Una noche de insomnio

Hacía noches que no dormía pensando en ella. No era fácil reconocerlo, pues una joven así no entraba en los parámetros de belleza de nadie que se declare cuerdo. Mismo él innumerables veces se había burlado de ella por sus extrañas ocurrencias o sus infantiles creencias, su hermano más aún, llegando a ser verdaderamente cruel. Al recordar aquellas épocas su conciencia le hacía una mala jugada llenándolo de remordimiento, sentimiento que él jamás se había imaginado capaz de experimentar.

Poso sus largas manos en su brillante cabellera, presionando para distender su mente, rasco con intensidad su cabeza y levanto su mirada hacia un punto en el medio del bosque prohibido. ¿Tan rápido había pasado la tarde? Detrás de los árboles ya se veía el sol ocultándose para ellos, sublime acto que le regalaba la naturaleza, y el cual él no era capaz de compartir con nadie, al menos no con la persona que realmente quería. "Ya es hora de volver al castillo, está anocheciendo y el frío pronto se apoderara de aquí" pensó levantándose de mala gana.

Maldita aquella noche que su hermano lo convenció de que era mejor que ellos también participaran de ese tonto juego para no levantar las sospechas de nadie. ¡Era la mejor idea que había tenido desde hacía muchísimo tiempo! ¿No era acaso mejor aparentar total predisposición al juego para ganar más adeptos a este? Pero claramente no habían previsto sus consecuencias, las cuales lo llevaron a su actual pesar, del que solo la joven soñadora era capaz de sacarlo. Ya no le importaban todas aquellas cosas que otrora le causaban gracia y el incontrolable impulso de burlarse, pues todas ellas actualmente eran las que servían para atarlo a donde su saltarín andar lo llevara.

Casi sin notarlo había alcanzado la puerta del castillo, pero no quería dirigirse hacia la sala común de su casa, solo podía pensar en aquella noche, la noche que probó sus labios por primera vez: la primera y única vez que los gemelos Weasley participaron de su propio juego. Estaban en un claro en el medio del bosque, reunidos para comenzar con el juego que juntos habían ideado, con tanta malicia como siempre. ¿Cómo podría él imaginar que esta vez se encontraría tan envuelto en su propia treta que ya no iba a poder salir de ella? George comenzó a enumerar las reglas del juego, ante las caras de asombro de los que se animaron a asistir a la junta. Pero ella no, ella enredaba sus finos dedos en su largo cabello, que a la luz de luna tenía un brillo hermoso, inusual. No tardaron en llegar las quejas, pero alguien de la ronda se paro a defenderlo, con un notable sonrojo en sus mejillas:

- No es tan descabellado como los anteriores. Entre los muggles, desde muy jóvenes ya comienzan a jugar a este juego, ellos lo llaman "Juego de la Botellita", las reglas son similares, y no se escandalizan tanto- dijo con tono avergonzado, ocultando su rostro. Sus cabellos castaños y alborotados cayendo a los costados de su rostro, sus ganas de participar en la discusión y sus pequeños dedos entrelazados en el medio del pecho con nerviosismo. No podía ser otra que la joven Granger, su tono algo oculto de "sábelo todo" la delataba.

- ¡Claro! Nada más inocente que un juego de besos, ella misma lo dijo- intercedió. Su hermano le guiñó el ojo, disimuladamente hizo un gesto de la cabeza hacia el lugar donde se encontraba la rubia pelilarga.

- Entonces comencemos por ti- contesto George. ¡Qué magnifico actor que es su hermano! En un momento hasta él mismo dudó si verdaderamente estaba decidiendo en ese momento quien sería la destinataria de su beso. La cara de los jóvenes estudiantes que se encontraban a su alrededor demostraba que efectivamente todo marchaba según lo planeado, que todos se habían creído la sublime actuación, no era necesario seguir con los pasos que usualmente usaban para convencerlos. - Creo que tú, Luna Lovegood, sos la indicada para esta ocasión-

Levanto sus cristalinos ojos con inocencia, fijo su vista primero en él y luego en su hermano, seguramente buscando que tenían escondido dentro de todo esto. Lentamente se sonrojo, como si recién se hiciese a la idea de lo que un "beso" significaba, justo en el mismo instante que aparto la vista de ambos, depositándola gentilmente en el suelo. Las niñas comenzaron a reír en carcajadas suaves y sumamente chillonas, mientras que los muchachos observaban a George con cierta curiosidad. "Es solo un beso" se repetía en la mente tratando de apartar las ideas que le hacían dudar sobre la conveniencia de hacerlo o no.

Se acerco a la joven, que aún miraba el suelo con cierto deje de vergüenza, pero él actuaría tal cual como lo habían planeado previamente. Ahora era su turno, después le tocaría a su hermano y así seguirían el resto de los reunidos, ya sin actuar y solo, sin que ellos lo supieran, para entretener a los traviesos Weasley. Tocó con sus largos dedos el blanco rostro de Luna para luego levantarlo y terminar el show, sus ojos se abrieron aún más al notar la suavidad de la piel de ella, se sintió tentado a acariciar su mejilla, pero contuvo todos sus deseos. La niña dirigió sus grandes ojos azules hacia él, y extrañamente su respiración se aceleró, como un hechizo sus labios comenzaron a acercarse, sus respiraciones se chocaban y un inmenso cosquilleo recorrió ambos estómagos. Un susurro suave llegó a sus oídos.

- E-es mi primer be-so...- escapo de los labios de la rubia, y los nervios del gemelo se impusieron sobre él. "¿Su primer beso?... ¿Realmente debo arrebatárselo por un simple juego?". Pero sus ansias por probar su boca ya eran incontenibles, era imposible retroceder encontrándose a centímetros de ella, menos ahora, no ahora. Nunca antes había notado lo bella que era la pequeña lunática, no había prestado atención a la luz que ella irradiaba, a su mirada triste y soñadora que logró hipnotizarlo. Lentamente comenzó a acercarse, ella se mantuvo tiesa, su pulso temblaba y su corazón latía fuertemente. Cuando la tensión se hizo insostenible, sus oídos ya no captaban nada más que las exhalaciones de la blonda mujer, y sus labios casi rozaban los de ella, sin esperar un segundo más, se abalanzó sobre su boca.

¡Nunca un beso tuvo ese sabor a sueños! Por un momento sintió que todas aquellas extrañas criaturas que ella citaba constantemente realmente existían, y que todas ellas habitaban en esa boca. El beso comenzó suave y lento, él no quería apresurarla ni mucho menos forzarla, sólo se entregaba al calor que éste le ocasionaba. Todo eso parecía ser una constante caricia entre sus labios, un intercambio de alientos. Sin que él lo esperara, la niña dejo pasar su lengua para que se llenara de su sabor. Ya no había gente a su alrededor, ya no había una imagen que mantener, por lo que Fred se soltó y se permitió poder acariciar sus suaves mejillas. Pero inesperadamente, el aire se acabó y cayeron en la realidad que los rodeaba, en aquella ronda que se encontraba en el bosque prohibido para jugar un juego, solo un juego.

- ¡Ven! Es sólo un juego, un beso inocente, el cual no significa nada.- dijo su hermano. Pero para él ya no significaba un juego, aún no se hacía a la idea de cómo había estado tanto tiempo sin ella, y menos aún cómo alguien se podía animar a nombrar "beso" sin jamás haber probado el sabor de la ravenclaw.

- ¿No, Fred?- continuó George, volteándose hacia él, que todavía no se apartaba de Luna, como si temiera que alguien la tocase, que tal vez osaran probarla.

- S-si... Solo un juego...- dijo haciéndose a la idea de que la joven no sentía nada hacia él. Prácticamente le había robado su primer beso, luego de las burlas, luego de los malos tratos. Ella seguramente no lo querría ver más. Pues los dioses eran sabios, él ahora sufría todo aquellos por todas las veces que la hirió, ahora tendría clavada la duda si para ella el beso, su beso, había significado algo, aunque sea mínimo. Pero ella continuaba igual, con su sonrisa soñadora a la nada, su mirada perdida y su apariencia inocente.

Sólo eso recordaba de aquella noche, pues el resto fue para él un misterio. Estuvo toda aquella noche mirándola, y mágicamente nadie volvió a nombrarla para que besase a nadie, y solo al final de la noche pudo relajarse, ningún hombre probaría sus labios aquella noche. El juego había terminado, era hora de irse a dormir y entregarse a los sueños, y aún allí ella comenzó a invadirlo. Con su sonrisa, con sus ojos profundos como el mar, con su cabello dorado... Y todo, todo era hermoso en ella, ningún defecto que nombrar, ninguna cosa que objetar. Toda ella era perfecta.

Las noches pasaron, y ahí se encontraba ahora, pensando en ella otra vez, parado frente al retrato de la dama gorda. Tampoco era capaz de recordar su contraseña, por lo que fue a la sala de multipropósitos, al menos allí se encontraría solo y resguardado del frío que rodeaba el castillo. Para su sorpresa, alguien ya se encontraba allí, alguien con vos alegre y tonalidad dulce. "There's such a sad love, deep in your eyes, a king of pale jewel, open ands closed within your eyes, I'll place the sky within your eyes..." Caminó rodeando a la chica, que con su canto lo hipnotizaba, como sirena a su marino. De un momento a otro su canto se detuvo. La joven se volteó, forzó su vista para distinguir quien la observaba de entre las sombras.

- ¿Quién está ahí?- preguntó la muchacha, su voz era firme, pero notaba un dejo de temor. Él no pudo más que ocultarse detrás de una columna, su respiración comenzó a agitarse y no pudo evitar que sus piernas temblaran. Era ella, la chica de sus sueños, y estaba totalmente atemorizada por él. Tomó nerviosamente su cabeza, no le podía estar pasando esto, tenía que estar solo para pensar en ella. Pensó unos minutos que debía hacer, no la podía dejar allí asustada por mucho más tiempo.

- ¿Practicando hasta tan tarde?- preguntó permaneciendo escondido.

- ¿Fred? ¿O George?- contestó. Y sin saber porqué se sintió ofendido por que ella lo confundiera con su hermano, que no pudiera distinguir entre ambos.

- Fred, soy Fred...- finalmente se atrevió a salir de su escondite. Sin dejarlo terminar su frase, ella saltó a su cuello, y él ya no pudo reaccionar, pues anulaba sus sentidos. Los cabellos de la ravenclaw chocaron con su rostro, y su aroma lo trasladaba al bosque. Sus pechos se pegaron fuertemente y su abrazo lo asfixio. Pero nada de ello le importaría si no fuera Luna quien lo estuviera abrazando. Estiró sus dedos, todavía dudando si tocarla o no, pensando si es o no sano para su psiquis probar nuevamente su calor. Decidió no hacerlo, pues no podría detenerse, el solo mirarla, el llenarse de ella le bastaba.

- ¡Fred! ¡Que suerte es tenerte aquí!- dijo en un quejido. Apartó un poco su rostro y continuó- Los Snydanpú me han estado molestando durante las noches- Por más malo que fuera en el estudio, el joven Weasley sabía que no existían cosas tales como los Snydanpú, pero nada de ello le importaba con tal de tenerla abrazada a su cuello.- ¿Y tú? ¿Qué haces a estas horas por los pasillos del castillo?-

-Yo solo olvidé la contraseña, y la dama gorda no me dejo entrar para dormir- contestó huyendo del hecho de porque había ido a acostarse tan tarde y el porque olvido la contraseña de su propia casa.

-Pero... ¿no estarás pensando en pasar toda la noche en este frío lugar?- preguntó abriendo aún más sus hermosos ojos. Separó completamente su cuerpo del de Fred y, observando como él esquivaba su mirada, tomó unas cuantas piedras y las oculto en su bolsillo. El colorado hizo un gesto con sus hombros, pues no había reparado en que tendría que permanecer toda la tarde en algún rincón del castillo, pasando frío y corriendo peligro de ser descubierto por alguno de los profesores.- No hablemos más, tú dormirás conmigo y solo ahuyentando a los Snydanpú pagarás el favor-

- Pero... ¿No nos descubrirán tus compañeras de cuarto?- preguntó, aún cuando le agradaba la idea de dormir pegado a ella. Rascó su cabeza con una mano mientras que la otra se la llevaba a las caderas. Sus nervios al notar que la joven en nada le modificaba el tenerlo cerca aumentaban a cada instante, ¿acaso ella no notaba cuan agitado se ponía con solo su presencia?

- Ellas jamás notarán algo que se relacione conmigo, ni siquiera me dirigen la palabra. Sé que todas ellas me llaman Lunática y que constantemente se burlan de mí a mis espaldas- contestó mientras la rabia se apoderaba del muchacho- Pero si en algo te hace sentir más seguro, nos levantaremos antes que el resto e iremos al comedor o a algún otro lado para que nadie se entere de tu presencia.-

Sin dejarlo contestar y con una sonrisa en su rostro, lo arrastró hacia la salida de la sala de multipropósitos y avanzaron sigilosamente por los pasillos hasta llegar a la torre oeste. Unos jóvenes de Hufflepuff hacían la ronda y discutían ávidamente sobre las últimas reuniones que "Los Gemelos Weasley", por más que no era necesario esconderse, permanecieron detrás de una de las columnas, escuchando, hasta que los vigilantes decidieron seguir su camino.

-... no fue tan buena- contestó la chica.

-¿Por qué?- preguntó el joven- Para mi fue tan buena como las anteriores-

- No puedo creer que Fred haya tenido que besarse con esa Lunática- la ira se apoderó del joven Gryffindor. ¿Acaso nadie era capaz de ver lo bella e inteligente que era Luna? Sin embargo a ella parecía no afectarle el hecho de que la cuestionarán o la llamarán loca. Es más, ni parecía acordarse de esa situación, ni de que a ella la llamaban Lunática.

-¿Qué es lo que te molesta de ello? Luna es una gran chica, y bella por cierto...- contestó el joven de Hufflepuff.

- Bueno... Es que... Que yo...- tartamudeó la joven- A mi me gusta Fred Weasley- Luna volteó para ver a un sonrojado joven, que tosía convulsivamente de vergüenza. Una risita escapó de los labios de la blonda muchacha, a lo cual solo le fue posible responder con una ligera sonrisa.

Luego de tales declaraciones, ambos Hufflepuff siguieron con su ronda por los pasillos fríos y oscuros de Hogwarts. Quedaron unos minutos como reflexionando en las declaraciones de los estudiantes, mirando el sector vacío que dejaron aquellos jóvenes. De la nada la "lunática" comenzó a correr por los pasillos del castillo para llegar a una escalera de piedra en espiral, subió a saltos por ésta hasta toparse con una enorme puerta sobre la cual se posaba un águila.

El majestuoso animal notó nuestra presencia y con suave y tranquila voz formulo una pregunta: - ¿Para qué sirve la sangre de unicornio?- dijo melodiosamente el águila.

- Para capturar deggies- contestó la joven con una sonrisa más soñadora que lo habitual, que al instante cautivo al Gryffindor, pero que no se atrevió a hacer nada. El águila movió su cabeza de lado a lado, y el joven podría jurar que una sonrisa escapo de su pico.

- Señorita Lovegood, debería solo decirme lo que sus compañeros me dicen, pero no...- una disimulada risita se escucho salir del ave, extendió sus alas y la puerta se abrió con un fuerte chillido, dejando pasar a la pareja - Para la próxima espero que entienda que hay muchas respuestas para esa pregunta, pero la suya es incorrecta.-

En la sala común de Ravenclaw nadie se encontraba, lo cual a ninguno sorprendió, pues a esas horas todos se debían encontrar durmiendo. "¿Realmente te das cuenta de lo que estás haciendo? Vas a dormir con ella, en su misma cama... ¿Piensas que así vas a poder aclarar tu mente?" se reprochó Fred mentalmente. La joven lo condujo en silencio hacia la escalera que daba hacia los cuartos de muchachas de Ravenclaw. El sonrojo se apoderó del rostro del joven, el solo pensar dormir rodeado de chicas, sobre todo el roce constante de la jovencita rubia durante toda una noche, una noche de ensueño, en la cual todo lo que el creía imposible ocurriría.

Subieron sin que él se hubiera dado cuenta, la niña caminó contando puertas sin prestar atención a los carteles que en ellas se encontraban. Su varita sobre su oreja, su dedo enroscándose en el collar de corchos de cerveza de mantequilla y sus saltos a lo largo del pasillo. Se detuvo enfrente del portal que tenía un enorme cartel con el año. -Aquí es- susurró abriendo la puerta lentamente para hacer el menor ruido posible. Lo tomó de la mano con la mayor dulzura posible y lo condujo hacia su cama, en la cual se posaban dibujos de criaturas extrañas. La joven con un movimiento de varita cambió su atuendo por un largo pijama, soltó su pelo que llegaba hasta su cintura. Y Fred volvió a desearla con todas sus fuerzas, como nunca lo había hecho con nada ni con nadie, pero no quería arruinar el momento, y otra vez se contuvo.

-¿No vas a cambiarte para dormir?- le preguntó dulcemente en un susurro. Ahí se dio cuenta de que había quedado paralizado por su presencia, pero al instante hizo lo mismo que hizo la muchacha momentos antes. Una vez que ambos estuvieron listo para dirigirse a la cama, la joven con un movimiento de varita guardo todo lo en ella se encontraba y la armo al estilo muggle - Ya podemos dormir.- continuo con vos saltarina.

Y en ese momento se acomodaron en la cama, un de espaldas al otro. Luna durmió rápidamente, y solo cuando escucho sus pequeños bostezos de ella, Fred se voltio lentamente hasta poder observarla. Era hermosa, sus cabellos rubios cayendo sobre su rostro, con una suave caricia apartó los mechones que estaban en su cara. Luego de mirarla largo rato, de acariciar sus mejillas y cuello miles de veces, de saborear su aroma... Luego de llenarse de ella, la abrazo por la espalda y durmió toda la noche, sin pesadillas que lo perturbaran ni Snydanpú que la atacaran.