Hola personitas kawaiii, hace poco leí una adaptación de esta hermosa historia (con Katniss y Peeta) y no pudo esperar para traerles a ustedes una versión hacia nuestra hermosa parejita IchiRuki. Espero sea de su agrado y que me lo hagan saber.

N/A: Esta es una Adaptación sin ningún fin lucrativo, solo para su mero entretenimiento. Los personajes de Bleach son creación de Tite~sensei y esta hermosa historia vikinga es de Johanna Lindsey titulada de la misma forma en como se titula este fic.

Sin mas por el momento, los dejo con el primer capítulo.


Capítulo I: ¿Un Vikingo Irresistible?

Wessex, 879

Entró en el salón de Wyndhurst y todas las mujeres presentes dejaron lo que estaban haciendo para seguirlo con la mirada: lo habitual. Sucedía cada vez que estaba ante las mujeres; ahí en el hogar, o en cualquier otro sitio, no podían evitar mirarlo. Aquí en Wyndhurst no importaba que fuese vikingo mientras que ellas eran sajonas y tampoco que ambos grupos sólo se mezclaran a través de un derramamiento de sangre. El año anterior, los hombres de esas mismas mujeres habían concluido otra guerra con los vikingos daneses del norte.

Sin embargo, no era el temor lo que las hechizaba, aunque este vikingo podía ser temible pues era un diestro guerrero. No era su altura impresionante, mayor aun que la del amo de la casa, lord Ichimaru, que era muy alto. Lo que sucedía era que no habían visto jamás a un hombre tan apuesto como Kurosaki Ichigo.

No se trataba sólo de que tuviese un cuerpo que los dioses nórdicos envidiarían, sino que además era dueño de un rostro digno de los ángeles: ojos que podían ser oscuros como una tormenta de verano o luminosos como la plata pulida, pómulos altos que enmarcaban una nariz perfecta, cejas de arco sutil y tan naranjas como la melena espléndida y brillante de un león.

También tenía unos labios tan sensuales que cualquier mujer que los veía anhelaba saborearlos.

Tal vez, en los seis años transcurridos desde que apareció con sus vikingos del norte para atacar el país de estas mujeres, y de que casi muriera en el intento, tendrían que haberse acostumbrado, pero no sucedía así. Ninguna se salvaba, ni la anciana de la casa que trabajaba en la zona de la cocina, aunque fue la primera en llamarse a la cordura e indicar a las demás mujeres que volvieran a sus tareas. Ni la joven Sui-Feng, que estaba en la parte delantera del salón, cosiendo con sus damas ante las ventanas abiertas.

Sui-Feng sólo tenía catorce años y era demasiado joven para casarse, pero aun así suspiraba soñadora y lamentaba que ese vikingo le doblara su edad. Si era necesario forjar alianzas, se podía arreglar el matrimonio hasta entre niños pequeños. Pero su hermano Gin no lo necesitaba, ya estaba vinculado con Ichigo a través del matrimonio. Por otra parte, Gin quería demasiado a Sui-Feng para dejar que abandonara el hogar hasta que pasaran muchos años, y la muchacha se sentía feliz de que así fuese.

Del lado izquierdo del inmenso salón, junto a una de las mesas que rodeaban un gran barril de cerveza donde solían reunirse los hombres, Matsumoto, la hermana de Ichigo, lo veía acercarse. Por lo general no advertía el efecto que el hermano ejercía sobre las mujeres, pero ante el silencio que provocó la aparición de Ichigo no pudo menos que notarlo. Vio que el hermano sonreía a varias de las mujeres y los guiños que ofrecía a las que conocía de manera más íntima. En opinión de Matsumoto, eran demasiados guiños.

Gin, el esposo, sentado junto a ella, también contempló la escena, puso los ojos en blanco y dijo a la esposa, en confidencia:

—Tendría que casarse para no hacerlas sufrir de este modo.

—¿Qué sufrimiento? —replicó Matsumoto—. Mi hermano se brinda lo suficiente para no provocar otra cosa que suspiros complacidos a su alrededor. Si se casara sufrirían. Por otra parte, ¿por qué tendría que casarse si las mujeres de todas las edades en los dos países se arrojan a sus pies, sin hablar de lo que sucede con las del mercado?

—¿De modo que en Noruega pasaba lo mismo?

—Siempre. —Matsumoto suspiró.

Gin rió, seguro de que a la esposa no la fastidiaban en absoluto las conquistas amorosas del hermano, ni aun las de su propio salón. Esos dos hermanos se querían demasiado como para que Matsumoto le reprochase nada. También sabía que éste había llegado a prometer que vengaría la muerte del hermano cuando creyó que Tosen, el primo de Gin, lo había matado durante aquel ataque que los había llevado a Wessex seis años atrás.

Era una época que a Gin no le agradaba recordar. Cuan cerca había estado de ordenar que mataran a los prisioneros capturados aquel día y, en consecuencia, de perder a su único amor. La esposa era una de las prisioneras, y los amigos la ayudaron a disfrazarse de muchacho. Y hubiese resultado, pues Matsumoto era casi tan alta como los hombres, incluso más alta que muchos de ellos. Lo que la descubrió fue la distracción de los propios vikingos que siguieron tratándola como a una mujer, cuidándola, protegiéndola, defendiéndola, y eso atrajo la atención de Gin y terminó por revelar la verdad cuando ordenó que la fustigaran.

Luego, Gin la separó de los amigos y la llevó a la casa señorial. La había creído la ramera de los prisioneros: no se le ocurría otro motivo para que estuviese con ellos. Matsumoto dejó que lo creyese porque la divertía, y lo incitó desde el principio, con una audacia que Gin no había visto antes en ninguna mujer. Si Matsumoto no se hubiera comportado así, pese a su belleza, pese a la fascinación que ejercía sobre Gin, él habría resistido pues odiaba con vehemencia a todos los vikingos.

Aunque les había hecho la guerra durante quince años, el odio de Gin se había despertado once años atrás. Encadenado a un muro, lo obligaron a observar cómo los vikingos daneses asesinaban a su padre, a su único hermano, y violaban y mataban a su prometida. Abandonaron a Gin para que muriese ahí, sobre los cuerpos de los seres amados, y habría muerto si los daneses no hubieran ido a saquear el monasterio de Jurro, tierra adentro, permitiendo así que lo auxiliaran los siervos que habían sobrevivido.

Sí, Gin tenía buenos motivos para odiar a los vikingos, pero se había enamorado de una de ellos y por eso toleraba a la familia. De vez en cuando llegaban todos juntos desde Noruega en sus largos barcos, pero el visitante más frecuente era Ichigo; de hecho, vivió con ellos durante tres de los últimos seis años.

El primer año después de la boda, Ichigo se quedó para asegurarse de que Matsumoto recibiera un buen trato en el nuevo hogar. Aquella vez se quedó todo el invierno, y regresó a Noruega junto con los padres, cuando éstos partieron después de la visita del verano siguiente. Los padres no fueron a visitarlos todos los veranos, pero Ichigo sí lo hizo con un barco propio (Gin le había quemado el primero) y por lo general llevaba con él a alguno de los hermanos menores, o a ambos.

En la mesa próxima, fingiendo afilar la espada de madera como uno de los hombres afilaba la verdadera, Toshiro, de cinco años, por fin se percató de la llegada del tío y corrió a saludarlo. Riendo, Ichigo lo alzó en el aire y lo arrojó a unos dos metros de altura, casi hasta tocar el techo. Matsumoto gimió y cerró los ojos, pero las exclamaciones de deleite del hijo le aseguraron que el chico estaba seguro entre los brazos del tío. Sentado sobre el hombro de Ichigo, Toshiro se acercó a donde estaban Matsumoto y Gin.

Yachiru, de tres años, sentada en el regazo de Matsumoto, estiró los brazos para recibir el mismo trato que el hermanito, cosa que el tío hacía encantado. Pero Matsumoto le apartó las manos de una palmada cuando trató de alzar a la hijita y le dijo:

—No te atrevas, si aprecias tu vida.

Ichigo se limitó a reír de la advertencia y apartó las manos de la hermana para alzar a la sobrina... aunque no la arrojó al aire. La abrazó y besó su suave mejilla con tanta fuerza que el sonido se escuchó en todo el salón junto con las risitas de la niña. Luego se sentó a horcajadas en un banco, frente a los padres de Yachiru, sin dejar a la niña, que se acomodó entre sus brazos: parecía diminuta sobre el cuerpo robusto del joven. Matsumoto no podía enfadarse con el hermano, pues sabía que adoraba a esa niña que tanto se parecía a él.

Gin procuró que uno de los hijos recibiera el mismo nombre que un rey. Y Matsumoto, que la hija tuviese el nombre de una diosa... para fastidio del esposo. Sin embargo, ninguno de los hijos heredó el cabello naranja ni los ojos claros de Matsumoto. Toshiro tenía el mismo cabello blanquesino y los ojos turquesa que el padre, pero la pequeña Yachiru se parecía a la madre de Matsumoto, mientras que su hermano Ichigo tenía el cabello naranja y los ojos marrones, lo cual les confería un aspecto más céltico que noruego o sajón. Ocurría que Masaki, la madre de Ichigo y Matsumoto, era celta.

—Ya está resuelto —fueron las primeras palabras de Ichigo, acompañadas de una sonrisa satisfecha.

Matsumoto y Gin no necesitaron que explicara la breve afirmación. Dos años atrás, Ichigo había decidido que quería establecerse ahí, en Wessex. Era el heredero de Isshin, su padre, pero éste no era tan viejo y el hijo tardaría en heredar las tierras de Noruega. Cuando estaba en Noruega, Ichigo vivía en casa del padre. Pero ahora quería tener casa propia y había empezado a construirla en una tierra cercana a Wyndhurst que le vendiera Gin. De no ser porque el año anterior los sajones habían estado otra vez en guerra con los daneses, la casa estaría terminada pero, para sorpresa de todos salvo de Matsumoto, que sabía lo mucho que al hermano le gustaba pelear, Ichigo participó en esa guerra, junto al cuñado.

Aquel año, en la batalla principal, Ichigo fue herido de gravedad y no pudo unirse a Gin cuando los sajones hicieron huir a los daneses. Lo gracioso, como decía el mismo Ichigo, era que lo había salvado un danés arrastrándolo fuera del campo de batalla y vendándole las heridas: supuso que Ichigo era uno de los suyos, pues no tenía el menor aspecto de sajón. Y como Ichigo hablaba todas las lenguas nórdicas, incluso el danés, aquel hombre nunca supo que ayudaba a un enemigo; de ese modo Ichigo pudo pasar al campo sajón antes de que concluyese la batalla.

La construcción de la casa tuvo que postergarse hasta la finalización de la guerra, y Matsumoto supo cuánto lo irritaba la demora que añadió el mal tiempo, pues el hermano tuvo que pasar el invierno con ellos. Pero la construcción se reinició en la primavera aunque con cierta lentitud, pues en esa época también era necesario ocuparse de los campos, y ahora Ichigo tenía los propios.

Gin le había prestado a Shuhei, su propio constructor, y también a todos los siervos de los que podía prescindir, aunque ese año, en el viaje de regreso, Ichigo había comprado seis esclavos en los mercados vikingos incluso antes de contarle a Matsumoto cuáles eran sus planes. Con el propósito específico de construir la casa y labrar la tierra, sólo había comprado hombres y, por deferencia hacia el cuñado, ninguno de ellos era sajón. Además, el padre le dio algunos de sus propios siervos, lo que significaba una bendición para los propósitos de Ichigo, pues Isshin no se oponía a que el hijo viviera cerca de Matsumoto para que ella estuviese segura: no tenía un concepto demasiado elevado de Gin para dejar a la hija al solo cuidado del yerno.

Era evidente que Ichigo estaba complacido por el resultado de sus gestiones, y Matsumoto se alegró por él.

—¿Y cuándo será el festejo? —preguntó.

El hermano rió.

—Cuando Uryu vuelva con algunas mujeres que puedan prepararlo. Uryu era el mejor amigo de Ichigo y había sido capturado junto con Matsumoto y los demás.

Aquel verano, todos ellos fueron esclavizados y obligados a llevar cadenas hasta que el padre y el tío de Matsumoto fueron a liberarlos: Ahora, era costumbre que Uryu se llevara el barco de Ichigo para comerciar en el norte cada verano que Ichigo pasaba con Matsumoto.

—¿Lo mandaste a comprar esclavas?

Al advertir el tono sorprendido de la hermana, Ichigo se defendió:

—Hermana, no puedo recurrir a ti cada vez que necesito que me cosan algo o una comida caliente.

Matsumoto no estaba enfadada con el hermano: la esclavitud era un hecho y ni a los cristianos ni a los gentiles les parecía mal que se esclavizara a los enemigos derrotados. Su propia familia siempre había poseído esclavos, algunos capturados y otros comprados.

El esposo también, aunque la mayoría eran hombres libres que no habían podido pagar la multa correspondiente por algún delito cometido y, de acuerdo con la ley sajona, se los castigaba esclavizándolos. Y los numerosos siervos no eran muy diferentes de los esclavos.

La madre de Matsumoto había sido entregada como esclava al padre, al igual que, durante un tiempo, Gin la tuvo a ella misma como esclava... hasta que llegó el padre y la liberó.

Aunque a decir verdad, Gin ya había decidido casarse con Matsumoto y no necesitaba que lo obligase un padre furioso junto con cien vikingos a las puertas de su casa, ni tampoco que la madre le pusiera la daga en el cuello.

—Claro que necesitarás unas cuantas mujeres para que atiendan tu casa —dijo Matsumoto—. Pero tendrás que dejar que yo las elija. Conozco a Uryu: sólo elegiría a las más bonitas aunque no supiesen cocinar ni coser.

—¿Te parece? ¿En serio?

La ansiedad de Ichigo hizo reír a Gin, pero Matsumoto le habría arrojado algo a la cabeza si no fuera porque aún tenía a su hijita en brazos.

—Ichii, tienes tantas mujeres a tu disposición que no sabes qué hacer con ellas. Creo que te hacen falta algunas que sepan hacer lo que es necesario, si pagas bien por ellas.

Los dos hombres estallaron en carcajadas y Matsumoto agregó, ceñuda:

—Además de «eso».

Ichigo siguió riendo.

—Entonces, hermana, esperemos que sean capaces en todos los aspectos, pues en caso contrario tendré que seguir acudiendo a ti.

—¿Desde cuándo eres tan quisquilloso? —se burló la hermana.

El hermano se encogió de hombros y le dirigió esa sonrisa capaz de derretir hasta un corazón de piedra.

—Tú me conoces muy bien.

Era cierto. Ichigo amaba a todas las mujeres, ellas a su vez lo adoraban y trataba a todas del mismo modo. No se aprovechaba de una esclava por la única razón de que no podía rechazarlo sino que la cortejaba igual que si fuera una mujer libre. Matsumoto no dudaba de que las mujeres que le traería Uryu no opondrían la menor resistencia a ser propiedad de Ichigo.

—¿Para cuándo esperas el regreso de Uryu? —preguntó Matsumoto.

—Tenía que pasar por Birka y por Hedeby, de modo que no creo que vuelva antes de tres o cuatro semanas.

Matsumoto podía ofrecerle a sus propias mujeres para preparar el banquete, pero sabía que el hermano preferiría esperar a que regresara Uryu y el resto de sus hombres para celebrar la finalización de la casa nueva. Siete de esos hombres también decidieron instalarse en Wessex y, entre ellos, su querido amigo Sado. Los demás regresarían a Noruega con Uryu antes de que el invierno les impidiese partir, y volverían el verano siguiente.

Matsumoto suspiró; echó una mirada en torno para ver cuántas mujeres seguían contemplando a Ichigo, olvidadas de las tareas: casi todas.

—Ya veo que no lograré que se haga demasiado ahora que estás otra vez ocioso —dijo en broma al marido—: ¿No podrías buscar alguna otra guerra para enviarlo?

Gin resopló.

—Si lo hiciera, me atacarías con un hacha.

Era probable. Cuando el año anterior el hermano y el esposo se alejaron cabalgando para pelear contra los daneses, a Matsumoto no le gustó nada.

Estaba a punto de admitirlo cuando uno de los hombres de Gin entró en el salón.

—Señor, se aproximan cinco jinetes—dijo—y, al parecer, uno de ellos está moribundo. Llevan la bandera del rey.

Matsumoto se lamentó mucho para sus adentros, temiendo que, en efecto, la guerra hubiese vuelto a Wessex.


Espero les haya gustado tanto como a mi me gusto adaptarla, ¿cuantas admiradoras presentes de este hermoso vikingo que hasta los mismísimos dioses tienen envidia? si quieren, se los puedo prestar... pero en la noche es completamente mío.

Para cualquier duda, aclaración o comentario aquí esta su humilde servidora para atenderlos. Sobre las actualizaciones, tengo pensado dos veces por semana pero tampoco es un hecho... dependerá de cuanta aceptación tenga el fic y que tanto tiempo disponga para traducir.

Gracias por siempre apoyarme y leer maravillosas historias junto conmigo.

Att: Kathy Kawaiii.

Ja ne.