Prologó: Mata al Asesino de las Sombras.
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Villa Terracota.
50 km al este de la capital.
Año 1024 de reinado Imperial.
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Era ya casi media noche, en aquel poblado se celebraba una gran fiesta siendo el anfitrión el Conde Terracota, un reconocido funcionario del reino y poseedor de muchas conexiones con el Primer Ministro y el emperador.
Era amado y querido por toda la gente en el territorio a la que este individuo prestaba ayuda tanto económica como moralmente, ganándose así el título de buen samaritano debido a su buena voluntad.
La celebración se llevaba a cabo en la plaza de la villa, la música sonaba, la gente bailaba, el señor Terracota iba vestido con elegantes ropajes y una máscara de porcelana, pues toda la fiesta en general era una mascarada, aquel noble a primera vista mostraba una expresión desinteresada, como si estuviera aburrido, pero en la mente de aquel sujeto, secretamente se regodeaba en su éxito y su fortuna.
Pues el señor Terracota tenía dos rostros, su rostro de buen samaritano para el público, y para sus momentos privados era todo lo contrario. El solía secuestrar mercaderes pobres, extorsionarlos para quedarse con los pocos bienes que les quedan, torturarlos, e incluso ejecutarlos de manera lenta y dolorosa, todo con el fin de ver sufrir a quienes consideraba: seres inferiores.
El conde se sentía a salvo bajo su máscara de bondad, creía que nadie podía tocarlo, creía que su mundo perfecto jamás se vería afectado ni perturbaría ninguna manera.
Que equivocado estaba…
En las sombras, en lo alto de uno de los tejados, los fuegos artificiales iluminaron la silueta de un hombre encapuchado, que observaba con cierta repugnancia el espectáculo de la villa.
"Son como ovejas, que se agrupan para seguir a su pastor, ignorantes de su destino final".- pensaba el encapuchado mientras la luz de los fuegos artificiales se extinguía.
Cuando estos volvieron a estallar e iluminaron la zona, el extraño ya no se encontraba ahí.
A medida que avanzaba la fiesta, el conde pronto sintió que esta llegaría a su fin, quizás podría tomar a una o dos mujeres para su asistente, quien era un lascivo incontrolable.
Pero entonces dos bellas cortesanas se acercaron al sequito del señor Terracota, los guardias que los escoltaban no hicieron nada, pues se trataban de inofensivas mujeres.
El conde no estaba interesado y aparto sus gentiles manos, pero su asistente tenía una sonrisa lujuriosa, el señor Terracota le dejo ir al centro de la fiesta a disfrutar de la compañía de las mujeres.
El dio vueltas con ellas mientras oscuros pensamientos pasaban por su mente, pero cuando se dio cuenta… las cortesanas no estaban con él.
Trato desesperadamente de buscarlas, pero entonces diviso una silueta encapuchada delante de él, mas no pudo distinguir nada más.
Porque en ese instante sintió una punzada de dolor, y todo se volvió negro.
En ese instante una mujer grito.
Todos se apartaron de repente del centro de la fiesta, en el suelo se encontraba el asistente del conde, muerto sobre un charco de sangre y el encapuchado estaba arrodillado al lado de él.
-Requescat in pace.- dice el desconocido en voz baja antes de voltear a ver al señor Terracota, una media sonrisa se asomó en lo poco que se podía ver del rostro de aquel sujeto, esto claramente le decía al conde: "Sigues tu".
-Y bien ¿Qué están esperando?.- dice El señor Terracota.- ¡Dispárenle!
-Pero, Terracota-sama, hay civiles rodeándolo.- dice el capitán de la escolta.
-Eso no me interesa, ¡MATEN A ESE HIJO DE PERRA!.- grita el conde, muy a la fuerza los soldados apuntan sus rifles hacia el asesino.
-Tch.- dice irritado el encapuchado, la idea de que este sujeto sacrificara gente inocente para salvar su propio culo, lo ponía furioso.
El conde empezó a marcharse mientras una cuadrilla de soldados se quedaba atrás para eliminar al objetivo, y pronto no tardaron en oírse los disparos y gritos.
El señor terracota planeaba llegar hasta su mansión, coger un caballo, llegar hasta los muelles y huir hacia la capital.
Pero entonces se escuchan unos pasos que venían desde los edificios.
Al voltear, el conde ve al asesino corriendo por los tejados y saltado de cornisa en cornisa como si fueran un endemoniado gato, poco a poco iba acortando distancia hasta que…
Desapareció a la vista, no se le podía ver por ningún lado.
Terracota y sus soldados siguieron corriendo hasta llegar a la calle que los llevaría directo a los muelles. Más se encontraron con un obstáculo.
El asesino los estaba esperando al final de la calle, justo en la entrada a los muelles y bloqueaba la ruta de escape del conde.
Los soldados entonces apuntaron con sus armas, el señor Terracota permaneció inmóvil, tenso a lo que pudiera pasar, de pronto el asesino alzo el brazo izquierdo y…
¡DISPARO!
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El encapuchado contemplaba la luna que poco a poco descendía del cielo para dejar paso al sol, desde la torre más alta que había.
Había sido otra noche exitosa.
Su objetivo muerto, la guardia personal y sus colaboradores también, los prisioneros en esto momentos debían estar siendo atendidos por médicos en este momento, demasiado fácil, ni siquiera tuvo que usar su Teigu contra ellos, era obvio que a pesar del punto y la posición clave del conde, este no era indispensable, y se podía desechar cuando se quisiera.
Ni había estado mal este pequeño trabajo que había hecho para el Ejército Revolucionario, pero esto no sería nada comparado con su siguiente objetivo.
El asesino contemplo un una hija de papel de 'se busca' en el que venía una imagen de el mismo, era un retrato casi hecho con detalle, incluso la capucha que le cubría buena parte del rostro.
En el letrero rezaban las siguientes palabras.
SE BUSCA VIVO O MUERTO: DEATHSHADOW, RECOMPENSA 2000 MONEDAS DE ORO.
-Tch, odio cuando me ponen apodos.- dice el asesino rompiendo el letrero.
Amanecía, era hora de irse, ya había pagado a las 2 cortesanas y el Ejército Revolucionario ya le había dado su recompensa.
El asesino conocido como Deathshadow se puso de pie, mirando el sol naciente.
-Próximo objetivo, la Capital.- dice el encapuchado, dando un salto desde lo alto de la torre.
Nada mejor que empezar el día con un buen salto desde grandes alturas.
