No existe emoción, sólo existe paz.
No existe ignorancia, sólo existe conocimiento.
No existe pasión, sólo existe serenidad.
No existe caos, sólo existe armonía.
No existe muerte, sólo existe la Fuerza.
Allen repetía estas palabras mientras meditaba. Gracias a esas palabras que tanto le repitieron sus antiguos maestros conseguía concentrarse en lo verdaderamente importante cuando estaba meditando.
Llevaba ya 3 años en la Tierra, en secreto por supuesto. No podía arriesgarse a que la gente lo descubriera, el mundo no estaba listo para él. O al menos eso es lo que pensaba hasta que de la nada empezaron a haber monstruos verdes con una fuerza increíble, gente con trajes con los que volaban y disparaban, supersoldados de más de 80 años y que no parecían tener un día más de los 35 y dioses con martillos que atraían truenos.
Nada más llegar a la Tierra no se escondió, pensó que era su deber ayudar, hasta que se dio cuenta de cómo era aquel planeta, gobiernos avariciosos, gente asustada por no entender sus habilidades… En resumen, a las pocas semanas de empezar a ayudar a la gente, dejó de hacerlo y el hecho de que empezaran a surgir nuevos héroes le daban más razones para no hacer nada. Este mundo ya tenía a sus héroes.
Aunque hubo un tiempo en el que él también fue una especie de héroe, fuera de este planeta.
Él junto a sus amigos y hermanos los Jedis. Pero todo cambió con la Orden 66 y comenzó la Gran Purga Jedi. No le quedó más remedio que huir, aunque no sabía a dónde. Pero su necesidad de sitios seguros libres del Imperio cesó cuando, estando en medio de una nebulosa, su nave empezó a dejar de funcionar. Poco después de eso la nebulosa desapareció. No entendía nada, las nebulosas no desaparecían así como así.
Y allí estaba él, en lo que supuso que era una dimensión nueva cuando ningún planeta estaba donde decían las coordenadas. Iba a donde el ordenador le decía y nunca había nada pero había planetas y soles donde no deberían estar.
Cuando llegó a la Tierra, decidió adaptarse y vivir una vida tranquila. Tenía 23 años cuando llegó y ya había visto suficiente horror para una vida. Destruyó la nave para que nadie la encontrara ni se hiciera con su tecnología ya que en la Tierra estaban mucho más atrasados tecnológicamente, ni si quiera habían salido del Sistema Solar.
Aprendió el idioma del sitio en el que aterrizó, el inglés. También vendió algunos objetos de oro que se llevó del Templo durante el ataque nocturno de los clones. Le sorprendió que le dieran tanto dinero. Varios millones de dólares, jamás pensó que le dieran para vivir tan bien.
Gracias a la educación de los Jedi, no necesitaba muchos lujos. Tenía un aspecto muy simple en verdad, pelo corto y castaño, aunque debía admitir que tenía músculo. Y como para no, para luchar en una guerra sin morir a los pocos segundos necesitaba estar en forma y más aún si luchaba contra droides de combate que no se cansaban.
Allen ya llevaba tres años en la Tierra, vivía en Nueva York, le gustaba porque era una ciudad que nunca tenía momentos aburridos. Por alguna extraña razón todos los bichos raros aparecían siempre allí.
Allen empezaba a sentirse observado, vigilado. Cada vez que salía de su apartamento podía ver al mismo coche con las ventanillas tintadas aparcado en la acera de enfrente. Además, veía perfectamente a las personas que lo seguían. A los pocos días, se hartó de tanto jueguecito y decidió enfrentarse a quienes lo estaban vigilando.
Una noche hizo su movimiento. Caminó hasta un callejón y se escondió detrás de unos cubos de basura. Una mujer entró corriendo al callejón temiendo haberlo perdido de vista.
Era pelirroja y el pelo casi le llegaba hasta las orejas.
-Mierda, Furia, lo he perdido – dijo apretando un pequeño auricular que llevaba en una oreja.
-¿Quién es Furia? – dijo Allen colocándose detrás de la mujer, la cual actúo instintivamente y le apuntó con un arma a la cabeza.
La espía no sabía qué hacer hasta que una voz por el comunicador hizo que se espabilara.
-¿Romanoff? ¿Romanoff estás ahí? – gritó Furia.
-¿Y bien? ¿Me vas a decir por qué me estabais siguiendo? – si no fuera por su entrenamiento, estaría muy asustado por el arma que le estaba apuntando directamente entre ceja y ceja.
-Director Furia, es él, me ha descubierto – dijo la agente hablando con alguien por el comunicador de su oído.
-¿Se ha enfrentado a ti?
-Sí, ¿órdenes?
-Supongo que es la hora. Tráelo, dile que tendrá todas las respuestas que quiera si viene a hablar conmigo.
-Mi jefe, dice que contestará a todas tus preguntas si vienes conmigo a verle.
-¿En calidad de prisionero? – preguntó Allen cruzándose de brazos.
-No, más bien de invitado – dijo la espía guardando el arma.
-Muy bien – dijo Allen, a lo que ella asintió y comenzó a andar. Necesitaba respuestas y por si la situación se complicaba, llevaba su sable láser escondido en uno de los bolsillos de su chaqueta.
Caminaron un poco hasta que llegaron a la parte de detrás de un edificio donde había una especie de nave, aunque Allen dudó de que pudiera ir al espacio, supuso que sería una especie de avión.
Allen se sentó junto a la chica, que estaba pilotando el Jet.
-¿Y sigues a la gente siempre o también te mandan hacer otras cosas? – preguntó el joven Jedi buscando algo de conversación para deshacerse de su aburrimiento.
-Soy algo así como la chica para todo – dijo ella sonriéndole, aunque notó la falsedad de esa sonrisa. Allen tan solo la miró, no le dijo nada realmente, tan solo esquivó la pregunta.
-Quinjet B-592 tiene permiso para aterrizar – dijo una voz por el comunicador del jet.
Allen miró por la ventana y con cierta dificultad debido a que era de noche, pudo distinguir que donde estaban aterrizando era algo así como un portaaviones.
Aterrizaron y el Jedi la siguió hasta el puente de mando.
Allí había mucha gente en uniforme, la mayoría trabajando con un ordenador.
Pero había un hombre que tan solo estaba de pie. A Allen le sorprendió aquel parche del ojo y su gran parecido con el Maestro Windu.
-Señor Denass, un placer conocerle al fin – dijo el hombre del parche en el ojo.
-Diría lo mismo pero no sé quién es usted.
-Me llamo Nick Furia, soy el director de SHIELD, somos una organización secreta y nos dedicamos a proteger a la gente.
-¿Y por qué me seguían a mí?
-Porque sabemos que usted no es de por aquí.
-¿A qué se refiere? – dijo Allen disimulando.
-Hace tres años detectamos una nave entrando en nuestra atmósfera, cuando llegamos al sitio en el que aterrizó solo encontramos escombros en llamas – le explicaba la mujer pelirroja -. Poco después de eso apareció usted, una persona que según nuestros archivos no existía. Además también apareció un justiciero con una especie de espada de energía, aunque despareció tan rápido como apareció. ¿Me he saltado algo?
Allen estaba muy impresionado, ¿habían sabido de su existencia todo este tiempo?
-El término correcto de sable láser – dijo pensando que ya no tenía por qué seguir fingiendo - ¿Y qué queréis de mí? ¿Por qué ahora y no cuando llegué?
-Porque cuando usted llegó no sabíamos si era o no una amenaza. Sin embargo lleva tres años viviendo en el planeta y no muestra ninguna intención de mostrarse al mundo. Y en lo referente a su segunda pregunta, queríamos hacerle una oferta.
-¿Una oferta?
-Sí, nos gustaría que te unieras a SHIELD, pensamos que serías un activo muy valioso.
Cierto es que aquella oferta el atraía, Allen se aburría, necesitaba sentir que hacía algo por los demás. Pero no estaba seguro de aceptar la oferta de trabajo.
-Sobra decir que no tendría que exponerse al mundo. Su trabajo y las operaciones que realizaría serían altamente secretas – le dijo Nick Furia.
-Está bien, acepto – dijo estrechando su mano.
-Por cierto, sus poderes, ¿cómo los ha conseguido?
-Es una larga historia, tal vez en un futuro se la cuente.
-N/A: Y eso es todo por ahora de esta nueva historia. Tengo grandes expectativas sobre esta historia. Aún no se con quién emparejar a Allen así que decidme quen os gustaría que estuviera con él. También podéis decirme cualquier consejo que se os ocurra para mejorar la historia. Hasta la próxima!
