Ginny muchas veces se pregunta a sí misma qué es lo que vio en Harry que tanto la atrajo a él. Qué es aquello que notó y pensó que sobresalía del resto de las personas. Obviaba que fuera "el elegido" como muchos en Hogwarts solían llamarlo. Ella no iba detrás de esa trágica historia ni mucho menos detrás de la popularidad del joven mago. Ella veía más allá de eso, veía su alma a través de sus ojos. Sentía amor, que para ella, era verdadero. Entonces, al observar esos orbes verdes, volvía a caer en ese hechizo amoroso que podía incluso ser muchísimo más mortal que una simple armontentia. Para la pequeña Weasley, Potter era un ser irremplazable, que solo podía irradiar perfección ante sus risueños ojos.
Cada mañana lo contemplaba en silencio, y notaba cómo ese brillo en sus orbes aumentaba cuando hablaba con sus amigos, y esa sonrisa imperfecta, que le robaba suspiros que no eran escuchados por nadie más que ella y solo ella. Oh, sí. Porque ella es muy orgullosa como para ser tan obvia. Porque todo eso, esos sentimientos, eran nuevos. Además, en más una oportunidad no sabía cómo manejar esta situación, lo cual muchas veces la llevaba a deprimirse y llorar en silencio por las noches, mojando su almohada con sus lágrimas de cristal y cuestionándose por qué era tan difícil algo que ella sentía con tanta simpleza y sin rodeos. Por qué por cada vez que se decidía y se llenaba de valentía para hablarle, había otra niña merodeando a su lado. O mejor dicho, una niña en especial. Eso también le producía una sensación en su interior; una sensación llamada rencor. Rencor hacia esa chica de Ravenclaw. Rencor, aunque no lo parezca, hacia Cho Chang.
Hay días en que cree que puede llegar a salir ganando de tanta presión; siempre siente como si estuviera aprisionada entres dos paredes de concreto, que se van acercando cada vez más y más a ella, y no hay salida. Ese es el momento en que sabe que debe actuar pronto. Porque sabe que él no va a llegar hacia ella de un día a otro, sino que tendría que comenzar a moverse si de verdad le interesaba, y rápido.
Un día, saltó de su cama decidida a dirigirle la palabra finalmente y dejarle en claro a aquella muchacha quién mandaba en ese, no tan visible, triángulo amoroso. Pero al acercarse a él, en un largo pasillo, contempla algo que la deja helada; creyendo estar una pesadilla del cual quería despertar lo más rápido que pudiera. Al parecer, Harry ya era propiedad de alguien más. De ella, maldita sea. Había llegado tarde. Esa asiática tan pedante a su parecer y que se escondía tras esa faceta de niñita inocente y tímida, lo besaba. Besaba a su Harry.
Toda ilusión desapareció. La Gryffindor siente su corazón estrujarse, y grita interinamente de una manera tan desgarradora, que si lo hubiese hecho a los cuatro vientos, hasta al más temible de los dementores, le hubiese resultado aterrador.
Las paredes de concreto se juntan, y entonces, Ginny Weasley, dejó de sentir. Oh, qué estúpido resultó ser ese amor. Pero sobre todo, qué absurdo fue su corazón.
