Hola!

Bueno, este proyecto llevaba años metido en mi cabeza y finalmente decidí plasmarlo en "papel" y aquí se los traigo.
Este fic está situado luego del libro cuatro, por lo que los acontecimientos ocurridos de ahí en adelante no ocurrirán en este fic (Puede que incluya algunas cosas más adelante, pero lo iré explicando a medida que aparezcan)
No tendrá parejas canones, a excepción de las adultas.

Harry Potter no me pertenece, son propiedad de JKR y de WB.

Personajes que no reconozcan son de mi total autoría.

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Despertar

Las luces comenzaban a desaparecer en el valle de Godric, dando paso a la nocturna calma.

El mausoleo de los Potter, en la parte más alejada del cementerio, era decorado por una estatua en forma de León, con sus fauces abiertas y apoyado únicamente con sus patas traseras.

La luz de la luna era repelida por la enorme estructura, aunque dos rayos lograron vencer esas barrras y se introdujeron al mausoleo, iluminando tenuemente la imagen que ahí había.

Durante trece años, casi catorce, dos huéspedes dormían en ese lugar, en un sueño profundo... Casi mortífero.

Dos cuerpos descansaban sobre unas tarimas, dos cuerpos que a estas alturas deberían estar completamente descompuestos e inexistentes. Sin embargo ahí estaban, enteros, intactos, como si fuese una noche común en una casa común, una pareja común, durmiendo como lo haría cualquier ser común.

Unos párpados comenzaron a moverse lentamente, pestañeando incontables veces hasta fijar su foco visual. Unos impactantes ojos verde esmeralda fueron descubiertos y observaban todo a su alrededor.

Con dolor, entumecimiento y torpeza en sus movimientos, la dueña de esos ojos intentó incorporarse, con un negativo resultado.

Sus piernas flaquearon y fue de bruces al suelo, haciendo mucho ruido por todo el mausoleo.

Con el impacto del ruido, los ojos de la segunda persona se abrieron de golpe e intentó levantarse, pero la voz femenina tan conocida por él, pero con un deje rasposo, como si no la hubiese usado en mucho tiempo, lo detuvo.

"Te mueves y te quedas como yo, realiza lentamente los movimientos" Le dijo la mujer, con algo de aturdimiento, mientras observaba a su alrededor, aún aturdida, aún confundida.

Lo último que ella recordaba eran los llantos de su bebé, una sádica risa y un rayo de luz verde... Luego solo oscuridad.

"Lily" La voz del hombre a su lado sonó rasposa, similar a la de su mujer. "Lily" Repitió, moviendo sus dedos lentamente. "Mira esto".

La mujer, quien seguía moviendose torpemente, se levantó como pudo, apoyándose de su tarima y caminando (arrastrando sus pies sería mejor de decir) hasta donde se encontraba su marido, semi incorporado, con los ojos tan abiertos y asombrados, que llegaba a asustar.

"¿Ocurre algo, Amor?" La preocupada voz de Lily llegó desde sus espaldas. James simplemente no se dio cuenta que su mujer le hablaba, mucho menos se dio cuenta de que ella, a duras penas, había logrado llegar hasta él.

"No es posible" Susurró James Potter, acariciando unos labrados sobre una lápida, encima de su tarima.

"¿Que ocurre, James?" Volvió a preguntar su mujer, intentado observar sobre su hombro, sin embargo se dio cuenta de que habría prefeido mil veces no haberlo hecho nunca.

Sobre sus cabezas, reposaban las palabras que decoraban un epitafio: "El Último Enemigo Que Deberá Ser Vencido Es La Muerte". Bajo el epitafio, lo que aterró a la pelirroja y había dejado sin palabras al hombre.

"No es posible" DIjo esta vez la mujer, repitiendo las mismas palabras que su esposo. Lo escrito ahí no era más que una broma de mal gusto, muy, muy mal gusto según la lógica de la mujer. Mas su subconciente sabía que no se trataba de eso. No era nada más que una verdad a medias, pues ellos no habían muerto... ¿Verdad?

James Potter logró incorporarse del todo, con la varita en su mano... ¿Varita? Lily le miró interrogante, para luego darse cuenta que, al lado de su tarima había un buró, en el cual reposaba la varita de ella.

Un murmullo escapó de los labios del hombre, para luego inundar el lugar con una plateada luz, la cual arrancó a toda marcha en una forma de ciervo.

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"¡CRUCIO!" Su propia voz resonó por toda la estancia, seguido por un corillo de risas y una siseante carcajada escapaba de lo más profundo de su garganta.

"Vamos, querida, tienes una última oportunidad para decirme dónde encontrar eso que me falta" Su voz era irreconocible, fría, siseante.
Harry reía despiadadamente, mientras el cuerpo de una mujer de unos treinta y tantos años se retorcía de dolor. Miles de lágrimas cruzaban el rostro de ella, su hermoso cabello platinado se encontraba apagado. Los bucles que alguna vez fueron definidos y coquetos no eran ahora mas que una maraña desaliñada y sin forma.

"No...No se dónde está, ni tam...tampoco se cómo conseguirla" Dijo, a duras penas, mirándole desafiante, con ira en su mirada.

"Eres una gran guardadora de secretos, Mijalkov, pero eso no te ayudará ahora. ¡Avada Kedavra!" Sin si quiera titubear, el brazo de Harry se estiró y un rayo de luz verde escapó de su varia, impactando directamente en el pecho de la mujer.

"Llévensela a Nagini, hace varios días que no prueba carne fresca" Y sin esperar a ver si le hacían caso, dió media vuelta y se retiró de la habitación, camino a un lugar más tranquilo, alejado de todos aquellos que sólo le seguían en búsqueda de poder, y otros por simple miedo.

Posó ambas manos en la dura y fría piedra que adornaba una hermosa fuente de agua, observando su reflejo.
Una pálida piel, blanca, tanto que parecía la de un muerto. Dos rendijas por nariz. Una fina y delgada línea roja delataban que poseía unos labios finísimos. Y por último, sus ojos... Unos enormes, malignos y abrasantes ojos carmines.

"¡NO!" El grito del joven resonó por toda la habitación, llamando la atención de su acompañante, quien le observaba de reojo cada dos por tres. El dueño de la voz se había levantado de golpe, con un fuerte dolor de cabeza. Se frotaba la cicatriz con ahínco, queriendo sacársela de un raspazo. Le ardía horrores, como si le picaran con un metal caliente.

"¿Harry?" Llamó con cautela Ronald Weasley, incorporándose de su cama y acercándose al lado de su mejor amigo. El aludido abrió los ojos en medio de la oscuridad, percatandose del movimiento en su cama, la cual se hundió cerca de su cintura. "¿Fue él otra vez?" Preguntó, sin saber que hacer o que decir.

Un asentimiento de cabeza fue la única respuesta que Ron necesitó para confirmar de que iba todo aquello.

"Cada día es peor" Dijo Harry, tanteando la mesita de noche en búsqueda de sus anteojos. Las cortinas de la habitación se abrieron de golpe, dejándo entrar los pequeños, pero cálidos rayos de sol.

Eran ya las siete de la mañana y, como ya era costumbre en aquel lugar, las cortinas de toda la casa se abrían a la misma hora, bañando de calidez cada rincón de La Madriguera.

Harry llevaba ahí ya cuatro días. A regañadientes de los Dursley (Quienes pretendían dejarlo encerrado en casa por todo el verano) un grupo de personas habían ido a buscarle. Entre ellos se encontraban Arthur Weasley, Remus Lupin y el verdadero Ojoloco Moody. El resto del grupo habían sido personas a las cuales nunca en su vida había visto, sin embargo en esos cuatro días había conocido a demasiadas personas ya... Más de las que él querría haber conocido.
Y todo se debía a la asociasión llamada La Orden del Fénix, fundada por Albus Dumbledore hacía ya dieciséis u diecisiete años. El fin de dicha asociasión era dar lucha contra Lord Voldemort, lucha que el ministerio no estaba dando correctamente.

Esta vez, la Orden se reagrupaba, con aquellos sobrevivientes de la primera guerra que estaban dispuestos a pelear una vez más y con aquellos nuevos miembros quienes creían ferbientemente en las palabras que Dumbledore venía diciendo desde hacía un par de semanas: El mago más oscuro de los últimos años había regresado.

Con algo de pesadez, Harry se levantó de su cama, tallándose un ojo y pasando nuevamente la mano por la cicatriz, la cual con el paso de los segundos aminoraba su ardor.

El silencio invadió la habitación unos minutos, en los que ambos chicos dedicaron a vestirse y arreglarse para bajar a desayunar, en compañía del resto de los Weasley. Un golpeteo en la puerta los sacó a cada uno de sus propios pensamientos.

"Ya estamos casi listos mamá, bajamos en unos segundos" Sin embargo, el picaporte de la puerta se movió, ignorando las protestas del adolescente pelirrojo.

"No soy tu madre, Ronald" Una voz un poco altanera, pero bastante familiar y querida por ambos chicos llenó la habitación. Sin pedir permiso ni mucho menos, Hermione Granger ingresó a la habitación y cogió a cada uno por un brazo, atrayéndolos hacia ella y fundiéndolos en un cálido y reconfortante abrazo.

"No saben cuan mal os he extrañado chicos" Suspiró la chica, sin soltarlos ni un milímetro. "Las vacaciones se me hacían eternas" Se separó de ambos, moridéndose el labio con ansiedad.

"¿Estas bien, Harry?" Preguntó, sin dejarles hablar aún, sentándose en la cama del pelirrojo y frunciendo el ceño al notar el desorden que ambos chicos tenían en la habitación. "Deberían ordenar un poco más esta habitación, parece un chiquero" Y fué ahí cuando ambos chicos se miraron entre ellos, negaron divertidos y se dejaron caer en la cama del morocho.

Dos golpes los sacaron de su charla y la cabeza de Molly Weasley se asomó por la puerta.

"En media hora más nos vamos a Grimmauld Place, quiero esta habitación ordenada y sus cosas dentro del baúl." Dijo autoritariamente a ambos chicos. "Hermione querida, tu puedes bajar a tomar el té si quieres. No es necesario que ayudes a este par de flojos con sus cosas" Le dijo a la castaña, quien le respondió con una sonrisa y una amable negativa. Se quedaría a ayudar a los chicos, como siempre, sin chistar. Mas que mal, sabía que luego ellos le deberían un favor más.

"¿Grimmauld Place?" Preguntó Harry, con una clara mueca de confusión.

"Es el lugar donde se encuentra el cuartel general" Respondió simplemente Hermione, tirando las sábanas hacia los pies de la cama, obligando al joven Potter a levantarse. Comenzaron a guardar todo en los baúles y veinte minutos más tarde, estaban los tres en el primer piso, cada uno con su baúl, desayunando un suculento banquete preparado por la matriarca Weasley.

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"Canuto apaga eso ¿Quieres?" Era ya la tercera vez esa mañana que Remus Lupin decía esa frase. ¿La razón? Sirius Black, su mejor amigo desde que había ingresado a Hogwarts, había regresado a sus malas costumbres con el tabaco.

"No me jodas Lunático" Gruñó el pelinegro Black. Esa mañana había despertado con un extraño presentimiento y en las horas que habían pasado ya, ese presentimiento había crecido aún más.

Una puerta del tercer piso fue abierta y cerrada rápidamente.

"Es extraño volver a verla" Suspiró Remus "Catorce años sin saber de ella y cuando Dumbledore decide reabrir la orden, aparece." Enterró sus dedos en su cabello, alborotándolo un poco.

"Barbie fue la única que fue a visitarme esos años que estuve en Azkaban" Una triste sonrisa se instaló en los labios del hombre que alguna vez fue el joven más apuesto de Hogwarts. "Incluso me traía noticias de Kiara y de..." Unos rápidos y ligeros pasos resonaron por toda la escalera y una mujer apareció por el umbral de la puerta. Sus cabellos dorados y sus extraños ojos violetas seguían siendo exactamente iguales a como era cuando se conocieron. Su cuerpo había madurado, al igual que sus facciones. Una nota de tristeza estaba impregnada en su mirada y podían notarse ligeras arrugas en el contorno de sus ojos y labios. Su expresión fue lo que alertó a ambos chicos.

"¿Ocurre algo Barbie?" Sirius fue el primero en reaccionar y levantarse hasta llegar a quien él consideraba como una hermana menor. Se detuvo frente a la mujer, quien levantó su violácea mirada y la chocó con la acerada mirada de Sirius Black.

"Dumbledore viene en camino, necesitamos hablar urgentemente, todos" Fue lo único que dijo antes de encerrarse en la cocina.

"¿Todos?" Dijeron ambos hombres antes de ser interrumpidos por el sonido de la puerta, cosa bastante extraña pues solo unos pocos sabían la ubicación exacta de Grimmauld Place.

"Iré a ver quien..." Pero Remus no alcanzó a acabar de hablar, cuando la puerta de la cocina fue abierta de golpe y una mancha dorada cruzó todo el tramo hasta la puerta, abriéndola de golpe y abalanzándose sobre una de las dos figuras que ahí se encontraban.

Ambas figuras eran femeninas, una mayor que la otra.

La primera, quien respondía al abrazo de Barbara Gate con la misma añoranza, dejaba entre ver su tostada piel, sus cabellos eran castaños oscuros y, cuando levantó su vista, dejó ver sus hermosos ojos celestes-gricáseos. Tras ella había una joven que no debía superar los dieciséis años, con el cabello lacio y de un negro azabache intenso, unos ojos grices y una sonrisa algo pícara.

La joven corrió en direccion a un anonadado Sirius Black y lo rodeó con sus brazos, siendo ella envuelta por los de él de la misma manera.

"¿Porqué no me dijiste que tu madre y tu planeaban venir a Londres, Antares Cassiopeia Black?" El tono de Sirius intentó ser duro, pero era la primera vez despues de catorce años que podía abrazar a su hija.

La adolescente hizo una mueca de disgusto al oir su nombre completo, separó sus labios para formular una respuesta pero la voz de su madre no le dejó ni comenzar.

"A penas despertó hicimos las maletas y nos vinimos. Barbie y Dumbledore hablaron conmigo hoy temprano y, bueno ya estoy aquí" Respondió la mujer que abrazaba a Barbara, soltándose de su amiga e ingresando a aquella casa que una sola vez conoció, hacía tantos años y en condiciones que ella prefería no recordar.

Se detuvo unos instantes frente a Remus y le abrazó, como no lo hacía desde hacía muchísimo tiempo, para luego encaminarse hacia donde estaba Sirius y Antares. La chica dio unpaso hacia el costado y fue a saludar a Remus, dejándole algo de intimidad a los dos adultos.
Los brazos de Sirius cobraron vida propia en el instante en que ella se detuvo frente a él, abrazándola con fuerza y hundiendo su rostro en los oscuros cabellos de ella.

"Han pasado muchísimos años, Kiara" Susurró él, sintiendo los delgados, pero fuertes, brazos de ella rodear la espalda de él. Una ligera humedad comenzó a acumularse en el hombro izquierdo de Sirius, lugar en donde ella tenía escondido su rostro.

"Quise volver antes, pero no pude" susurró tan bajo que podría jurar que nadie le había escuchado, pero él le había oido claramente "Las conexiones entre américa y europa fueron rotas y viajar del modo muggle no era conveniente. Dumbledore fue anoche a casa de mis padres y me dijo que había logrado establecer una conexión entre mi chimenea y una en una oficina del ministerio, lleamos hace cosa de minutos a Inglaterra" Las palabras brotaban de los labios de aquella hermosa mujer. Sollozos ligeros se dejaban oir mientras Sirius pasaba su mano con una ternura acumulada.

"Fueron los catorce años más largos de mi vida. Barbie traía noticias de ustedes de vez en cuando... pero no era lo mismo" Susurró Sirius, besando sus cabellos castaños, esos que aún mantenían ese aroma a playa, café y chocolate.

Se mantuvieron así, susurrandose al oído palabras de disculpas, consuelos y más disculpas hasta que fueron interrumpidos por el sonido de la puerta.
Cassiopeia fue a abrir, quedándose curiosa al ver por primera vez a un anciano hombre con una barba tan blanca y larga como la de Albus DUmbledore.

"Ellos despertaron. El hechizo del heredero a sido roto y estarán con nosotros en cuanto Arthur y Molly se trasladen aquí" Fue el saludo de Albus, quien entró al salón y observó a las cinco personas que ahí se encontraban. "Harry no lo puede saber hasta que ellos estén aquí. Nada de lechuzas ni mensajes de ningún tipo" Sus azules ojos se enfocaron específicamente en Sirius Black, quien le observaba y asentía simplemente.

Se había quedado sin habla, al igual que sus acompañantes.

Finalmente podría reencontrarse con su hermano, con su mejor amigo... Su otra mitad.

Finalmente James había regresado.

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Y? Os gustó? Mejor no lo continúo? Me dedico a otra cosa mejor?

Recuerda, tu Review es mi sueldo, con eso debo vivir (?) xD

Besos y abrazos, nos vemos el próximo capítulo!

Cassie