¡ALERTA DE SECUELA! Se va a entender mejor si se ha leído antes "Littera Minima" y "Cave Helena!". Como pueden intuir, esto es una revisión y una reedición del fic y reconozco que con este en particular llevaba AÑOS sin leerlo. Aquí lo tienen, mejorado y listo para una nueva vida. Sean lindos con él.
¡MIL GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA POR EL TIEMPO QUE SE DIERON PARA CORREGIR MIS DESVARÍOS! Gracias Yukime-chan por tus ánimos y Sonomi-chan por tu sinceridad.
Y muy importante, a Ekléctica, que se dio el tiempo de releer toda la saga, cazando errores que se escaparon, para que les pudiera corregir.
Lo típico. Sumen 3 años a las edades de los personajes propios de la serie (no ha pasado mucho tiempo desde el fin de "Cave Helena!").
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa… aunque últimamente la muy perezosa no se ha quejado en lo absoluto.
ADVERTENCIA.
Principio 78 para ver y entender Manga: El mal verdadero no puede ser destruido, solo puede ser empujado hacia otro reino donde dormirá por varias centurias o milenios antes de despertar.
Se requiere criterio al leer. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
"Imago Mundi"
(La Imagen del Mundo)
Prólogo: El Ataque.
Finales de Octubre.
La Selva se hallaba en un sepulcral silencio. Para un observador no habituado al Amazonas, este silencio tan profundo le parecería algo normal, pero no lo era. Nada se movía, los animales sentían dentro de sí que algo no estaba bien. Un temor soterrado les impedía desde dormir a aquellos que eran animales diurnos, o buscar alimentos a aquellos que hacían de la noche su día. Se respiraba miedo, o no… no tanto como miedo, no es esa una buena palabra para describir la penetrante sensación. Era una mezcla de angustia con tranquilidad. Todos los seres vivos del Amazonas estaban a la expectativa, sólo reflejaban la inquietud de la que eran víctimas en sus profundos ojos. El cazador no cazaba, el que pastaba no comía, el carroñero no acechaba los cadáveres.
Incluso los chamanes de las distintas tribus indígenas del Amazonas, así como aquellas personas en los poblados 'civilizados' del interior de la Selva, allá donde difícilmente se saben de gobiernos o de globalización, y que tenían algún grado de percepción, miraban al cielo preocupados. Algo se venía encima. Algo grande.
Aquél ser salió del agua y reptó por la orilla con sigilo, aunque la cautela en tierra no era lo suyo. Junto a él iban dos seres más. Ninguno de los 3 era humano, aunque así lo pareciese a simple vista. Él era un espíritu nutria, y le acompañaban su hija y un espíritu Caimán. Como Espíritus de la Selva que eran, podían asumir forma humana a voluntad. Fuera del agua, y sin profanar el silencio en el que la selva se había sumido, corrieron a una velocidad poco creíble durante más de media hora. Sabían hacia donde se dirigían, y los tres tenían urgencia por llegar lo antes posible.
De pronto, 4 seres les cortaron el paso en forma ruidosa, aunque no les permitieron hacer ruido a ellos, rodeándoles.
Un chillido… como aquél que precede a la explosión de un volcán, resonó por todos los rincones del Amazonas, desde el río Orinoco hasta Iguazú, inundando todo el continente Sudamericano con un chirrido espantoso y atemorizante. Los 7 que se habían reunido tan sorpresivamente miraron hacia la copa de los árboles, sintiendo en sus venas la agitación de espanto de los árboles.
"¡Ay no…!" Susurró asustada la hija del espíritu Nutria. Apenas la oyeron quienes la rodeaban.
Santuario de Athena.
Amanecer.
Saori apretó en sueños los ojos, las manos y los labios con muchísima fuerza. Era como si de pronto le hubiera atravesado un cable de hierro al rojo vivo en la garganta, que le impedía gritar. No podía despertar tampoco. Se agitó entre sus cobijas, haciéndose un ovillo en sí misma, pero no pudo hacer más. Saori estaba perfectamente consciente de lo que ocurría, pero nada podía hacer al respecto. Quiso agitar los brazos, pedir ayuda, moverse, pedir ayuda, ¡Hacer Algo! Pero ni encender su cosmo pudo, algo se lo impedía. Estaba completamente paralizada, vulnerable, a merced de una poderosa y agresiva voluntad ajena. El dolor en su garganta se extendió por sus venas hacia su cabeza y pecho, dando la sensación de que le estaban desgarrando los miembros con lentitud. Se asustó muchísimo. Lágrimas derramaron sus ojos, aunque seguían estos cerrados.
"¡TE DIGO QUE LES SUELTES!"
El grito sonó autoritario y como con eco. Como quien grita usando un megáfono, con voz grave y potente. Saori sintió como si la soltasen de improviso. Se incorporó con rapidez en la cama, agitada, con los ojos y cara hinchada, respirando con rapidez, tal como si hubiera estado mucho tiempo bajo el agua. Se llevó las manos al cuello casi por instinto al tiempo que las lágrimas recorrían sin freno sus mejillas. ¡No podía llorar! No lo había hecho cuando tuvo aquél sueño antes de la batalla contra Hades, ¿Por qué habría de llorar ahora? Una pesadilla… una horrible pesadilla, era tan solo eso. Se pasó las manos por el cabello antes de abrazarse a sí misma…
… ¿Los brazos y piernas le ardían?
"¡¿CÓMO TE ATREVES A INTERRUMPIRME?!"
"¿Te das Cuenta de lo que has hecho…?"
Reconoció la segunda voz como aquella que había dado la orden de que la soltasen: sonaba muy débil y exhausta, pero firme en su posición. ¿Acaso había sido víctima de un ataque a distancia? (Err… ¿no es obvio?)… ¿Quién la había ayudado? Las voces sonaron cada vez más lejanas, como perdiéndose en estática. El labio inferior de Saori tembló, echó las cobijas a un lado y se puso de pie.
"¡¿Pero Qué…?!" Exclamó Saori sin creer lo que sus ojos veían, los cuales se abrieron a un tamaño imposible producto de la impresión. Abrió y cerró la boca con terror sin poder emitir sonido. ¡Esto no podía estar pasando!
Dos hilillos de sangre salieron de las comisuras de sus labios. Saori se revisó a sí misma, tanteando su cuerpo en busca de heridas. Sus piernas y antebrazos estaban arañados con alevosía. Aunque las heridas parecían superficiales, sangraban con profusión, y lo que es peor, sentía como si le hubieran volteado limón en ellas. Si lo de antes no había logrado asustarla, y había conseguido controlar sus volátiles emociones de adolescente de 16 años… esto lanzaba por la borda toda compostura y control previos
El alarido que pegó Saori se escuchó por todo el Santuario.
Selva del Amazonas
Dos espíritus nutria, el espíritu caimán y 4 espíritus Mono Araña observaban hacia la ciudad desde la copa de un árbol, a más de 30 metros del suelo, con creciente preocupación. Los espíritus mono se hallaban en un inusual silencio. Habían estado vigilando la ciudad todo el día y noche, sin poder hacer nada, sin poder acercarse o alejarse para poder alertar a los demás espíritus de la selva de lo que estaba ocurriendo. Estaban frustrados.
Desde su ubicación en el árbol, podían ver sin problemas hacia el interior de las doradas murallas de la ciudad. Todos sus habitantes eran guiados en forma más o menos pacífica hacia una de las pirámides por enormes cosas negras de gran volumen, de forma humanoide y que parecían ser soldados. O al menos ese era el rol que estaban cumpliendo en ese minuto. Algunos de los ciudadanos parecían poner mas resistencia que otros, sobre todo los jóvenes y los recién llegados, e intentaban huir a cualquier precio, pero eran detenidos y llevados a la rastra por algún guardia hacia la pirámide. Parecía que no habían bajas entre los humanos, al menos que los espíritus pudieran ver, pero eso en vez de alegrarles, les preocupó aún más: a lo mejor se planeaba una matanza general.
"Comenzó anteayer al mediodía." Dijo uno de los espíritus Mono, de aspecto venerable, llamado Macondo. "Estamos preocupados: no hemos podido salir del sector y nuestros enviados de paz no han regresado. Las Hembras de nuestro grupo están muy asustadas y agresivas."
"¿Alguna noticia de Miguel?" Preguntó César, el espíritu Caimán. Los monos negaron con la cabeza. Los 7 espíritus de la Selva cayeron en el más profundo silencio. No sabían qué hacer.
"¿Los jaguares están enterados?" Preguntó Joao, el espíritu Nutria. Los monos volvieron a negar con la cabeza.
"No lo sabemos." Dijo otro mono, Sebastián. "Algunos Espíritus Serpientes están sobre aviso… suponemos que los jaguares pronto se enterarán, si es que no lo saben ya."
"Y conociéndolos, seguro ya están tomando cartas en el asunto." Añadió Macondo. Joao se mordió el labio inferior: si los Mono Araña estaban tan silenciosos, entonces la situación era peor de lo que el Río le había dicho. La nutria miró a su hija. "¿Ixmucané? ¿Me puedes hacer un favor?"
"No hace falta Papá. Aunque no me lo pidieras, iba a ir a avisarles a los demás de todos modos: si veo a los jaguares, se los diré." Afirmó Ixmucané con una sonrisa. "¡Chicos! ¿Me ayudan a bajar?" Sebastián, se balanceó hasta ella y le ofreció la mano con carisma, que la Nutria aceptó temerosa.
"Yo te bajo, Ixmucané. Sujétate fuerte."
Dicho esto, Sebastián aferró a Ixmucané contra sí con ligereza y rápidamente la bajó del enorme árbol, dejando tras de sí a los preocupados espíritus de la selva.
Interior de la Ciudad.
¡PLAAAAAAAF!
El anciano y el guerrero fueron lanzados contra la pared de oro macizo con una facilidad y fuerza apenas creíble. Miguel se levantó con cansancio e intentó correr hacia ellos, pero una potente barrera se interpuso en su camino. Otro hombre, de aspecto joven (bastante atractivo, hay que reconocerlo) lo miró con severidad. Se acercó a él casi con desdeño, lo agarró de su cabello, lo zarandeó y arrojó contra una pared. Miguel se incorporó antes de que su agresor tuviera otra oportunidad de golpearle. Se apoyó contra la dorada pared y le dedicó una fría mirada.
"Esto que haces será tu perdición Nar." Protestó Miguel con energía e insolencia.
"¿Desde cuándo un chiquillo de 12 años como tú sabe leer el futuro? ¿O será que aprendiste a leer en las estrellas?"
"Nací con esa habilidad, Nar, a diferencia de ti, que tuviste que aprenderla."
"Por supuesto. Eres el Rey – dios. Soberano de El Dorado." Dijo Nar con sorna. "¿Cómo pude olvidarlo?"
"Déjame ir. Déjame ir y capaz te perdone: hoy me siento generoso."
"No. Por desgracia para ti, yo no me siento así. Acéptalo: ahora eres mi prisionero."
Miguel golpeó la barrera con enojo. Le dio un par de puntapiés e intentó empujarla, todo en vano. Nar, el villano de la semana, lo miraba divertido. El niño volvió a golpear la barrera y siseó de furia.
"¡Vas A provocar Una Guerra Santa Si Sigues Con Esto!" Exclamó exasperado. "¿Es eso Lo Que Pretendes? ¡Casi Les Matas! ¡No Solo a Ellas, sino también a esos dos! ¡Si sigues con esta actitud, cuanto dios haya que tenga escolta nos van a caer a patadas! NO hablo sólo de los dioses aztecas, los mayas o los incas, sino también de los del otro lado del charco ¡Esta Ciudad NO TIENE Defensas!"
"Mi querido Miguel… es eso lo que pretendo. Además, el enorme poder de la ciudad puede con todas las deidades." Nar explicó con calma. Se encogió de hombros. "Además de todas maneras les voy a matar. Antes o después depende de ellos: si me atacan, me trae sin cuidado."
"¡Cuánta Arrogancia, Nar! Atacaste a tres dioses y a un avatar. ¿Crees que sus escoltas se van a quedar así no más, cruzados de brazos? Además… ¡NO PUEDES USAR la voluntad de la ciudad para eso! Me niego a ayudarte. No tengo porqué. Yo soy El Dorado, un dios y me niego a…"
"¡Por Supuesto que lo eres y por supuesto que no puedo usar la voluntad de la ciudad! A menos que me convierta próximo Rey – dios Dorado."
"¡JA! ¿Cómo Piensas Hacer Eso? ¡NO ME HAGAS REÍR! Me tienes que matar a mi antes de eso, y no tengo intenciones de quedarme quieto mientras lo intentas." Miguel se puso las manos en las caderas. "Además yo no puedo morir." Su piel, de un intenso color dorado, pareció refulgir de disgusto.
"¿Quieres apostar?"
Nar chasqueó los dedos. Dos sombras apresaron a Miguel antes que este pudiera escapar. El niño no se las dejó fácil, pero aun así no pudo soltarse: más sombras acudieron en ayuda de las demás. Nar sacó un puñal ceremonial de entre sus ropas, se acercó al muchacho para rasguñarle el pecho. Miguel apretó los dientes de dolor y cayó de hinojos al suelo cuando lo soltaron. Sangre dorada manaba de la pequeña e insignificante herida. No era una gran hemorragia, pero Miguel sabía que no dejaría de sangrar hasta que se acabase toda su sangre.
"Soy un Hombre Libre de El Dorado y Reclamo La Línea de Sucesión. Yo, Nar, respeté lo Sagrado de las Condiciones: es hora que cambie el gobierno." Repitió Nar tras rasgarse su propio tórax con el puñal. A diferencia de Miguel, su herida se cerraba ni bien se abría. Miguel tragó saliva del coraje que le dio.
"¡Maldito Seas, Nar! ¡TE DESTIERRO!" Toda la ciudad de El Dorado se remeció ante las enojadas palabras de Miguel. Una potente corriente de aire se abalanzó contra Nar, pero este, inmutable, al cabo de unos minutos, levantó una de las manos y toda conmoción cesó.
"No lo creo Miguelito. Lo que hice fue algo legal. La Voluntad de la Ciudad ya está pasando a mi control. Pronto no serás más que un muchacho normal y morirás por la falta de sangre."
Miguel apretó los dientes. Podría aparentar 12 años, pero había vivido mucho más que eso. Tenía experiencia, era astuto. Sabía que estaba en inferioridad de condiciones, pero no se iba a dar tan vencido así de fácil. Además todavía le quedaba una carta bajo la manga. Se llevó la mano a la herida, como si así quisiera detener la hemorragia y le clavó los ojos a Nar.
"¿Te quieres convertir en mi sucesor, eh? No sólo necesitas mi sangre…"
"Todos quienes deben tributo de sangre a El Dorado fueron llevados a los calabozos. Darán lo que me deben cuando sea el momento."
"¡El Dorado No Tiene Calabozos!"
"Ahora sí."
"Feh. Aún así este tributo tiene que ser voluntario."
"Lo será si no quieren morir." Nar se acercó a uno de los enormes ventanales del palacio real. Se sujetó de una columna. "No me mires así, mocoso. El Dorado ahora tiene los guardianes que nunca tuvo y que siempre debió tener: mis sombras y mis guardias de obsidiana. ¡Oh Sí! Pronto, cuando te desangres, me convertiré en el Próximo Rey Dorado, reúno las condiciones, recibiré mi tributo de sangre y limpiaré la tierra de todos los dioses, sin importar cuáles sean. Cambiaré el mundo a mi imagen. Todos me obedecerán."
"¡Si tomas mi lugar de esta forma tan violenta, alterarás el equilibrio del mundo! No habrá más estaciones. Eso será desastroso: nos llevas al matadero."
"… ¿Tengo cara de que eso me importe? Todo será como yo quiera y ordene." Nar hizo una mueca de disgusto. "Puedo crear otro orden natural con la ayuda del poder de la ciudad.
"No. No será así. Te saldrá gente al camino."
"¡JAJAJAJA! ¿Por qué NO? ¿Piensas evitarlo?" Nar se acercó a Miguel y le propinó una patada en las costillas. "¿Cómo piensas hacerlo?"
"Los espíritus…" Dijo entre jadeos.
"NO podrán hacer nada ese montón de animales roñosos."
"¡FEH! No te confíes demasiado… No eres el único en la línea de sucesión… algo te puede salir mal."
Nar enarcó ambas cejas. Esto lo tomaba por sorpresa. ¿Qué no era el único? ¿Qué quería decir Miguel con eso? Levantó al muchacho del cuello y lo azotó contra la pared. Un hilillo de sangre dorada salió de la comisura de los labios del muchacho. Aun así no perdió su arrogancia.
"El Dorado Es Una Ciudad de Paz. Vas a Iniciar una guerra total contra los demás dioses." Balbuceó Miguel adolorido. Nar volvió a azotarlo.
"No podrán contra mi poder. No podrán derrocarme si no saben dónde está El Dorado." Nar empuñó las manos y agitó los brazos enfurecido. "¡¿QUÉ QUISISTE DECIR Con Eso Que NO SOY EL ÚNICO?!"
"Eso. NO eres el único." Nar volvió a azotar a Miguel contra la pared.
"¡HABLA CLARO!"
"¡NO!"
Nar iba a azotar de nuevo a Miguel contra la pared cuando el anciano se le colgó al brazo. Observó largamente a Miguel y cerró los ojos con pesar.
"¡No lo haga, por favor no le haga daño a Miguelito!" Suplicó con angustioso pesar. "Él… verá… usted… no es el único Libre, nunca fue el único… hay nueve más igual que usted… Ellos no se encuentran en la ciudad… Necesita del consentimiento de estos Libres o no podrá…"
"¡NO LE DIGAS!"
"¡HABLA, ANCIANO!"
…
Ciudad de Atenas, Grecia
En esos momentos.
"¡Me Lleva De La Patada Esta Cabezota Mía!" Rezongó Alsacia tras encender la luz del baño.
La chica bostezó con ganas y se aseguró su gruesa bata de levantarse. Hacía mucho frío, como siempre a finales de Octubre. Abrió el botiquín y comenzó a buscar las pastillas para el dolor de cabeza. Cuando por fin dio con las benditas píldoras, Alsacia las quedó mirando unos instantes antes de sacar lo que necesitaba del envoltorio. No le gustaban las pastillas. Nunca le habían gustado, pero ya se estaba acostumbrando a que estas formasen parte de su vida. Era inevitable: desde que le habían extirpado el bazo que dependía de los antibióticos para el resto de su vida. Alsacia seguía esta orden sin siquiera chistar, de eso dependía su bienestar.
Se tragó la pastilla con un poco de agua y se observó al espejo. Había despertado con una jaqueca capaz de romper un dique. No lograba recordar bien con qué había soñado, pero recordaba que no había sido un sueño placentero. ¿Qué había sido? ¿Una daga? ¿Sangre? Parece que eso estaba dentro de su sueño. Lo único que lograba recordar era que un difuso encapuchado le entregaba algo, pero eso era todo.
¡Bah! Prefería soñar con Camus.
Alsacia salió del baño y se dirigió a su cuarto arrastrando los pies. La jaqueca la tenía preocupada. Hacía algunos días que estaba despertando con ellas. No quería comentárselas a Camus, porque sabía que no iba a terminar de contarle cuando estaría en la puerta del consultorio del médico. Eso sí, se las había comentado a su mamá… ella le había dicho que era el producto del estrés por no haber tomado vacaciones en dos años, que considerara tomarlas pronto y que se pusiera trozos de papa en la cabeza. Alsacia entró en su habitación, se dejó caer en la cama, abrazó su peluche (un oso polar que Camus le había regalado para su aniversario), se cubrió con las cobijas y se dispuso a dormir las dos horas que aún le quedaban de descanso.
Santuario de Athena.
Mu terminó de vendar los brazos de Saori, quien ya parecía haber dominado el temor que la había invadido no hacía dos horas. Marín le pasó a la asustada diosa su tazón de leche tibia y se sentó en silencio junto a ella. Shion, preocupado, se mantenía cerca, atento a cualquier cosa fuera de lugar, cosa en la que mostraba un exceso de celo: meditaba en lo que Saori había podido contarle luego que se hubo calmado lo bastante como para que sus palabras fueran inteligibles, relato que no dejaba de ser alarmante.
Once caballeros dorados esperaban en el Salón Principal con los nervios crispados, en silencio y muy quietos. El único que hacía algo era Máscara de la Muerte, que retorcía un imaginario cogote e insultaba a su imaginario enemigo en italiano por haberse atrevido a lastimar a la niña Athena mientras ésta dormía, dándole los golpes debido del caso.
"Gracias Mu." Dijo Saori. El santo de Aries le dedicó una cálida sonrisa. La niña Athena tenía las mejillas y ojos hinchados de tanto llanto. Sus piernas y brazos estaban vendados por completo.
"¿Todo bien? Avíseme si algo le duele, princesa." Le dijo Mu muy tranquilo.
"Todo está bien Mu." La diosa reprimió un sollozo. "De lo contrario te lo diría." Asintió Saori. Tomó un sorbo de Leche.
"Princesa, la ayudaré a vestirse." Le dijo Marín casualmente. Saori se puso de pie, y junto con la amazona, me metieron al baño. Shion cruzó miradas con Mu, y ambos luego se quedaron viendo el ensangrentado pijama y las materiales usados para curar las heridas de la diosa.
"Maestro. No sentí nada, ningún ataque externo. Nada pasó por Aries o por cualquiera de las demás casas." Explicó. "Shaka de Virgo tampoco sintió nada… todos están muy alterados." Dijo Mu muy preocupado. Shion suspiró.
"Yo tampoco, Mu. Nadie sintió nada." Aseguró Shion luego de un suspiro. "No sé quién nos pudo haber atacado. Hace un rato recibí tres mensajes, mientras curabas a la Princesa: Pandora del Inframundo, Fleur de Asgard y Sorrento de Siren… Hilda, Hades y Poseidón sufrieron ataques similares." Le explicó. Mu se mordió los labios. Ambos lemurianos permanecieron en silencio largos minutos. Saori salió del baño, luciendo un traje deportivo cómodo y sencillo, aunque abrigado.
"Shion… Ya estoy lista." Dijo Saori mordiéndose el labio.
"¿Está segura, Princesa? Podemos dejarlo para más tarde." Le dijo Shion.
"No… es mejor que vea ahora a mis santos y que les explique de inmediato lo que me pasó: han de estar preocupados por mí." Saori se veía decidida. Quizás esta además era una forma para calmarse a sí misma. "Además ya estoy bien, no es nada serio: Ya no me morí." Añadió.
"No pude convencerla de lo contrario, Excelencia." Aseguró Marín, siempre junto a Saori. Shion suspiró.
"Mu, ve con los otros. Estaremos con ustedes en un minuto."
Mu asintió con una reverencia. Salió de la habitación con calma. Saori tomó aire y comenzó a caminar en dirección al Salón Principal. Marín recibió del Patriarca el báculo de Niké y el escudo y los llevó por ella, mientas Shion ayudaba a Saori a caminar.
Ciudad de Esparta, Grecia.
María se sentía inquieta. Sentía una presión en el pecho desde hacía dos días, aunque parecía haberse incrementado durante la noche. Quizás su corazón estaba mal, se dijo a sí misma que mejor conseguiría una hora con el médico: después de todo tenía fuertes antecedentes cardiacos en las mujeres de su familia. Abrió el estante de la cocina y sacó un vaso. Lo llenó con agua y se lo llevó a los labios.
"¿María?" La voz de su marido sonó casi con temor. María se giró sobre sus talones.
"¿Pasa algo, Enrique?"
"Tenemos que ir a Atenas."
María reprimió un suspiro. La última vez que Enrique le había dicho eso, con ese mismo tono, fue para decirle que la única hija que tenían había sufrido un horrible ataque. Dejó el vaso sobre el mostrador y le clavó los ojos a su marido.
"¿Q – Qué pasó?" Preguntó la mujer con temor. Tenía razones de sobra para sentir temor. ¿Acaso la presión en su corazón se debía a un instinto de madre? Enrique negó con la cabeza y se hizo a un lado.
Una imagen vale más que mil palabras. Detrás de él, había alguien… una mujer. Esta tenía una mirada penetrante, salvaje y autoritaria al mismo tiempo, pero la suavidad de alguien con mucha experiencia. La pareja conocía muy bien a esta mujer. María, ni bien la reconoció, se llevó las manos a la boca.
Sabía que esta persona no se presentaría a menos que algo MUY MALO hubiera pasado.
Ciudad de El Dorado.
A rastras, Miguel fue llevado por dos sombras fuera del palacio, junto a su guardián y al anciano que había intentado defenderlo. Un rastro de sangre dorado quedó marcado en el suelo y que señalaba la dirección en la que se lo habían llevado. Nar se acercó al mismo ventanal de hacía un rato, que tenía una vista panorámica preciosa de la ciudad y de las pirámides principales.
No era un villano feliz. Acababa de notar un error de cálculo que ponía en peligro todo su plan de conquistar el mundo (este ha visto mucho "Pinky y Cerebro").
Suspiró… y frunció el ceño. Bueno. Este vuelco en los eventos sólo le dejaba una alternativa: deshacerse de los ciudadanos Libres de El Dorado, que no estaban dentro de los muros de la ciudad. Chasqueó los dedos, aunque esta vez algo de humo color fucsia emanó de estos. Nueve sombras emergieron del suelo, cada una con un puñal ceremonial de oro macizo.
"Búsquenlos y sacrifíquenlos."
Ordenó Nar con voz quieta. Las sombras se desvanecieron en el aire, obedeciendo en el acto a su amo. Ahora había que cruzar los dedos… cruzarlos para que ninguno de los demás Libres hubiera respetado lo Sagrado de las Condiciones.
"Feh. Lo dudo." Aseveró Nar en voz alta. "Sabiendo cómo está el mundo… lo dudo."
Fin del Prólogo.
Continuará.
Por
Misao-CG
En El Próximo Capítulo.
"¿Camus?" Su voz sonaba algo insegura. Le rodeó la cintura con sus brazos con fuerza… como si se le fuera a escapar de un momento a otro. El Santo de Acuario le respondió el abrazo.
"¿Pasa algo, gordita?"
"No me digas gordita." Alsacia no se despegó de su pecho. "¿Me abrazas más fuerte?"
PS: Sie… Mi Musa se puso a trabajar. Esa vez les ofrezco un fic que espero sea de aventuras (con su debida cuota de romance, obvio). Como vieron, estoy ambientando esto en El Dorado. Mi Plan para este fic es tomar un poco de cada una de las mitologías de las civilizaciones precolombinas (Maya, Azteca e Inca) e inclusive algunas de las creencias de culturas que no alcanzaron a ser civilizaciones, para darle luego un toque personal. Tenga MUY EN CUENTA esto a medida que avance el fic. Les doy las gracias por su preferencia y espero que me apoyen a medida que este monstruo se desarrolle.
