"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido."
Pablo Neruda
Un mundo que nunca llego
-Espero verte gnomo
-Nueva York nos espera Quinn
- Siete años más tarde -
- Amor, me quede dormido, ¿Por qué no me levantaste?- Dijo Sam, mientras corría escaleras abajo, envuelto en una toalla. Con un estado anímico no muy agradable.
- Pero me dijiste que hoy íbamos a tener un día solo para nosotros- Contesto la rubia mientras colocaba, en una hermosa mesa, dos tazas de café. Se sentó frente a una, miro hacia el enorme ventanal que tenía a uno de sus lados y miro aquella ciudad que le robo el sueño tantas veces, "La ciudad que nunca duerme" estaba a sus pies, desde el piso en el que se encontraba, se veía todo tan diminuto. Una nostalgia invadió su cuerpo, cuando de repente sintió en su cuello unos enormes labios, que dulcemente lo besaba.
- Mi vida, olvide que hoy era nuestro día, tengo una entrevista y no la puedo postergar- Dejo el cuello de su amada para sentarse frente a la misma- Te juro que lo que mas quiero es pasar todo el día contigo, pero esto es algo que no puedo desperdiciar- Luego murmuro un par de cosas, de las cuales no tengo certeza. El muchacho termino su café de un solo sorbo y corrió hacia su habitación.
Luego de media hora, en las cuales Quinn había acomodado el poco desorden que invadía su departamento, decidió salir, al único lugar de la ciudad en donde encontraba un poco de paz, donde podía escribir su libro, tan anhelado por los lo habitantes de la gran manzana, puesto que su columna era la mas halagada del "New York time"
-Sammy, nos vemos a la noche, tengo que hacer un par de cosas- Grito antes de cerrar la puerta tras ella. Camino unos pasos cuando un ruido la hizo voltear, de repente cinto un apasionado beso sobre sus labios.
- Prometo recompensártelo esta noche, te llevo a donde quieras- dijo el rubio, con una enorme sonrisa. Esa sonrisa que había enamorado a Quinn años atrás, quien no pudo evitar ruborizarse al notar dos enorme ojos verde esmeralda clavados en su rostro. Bajo la mirada y todo el dolor que le causaba ser olvidada por su pareja, desapareció.
- ¿Nos vemos a las 9:00 entonces?- contesto la rubia con esa angelical voz que volvía loco a Sam
- ¿Volvimos a la secundaria? Prepárate para mi, a las 9:00 te vengo a buscar- Dijo, mientras depositaba un casto beso sobre la boca de la rubia y se adentraba nuevamente al departamento.
Dos horas le llevo llegar a ese café, se podría decir que estaba vacío, pero en unas mesas en el centro se encontraban personas totalmente desoladas, sin esperanzas, bebiendo un café algo fuerte. El lugar estaba completamente decorado con hermosas pinturas, a un lado se hallaba una enorme biblioteca, repleta de libros. Quinn entro, saludo a los meseros, los cuales le habían servido durante 3 años, se sentó en la mesa de siempre, saco su computadora y se digno a escribir.
Tenia que continuar una historia que hace meses que la estaba escribiendo, pero su mente automáticamente, sin pensarlo escribió otra cosa.
Esa mañana había recibido un mensaje, de un antiguo novio, que le comunicaba que su hija iba a cumplir nueve años y no recordaba la cara de la persona, que la había parido. Si bien una hermosa persona se dedico a criarla, ella siempre intentaba verla, aunque le doliera que Beth, SU hija, no le diga Mama.
Ese mensaje le había tocado en un lugar que Quinn prefería olvidar, se acordó de Shelby, y por lo tanto no pudo evitar pensar en la hija de esta, ver la imagen de una sonriente y hermosa persona que alguna ves fue su "amiga"
Sus dedos escribían, su mente recordaba, sus ojos se humedecía y todo su alrededor se nublaba. Su verdadero objetivo se iba desvaneciendo, su corazón palpitaba fuertemente, la angustia, el dolor y la decepción recorría cada parte de su ser.
Escribía lo que su corazón le dictaba, sus dedos se movían rápidamente, y el tiempo corría. Por la pantalla de su computador se podía divisar las últimas palabras del largo documento que venia escribiendo hace dos horas.
"El tiempo no para, me hace olvidar día a día algún rasgo de tu cara, no quiero olvidarte, pero se me hace imposible ¿Rachel? No quiero olvidarte, no quiero olvidarte. Esta no es mi vida, esta tendría que ser nuestra vida. Te busque en un millón de sueños, te busque en un millón de realidades ¿Por qué no me buscaste? Estoy atrapada en una vida que vos me planeaste y sin tu presencia. Te voy a seguir esperando, te lo prometo. Te necesito tanto, a veces no encuentro motivos para seguir aquí. Te extraño. Volver, por favor"
Miro el documento, un nudo en su garganta le hizo imposible respirar, Cerro su computadora, no entendía por que había escrito eso, estaba asustada. Pago lo que había consumido. Eran las 2:00 PM. No tenía hambre, tenía el día libre, y faltaban siete horas para encontrarse con su esposo. Estaba ansiosa, a pesar de todo, ella lo amaba, y en parte era feliz, no le faltaba nada.
Camino por un parque, saludo a un par de personas y rechazo varias invitaciones para almorzar, y se adentro a un pasillo viejo, con manchas de humedad en la pared, estrecho y sin ninguna puerta, los flouresentes parpadeaban debido a la antigüedad que tenían. Ese lugar le daba un cierto escalofrío, pero avanzo por el gran pasillo que parecía interminable. Su cabeza trabaja al cien por ciento intentando recordar cada parte de su pasado que ella había optado por borrar, esos recuerdos que la hundían en una depresión tan grande de la cual todavía no lograba salir. Luchaba por sacar esos pensamientos de su cabeza, pero las imágenes venían solas, su secundaria, sus padres, su primer amor, su hija, su único amor. De repente se vio obligada a doblar a la derecha, allí había 3 puertas, la primera tenia un cartel tan viejo que era imposible de descifrar lo que tenia escrito, ella sabia que era una oficina, suponía que estaba abandonada, debido a que nunca vio a nadie entrar. Una vez vio esta puerta abierta, y su curiosidad le jugo en contra entrando a ese pequeño cuadrado, donde solo entraba una escritorio, con comida rancia, una taza con telas de arañas y un armario de hierro oxidado, con llave. En el suelo una alfombra machada, y miles de papeles,
La segunda no decía nada, pero podía afirmar que esa era la entrada a otro pasillo aun más escalofriante y totalmente oscuro. Por ultimo a la izquierda había gran puerta. Quinn podía asegurar que esa entrada se caería en un par de días, en esta se encontraba un cartel oxidado, que decía "Escuela de Danzas".
Entro, sin tocar y una alegre música la invadió, El salón era literalmente enorme, cuadrado, sin nada más que espejos y una barra, las cuatro paredes eran de un color distinto, estaban mal pintadas y un poco descoloridas, pero le daba un toque de alegría a ese lugar terrorífico.
El salón tenía, por lo menos, 50 nenes y nenas corriendo por todos lados, algunos bailaban, otros gritaban y otros simplemente se movían sin sentido alguno. Ella amaba a los niños. Con Sam habían planeado tener hijos en un futuro, pero la carrera de ambos le imposibilitaba el sueño de la rubia. Al frente de toda la clase se encontraba la profesora, bailaba como los dioses, tenia una sonrisa tan contagiosa y hermosa, que podía eliminar todos los fantasma del pasado de Quinn y a su vez traerlos le vuelta con una sutileza con la cual la rubia no se percataba.
Su vida no había salido como la planeaba, La repentina muerte de uno de sus padres le había hecho perder todo sus sueños y sus esperanzas. Recordaba aquel día, y lloraba sin que nadie la viera, El día en donde toda su vida cambio. Ella tenía que ser una estrella, ella tenía que triunfar, y los 4 meses que estuvo en La gran Ciudad fueron perfectos. Pero un día, una voz gruesa y quebrada suspiro.
-Lo chocaron-
Esas palabras fueron suficientes para que empaque todo, y se vuelva a su ciudad natal, Olvidando todo lo que alguna ves quiso, todo su mundo se derrumbaba, y no podían hacer nada. Tomo el primer vuelo hacia Ohio, y estuvo presente en el velorio. A partir de entonces su vida dio un vuelco en la cual el vacío reinaba y las lágrimas a escondidas eran sus príncipes.
Los 2 primeros años de su regreso fueron los más duros, lloraba todas noches, al ver como cada uno de sus amigos triunfaba. Ella había nacido para ser una estrella, pero al parecer, su vida había terminado por lo que nunca podría serlo. Su único padre estaba enfermo y tenia que cuidarlo, no era una opción para ella. Se sentía muerta en vida, pensaba que era un error, que le habían matado el alma pero se habían olvidado de su cuerpo, que del más allá se habían encargado de destruir en mil pedasos cada ladrillo que poco a poco y con mucho esfuerzo iba colocando, solo para reírse. Estaba resignada, no tenía futuro, no quería un presente y su pasado estaba tan lejos.
En su tercer año se reencontró con un amor de secundaria, y su encantadora sonrisa y su dulce personalidad la habían enamorado de nuevo, de ese Finn que unas ves conoció en un pasado que extrañaba, que anhelaba, ese pasado en donde soñaba con un futuro tan cierto en ese entonces, cuando tenia esperanzas tan fuertes que superaban todo. Ella se creía enamorada, el también y poco a poco, la vida, que ya no existía en su cuerpo, iba adentrándose gracias a ese muchacho que le sacaba una sonrisa, todos los días y se encargaba de reparar cada parte de su ser, con tanto amor que la morocha no se lo merecía, o eso pensaba. Luego de un año en donde fueron los novios mas unidos, se casaron.
El era un mecánico, que trabajaba todo el día. Ella atendía el bar de sus padres, todo el día. Se veían todas las noches y Rachel podía sentir algo muy parecido a felicidad en su interior, pero su mundo no estaba completo.
Dos años más tarde su último padre falleció a causa de su cáncer. Rachel sabia que ese día llegaría, por lo que no le afecto demasiado. Su vida siguió como siempre, se mantenían como podía, con el bar, y la mecánica. Pero no llegaban a mantener todos los gastos. Los años pasaban, su vida se volvió monótona, levantarse a las 8:00 AM Atender el bar hasta las 2:00 PM, descansar media hora, Atender, nuevamente, el bar de 2:30 PM hasta las 6:00 PM allí tenia un descanso en el que iba a visitar a su madre y a Beth. No le interesaba su madre, ella quería ver a Beth. Beth era lo único que SU rubia le había dejado, y le amaría para toda la vida. Volvía al bar a las 9:00 PM y ahí se veía con su esposo, que se encontraba un poco fuera de estado, pero con su dulce sonrisa y siempre dispuesto a ayudarla. Cerraban a las 11:00 PM. La gente e Ohio no solía salir de su casa luego de esas horas. Finn salía con Puck todas las noches y volvía a las 12:00 PM. Hora durante la cual, Rachel aprovechaba, se encerraba en el baño, prendía la ducha y la dejaba caer sobre ella, mientras miles de lagrimas caían de sus ojos. Esa no era la vida que quería, ella amaba a Finn, pero no quería estar ahí. Lloraba por sus padres, Por sus sueños perdidos, por no tener un futuro, por Beth, por la rubia, a la cual había prometido un mundo de arco iris, un mundo que nunca llegaría, lloraba por que sabia que la había perdido para siempre, que estaba felizmente casada con uno de los hombres mas codiciados del año y que nunca volvería a Ohio, ese pueblo que les había hecho tanto daño. Finalmente se acostaba, sentía a su esposo llegar y acostarse a su lado. Y pasaba una noche de insomnio, y pasaba 2 noches de insomnio, y pasaron 4 años de noches de insomnios.
Esta mañana era distinta, cerró el bar, al cual nadie iba ya, por lo que no le importo. Camino unas cuadras -Hace tanto que no caminaba por acá- Se decía a si misma, mientras recordaba cada cosa que había pasado en cada lugar. Recordaba cuando tenía un sueño que cumplir, cuando su vida estaba llena de lo que ella quería, cada cosa. Cada detalle, no se había olvidado de nada. Pasaba por la casa que alguna vez fue de Quinn, Miraba la entrada, se imaginaba años atrás. Cuando cada noche se escapaba y sin que nadie la viera, tocaba la ventana de su rubia, la cual la abría con su hermosa sonrisa y dulces ojos esmeraldas, recordaba cada detalle de ese rostro, ese rostro que era lo único que la mantenía viva. Miles de sensaciones se encontraban en su estomago, y reía y lloraba y se enojaba con ella misma, y se culpaba. La extrañaba tanto, no podía soportarlo, su pequeño cuerpo no podía soportar más, ¿Por qué a ella? ¿Qué hizo? Dicen que después de una tormenta, el arco iris siempre sale y también dicen que siempre hay una excepción. Bueno ella era la excepción. Se sentó en el pavimento de la casa que alguna vez tuvo colgada un cartel que decía "Residencia Fabray". Se sentía la peor basura, la única persona con la que hablaba, era con su esposo, el cual quería Amarlo tanto como el a ella, y lo intentaba día a día. Y con una madre que la abandono, no tenia mas amigos, no era nadie y nadie se acordaba de ella. Lloraba y necesitaba tanto de esos calidos brazos de esa hermosa persona que diez, o tal vez mas, años atrás le saco el corazón si permiso a cambio del suyo.
Mas que a Puck y Finn, Nunca volvió a ver a sus compañeros de la secundaria, esos le habían prometido estar siempre a su lado, pero no podía culparlos, ellos eran exitosos, o gran parte de ellos.
Perdida en sus pensamientos, no se percato que a frente de ella había alguien, mirándola con una enorme sonrisa. En los ojos de esa persona se podían ver todos los sentimientos que Rachel odiaba trasmitir. Una mezcla de alegría, pena y comprensión.
No quería que nadie la viera, pero era tarde la persona ya estaba hablando, mientras se acercaba a abrazarla…
SML
