Prólogo
Hay muchos tipos de corazones heridos,
Los que fueron abandonados y traicionados,
Los que se consumieron en la tristeza y la culpa,
Los endurecidos por el tiempo y la dificultad,
Los que se llenaron de resentimiento y odio,
Los que perdieron algo preciado,
Los atormentados y solitarios.
Deslizó su dedo en el aire, escribiendo con letras doradas creadas por la luz del atardecer los detalles que faltaban por llenar en el informe de su más reciente y concluso caso mientras esperaba a quién los había citado. Su compañera revoloteaba en el claro jugando con las pequeñas criaturas del bosque que ocupaban el claro en aquellos tiempos de primavera.
Dejó a un lado su escritura cuando las únicas y extraordinarias alas que parecían estallar en decenas de colores entraron en su campo de visión. Su anfitriona finalmente había llegado.
Hizo una reverencia hacia la recién llegada y dejó escapar un suspiro exasperado al ver que su acompañante seguía entretenida, ajena a lo que sucedía a su alrededor. La recién llegada sonrió mientras veía al hombre hada volar hacia la chica y darle un golpecito en la cabeza, antes de arrastrarla suavemente por las alas, mientras ella pataleaba e insultaba.
—Pero, ¿qué está mal contigo, Nyx? —gritó cuando el hada finalmente la soltó.
El aludido simplemente rodó los ojos y señaló a la recién llegada.
—Lo siento tanto, Su Majestad.
—Tan animada y despistada como siempre, Náyade —las alas de la chica hada se tornaron a una bonita coloración rosa—. Por favor, tomen asiento —dijo señalando un par de flores.
—Bienvenidos, y gracias por venir con tan poca antelación.
—No hay nada que agradecer, su majestad, sabe que estamos para servirle.
—Anjana, te he dicho que solo me llames Anjana, Nyx.
—Ya sabes cómo es, Anjana, parece que le hubiesen metido un palo en…
—No creo que Anjana nos haya citado aquí para escuchar las idioteces que tienes para decir, Ná-ya-de —dijo clavando su penetrante mirada en ella.
Anjana soltó una risa.
—Ustedes dos sí que son un caso.
Ahora la molestia del hombre hada estaba sobre el hada madre.
—No es que quiera ser odioso, pero no creo que nos haya citado aquí solo para discutir sobre los pormenores de nuestra relación.
—Aunque me encantaría escuchar los pormenores de su relación —dijo y sus labios se estiraron en una sonrisa maliciosa—. Tengo un encargo muy especial para ustedes dos, algo que no podría dejar en manos de nadie más.
Varias docenas de párrafos aparecieron escritos en el aire a su alrededor. Y un asentimiento de cabeza fue todo lo que hizo falta para que levantaran vuelo y comenzaran a examinar el contenido.
—Otra chica con el corazón roto —dijo volviendo a su lugar en la fresia que había ocupado hasta hace algunos momentos—, nosotros no tomamos casos como este.
—Nyx tiene razón, Anjana. Este es un caso para alguno de los recién graduados, en el peor de los casos, alguna de las guardianes.
—Debí imaginar que dirían eso, pero ella es un caso realmente especial.
—¿Qué es tan extraordinario acerca de ella?, digo, para que nos pidas directamente que nos hagamos cargo de esto, parece personal —agregó Náyade tomando un sorbo de su miel—, porque para mí, luce como un humano cualquiera.
Personal, pensó Anjana, quizás lo era. Se recostó en su flor, pensando en ella. En Kyoko. La conocía desde niña, cuando llegaba a esconderse, ella y sus lágrimas, en su claro. Fue testigo del dolor causado por su madre y también de sus juegos y risas. Ella mejor que nadie conocía de su amor por los de su especie, aunque no los pudiese ver. Una hermosa jovencita con un corazón puro y gentil a pesar de las dificultades, una que nunca esperó tener en su lista.
—Es mucho más grande que eso, chicos. Náyade, ¿aún recuerdas a María? —el rosto del hada se cubrió con una máscara de tristeza.
—Lo hago, cómo olvidar que no pude hacer nada para ayudarla.
La mirada de Anjana se tornó suave y tomó la mano de la joven hada en las de ella.
—Hiciste todo lo que podías hacer, hay cosas que están fuera de nuestro alcance. Pero, Náyade, Nyx, esa chica que ustedes llaman común fue capaz de sanar el corazón herido de esa pequeña niña, la ayudó a reconciliarse con su pasado y con su padre.
Ambos la miraron con sorpresa. Y ella movió suavemente la mano, los textos anteriores se desvanecieron abriendo paso a otros nuevos.
—Esta chica, curó el corazón de una niña perdida en su culpa por la muerte de su madre y convencida del odio de su padre en un abrir y cerrar de ojos, obligándola a ver la realidad y decidir recuperar el tiempo perdido. Y ganó una hermana.
Movió nuevamente la mano e imágenes aparecieron a su alrededor.
—Pero no fue la única. También se abrió paso en el corazón de la chica que se endureció para enfrentar las dificultades de su vida, cerrándose a todo y todos. Y ganó a una mejor amiga. Además, está aquella chica que culpó al mundo por su accidente, por su frustración, por no ser capaz de avanzar. Ella le demostró que con esfuerzo y trabajo duro lograrás lo que quieres. Y ganó alguien que la admira y aspira a ser como ella —Anjana acarició la cabeza de una liebre que dormía en el prado—. Está también el que perdió a un hijo y ella lo trajo de regreso en más formas de las que jamás podría imaginar. Y ganó un padre.
Y ella comenzó a sanar lo que parecía imposible, a aquél que recorría un camino solitario, oscuro y atormentado, guiado por la culpa y el auto castigo. Ella llegó y se quedó. Su camino se volvió brillante y más ligero. Ella le mostró que merecía vivir y no solo sobrevivir. Y ganó a un hombre que siempre velara por ella.
—Pero, Anjana, ¿cómo es eso posible? —exclamó Náyade—, aquí dice claramente que la chica reniega de la idea del amor. ¿Cómo alguien que piensa tan mal del amor puede darlo tan libremente?
Nyx, quien había permanecido en silencio, finalmente intervino.
—Todos esos corazones que han empezado a sanar son casos de alto perfil, incluso en algunos de ellos no hubo nada que los mejores de nuestra clase pudiesen hacer, no debería ser posible.
—Pero lo es, ¿ahora lo ven?
—Por eso nos llamaste —agregó pensativa Náyade.
—Nyx, Náyade —llamó Anjana solemnemente—, ustedes son los mejores, y por ello les estoy encomendando que guíen y ayuden a curar un corazón que ha sido profundamente herido por el abandono y el engaño... Necesitamos más humanos con un corazón como el de ella, porque son capaces de curar más allá de lo que la magia jamás podrá.
—Sus deseos son nuestras ordenes, majestad. Partiremos en cuanto caiga la noche.
—Los espíritus los guíen y guarden.
—Así sea.
Anjana vio al par emprender vuelo y decidió que sería mejor poner sobre aviso a Nyx, si la reacción de Náyade al caso de María había sido algo por lo que guiarse.
—Nyx.
El hombre hada detuvo su vuelo.
—Antes de que se vayan... Deberías saber que en este caso volverás a reencontrarte con alguien de tu pasado.
—¿Quién?
—Kuon Hizuri.
La mirada del hombre hada se endureció, pero Anjana podía ver la sombra del dolor en ellos. Pues él estuvo allí, fue testigo de cómo la oscuridad se apoderó del corazón de ese chico, su encargo, sin poder hacer nada. Kuon Hizuri había sido su más grande fallo y la persona que lo llevó a ser el mejor en lo que hacía.
Guiar, cuidar y sanar los corazones de los humanos.
…
—Si alguien puede lograrlo, son ese par —dijo una voz a sus espaldas.
—¡Zanna!, volviste —dijo abrazando al recién llegado.
—Sí, y veo que has enviado a Nyx y Náyade con Kyoko-chan.
—¿La viste? —preguntó ansiosa.
—Por supuesto que la vi, tan vivaz y peculiar como siempre y tan renuente al amor como la última vez, ese par va a necesitar toda la suerte del mundo.
—Y, ¿cómo esta Lory y la pequeña María?
—Oh bueno, ya conoces al viejo, pregonando amor pero no es capaz de ver al que tiene bajo las narices y María, deberías verla, se ha convertido en una niña más feliz, segura y abierta.
—Ya sabes el dicho humano "predica pero no aplica". Ahora deja de batir esas alas y siéntate, hay muchos corazones que guiar y hadas que asignar.
El recién llegado dejó escapar un suspiro cansado antes de sentarse a su lado.
—¡Cómo odio el papeleo!
