Hola a todoo/aas! soy nueva en esta web y no sé muy bien como funciona esto, pero no pasa nada! Bueno, quiero lanzar muchísimas advertencias ya que en esta historia habrá muchos giros y no será la "típica leyenda del fantasma".
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, ya que son de Kishi, y la historia es una pequeña adaptación de una obra que adoro. (No es la versión del gran maestro Lerroux, El Fantasma de la Ópera). es un UA con mis cambios y mis idas de olla -como alterar la personalidad de muchos de los personajes-, y habrá lemón muuuuuy explícito ( yo creo que un poco de lascivia mueve mi mundo xDDD) como violencia y lenguaje no apto para menores. Así que aconsejo que al que no le guste el lemon o sea menor de edad, se abstenga de leer esta historia (aunque la mayoría nos pasamos este consejo por el forro xDDD). Y lo último de las advertencias, todo esto está basado en el mundo de Naruto, es decir, los lugares y los nombres pertenecen al manga... no a la vida real.. así que... si veis amegakure (la aldea de la lluvia) o Konoha... o más... es por eso...
Si me olvido de algo, ya lo subiré en el próximo capítulo.
También quiero aclarar, que esta historia girará en torno a los cuatro personajes principales (Sasuke, Sakura, Itachi y Madara), y habrá personajes secundarios muy importantes (como Ino, Shikamaru, Karin y Chôji). No es la clásica novela en la que el vizconde perfecto y guapo se queda con la adorable y preciosa cantante de ópera, oh no, por Kami... esta historia va dedicada a todos aquellos que quisieron que la señorita Daaé se quedara con Eric.
No voy a pedir reviews desesperadamente (bueno, un poquito sí xDDD), pero sí me gustaría críticas constructivas y el saber si puedo continuar la historia. Ya que a mí en lo personal, me encanta, y me gustaría compartirla con vosotros si me lo permitís... Bueno.. se aceptan reviews con opiniones xD...
Así pues, y sin más dilación, os dejaré con mi preciada historia... Disfrutarla y esperar el próximo capítulo con anheloo :D...
Ja neee! ^^
El Fantasma de la Ópera.
1º: La obra.
Haruno Sakura cerró los ojos al sentir la suave tela resbalar y deslizarse por el corsé que ceñía su cuerpo. Jamás había imaginado que podría llevar un vestido como aquel, de un tono rosa pálido con encajes de todos los blancos posibles, y con joyas de diferentes tonalidades verdes adornando aquel precioso pedazo de tela, aunque aquella pieza fuera pesada y tuviera que taparse la nariz a causa del empalagoso perfume de Karin.
Sin embargo, se lo pondría nada más ni nada menos que para interpretar el papel de Julieta delante de un verdadero público en la obra Rómeo et Juliette de Gounod.
Todo esto había comenzado la noche anterior. Karin, la verdadera protagonista de la obra, había sido víctima de un pequeño accidente en el escenario y echa una furia, había salido del teatro maldiciendo y pisando fuerte cada uno de los escalones que conducían a la salida. Estaba indignada y asustada, y el resto de personas que había en aquel momento en la sala empezaron a murmurar.
- Oh Dios mío, ha sido el Fantasma! –exclamó una bailarina sorprendida. Miró hacia la salida del teatro y dio media vuelta, escondiéndose detrás de un tramoyista.
- Seguro que ha sido él! –corroboró uno de los chicos mientras observaba el lugar con temor.
- Él fue quien me robó mi borla de polvos! –gritó una muchacha perteneciente al grupo de bailarinas.
- Dicen que anda como una sombra –comentó otro mientras caminaba sigilosamente, imitándolo. El jefe de tramoyistas, Danzô, se acercó a ellos silenciosamente y puso los ojos en blanco para asustar a las pequeñas ratitas y a los jóvenes.
- Es un malvado –añadió el hombre- Tiene los ojos negros como el carbón y los dientes podridos. Siempre va con ropas oscuras y su piel es arrugada y amarilla. Si os encuentra solos merodeando por el teatro, os dará caza y os comerá vivos –entonces, todos los allí presentes lanzaron una exclamación de horror y comenzaron a murmurar más cosas sin sentido, hasta que Madame Yamanaka los acalló.
- Si tenéis tanto tiempo para murmurar, también lo tenéis para trabajar, me equivoco? –preguntó duramente la mujer- poneos manos a la obra pequeños y dejar de decir insensateces o yo misma os devoraré! –se puso en medio del escenario, donde se había formado un corralito de jovencitas que aún seguían murmurando y estas huyeron a la sala de descanso de las bailarinas- Hinata, a trabajar! Aunque seas nuestra bailarina principal eso no te quita que ensayes. Andando!
Sin duda, era muy desafortunado que ese incidente hubiera ocurrido el mismo día en que los nuevos administradores habían entrado a tomar las riendas del teatro. Monsier Asuma y Hatake habían sido respetados y temidos al mismo tiempo, pero los nuevos, los señores Nara y Akamichi procedían de una empresa de recogida de basura y se habían quedado con los ojos agrandados de la sorpresa.
Sakura, que estaba cerca de ahí, pudo escuchar lo que estaban conversando:
- Fantasma de la Ópera? Asuma y Kakashi no nos dijeron nada de esto –comentó Chôji con cierta inquietud mientras miraba a Shikamaru. Este se metió las manos en los pantalones y sacó una cajetilla de tabaco- crees que puede significar algo?
- Podría tratarse de una extraña leyenda, sólo eso. Ya sabes como son la gente del teatro, con sus absurdas supersticiones y cuentos, qué problemático –contestó simplemente mientras se reía con desgana. Encendió el cigarro y le dio una calada- ahora el problema es cómo reemplazamos a Karin para el estreno de la obra de mañana. Aquí no hay ninguna que cante como ella.
- No podemos cancelar la obra –dijo monsier Akamichi desesperado. Gotas de sudor comenzaron a rodarle por la frente amplia y llena de pequeñas arrugas- vienen el conde y el vizconde Uchiha.
Y entonces, antes de que Sakura se diera cuenta, madame Yamanaka salió del cuarto de las bailarinas y la empujó contra los dos administradores.
- La señorita Haruno sería una buena sustituta para el puesto de mañana por la noche –dijo mientras deslizaba los dedos por su largo y sedoso pelo rubio. En realidad, Yamanaka era una mujer de grandes proporciones y al cruzar los brazos bajo su busto, sus enormes pechos casi rebosaron del corsé que llevaba puesto. Por un momento, los dos hombres se quedaron embobados mirando aquellas dos inmensas protuberancias, tersas y pálidas, hasta que un carraspeo por parte de la dueña les llamó la atención. Monsier Nara se quedó mirando a Sakura con una ceja levantada mientras la inspeccionaba. La pelirrosa juntó las manos ante la posibilidad de tener una oportunidad tan grande como aquella y los miró con angustia.
- Una de las bailarinas? No sé…
- Vamos Shikamaru, qué mal puede hacer? Total, no tenemos a otra –monsier Akamichi miró a la joven, que se había sonrojado ante la leve desaprobación que había percibido en monsier Nara, y después, Chôji se posó con sus ojos marrones en Ino. Esta movió a Sakura y la instó a que se acercase al escenario para que cantara. La joven, con la garganta reseca y temiendo que no le saliera nota alguna, se acercó a la plataforma y con un chasquido de dedos por parte de madame Yamanaka, los músicos volvieron a sus asientos, abandonados al mismo tiempo que la huida furiosa de Karin, y afinaron los instrumentos.
Cuando la melodía sonó, abrió la boca para cantar, redondeada y con notas largas y precisas, tal como su ángel le había enseñado, sacó todo el aire y se dejó llevar. Al momento de subir al escenario, el pánico la había invadido, aún cuando las butacas estaban vacías. Pero en el transcurso del tiempo, y entonando con voz suave y delicada, pero a la vez fuerte y precisa, había sentido que aquél era el mejor momento de su vida. A sus dieciocho años, Sakura no había experimentado una sensación como aquella. Cerró los ojos, imaginándose todos aquellos asientos abarrotados de gente que venía a la obra, y recordando cada detalle minúsculo del teatro.
Aunque los administradores no le permitieran cantar esa noche, ella ahora mismo estaba cantando, haciendo lo que siempre había soñado desde que era una niña.
Si esa iba a ser su única oportunidad, él la había preparado muy bien, porque estaba disfrutando de cada momento. Había aprendido que las cosas cambian muy rápido en la vida y que había que coger las dichas que se le ofrecían a uno, porque era algo precioso y excepcional.
Cuando terminó de cantar, no pudo evitar el hacer una reverencia, aunque no hubiera público delante de ella. Entonces, se giró para admirar el rostro severo de Ino, que tenía un gesto leve de aprobación y, después, al escéptico monsier Nara.
Estaba sonriendo.
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En ese momento, mientras la preparaban para la representación de aquella noche, con la que se darían a conocer los nuevos administradores y los nuevos mecenas y patrocinadores del teatro, Ino estaba detrás de ella, inspeccionándola con ojo crítico y observándola en el espejo.
- Estas preciosa, Sakura –dijo en voz alta y clara. Ellas dos se intentaban ver por encima de las tres coordinadoras de vestuario, que estaban dando los toques finales al vestido, zapatos y joyas- Él estará muy complacido.
Al oír ese él, Sakura sintió el aire a su alrededor caldearse, aunque la punta de su nariz estuviera fría y el vello se le erizara. Sintió arder sus mejillas ante el cambio de la atmósfera, como si fuera una suave caricia en la nuca. Ay, si su ángel se mostrara en persona y no sólo se tuviera que conformar con escuchar aquella hermosa voz magnética, adormecedora, con la que la deleitaba en sus clases de canto.
- Es mi mayor deseo el complacerle, madame –pronunció suavemente mientras no dejaba de mirar el espejo.
Según madame, su mentor había preferido que utilizara ese camerino, ya que no estaba ni en el coro ni en las bailarinas.
- Vamos, basta de alboroto! –ladró Ino a las chicas que estaban en aquella habitación, curiosas y asustadas por el cambio de aire. Miraban hacia todos lados buscando algo que lo pudiera explicar- Fuera!
Ino las sacó del lugar y entonces, se volvió para mirarla desde el marco de la puerta.
- Él desea estar contigo un momento antes de que cantes.
Sakura se sorprendió ante esto. Las clases en dónde le enseñaba a dominar su voz y a sentir la música con todo su ser, se las daba o bien en la capilla, que es donde iba a rezar por la muerte de sus padres y donde lo conoció por primera vez, o bien en el conservatorio. Pero nunca se comunicaba fuera de estos. Lo haría ahora?
Madame Yamanaka salió por la puerta, cerrándola tras su paso y ella continuó mirando al espejo. La luz suave y cálida de la estancia comenzó a apagarse y a hacerse más tenue, y las sombras empezaron a ondular por el camerino.
Lo sintió. Él estaba ahí, su ángel de la música.
Se agitó la lámpara de gas y se apagó con un silencioso sonido. El corazón le comenzó a latir desbocadamente y las palmas de las manos comenzaron a sudarle. Pero no se movió de su sitio, aunque vio que lo que antes era su reflejo en el espejo, ahora era una tenue sombra de matices grises negros y plateados.
Entonces, tuvo la sensación de que algo ligero y cálido, fuerte y suave le bajaba por la curvatura de la espalda del vestido. Sintió el calor más cerca de su piel y el corazón latió aún más desbocadamente. Él estaba ahí, estaba en la misma habitación que ella!
Sintió deslizarse por su brazo unos dedos enguantados en piel suave, fresca, flexible, y ella cerró los ojos para sentir aún más ese roce. Suspiró lentamente mientras esa mano seguía el recorrido de su antebrazo y hombro, para seguir con su cuello y hundirse en su cuero cabelludo. Se le encendió la excitación ante su contacto, haciendo bajar pequeños relámpagos de placer a su vientre. Volvió a suspirar, pero esta vez más sonoramente y alargó la mano hasta el cristal, notando el contraste del frío espejo con el calor abrasador de su cuerpo.
Él resopló, de pie detrás de ella, y Sakura percibió su altura y su fuerza en medio de la oscuridad que la rodeaba.
- Esta noche en el escenario, cantarás para mí.
Como siempre, el timbre de su voz la asustó por su intensidad, la arropó con su dulce candencia, la atormentó con su deje de burla. Su voz encarnaba la belleza de la música que ella tanto amaba con su ritmo, su tono y su serena e implacable autoridad. Y esa noche, en vez de hablarle desde un lugar oculto entre las sombras, estaba detrás de ella, junto a ella, tocándola.
- Sí –dijo. Desesperada por verlo, comenzó a girarse en su dirección, pero él se lo impidió, poniéndole las manos sobre los hombros.
- No.
Nunca había visto a su ángel; sólo lo había oído hablarle desde la oscuridad, como ahora mismo estaban, o incluso con la tenue luz de una lámpara cuando la visitaba a solas para practicar, y en la capilla, cuando él cantaba en un murmullo bajo, fantasmagórico, mientras ella rezaba por el alma de su padre y por la de su madre. Sólo una vez lo había sentido tocarla, y era cuando ella estaba medio dormida, así que no sabía si había sido cierto o no.
Pero eso no era un sueño, sus manos enguantadas recorriendo sus hombros y aferrándose a su cuello, no lo era. Muchas veces se había preguntado si era un espíritu o un fantasma, pero la cálida solidez que tenía en la espalda le decía todo lo contrario.
Era un hombre, pero de ninguna manera era un espectro que se fuera a disolver sin más. El Fantasma de la Ópera era un ángel con una voz misteriosamente exquisita.
Cuando cantaba, era una potente voz de tenor.
Cuando la mimaba, suave terciopelo.
Cuando se enfadaba, fría y cortante como un cuchillo.
- Sakura –susurró él en su oído, su boca muy cerca y cálida.
Las sílabas de su nombre sonaron profundas y mimosas, elegantes. Ella abrió la mano derecha en el espejo dejando un poco de humedad producida por los nervios y la otra la dirigió por encima de su cabeza y tocó el pelo de su ángel. Suave y sedoso, hundió los dedos en él y notó el movimiento de su cuero cabelludo en las yemas. Algo en su espalda comenzó a presionarle a la altura de las caderas. Estaba excitado y, por la forma, tenía un miembro largo, duro y sólido; aquello lo percibió a través de las capas de tela de su vestido y los pantalones gruesos de él y su sexo comenzó a inundarse en oleadas de placer.
Retiró la mano del espejo y buscó detrás de ella, a la altura de la cabeza y palpó algo suave, dúctil y blando. Aquello la consternó, no era ni pelo ni piel, entonces, qué sería?
Él se apartó, le cogió las manos, se las bajó a la altura de sus caderas y las mantuvo entre ellos, donde la joven podía sentir el roce de los pliegues de la capa.
- Me sorprende tu osadía, Sakura.
- Por qué no puedo verte?
- Me verás cuando sea el momento indicado.
Sakura sintió algo cálido y ligeramente húmedo en su cuello que le hizo bajar estremecimientos de placer al vientre; intentó girarse pero él la agarró más fuerte y se lo impidió.
- Cuando sea el momento –repitió él, con al boca sobre la delicada piel de su hombro- Ahora…canta para mí esta noche, y si me complaces, serás recompensada con mi veneración.
Y repentinamente, ya no estaba.
Volvieron a encenderse poco a poco las luces y el camerino volvió a tener aquella atmósfera tranquila. La única señal de que había estado allí había sido las marcas de sus dedos y mano en el espejo, y un brillante hilillo en su cuello.
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El mar de caras, el calor de las lámparas de gas, el borde del escenario, las luces y el sonido de sus profundas respiraciones y el mosaico de emociones y sensaciones no abandonaban su mente mientras cantaba. Sentía salir la música de su cuerpo como si fuera liberada por una energía reprimida. Oía las reverberaciones cuando las notas agudas y largas llenaban el espacio del escenario. Y entonces al hacer su última inspiración y dejar salir la última nota, al mar de caras embelesadas se unieron aplausos atronadores, vivas y gritos.
El ángel de la música estaría complacido.
Y por encima de los gritos y vítores, oyó una profunda voz en su corazón bravo, bravísimo.
Entre bastidores vio a madame Yamanaka, asintiendo y sonriendo de oreja a oreja con sus despejados ojos calculadores.
Tuvo que continuar en el centro del escenario haciendo esmeradas reverencias una y otra vez dentro de su pesado y ceñido vestido, mientras a sus pies caían rosas, guantes e incluso sombreros.
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Desde el palco que ocupaban, el conde y el vizconde Uchiha la observaron bajar la cabeza cuando hizo su tercera reverencia. El público seguía rugiendo y aplaudiendo.
- Una mujer muy hermosa, muy exuberante –musitó Madara, el conde, volviendo a acomodarse en su asiento- No me extraña que Hinata no quisiera presentármela durante nuestro romance. Es la Señorita Haruno, no? Me gustaría saber de dónde ha venido y cuánto tiempo lleva aquí. Nunca la he visto en el salón de las bailarinas ni en el de las cantantes. Dónde ha estado escondida?
- Su padre murió hace unos años –contestó Itachi, su hermano menor- No sé cuánto tiempo lleva aquí en el Teatro de la Ópera. Yo me enteré esta semana de que estaba aquí. No he hablado con ella desde hace años.
- Bueno, no me extraña que hayas insistido tanto en venir sin la compañía de la señorita Sabaku no.
Madara observó que Itachi no apartaba la vista de aquella chica de pelo rosado que estaba en medio del escenario.
- Conocí a la Señorita Haruno en la orilla del mar cerca de Amegakure hace unos años. Te acuerdas de ese verano? Tú estabas ahí también ese primer día cuando los conocí, a ella y a su padre.
- Seguro que no olvidaría un cuerpo tan hermoso si lo hubiera visto.
No, desde luego. No estaba acostumbrado a pasar junto a una mujer tan hermosa sin encontrar una forma de poder probarla. Y con una actriz, sería fácil llegar y cogerla, pese a la creciente fuerza de la burguesía, que creía que con la Tercera República y la elevación de su clase, las actrices habían cambiado su moral y ahora eran unas jovencitas recatadas y tímidas.
Irrisoria suposición.
- Éramos más jóvenes entonces –dijo Itachi- y ella tan sólo una niña. Impedí que se le volara el fular y se lo llevase el oleaje. Oh, mírala! Parece a punto de desmayarse!
Se levantó de un salto como para correr a su lado, pero Madara se lo impidió y lo volvió a sentar de nuevo.
- Siéntate, querido hermano. No es apropiado que un Uchiha haga el ridículo por una cantante o bailarina, ni siquiera por una tan bien dotada como ella. Y, mira, ya la han cogido. No se iba a caer al suelo delante de todo el público sin que nadie se diese cuenta de ello no?
Madara se giró para mirar a Itachi, pensativo.
- Pareces bastante interesado en ella.
- Nunca he conocido a una mujer más hermosa y encantadora. Ese fue un verano inolvidable y además, pasé mucho tiempo con ellos. Tú estabas tan metido en tus asuntos que no te diste ni cuenta. Conocí a su padre, un violinista fabuloso; nos tocaba y ella cantaba. Por aquel entonces, su voz era pasable, pero prometía mucho. Y mírala ahora, tan bella y con una voz hermosa. Monsier Haruno nos contaba historias relacionadas con el ángel de la música y la pequeña Hime, historias de Amegakure, de donde ellos procedían. A él nunca le gustó vivir aquí, en Konoha, y solía contarnos historias de su tierra, por la que sentía una inmensa nostalgia.
Itachi parecía sumido en sus recuerdos, cosa que fastidiaba muchísimo a Madara, que prefería vivir el momento.
Se levantó.
- Entonces me imagino que debemos darnos prisa en ir a felicitar a la señorita Haruno por su bella actuación. Estará encantada de renovar su amistad contigo, mientras yo voy al salón de las bailarinas, donde está Hinata esperando renovar su amistad conmigo.
Una sonrisa jugueteó en sus labios. Eso podría ser muy interesante, pensó.
