Aclaración: los personajes del siguiente relato pertenecen a Once Upon a time.
Conservaré los nombres originales de los personajes.
Capítulo 1. La tregua.
Había pasado una semana desde que Emma había conseguido terminar –accidentalmente- con la maldición en Storybrooke.
En ese lapso, ella había salvado a Regina dos veces. La prima a manos del Doctor Whale, y la segunda, cuando con ayuda de sus padres pudieron enviar al espectro hacia otro lugar que todos desconocían salvo Regina.
Regina estaba encerrada hace tres días en su casa, sin tener contacto con nadie. La necesidad de practicar magia y tener de regreso todos sus poderes era muy grande. También estaba el sentimiento de querer recuperar a su hijo, pero sabía que para esto necesitaba tener magia, al punto de que no pudo evitar releer aquel libro que Rumple le había obsequiado hace muchos años, también utilizado por su madre. Ella no pensaba en los sentimientos de Henry, su intención no era ser egoísta, pero le habían arrebatado a lo único que tenía en el mundo, la única persona que podía darle aunque sea un poco de felicidad. Podía borrar la memoria de Henry si se lo proponía, o tal vez podía hechizarlo para que la amara incondicionalmente. El dolor que sentía por su ausencia iba más allá de todo, quería su felicidad, pero por sobre todas las cosas, la felicidad de Henry, y si podía ser a su lado, mucho mejor.
Siempre se había sentido excluida, rechazada, hasta el punto de haberse acostumbrado a toda clase de desprecios, pero ésta vez, le estaban quitando lo que más quería, la persona a la que ella jamás le haría daño.
Emma llevaba varios días de convivencia con sus padres y su hijo. A decir verdad, ella no se sentía cómoda, nunca hubiera pasado por su cabeza la idea de tener padres de su misma edad, pero si era consciente de la edad de su hijo, y que aunque fuera poco probable, él podía reaparecer en su vida. Además, Mary Margaret y David eran sus amigos, había compartido muchas cosas con ellos, más de lo que cualquiera compartiría con sus propios padres. Estaba cerrada a ellos, en la mañana se iba muy temprano a trabajar para no tener que enfrentar esa conversación que algún día llegaría: "la de padres e hijos".
Con respecto a Henry, ellos estaban intentando esquivar el tema "Regina". El niño era consciente de todos –o casi todos- los crímenes cometidos por su madre adoptiva, pero tenía un corazón muy noble y creía que ella merecía otra oportunidad para probar que aun quedaba una parte de la mujer tan dulce y desinteresada que había sido muchos años atrás.
Henry desde hace unos días estaba muy atento de los horarios de su madre. Quería tener la oportunidad de hablar a solas con ella sobre Regina. Esa mañana se fijó que sus abuelos durmieran, y subió al cuarto de la rubia, que estaba desayunando un café calentado al microondas y unas rosquillas del día anterior que tenía bien guardadas en su habitación. –Hey! Hasta que por fin te encuentro en la mañana!-
Emma se sobresaltó un poco al ver al niño entrando en su habitación sin siquiera haber golpeado la puerta. Dejó el café sobre la mesa de luz y lo miró atenta, le llamaba mucho la atención qué podría querer el niño con tanta urgencia como para levantarse a las 5:30 de la madrugada –Y tu no sabes que hay que golpear? Deberías dormir, tienes escuela-
Henry miró a la rubia arqueando una ceja, ella no era para nada consciente de que no había clases hoy. A pesar de que sólo dos días atrás se había normalizado la mayor parte de las cosas en Storybrooke, hoy era sábado –Claro, hoy sábado, es lógico-
Emma rodó sus ojos en modo de burla a su hijo –Lo siento, soy una mujer ocupada, no es fácil ser la única sheriff en este pueblo- la rubia dio una palmadita en la cama en señal hacia Henry para que se sentara a su lado –Bueno, habla, que es tan urgente que no puede esperar hasta el almuerzo?-
El niño se sentó a su lado y la miró con sus grandes ojos verdes, del mismo color que su madre y su abuela. En su mirada se notaba algo de temor, también inseguridad por lo que estaba a punto de decir –Bueno, la cosa es que… quiero ver a Regina-
Emma casi se atraganta con la rosquilla, hasta que luego de darse un golpecito en el pecho pudo mirar a su hijo a los ojos –En serio? Para qué? O sea… después de todo lo que ha hecho!- parecía que la rubia estaba recitando a su madre.
Henry se cruzó de brazos y resopló, indignado, aunque no esperaba otra respuesta –Ella es mi madre, yo sé que me quiere y que no me haría daño-
La rubia se quedó pensativa. Sí, era cierto, Regina había pasado mucho más tiempo que ella con Henry, y a juzgar por todo lo que había visto de la morena, se notaba que realmente lo quería, aunque le asustaba que ella pudiera lastimar al resto de su familia. Por más que en cierto sentido estuviera disconforme por cómo estaba conformada, no podía negar el gran cariño que le tenía a Mary Margaret y a David. Además, a pesar de que ella tenía magia, no sabía usarla, hasta podía tener mal resultado utilizarla. Dio un largo suspiro y miró a Henry, aunque no muy convencida –Está bien, pero yo te acompañaré, y luego de que hables con ella, nosotras dos tendremos una larga conversación-
Henry sonrió y se dio cuenta que su madre aun sentía cierto miedo por Regina, pero que estaba haciendo el esfuerzo por él -Perfecto, ella se levanta a las 7, voy a cambiarme así vamos a verla- Saltó de la cama y fue directo a buscar qué ponerse.
Emma abrió mucho sus ojos sorprendida por la rápida decisión de Henry –Hey hey niño! Tengo trabajo ahora mismo!- Por más que hubiera aceptado, no pensaba que sería tan enseguida, quizás necesitaba estar preparada, aunque Regina no se arriesgaría a hacerle daño delante de Henry, no la favorecería en nada.
Él la miró desganado, actuando un poco, haciéndose la víctima –Pero luego no podrás tampoco, por favor…-
Emma no pudo resistirse a la cara de perro mojado que puso Henry. Asintió con su cabeza y le sonrió un poco –Está bien, pero antes tienes que desayunar, en silencio!- Emma le hizo señas con sus manos hacia abajo porque sus padres estaban durmiendo allí mismo –No los despiertes!-
Se dibujó una sonrisa en la cara del niño y le guiñó un ojo a la rubia, él era experto en ese tipo de situaciones. No tuvo problema en bajar a prepararse un chocolate caliente, desde que vivía allí ya se había acostumbrado a preparáselo él mismo, aunque cada vez que lo hacía, le daba un poco de melancolía pensar en su otra madre, que lo consentía en todo, y siempre tenía todo listo para él, desde el desayuno hasta la cena; su cuarto en perfecto orden –cómo extrañaba su cuarto y sus cosas!- la ropa limpia; y el beso en la frente que le daba cada noche antes de dormirse. Regina nunca había querido lastimarlo, aunque su cariño fuera un poco extremo por momentos. Emma no era mala madre, sólo diferente. Él podía comprenderlo, ella estaba acostumbrada a otro tipo de vida, y no tenía idea de cómo ser la madre del año.
Una vez los dos listos, y muy abrigados, pues estaban esperando la llegada de la nieve en Storybrooke en cualquier momento. Se subieron al escarabajo amarillo de Emma, mientras hablaban de tonterías, reían al ver a Archie sacar a Pongo a pasear a las 7 de la mañana, o de la cara de Ruby de cansancio, seguramente por haber estado haciendo de las suyas en The Rabbit Hole, por lo que discutía con Granny.
Emma y Henry tenían ese tipo de relación. Pero estaba claro que de la parte seria y dura de ser madre la única que podría encargarse sería Regina.
Llegaron a la gran mansión de la morena.
Emma jugaba con las manos en los bolsillos traseros de su jean, intentaba disimular sus nervios pero eran más que evidentes –Bueno, hagamos esto de una vez por todas-
Regina había aplicado una especie de escudo protector en su casa, luego de aquel episodio con Whale se sentía amenazada, quizás alguien querría atacarla, así que lo mejor era prevenir. Tuvo la sensación de que alguien estaba bastante cerca –o más bien, acercándose cada vez más a la puerta de entrada- por lo que se asomó a la ventana y pudo distinguir la chaqueta roja, la señal en un pasado de que se acercaban problemas con Miss Swan. La verdad es que le parecía hasta divertido el efecto que le causaría la protección que había alrededor de su casa a Emma cuando la tocara, seguro la haría volar unos cuantos metros en el aire, pero cuando miró mejor, vio a Henry bajando de su auto. Sintió como su corazón latía más y más rápido, como queriendo de salir de su pecho, una gran sonrisa se abría camino en su rostro, y los ojos color chocolate brillaban de felicidad. Su hijo había ido a verla. Cogió el libro de hechizos, y luego de localizar la página exacta, con un soplido hizo que la magia que rodeaba la gran mansión se esfumara. Dejó el libro sobre la mesa sin darse cuenta, la emoción era más grande que hizo que olvidara ese peligroso objeto de magia oscura justo a la vista de cualquiera. Abrió la puerta de la casa y caminó rápido hacia Henry, que se acercó a ella y la abrazó muy fuerte –Creía que nunca volverías- dijo entre lágrimas mientras apretaba a su hijo en sus brazos.
Emma miraba la escena como si fuera familiar –y lo era- porque le recordaba a aquel primer encuentro con Regina, el día que vino a Storybrooke para nunca volver a irse con la intención de devolverle a su hijo. Sonrío de costado sin darse cuenta, y cruzó la mirada con Regina, que se notaba agradecida, pero demasiado orgullosa para decirlo.
Espero que os haya gustado y acepto cualquier comentario/sugerencia. La historia se está desarrollando poco a poco, pero no seáis impacientes, tendréis mucha acción Swan Queen más adelante :) Gracias por leer.
