verdes. Porque la piel del chico semejaba la porcelana, su cabello ya no era la masa indomable sino que caía sedoso y brillante por su espalda. Sus ojos parecían desenfocados. Y antes de poder recomponerse…

_ ¡Oh Dios Mio! ¡Vernon!- chillo su esposa, justo detrás.

En cuanto a Harry… poco fue lo que pudo recordar de esa noche, salvo el dolor salvaje que lo invadió súbitamente. Peor que cualquier Crucio que le hubiesen lanzado. Una agonía en toda la expresión de la palabra.

Sus tíos nunca dijeron que paso esa noche. Pero al día siguiente dos obreros comenzaron a levantar lo que parecía un granero en una porción del jardín, alejada lo más posible de la casa y las preciadas flores de Petunia. Y mientras estuvo lista, Harry estuvo confinado en su alacena bajo las escaleras. Sus piernas abrazadas a su cuerpo, pese a que era pequeño para su edad, ya no podía sentirse cómodo en la alacena.

Todo aquello vino como una especie de shock.

Luego de todo ese dolor, despertó para encontrar a su tío apuntándolo con un rifle, su tía justo atrás y aterrorizada. La habitación en un completo caos y bastante ruido en el jardín trasero.

_ ¡LIMPIA ESTE DESASTRE! ¡Y LUEGO A LA ALACENA!

Sin querer discutir con un Vernon Dursley furioso y apuntándole con un arma, Harry hizo lo que le dijeron en tiempo record bajo la supervisión de la pareja. No se sorprendió cuando le quitaron la varita, pero…

Su tío abrió la jaula y luego la lanzo por la ventana, disparando.

_ ¡NO!- grito, lanzándose adelante y con intención de detenerlo.

Sin llegar a tocar a su tío, el hombre salio despedido contra la pared contraria como si un gigante lo hubiese hecho, el chillido de su tía rompió el silencio… Harry solo tenia ojos para la ventana y cuando alcanzo a ver una figura inconfundible en el cielo, el alivio lo invadió.

Sin esperar a ver si le disparaban o no, Harry salio despedido a la alacena, con lo poco que pudo salvar resguardado en brazos, cerro la puerta y rogó a toda deidad de la que recordase nombre, que su tío no lo matara y que Hedwig encontrase a alguien que pudiese ayudarlo.

Y allí en la alacena bajo las escaleras… la historia volvía a repetirse.

Decir que estaba furioso era subestimarlo.

Sirius Black estaba listo para matar a alguien de una forma que haría a su querida madre sentirse orgullosa, al grado de volverlo a poner en el maldito tapiz familiar.

Al parecer para Albus Dumbledore no era suficiente tener acceso a la casa para utilizarla a su conveniencia, o acceso a la bóveda personal de Sirius para cualquier imprevisto, eso aun no era suficiente a los ojos de ese maldito anciano manipulador.

¡Como si Sirius tuviese algo que probar!

Cuando fue el mismo Dumbledore que lo abandono a su suerte hacia 12 años porque era conveniente para el bien mayor.

Como tutor legal de Harry Potter, Sirius pudo ser el obstáculo en los planes retorcidos del anciano, por supuesto eso no fue recibido con pasividad y por ende acabo siendo abandonado a su suerte en una maldita prisión sin un juicio justo. Y Remus no podía cuidar de Harry por esas malditas leyes contra las criaturas mágicas que esa maldita Dolores Umbridge hizo aprobar.

Aguantar a toda esa cuerda de fanáticos en su casa era desagradable, les estaban bien empleados los chillidos de su madre. Pero claro… tenía un papel que interpretar. No podía reír cada vez que su madre los llamaba sangre sucia, desgraciados, desgracia de su estirpe, entre tantas otras cosas encantadoras. Fue mucho lo que tuvo que sacrificar. Pero no se arrepentía ni un solo día en poner a sus amigos primero.

Los amigos son la familia que se escoge, si no se es leal a ellos, la persona es una basura.

Una completa falla. Punto y fin.

Por proteger al pequeño Prongslet era capaz de lo que sea. Y eso incluía estar bajo el mismo techo que los secuaces de Albus Dumbledore, la ramera de la Luz que escondía sus verdaderos colores bajo las túnicas brillantes que acostumbraba llevar.

¿Cómo reaccionarían todos estos corderos ciegos si supiesen la mitad de lo que Sirius sabía?

Probablemente se lanzarían todos juntos a atrapar a Dumbledore.

Y es el que el renombrado Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore no era más que una mentira desde la punta de su retorcida nariz aguileña hasta sus zapatos puntiagudos.

Para empezar, lo que tuvo con Grindelwald no fue una mera amistad, y el anillo de oro que el hombre aun usaba era prueba suficiente para todo el que estuviese atento. La llamada "derrota" del Lord Oscuro que aterrorizo el mundo mágico antes de Voldemort se produjo por una discusión entre amantes. ¡Vaya!

Y cuando Dumbledore dejo a Grindelwald lo hizo con un pequeño regalo. ¡Sorpresa!

La sangre del maquiavélico mago oscuro seguía viva en el seno de su comunidad. ¡Y protegida por quien los "libro" del mal!

Era una ironía, suficiente para escribir un condenado best-seller.

Y era esta persona de honor cuestionable quien se creía lo suficiente para juzgar al Lord Black.

Porque, desvanecido o no del árbol familiar, a conocimiento del mundo era el ultimo hombre vivo con el apellido Black. Y por ello Grimmauld Place y todas las propiedades de la familia solo respondían a su sangre.

Por mas que aquello causara desmayo a Cissy y Bella.

¡Oh si supieran!

Si todos los secretos que Sirius Black guardaba fuesen a salir a la luz el mismo día, se revolucionaria el mundo mágico desde sus cimientos. Lo menos que preocuparía a Fudge seria mantener su trabajo como Ministro. Así de impactantes eran las verdades que Sirius custodiaba desde su época en Hogwarts.

Encerrándose en su habitación, el único sitio de la casa en el que podía tener un respiro, el día de Sirius fue de mal a peor cuando vio a la lechuza de plumas blancas como la nieve, picotear frenéticamente su ventana sin ningún pergamino a la vista.

¡Harry estaba en peligro!

Debía actuar rápido, Moony estaba lejos y no podría alcanzarlo a tiempo. El escudo de sangre del que Dumbledore estaba tan orgulloso no seria problema alguno para Sirius, si tan solo medio mundo mágico no lo estuviese buscando.

No quedaba otra opción. Eso dejaba solo a una persona que seria capaz de ir en ayuda de Harry, alguien que no seria extrañado por nadie, ventajas de pasar por muerto, muchas gracias.

R.

LP esta en problemas, su lechuza llego a buscarme sin ninguna carta a la vista y no para de revolotear, M esta lejos en alguna misión asignada por el anciano. No puedo abandonar GP porque estoy vigilado a todas horas...

P.

Cambiando a su forma de animago, estampo la huella de una de sus patas junto a la letra R, ato el pergamino a la pata de Hedwig y la vio remontar el vuelo a toda velocidad.

Solo podía rogar que la ayuda llegase a tiempo, y muy en el fondo, todo el rencor que Sirius Black acumulaba hacia la tan llamada Luz solo crecía cada vez más.

Quizá era hora de que su querida madre hiciera un solo en el vestíbulo. Y esta vez quizá fuese por horas.

Una onda expansiva de poder se esparció por Malfoy Manor y un crujido atronador resonó cuando todo vidrio y cerámica fue destrozado en mil pedazos, y a esas alturas Narcisa Malfoy estaba más Allah de si misma con alivio, Voldemort no se encontraba en la mansión, prefiriendo trasladarlo todo temporalmente a Ryddle Manor.

No quería a nadie cerca cuando ocurriese la transformación de su hijo.

Pero nunca se imagino que sucedería de esa forma.

_ ¡Lucius!- chillo, aterrada cuando una vitrina estuvo a nada de caerle encima.

Y como siempre, su compañero estuvo justo a tiempo para salvarla, moviéndose a la velocidad del rayo para quitarla del peligro.

_ No pensé que fuese a ser tan potente- repuso el rubio, el orgullo y la satisfacción le irradiaban en oleadas.

_ ¿Estará bien?- inquirió Narcisa, temiendo por su único hijo y heredero.

_ Es un Malfoy. Y el más poderoso en generaciones. Estará bien- le aseguro Lucius, dando un beso en su frente.- No puedo decirte que no le dolerá, pero ciertamente no nos quiere allí.

En los pisos superiores, en la segunda habitación más grande de la mansión, Draco Malfoy se retorcía en la cama, invadido por un dolor ardiente, parecía que su cuerpo se calcinaría de un momento a otro. Completamente desnudo y con las sabanas de seda alejadas sintiéndose como papel de lija contra su piel delicada se arqueaba y retorcía en el enorme colchón.

Sonidos que normalmente no seria capaz de proferir escapaban de sus labios.

Solo quería que parase, pese a que toda su vida le advirtieron de lo que pasaría nada pudo prepararlo para esto, que todos los huesos en su cuerpo se rompiesen. Se rompían y volvían a reconstruir. Todo se sentía como lija contra su piel y estaba tan… desesperado.

No solo por el dolor, por supuesto que no. Algo importante le fue arrebatado y tenía que recuperarlo. ¿Así era como se sentían todos los Veela que no encontraban a su compañero? Si ese era el caso, entonces no se lo deseaba ni a su peor enemigo.

Incapaz de llamar por ayuda, y sabiendo que quizá nadie lo escucharía, Draco se acomodo en posición fetal, con la esperanza de amortiguar aunque fuese un poco el dolor.

La habitación estaba prácticamente a oscuras, tapiada y sin fuente natural de luz, no se podía decir si era de día o de noche, solo la luz de las velas y una destartalada lámpara de aceite iluminaban la habitación pulcra. Ni una mota de polvo se asentaba en las superficies y unas cuantas pilas de libros de aspecto inestable estaban apoyadas en la pared trasera. Una cama con dosel y sabanas de seda era el único mueble disponible en el lugar a excepción del armario y una mesa. El pedazo de pergamino llego hacia unos momentos y la hermosa lechuza lo contemplaba, solemne.

No había forma que se librase de esta. Aquello podría significar el fin de la existencia tranquila que llevaba hasta ahora.

Aquello le causaba sentimientos encontrados, quizá esa fuese su oportunidad para vengarse de todos aquellos que le hicieron daño… y… quería conocerle, mas que nada en el mundo, uno de los anhelos que carcomían sus días interminables. Conocer al niño al que todo el mundo idolatraba, a Harry James Potter.

Aquel que podría ser su hijo.

Pero si se permitía hacerse ilusiones y estas se derrumbasen como castillos de arena.

No soportaría un segundo golpe. Ya no.

Para alguien que tenia su espíritu completamente destruido y aun recogía los pedazos, el golpe de gracia siempre acudía disfrazado de esperanza.

Despejando su mente de esos pensamientos inútiles, el hombre recogió su capa y la sacudió un poco antes de ponérsela, antes vivió en la opulencia y si lo viesen ahora, estaba seguro no podrían reconocerlo, no sabia si era por el glamour que mantenía desde hacia casi catorce años o por lo vacíos que estaban sus ojos. Lejos de descuidadas, sus ropas eran de buena calidad pero ahora tenia en mente la practicidad y no la elegancia.

La lechuza lo seguía con la mirada mientras se alistaba para partir, era clara su impaciencia y entre ambos se desarrollaba una silenciosa competencia de miradas.

Estaba claro que el animal lo seguiría a donde quiera que fuese, y para el eso estaba bien. Algo de compañía, aunque fuese una lechuza, no le caería nada mal.

Harry no sabía cuanto tiempo paso desde que su tío casi matase a Hedwig, pero su vida era miserable. Casi prefería que lo tratasen como lo hacían antes de que recibiese su carta de Hogwarts. Sus horas transcurrían, encerrado en el granero en medio de la penumbra observando como las partículas de polvo bailaban en el viento y la escasa luz del sol que se colaba en el lugar. Lo dejaban encerrado allí todo el día. Una jarra de agua tenía que durarle hasta la noche que era cuando Petunia llegaba con las sobras del día y le permitían asearse.

En todas las horas que pasaba solo allí, Harry analizaba los miles de detalles que antes escapaban a su atención, ya fuese porque estaba ocupado con la escuela o escapando de Voldemort.

Era obvio que ningún miembro de mentada Orden lo estaba vigilando porque se hubiese dando cuenta de que algo iba mal cuando Vernon disparo el rifle en la ventana de su habitación. No tenia forma de medir el tiempo pero algo le decía que no iría a ese Mundial. Ron no le había escrito y la fecha en que lo recogerían ya debía haber pasado.

Hermione no le escribió ni una nota desde que empezaron las vacaciones. Y en esta situación tampoco era que pudiese contactarla.

Al principio, Harry estaba furioso, pero pronto otra sensación fue la que lo invadió.

A medida que transcurría el tiempo, se encontraba más débil. Un deseo que no entendía de sentir la luz del sol, lo tenía al borde de la locura. Trastabillaba en el pequeño granero y mas de una vez se fue de bruces al suelo por la debilidad de sus miembros.

Y lejos de parar, esos arranques repentinos de dolor surgían de repente, siempre era al caer la noche o al despuntar el alba. Y Harry siempre lloraría hasta dormirse por el dolor.

Y así se encontraba, en posición fetal en medio del camastro en el que dormía. Sintiendo un frío atroz, siendo incapaz de encontrar su voz y sin esperanza a que alguien lo ayudase. No el miembro de la Orden del Fénix que debería estar montando guardia, menos Petunia que ese día olvido llevarle comida o agua.

Harry no sabia que lo hacia temblar mas, si los sollozos secos o los escalofríos. Poco a poco empezaba a sentir sueño, quería rendirse, parecía tentador dejarse arrastrar por la inconsciencia como tantas otras veces ¿Por qué esta debía ser distinta?

Pero así se sentía, como si en esa ocasión fuese a pasar algo muy malo si Harry se permitía deslizarse aunque fuese un poco.

La puerta chirrío ligeramente indicando la presencia de alguien más. Poco podía hacer el adolescente en cuanto al intruso, así fuese el mismísimo Voldemort. No haría diferencia.

Harry James Potter estaba muriendo, esa certeza lo invadió como un rayo y no se atrevió a dudarlo ni por un momento. Aun con su mente embotada la evidencia estaba en todos lados y lo veía a la cara sin parpadear.

Su agarre a la realidad se hacia débil con el pasar de los segundos. Y su cuerpo ya fuese por su debilidad o el frío que lo consumía, no podía moverse. Aun así le hubiese gustado saber la identidad de su visitante. Y le agradecía por no tener que morir solo. Quien quiera que fuese.

Lo siento, mama, papa, Sirius… pero ya no puedo más.

Y esa fue la noche en que Harry James Potter, murió.

¡Venga! ¿Qué les parece? ¿Cuántos adivinan quien es el invitado misterioso?

¡Nos leemos pronto!

CBD