Todos los personajes pertenecientes a Harry Potter son propiedad de JK Rowling, lo único de mi autoría y aquello por lo que puedo exigir reconocimiento es la trama en sí; sin embargo en ningún momento es mi intención comercializar está historia, es un hobbie.
Capítulo 1: Charlas y confesiones.
Los tres chicos salieron del despacho del director, caminando al parecer sin rumbo definido, sin embargo era como un pacto silencioso; los tres se dirigían a la sala común de Gryffindor; el retrato de la Dama Gorda al igual que muchos otros del ahora derruido colegio se encontraba vacío, permitiendo el acceso al lugar a todo el que así lo desease.
Las cicatrices de la batalla parecieron avivarse, tantos buenos recuerdos vividos entre estos muros, muros que conocían sus miedos y esperanzas, de los cuales no quedaba casi nada, los muchachos se encaminaron hacia el cuarto de los chicos de séptimo, con Harry a la cabeza, Ron y Hermione le seguían tomados de la mano. Ese lugar estaba tal cual lo recordaban: las cama, los doseles; era como si el tiempo se hubiese detenido allí.
Ronald inmediatamente se sentó en la que fuese su cama durante años, mientras Harry miraba por la ventana y Hermione se recostaba contra la puerta de la habitación, la primera en hablar fue ella.
-Necesito acostarme, nunca antes he estado tan cansada- dijo la castaña en un susurro casi inaudible, Ron inmediatamente separó las mantas de su cama en una invitación para que ella se acostase, invitación que fue aceptada de inmediato.
El pelirrojo se disponía a levantarse de la cama, cuando Hermione lo retuvo tomándolo de la mano. -No –dijo Herm con su habitual voz de mando –no me dejéis sola, ninguno de los dos- suplicó la chica volteándose hacia Harry.
El ojiverde le sonrió y se tumbo a su lado derecho, dándole un beso en la frente, Ronald hizo lo propio al otro lado de la castaña tomándola por la cintura y apoyando su cabeza en su cuello.
Cuanto durmieron exactamente es un misterio, minutos, horas, tal vez días… Pero, había una voz a lo lejos que intentaba levantarles –Harry, Harry, cielo levanta- suplicó la voz de una mujer; Harry abrió los ojos y reconoció el cabello rojo de los Weasley, de inmediato supo quién era, mas sin embargo, más por instinto que por otra cosa volvió a cerrar los ojos y se acomodó para seguir durmiendo. La Señora Weasley que ahora se concentraba en levantar a Ron y Hermione no se percató de esto.
Por extraño que parezca, fue Ronald el primero en levantarse. -No- dijo el chico, para evitar así que su madre la despertase (a Hermione, claro está), deja que duerma- suplicó el de los ojos color cielo.
-¿Cuánto tiempo llevamos aquí?- preguntó Harry mientras se sentaba.
–Lo suficiente querido, no lo sé- contestó Molly Weasley –el tiempo necesario para que los heridos fueran trasladados a San Mungo y los Aurores hiciesen lo propio con los Mortífagos, he venido por que tenemos que irnos, hay reporteros por todas partes, incluyendo a la odiosa de Skeeter- comentó la Señora Weasley con voz queda –no habéis comido en horas, estaréis hambrientos, deberíais bajar al Gran Comedor- propuso la mujer. Harry buscó con su mirada, la de su mejor amigo y éste asintió.
–Esperaré a que despierte- dijo el pelirrojo con una sonrisa.
Harry y la Señora Weasley se encaminaron hacia el vestíbulo -¿y ahora qué? -interrogó el moreno.
– ¿A qué te refieres cariño?- le preguntó la mujer.
-Qué va pasar con todo, con Hogwarst, el ministerio, todas las personas que se han ido- dijo Harry sintiendo un nudo en el estomago.
–Bueno, todos creemos que lo mejor sería hacer un monumento a los caídos y enterrarles a todos aquí, a fin de cuentas, murieron luchando por una causa común, pero eso dependerá de cada familia –Molly hizo una breve pausa y continuó hablando –en cuanto a Hogwarst y el ministerio, está fuera de mi alcance pero estoy más que segura que todo se solucionará- cuando Molly terminó se dieron cuenta que estaban frente al Gran Comedor, mucha de la gente de hace unas horas se había marchado, sólo se encontraban los Weasley, la profesora McGonagall, Hagrid, Luna, Dean, Neville y su abuela, y el resto de los profesores de Hogwarst.
-Creo que deberíamos conseguir algo para comer- comentó McGonagall, y, como si les fuese leído el pensamiento, la mesa de Gryffindor se llenó de exquisitos manjares.
–Harry Potter, amo- dijo una voz chillona a sus espaldas. Kreacher se acercaba a Harry con una enorme sonrisa –espero haber hecho lo correcto, mi señor- comentó el elfo domestico.
–Por supuesto Kreacher- le contestó el pelinegro, el elfo chasqueó sus dedos y junto a Harry apareció el famoso pastel de Riñones que Hermione, Ronald y él nunca llegaron a comer.
Mientras tanto en la torre de Gryffindor, el pelirrojo la observaba dormir desde una butaca, era tan bella y estaba tan en paz que parecía mentira que se tratase de la misma persona que él había conocido en su primer día de clase. La castaña se removió en la cama y estiró sus manos, al no sentir a Harry o a Ron junto a ella, abrió los ojos creyendo que se trataba de una nueva pesadilla, pero de repente se topó con esa mirada azul y aquella sonrisa que le había dedicado muy pocas veces a lo largo de estos años.
–Buenos días, Bella Durmiente- bromeó el muchacho.
-Buenos días- contestó la castaña -¿Dónde está Harry?- inquirió.
–Fue con mi madre, al Gran Salón- le contestó el pelirrojo.
– ¿Por qué no me despertaste?- le preguntó la castaña.
–Porque despierta tendríamos que hablar y necesitaba tiempo para pensar- contestó él, esquivando su mirada; la expresión de Hermione cambió radicalmente, como si varios dementores se agolparan a su lado; Ron supuso que sus palabras no habían tenido el efecto indicado y prosiguió –no me mal interpretes Hermione- susurró el chico –mientras luchábamos allá fuera, sólo podía pensar en que si nos pasaba algo, a cualquiera de los dos, mi estupidez y orgullo me habrían hecho perder lo que más quiero en esta vida; no puedo imaginarme mi vida sin ti, peleas incluidas- dijo el chico consiguiendo una sonrisa tímida de parte de ella –y entiendo que con todo lo que ha pasado, este no sea el momento, ni el lugar indicado; pero me juré a mí mismo que si sobrevivíamos a esto no iba a perder ni un sólo segundo de nuestro preciado tiempo- el silencio se apoderó del lugar, la expresión de Hermione, quien siempre tiene una respuesta para todo, era, por primera vez en la vida, la misma que solía poner Ronald en clase de pociones con Snape. El muchacho se levantó de la butaca y se arrodilló junto a la cama en la que ella estaba sentada y le dijo –Por si el beso de anoche no lo dejo bastante claro, Yo TE AMO Herms- por fin lo había dicho y el corazón de ella parecía querer huir de su cuerpo. Hermione asintió levemente con la cabeza y contestó.
–lo sé, fue bastante claro- y se acercó a su cara lentamente para volver a beber de sus labios.
