¡HOLA A TODOS! Me gustaría decir que esto es una secuela, pero no lo es, aunque sí está relacionado con mis fics de SS anteriores. Cuenta como un fic aparte, si se quiere decir de algún modo. Las cosas son simples. Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Les ruego que se den una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.
Un especial agradecimiento a Ekléctica, quien se dio el enorme trabajo de corregir el fic.
Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, y en este caso se recomienda mucho, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D
Una velita para que el Concilio actualice los spin offs…
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!
ADVERTENCIA.
Principio 8 para ver y entender Manga: La nieve significa Amor.
Se requiere criterio al leer. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
"Divina Calamitas."
(Divina Calamidad)
Prólogo: Desayuno en el Olimpo.
Aquella mañana parecía tener un brillo más especial de lo normal. El aire se respiraba limpio y fresco. No hacía ni mucho calor, ni mucho frío. El dulce aroma del desayuno y de las flores que había en aquella terraza, en donde tomaba desayuno con su madre, parecía hincharle el pecho de contento. Era feliz, muy feliz ¡Estaba Extasiada…! Aunque… tenía que disimular su felicidad y fingir desdicha.
Apenas comenzaba el último día del verano. A pesar del bello día, se vivía una mini tormenta de épicas proporciones, justo al frente de Core. Démeter se deshacía en lágrimas y ya había gastado dos cajas de kleenex para limpiarse su divino y acongojado rostro. ¡Su Hija! ¡Su Bella Hija debía regresar al Inframundo al día siguiente y pasaría los próximos seis meses encerrada en aquél terrible lugar! ¡Rodeada de monstruos y espectros! La diosa de la agricultura cerró los ojos y gruesos lagrimones corrieron por sus mejillas. ¡NO HABÍA JUSTICIA! ¿Cómo era posible que se permitiera que su pequeña, preciosa e indefensa hijita Core fuera al inframundo? ¡PARA COLMO CON HADES! Eso no lo soportaba, no era posible. ¡Cómo se atrevía ese monstruo a decir que amaba a su hija, manteniéndola contra su…!
"Mamá… ya deja de llorar, o me vas a arruinar el desayuno." Le pidió su hija con cara de papel. No la malinterpreten, tan solo se sentía exasperada por la actitud de su madre. Démeter se mordió el labio.
"¿Cómo quieres que no llore sabiendo que este es el último desayuno que tomamos juntas, Core?"
"El último de este año. Nos volveremos a reunir en seis meses más, como siempre." Dijo Core con tono cansino. "Por favor, llámame Perséfone: me gusta más."
Démeter le clavó una furibunda mirada a su hija al escuchar el nombre que Hades le había dado a Core, luego de secuestrarla, hacía ya casi 3.500 años. Se incorporó en la silla y apretó los bordes de la mesa. Perséfone la miró lo más inocente que pudo.
"¡ME NIEGO! A Llamarte De La Misma Forma Que Te Llama Ese Malnacido." Siseó con los dientes bien apretados.
"Y luego me dices a mi que trate bien a mis hermanos." Suspiró Perséfone.
"¡Core! No intentes aplicar psicología a la inversa conmigo, que no te va a resultar. El que yo que diga que trates bien a tus hermanos, no quiere decir que yo deba tratar bien a los míos." Protestó la diosa. "¡SOY TU MADRE! Que no se te olvide."
"Sí mamá… Y que conste: Arión se ofreció a darme el paseo, yo no lo obligué a nada."
"Hmpf."
Core, o mejor dicho Perséfone, bebió un sorbo de su té con mucha calma. Démeter se quedó cruzada de brazos y mirando hacia un costado, ofuscada… aunque al cabo de unos minutos de silencio recordó que su pequeña hijita se iría con su marido al inframundo al día siguiente y nuevamente estalló en desesperado llanto de madre aprehensiva y enojada con su forzado yerno. Perséfone suspiró de descontento, se levantó de su silla y se sentó junto a su madre, para abrazarla con ternura.
"¡Ay, mamita! No llores así, que me harás sentir mal."
"¿Cómo quieres que no llore si no sé si volveré a verte?" Le dijo totalmente desdichada. Lo terrible era que no estaba fingiendo, sino que sus sentimientos eran todos genuinos.
"¿Cómo es eso que no sabes? ¡Claro que regresaré! Ya verás que el próximo año…"
"¿Cómo sé que Hades no te encerrará en el Tártaro, junto a los titanes? ¡¿Cómo Sé Que Estarás Bien?! ¿CÓMO SÉ QUE NO SUFRIRÁS? ¿Cómo Puedes Estar Tan Segura Que Estás A Salvo Con Ese Desgraciado?" Interrogó Démeter con angustia. Perséfone frunció el ceño.
"Para comenzar, mi señor Hades es incapaz de lastimarme: él me ama." Dijo con mucha decisión. "Y yo le correspondo. Él me adora."
"¡Hades No Ama Ni A Su Sombra!"
"¡A Mí Sí Me Ama! Es un buen marido, cariñoso y respetuoso. ¡Me Quiere Mucho!"
"Te deja sola días enteros en esa casucha que llama casa."
"Esa casucha es un castillo, Mamá." Corrigió Perséfone peligrosamente hastiada. "Además creo manejarlo muy bien. Si yo no estoy, se caería a pedazos en menos de una semana." Añadió con retorcido orgullo. "Espero no encontrarme nada raro mañana cuando llegue." Se dijo para sí, apretando ligeramente los dientes.
"¡Claro! Si el muy inútil de Hades te quiere, pero como ama de llaves y no como esposa." Démeter empuñó las manos con fuerza. "Siempre ha sido muy desordenado: Quien nace chicharra, muere cantando."
En vista que ambas estaban por enfrascarse en una de sus penosamente famosas discusiones sobre el marido en cuestión, Perséfone decidió que ese día no le seguiría el juego a su madre. Le dolía sentirse feliz por volver a verlo, y se sentía además culpable. No le gustaba dejarla tan alterada, como siempre pasaba cada vez que terminaba el verano. Quería mucho a su mamá, y también a Hades. Si tan solo estos dos pudieran llevarse siquiera un poco. ¡Esta cantinela era cosa de todos los años! Perséfone se puso de pie y regresó a su puesto, para terminar con su desayuno.
"¿Mi niña hermosa?"
"¿Qué ocurre, mamá?"
"¿Te vas a tomar el jugo que te preparé con tanto cariño?"
"¿Huh?"
"Ya sabes… el jugo de frutas que siempre te preparo el último desayuno de tu estancia en el Olimpo." Démeter puso ojos grandes de borrego a medio morir. "¡Te Lo Preparo Con Tanto Amor de Madre! Ya sabes que es un cariñito para mi niña." Añadió con un sollozo.
Perséfone le sonrió con calidez y miró hacia la mesa. ¡Cierto! Aquél jugo del que hablaba su madre era una tradición entre ambas desde hacía tanto tiempo que hasta había perdido la cuenta. Pero ni bien lo vio se puso azul de espanto al ver el jugo que había sido dispuesto para ella bebiese. Si de algo servía ser la hija de la diosa de la agricultura y la civilización era que se reconocían los más variopintos productos de la tierra sin mayor esfuerzo. Además como siempre pasaba tanto tiempo ayudando a su madre con los cultivos… más fácil se hacía esto. Perséfone tragó saliva al reconocer la detestable (según ella) fruta elegida por su madre para su jugo especial de despedida.
Pomelo.
¡¿POR QUÉ POMELO?! ¿Por qué no podía ser de naranjilla como el del año pasado? ¿O de mandarina, kiwi o de guayaba? ¡Incluso soportaría el de cerezas! ¿Pero POMELO? ¡YUCK! El que fuera la hija de Démeter no aseguraba que le gustara de todo. ¡Detestaba el Pomelo! Hacía unos quinientos años que no le daban jugo de Pomelo, ¿POR QUÉ AHORA? Creía que Démeter ya había entendido la indirecta pasada. Perséfone miró a su madre, quien a su vez la miraba con ojos grandes de perrito a medio apalear. Ni modo: no tenía corazón para discutirle a su madre ese día. Forzó una sonrisa y tomó el vaso con recelo. Aguantó la respiración.
Estaba por tocar con sus labios el borde del vaso cuando de pronto, una fuerte luz irrumpió en la terraza. Perséfone dejó el vaso en la mesa y junto con su madre se puso de pie para recibir a la visita. La diosa Iris, mensajera de Zeus, apareció ante ellas.
"¡Que ambas tengan un muy buen día!" Las saludó con jovialidad. Madre e hija asintieron con la cabeza.
"¡Buen día Iris! ¿Qué te trae por aquí?" Le preguntó Démeter con cortesía.
"Ya me ven, estoy de recadera de nuevo." Iris carraspeó cauta. "Os traigo dos mensajes." Les comunicó la diosa algo más seria. Iris se volvió hacia Perséfone. "Zeus manda a decir que espera que le vayas a visitar antes de que te marches al Inframundo: tiene ganas de despedirse de ti."
"Dile por favor a mi papá que no me he olvidado de él. Lo iré a ver antes de partir, para despedirme, como siempre." Dijo Perséfone con una sonrisa. Démeter suspiró melancólica, pero no dijo nada. Iris se volvió hacia la otra diosa.
"Mi segundo mensaje es para Démeter, la de las doradas trenzas." La mensajera del Olimpo tomó aire, aunque luego una gota gordísima se dejó caer detrás de su cabeza. "Hera necesita que la vayas a ayudar en este preciso instante."
"¿Hera? ¿Qué pasó?"
"… Err…" Iris se encogió de hombros. "Necesita ayuda con sus claveles."
"¡¿Sus claveles otra vez?!"
"Creo que les puso un producto extraño y ahora están mustios. Necesita saber si la puedes ir a ayudar." Iris tragó saliva. "Ahora mismo, en este preciso instante, Ya, Right Now!"
Fue Démeter quien suspiró esta vez. Cuando Hera quería, podía ser muy persistente, y si le estaba pidiendo tanta urgencia, mejor no se hacía de rogar, no fuera a ser que la ira de su hermana cayera sobre su cabeza… de nuevo. ¡Bah! Hera tenía que estar con la luna o si no, no habría molestado a Iris o a ella misma con este mensaje.
"Un momento, Iris, tengo que ver que mi Core se tome su jugo." Explicó con una sonrisa, volviéndose hacia su hija con calidez.
"Err… este… Lo que pasa es que Hera quiere que vayas ya." Insistió Iris. "Aquí entre nos… NO tiene pinta de Haber Despertado Muy Paciente Hoy."
"Pero Core…"
"No hay problema, mamá." Le dijo Perséfone con amabilidad. "Me beberé el jugo, en serio." Le aseguró.
"Pero tengo que ver que te tomes tu jugo."
"¡Señora Démeter!"
"¡Ay Mamá! Si me tomaré el jugo, ya lo verás."
"¡Pero…!"
En eso, las tres diosas sintieron el sutil cosmo de Hera, llamando a Iris con la insistencia de un taladro. La mensajera asintió con la cabeza y se mordió los labios: se volvió hacia Démeter.
"Por fis ¿Nos vamos ya?" Preguntó casi suplicante. Démeter suspiró derrotada: Iris le caía demasiado bien como para ponerla en un aprieto con su hermana.
"Core, por favor, bébete todo ese jugo, hasta la última gota. Ten mucho cuidado en bebértelo todo: no hagas sufrir a tu pobre madre, ¿sí? Ahora sé buena que tengo que irme." Le dijo como quien aconseja a un niño pequeño. Perséfone asintió.
"Sí mamá." Dijo en un aburrido tono. El porqué su madre la trataba como a una incapaz, esto no lo comprendía.
Démeter se acercó a Iris y ambas desaparecieron de la terraza. Perséfone se sentó en su silla y estiró los brazos. Observó hacia el cielo. ¡QUE BELLO DÍA! Irónicamente a la diosa de la primavera prefería más los meses fríos que los cálidos. Al día siguiente comenzaba el otoño, y estaría de regreso en su casa con su querido Hades: ¡Cómo extrañaba que esos fuertes brazos la sostuvieran! Suspiró de contento, no podía estar más feliz. Quizás pondría en práctica lo que Afrodita le había mencionado el otro día…
Entonces recordó el jugo de pomelo.
Su alegría se desarmó como castillo de naipes. La diosa miró el jugo y lamentó su suerte. Ni modo. Tomó el vaso y se lo acercó a los labios: sintió vértigo al sentir el fresco aroma del Pomelo en sus fosas nasales. ¡Cómo detestaba esa fruta! Tan amarga y desagradable. ¿Cómo era posible que le permitieran existir? Definitivamente no le gustaba el Pomelo.
"¡Perséfone!"
De inmediato, Perséfone dejó el jugo a un lado, sin haberlo probado siquiera. Hebe, la diosa de la juventud y pubertad apareció corriendo con alegría. Traía con ella una corona de flores. Con ella, venía la hierática Hestia, diosa del hogar y la familia y tía de ambas.
"¡Hebe, Tía Hestia!" Las saludó Perséfone poniéndose de pie. Hebe la abrazó con alegría y Hestia asintió con la cabeza, sonriéndole.
"¡QUE BUENO QUE TE ENCONTRAMOS!" Le dijo Hebe con alegría. "Vine a despedirme temprano, porque no podré verte más tarde. Con Heracles nos vamos a Playa del Carmen esta tarde por dos semanas."
"¡QUÉ BIEN!" Perséfone suspiró. ¡Qué suerte tenía Hebe! Su marido siempre la estaba sacando a pasear a muchos lados. "¿Cuánto tiempo estarán allí?"
"Nada más una semana." Dijo Hebe, para luego alcanzarle la corona de flores. "Ten, va de parte mía y de Heracles. La hice yo misma: no me quedan como las tuyas, pero algo es algo y peor es nada."
"Muchas Gracias, Hebe. La cuidaré mucho."
"¿Lista ya para irte?" Le preguntó Hestia con complicidad. "Acabo de ver a Hades: está rondando el Olimpo. Parece impaciente." Añadió la diosa tras guiñarle el ojo. "Como un perrito hambriento frente a la carnicería." Perséfone se encendió hasta las orejas.
"Y eso que la paciencia es una de sus virtudes." Comentó Perséfone. Hebe rió.
"Sí, pero cuando el tío Hades quiere que ocurra algo, por lo general no es muy paciente." Comentó Hebe. "Supe de buena fuente que esta mañana intentó darle salsa picante a los caballos del sol para que el día avanzara mas rápido, pero Helios lo descubrió y no le gustó nada la idea."
Las tres diosas rieron por lo bajo. Perséfone las invitó a tomar asiento y rápidamente dispuso que se les sirviera desayuno.
"No sé si ya desayunaron, pero por favor, acepten al menos una taza de té y me harían muy feliz."
"¡ESO ES JUGO DE POMELO!" Exclamó de pronto Hebe con entusiasmo.
El centro de atención recayó de pronto en el inofensivo vaso. Mientras que Perséfone miraba su contenido con disgusto, Hebe lo miraba encantada, como si fuera el delicado brebaje de la fuente de la eterna juventud. No obstante la mirada que le dedicó Hestia fue de curiosidad y preocupación… como que algo no andaba del todo bien con ese jugo.
"Siee… es de pomelo" Afirmó Perséfone sin estar muy convencida. "¿Por?"
"¡ADORO EL JUGO DE POMELO! ¡Hace tanto que no tomo uno!"
"Si quieres te pido uno de inmedia…"
Perséfone no terminó la frase. Hestia rápidamente tomó el vaso y se bebió la mitad de su contenido sin ninguna advertencia. Se detuvo para tomar aire con una sonrisa, aunque Perséfone la miraba espantada. Fuera o no de Pomelo… ¡Era El Jugo Que Su Mamá Le Había Preparado Especialmente A Ella!
"¡Qué Delicia! Démeter siempre tuvo buena mano para preparar estos brebajes." Comentó Hestia con sinceridad, entregándole el vaso a Hebe. "Prueba esto: está delicioso. Tiene la suave textura de la ambrosía: fíjate bien."
"Pero… No tengo problemas en pedirles… otro." Les dijo Perséfone angustiada. ¡Era Su Jugo!
"No te ofendas, Perséfone, pero los jugos de la Tía Démeter son un obligado." Hebe tomó el vaso con el jugo y se lo terminó. "¡Cierto! Esto lo hizo la tía Démeter. ¡ESTÁ DIVINO!"
"Pero… Ese jugo es el que siempre me preparara mi mamá como despedida." Gimió Perséfone anonadada. Si bien la diosa detestaba el pomelo, el sólo hecho que su mamá se lo había preparado como parte de una tradición particular entre ambas hacía que bebérselo valiese la pena. Hebe abrió los ojos, Hestia suavizó su expresión.
"Lo lamento. No sabía eso." Se disculpó Hestia, haciendo aparecer otro jugo de pomelo. "Ten, acepta esto como disculpa. Bébelo y haz como que Démeter lo preparó."
A regañadientes, Perséfone aceptó el cambio. Cerró los ojos, aguantó la respiración y se bebió el jugo. En eso Démeter regresó a la terraza, justo cuando su hija terminaba de beber el contenido de aquél vaso. La diosa de la agricultura venía enojada, con los puños apretados y dando pasos firmes… pero su rostro cambió radicalmente al ver que su hija se estaba bebiendo el jugo.
"¡Ay! ¡Qué feliz haces a tu madre, Core!" Exclamó de alegría.
"Err… Este… ¡ESTABA DELICIOSO, MAMÁ!" Perséfone no tuvo corazón para decirle a su madre que el jugo que le había preparado ella se lo habían bebido Hestia y Hebe. Y estas tampoco hicieron comentario alguno.
"¡HOLA TÍA DÉMETER!"
"Buenos días hermana menor." La saludó Hestia. "¿De nuevo te peleaste con Hera por culpa de los claveles?"
"Los Claveles de Hera no son un problema." Gruñó Démeter cambiando el tono de voz. "¡LO ES HADES! ¡Se Está Paseando por Fuera del Olimpo Como Un Vulgar Chacal! Para Colmo, cuando le dije a Zeus, me dijo que estaba en su derecho incluso de entrar si lo deseaba y no lo quiso expulsar." La diosa se mordió el labio. "¡Bien poco le duró el enojo con lo que ese bastardo le hizo a Athena y sus santos!"
"¡Ay mamá! Athena y mi señor Hades firmaron un tratado de paz y una amnistía. Ya sabes… los santos regresaron a la vida, los espectros también, y no volverán a haber guerras entre ambos, al menos en…"
"No necesito lecciones de política, jovencita." Gruñó Démeter. "También sé que Zeus les obligó a negociar todo ese jaleo para no tener problemas ni con su hermano o con su hijita predilecta."
"Tía, no se enoje, o le saldrán arrugas." Le pidió Hebe. Hestia carraspeó.
"¿Niñas? Necesito hablar con Démeter a Solas." Comunicó con gracia. Démeter observó a su hermana mayor con curiosidad. "Espero que no te moleste, hermanita: no te voy a quitar mucho tiempo."
"No, para nada… ¿Perséfone? ¿Puedes ir con Hebe a charlar a otro sitio?"
"¡Claro!"
Antes que Perséfone se pusiera de pie, Hebe ya la había tomado del brazo y la jalaba con juvenil entusiasmo hacia el interior de las estancias olímpicas de Démeter.
"¡VAMOS! ¡Tengo Ganas de Mostrarte los Folletos del Hotel al Que Heracles Me Lleva! ¡Estoy Tan entusiasmada! Deberías pedirle al tío Hades que te lleve allí algún día."
"¡Más Lento, Hebe, tranquila!"
Ambas diosas desaparecieron en el interior de las estancias, aunque sus voces tardaron más tiempo en hacerlo. Hestia tomó aire al notar la penetrante mirada de su hermana menor.
"¿De qué querías hablarme, Hestia?"
"Le pusiste algo en el jugo a tu hija." Le dijo sin mayores rodeos. La expresión que puso Démeter fue la confirmación que esperaba. "¿Hace cuanto lo haces? ¿Perséfone lo sabe?"
Lo primero no era una pregunta. Hestia tan directa como siempre. Démeter puso cara de pared y se cruzó de brazos.
"Sí, le puse algo. ¿Algún problema con eso?" Démeter bufó. "Una simple medida de precaución: Core no sabe nada, así que no te metas." Hestia la miró tranquila.
"Nadie debería meterse en asuntos de pareja." Le dijo tras ponerse de pie. "Ni siquiera tú. Además eso que le pusiste no es cien por ciento fiable."
"Pero me ha resultado los últimos 3500 años." Démeter, muy seria, se puso de pie. No le gustaba la idea que Hestia supiese su pequeña treta. "¿Ya te vas?"
"Sí. Ya me voy."
Hestia se alejó sin dar mayores explicaciones, dejando a su malhumorada hermana Démeter tras de sí. La diosa, una vez que se hubo alejado de las estancias de su hermana menor, aceleró el paso y rápidamente regresó a las suyas. Algunas de sus ninfas vírgenes salieron a saludarla, pero ella las ignoró. Se encerró en su cuarto, sola, ni bien hubo cruzado la puerta.
Observó el pequeño hogar que había en el centro de su habitación, y se acercó a él con paso cansino. ¡Eso Explicaba Tantas Cosas! ¡Por eso Hades y Perséfone no…! Suspiró apesadumbrada. Mejor se callaba todo lo que le fuera posible el hecho que Perséfone no se había bebido el jugo, sino que habían sido ella y su sobrina… total, no le haría daño a ninguna. Hestia se mordió los labios y dejó caer la cabeza: el jugo que le había dado a su sobrina también tenía un ingrediente extra… uno que contrarrestaba los efectos del otro ingrediente… su intuición femenina estaba dando la alerta roja.
"Ay, que lío." Suspiró la diosa preocupada. "Nadie debe meterse en problemas de pareja… ni siquiera yo." Hestia suspiró. "No sé por qué presiento una calamidad."
La puerta del cuarto de Hestia se abrió con timidez. La diosa levantó la cabeza, ya más tranquila. ¡Venga! ¿Qué tan malo podía ser lo que había hecho? Tan solo había anulado la travesura de Démeter, si se le podía llamar así a eso. Una de las ninfas a su servicio se asomó con respeto.
"¿Señora Hestia? ¿Necesita de algo?"
"Sí, por favor: necesito que me traigas el trozo chocolate con castañas más grande que te encuentres, Eurinome." Le pidió la diosa. La ninfa asintió.
"En seguida, mi señora."
La diosa volvió su vista al hogar. Aquél ingrediente extra en el jugo que le había dado a su sobrina… ¡Iba a Causar Un Gran Problema!
Fin del Prólogo.
Continuará.
Por
Misao-CG
Próximo Capítulo.
… con el rostro particularmente sombrío. Pandora se preocupó: por lo general su Señora Perséfone nunca se ponía así… además… podría decirse que Hades estaba cometiendo un ligero error al no prestarle atención a la ENORME VENA PALPITANTE DE FURIA que Perséfone lucía con tanta gracia y elegancia, ni a la NUBE DE ANGUSTIA Y MISERIA que tenía por sobre su cabeza. Entonces la olla se destapó.
"¡PREGÚNTAME QUÉ HICE HOY!" Gritó Perséfone de pronto, poniéndose de pie y golpeando la mesa, logrando así un profundo silencio y la sorpresa de Hades…
PS: ¡OIGAN! No en balde esto tiene el título que tiene. Espero que les haya gustado mucho. Para cultura general, un par de Datos sobre mitología griega (corríjanme si me equivoco): Arion es un caballo negro, capaz de predecir el futuro. Es hijo de Démeter y Poseidón y fue producto de una violación (auch, creánme, no quieren saber los detalles). Heracles (o Hércules) una vez que murió (definitivamente) cuenta una versión que al llegar al Olimpo, Hera lo perdona, se le concede la inmortalidad y es invitado a beber la Ambrosía con los dioses. Para celebrar la llegada del héroe con los Inmortales, Zeus le da la mano de su hija Hebe en matrimonio. Core es hija de Démeter y Zeus, protectora de la agricultura. Cuando Hades, enamorado por causa de las flechas de Eros, la secuestra, Core pierde el nombre que Démeter le había dado, al convertirse en la esposa de Hades: por eso la conocemos como Perséfone. ¡GRACIAS POR LEER!
