Advertencia: todos los personajes son propiedad intelectual de Cassandra Clare.
Este relato es el premio para HardLohve por haber quedado primera en el reto "OTP" del foro "Cazadores de Sombras".
¡Enhorabuena preciosa!
Look after you
Su tiempo se estaba agotando; podía sentirlo en la piel, en la manera en que su sangre escapaba en secreto, en cómo la fuerza se iba, dejando sólo dolor y agonía, la certeza de que se iría y la dejaría sola. Partiría sin poder decirle adiós, en el silencio de la muerte, la soledad de la angustia de saberse sin respuestas, de no poder verla una última vez, decirle lo que las palabras no podían expresar, tocar para ella la balada de sus vidas, un recuerdo que la consolase, que le hiciera llorar de felicidad. Quería tan desesperadamente poder despedirse, no tener que irse y sentir el peso de la decepción, que la locura y el dolor enturbiaron su mente, nubes de tormenta cubriendo la sensatez con rostros de monstruos cosidos de silencio y sombras, huesos y pergamino. No era lo que quería, lo que tenía pensado pero… la muerte sonaba tan extraña como propia le era, una vieja amiga a la que no quería volver a ver pero a la que no podía negar su consuelo, el hecho de que ella podía ponerle punto final a todo su sufrimiento, acallando para siempre todo dolor. Pero aquel ya no era su camino, no entonces, no cuando la sabía perdida en su destino, lejos de donde pudiera verla, protegerla. Y no podía irse así, dejarla en las tinieblas, marcharse sin saber que ella estaba bien, que aún estaba viva, que su partida no fuera la de los dos, que sus almas no se harían compañía más allá de donde los sueños se fundían para desaparecer. No quería ser la pesadilla que empañase sus alegrías, no quería ser el negro que pintase su corazón; quería ser aquel que hiciera nacer todas sus sonrisas, aliviar cualquier peso que cargase su pecho, la persona que la acompañara, con la que creciera y se hiciera mayor, más sabia y hermosa, aunque siempre supo y siempre sabría que eso era imposible para los dos. Él no viviría y ella sería eterna, una constante en el tiempo. Y que, por mucho que la amase, su tiempo finito se estaba acortando tanto que no podría tocar sus manos y dormir entre ellas de nuevo, o despertar con su voz en su oído. Su vida se escapaba como arena entre los dedos, cayendo de nuevo, la rueda del olvido girando sobre sí misma, alejándolo de ellos, de todo lo que quería. Y no podía.
El dolor se disolvía en dolor mientras tallaban runas en su piel pálida, agrietada de tanta tensión, de tantas heridas que no eran vistas y que cada nuevo gesto abría de nuevo. Gritó con la voz partida, la sangre en su boca pintando sus labios de leche de rojo amapola, la vida saliendo y entrando de su cuerpo, meciéndolo como un barco en la orilla y Tessa era la única luz que le guiaba en el camino, de vuelta al latir de su corazón, el faro que le haría llegar a puerto, que le convertiría en alguien mejor.
